2008-09-28
Editorial
Ser catequista
La desinteresada labor que realizan cientos de mujeres y hombres cristianos de enseñar el catecismo en todo el país representa, para nosotros los hijos de Dios, una misión invaluable que nos abre la puerta hacia el conocimiento de Dios Padre y del Hijo, nuestro Salvador. Infantes y adultos reciben la gracia de conocer los rudimentos de la doctrina cristiana, por medio de la fatiga y la entrega de los catequistas, a quienes el Señor ha llamado para trabajar en su viña; porque la mies es mucha y los obreros pocos.
En este trabajo no hay paga monetaria, porque el Dios es mucho más generoso en gracia y bendición que la retribución del dinero del hombre. Es una tarea que coadyuga a la construcción del Reino, y a ponerle sabor a la vida de quienes buscan vivir en comunión con su Creador.
Cada catequista tiene la misión de ser sal y fermento; luz y voz que clama. Es un oficio que parte de la vocación, y no de la elección personal. Es un don o carisma que Dios da y que está lejos de adquirirse en alguna escuela o universidad, porque el conocimiento de Dios es una revelación que nace del espíritu y no de la carne.
En este mes que hemos dedicado a las vocaciones, a los catequistas y a las Sagradas Escrituras, saludamos efusivamente a estos hombres y mujeres que han dado un sí decisivo cuando fueron llamados a ejercer el oficio de la catequesis. Dios les dará el premio que le tiene prometido al servidor fiel, y hará crecer el fruto de la semilla en la buena tierra que un día la acogió. Que el Señor les ilumine en su labor, y les conceda la sabiduría y la fortaleza para continuar el camino que les ha abierto quien es Camino, Resurrección y Vida.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Ser catequista
La desinteresada labor que realizan cientos de mujeres y hombres cristianos de enseñar el catecismo en todo el país representa, para nosotros los hijos de Dios, una misión invaluable que nos abre la puerta hacia el conocimiento de Dios Padre y del Hijo, nuestro Salvador. Infantes y adultos reciben la gracia de conocer los rudimentos de la doctrina cristiana, por medio de la fatiga y la entrega de los catequistas, a quienes el Señor ha llamado para trabajar en su viña; porque la mies es mucha y los obreros pocos.
En este trabajo no hay paga monetaria, porque el Dios es mucho más generoso en gracia y bendición que la retribución del dinero del hombre. Es una tarea que coadyuga a la construcción del Reino, y a ponerle sabor a la vida de quienes buscan vivir en comunión con su Creador.
Cada catequista tiene la misión de ser sal y fermento; luz y voz que clama. Es un oficio que parte de la vocación, y no de la elección personal. Es un don o carisma que Dios da y que está lejos de adquirirse en alguna escuela o universidad, porque el conocimiento de Dios es una revelación que nace del espíritu y no de la carne.
En este mes que hemos dedicado a las vocaciones, a los catequistas y a las Sagradas Escrituras, saludamos efusivamente a estos hombres y mujeres que han dado un sí decisivo cuando fueron llamados a ejercer el oficio de la catequesis. Dios les dará el premio que le tiene prometido al servidor fiel, y hará crecer el fruto de la semilla en la buena tierra que un día la acogió. Que el Señor les ilumine en su labor, y les conceda la sabiduría y la fortaleza para continuar el camino que les ha abierto quien es Camino, Resurrección y Vida.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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