2008-09-07
A tiro de piedra
Salud, educación y transporte
Los tres sectores que han apoyado con más fuerza el reciente día de paro son, paradójicamente, los que en mayor crisis están. El angustioso servicio de salud, la deficiente educación y el catastrófico servicio de transporte de pasajeros de la capital hablan por sí solos.
Si contáramos la cantidad de paros y huelgas que estos sectores han realizado en los últimos diez años, tendríamos una idea del daño causado a la población. Población que incluye a la niñez escolar, los ancianos que necesitan atención médica, y cuantas otras personas que dependen de la salud, la educación y el transporte para alcanzar una calidad de vida más humana y mejor.
Por estos días he escuchado a algunos dirigentes de esos tres sectores, justificando el paro y achacando todos sus males al gobierno. Sea cierto o no que el responsable de todo es el gobierno, lo cierto es que no se puede resolver justamente un mal con otro mal; especialmente a quien no lo ocasiona: la población que no tiene los medios para pagar por la salud, la educación y adquirir un medio de transporte propio.
Resulta incomprensible que dos de esos sectores, el médico y el docente, renuncien a encontrar otros métodos de reclamo efectivos y menos perjudiciales para la población. Se supone que unos y otros pasan largos años estudiando para servir. Unos para curar y aliviar dolencias con la ciencia; otros para instruir a los futuros profesionales de diversas ramas del saber, incluidos los médicos. Una huelga o un paro se le ocurre a cualquiera, la invención de la protesta civilizada y eficaz está reservada para los grandes dirigentes, cuya visión trasciende los límites de lo vulgar.
Personajes como Gandhi, Luther King, Simon Wiesenthal, Teresa de Cálcuta, Melina Mercuri, Corazón Aquino, o Rose Parks han hecho revoluciones sin necesidad de responder con la violencia a la violencia y la persecución contra ellos desatadas. Movimientos como el de las Madres de Mayo en Argentina y nuestra propia Cruzada Civilista de la década de 1980, con la protesta en las aceras cada mediodía, nos dan ejemplo de la lucha que no requiere de dejar trabajar ni conculca el derecho ajeno de hacerlo o a transitar libremente, a pesar de toda la represión que se sufría.
Los argumentos que se esgrimen para justificar las acciones de paro en los sectores de salud, educación y transporte tienen algo de validez en ciertos aspectos, no así en todos. Tampoco es del todo cierto que se lucha por el pueblo, cuando es al pueblo a quien se le somete al escarnio y al sufrimiento. Están primero por ellos y, si algo queda, eso será para los demás, quienes pagan con creces y en carne propia por el triunfo o las “conquistas” que los primeros han alcanzado o pretenden alcanzar.
Nada justifica el reclamo de una mejor educación, cuando los estudiantes han perdido gran parte de sus clases este año lectivo y se les hace perder más. Nada justifica la lucha por mejor salud para el pueblo, cuando necesitan atención médica y se les niega y posterga por más tiempo, mientras su enfermedad empeora. Nada justifica un paro de transporte contra la introducción de un proyecto de transporte, cuando diariamente se deja al pasajero esperando en la parada, se le hace viajar en un escandaloso estado de hacinamiento, y no se quiere llevar a los estudiantes porque pagan menor tarifa de pasaje, o se abusa de ellos cobrándoles más caro.
Si alguna vez los dirigentes de esos sectores deciden mejorar su atención y su servicio, y se vean los resultados en la salud, la educación y el transporte, sin duda pasarán de la estima actual que se les tiene a ser héroes y heroínas. Mientras tanto, seguirán en su papel de verdugos del pueblo.
“Ni un busero más para diputado”.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
Salud, educación y transporte
Los tres sectores que han apoyado con más fuerza el reciente día de paro son, paradójicamente, los que en mayor crisis están. El angustioso servicio de salud, la deficiente educación y el catastrófico servicio de transporte de pasajeros de la capital hablan por sí solos.
Si contáramos la cantidad de paros y huelgas que estos sectores han realizado en los últimos diez años, tendríamos una idea del daño causado a la población. Población que incluye a la niñez escolar, los ancianos que necesitan atención médica, y cuantas otras personas que dependen de la salud, la educación y el transporte para alcanzar una calidad de vida más humana y mejor.
Por estos días he escuchado a algunos dirigentes de esos tres sectores, justificando el paro y achacando todos sus males al gobierno. Sea cierto o no que el responsable de todo es el gobierno, lo cierto es que no se puede resolver justamente un mal con otro mal; especialmente a quien no lo ocasiona: la población que no tiene los medios para pagar por la salud, la educación y adquirir un medio de transporte propio.
Resulta incomprensible que dos de esos sectores, el médico y el docente, renuncien a encontrar otros métodos de reclamo efectivos y menos perjudiciales para la población. Se supone que unos y otros pasan largos años estudiando para servir. Unos para curar y aliviar dolencias con la ciencia; otros para instruir a los futuros profesionales de diversas ramas del saber, incluidos los médicos. Una huelga o un paro se le ocurre a cualquiera, la invención de la protesta civilizada y eficaz está reservada para los grandes dirigentes, cuya visión trasciende los límites de lo vulgar.
Personajes como Gandhi, Luther King, Simon Wiesenthal, Teresa de Cálcuta, Melina Mercuri, Corazón Aquino, o Rose Parks han hecho revoluciones sin necesidad de responder con la violencia a la violencia y la persecución contra ellos desatadas. Movimientos como el de las Madres de Mayo en Argentina y nuestra propia Cruzada Civilista de la década de 1980, con la protesta en las aceras cada mediodía, nos dan ejemplo de la lucha que no requiere de dejar trabajar ni conculca el derecho ajeno de hacerlo o a transitar libremente, a pesar de toda la represión que se sufría.
Los argumentos que se esgrimen para justificar las acciones de paro en los sectores de salud, educación y transporte tienen algo de validez en ciertos aspectos, no así en todos. Tampoco es del todo cierto que se lucha por el pueblo, cuando es al pueblo a quien se le somete al escarnio y al sufrimiento. Están primero por ellos y, si algo queda, eso será para los demás, quienes pagan con creces y en carne propia por el triunfo o las “conquistas” que los primeros han alcanzado o pretenden alcanzar.
Nada justifica el reclamo de una mejor educación, cuando los estudiantes han perdido gran parte de sus clases este año lectivo y se les hace perder más. Nada justifica la lucha por mejor salud para el pueblo, cuando necesitan atención médica y se les niega y posterga por más tiempo, mientras su enfermedad empeora. Nada justifica un paro de transporte contra la introducción de un proyecto de transporte, cuando diariamente se deja al pasajero esperando en la parada, se le hace viajar en un escandaloso estado de hacinamiento, y no se quiere llevar a los estudiantes porque pagan menor tarifa de pasaje, o se abusa de ellos cobrándoles más caro.
Si alguna vez los dirigentes de esos sectores deciden mejorar su atención y su servicio, y se vean los resultados en la salud, la educación y el transporte, sin duda pasarán de la estima actual que se les tiene a ser héroes y heroínas. Mientras tanto, seguirán en su papel de verdugos del pueblo.
“Ni un busero más para diputado”.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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