viernes, 19 de septiembre de 2008

Bella Vista

2008-09-21
A tiro de piedra
Bella Vista

El barrio que recorrí desde mi adolescencia con gran deleite languidece a pasos agigantados. Ninguna de las gigantescas torres que se levantan ahora tiene la belleza y el esplendor de las casas antiguas. Los espigados cajones de cemento y cristal devoran, con voraz apetito, los jardines y árboles, así como exquisito trabajo de la mampostería.

Bella Vista y La Exposición me son familiares desde hace mucho tiempo. Mi abuela vivió por esos lares durante muchos años, y yo la visitaba a menudo. Todos los viernes, al terminar la semana escolar, me allegaba desde el mediodía hasta la tarde, y los domingos después de misa, a partir de la media mañana hasta media tarde. Recorría el camino a pie desde mi escuela en Paitilla, y desde el Casco Antiguo. Sólo este último barrio tiene primacía sobre Bella Vista, en mi gusto por la ciudad capital. Pero los asesinos arquitectónicos no perdonan nada.

No soy enemigo del progreso: al contrario, me gusta; pero no a costa de lo que representa nuestra historia y nuestra particularidad como ciudad. Hay otros sitios donde pueden levantarse esas moles de concreto, y que bien podrían mejorar el urbanismo y la situación social de una parte de la población. Si la millonada que se ha gastado, y se gasta, en destruir Bella Vista se le hubiera dado a los moradores de Curundú, a algunos sectores de Pueblo Nuevo, y de Río Abajo y Juan Díaz, mucha gente tendría viviendas dignas y el urbanismo capitalino habría contribuido a la creación de una capital moderna y ordenada. Lamentablemente se decidió por destruir a Bella Vista y a San Francisco.

Durante estos días de vacaciones, si el tiempo es favorable, trataré de levantar un inventario fotográfico de lo que aún queda en pie en Bella Vista. Poco queda ya en pie, para lo que había antes. El hermoso conjunto arquitectónico bellavistino se pierde. Nada ocupará su lugar. Difícilmente encontramos una manzana en su estado original. Los gigantescos mamotretos semejan los dientes de una fiera, que se hincan despiadadamente sobre cualquier lote o propiedad que sucumba ante la presión de los millones que se ofrecen por ellos.

Si algo de honorabilidad tenemos como país, institucionalmente hablando, bien haríamos en atender el llamado de los vecinos de los barrios en peligro y de las asociaciones, como Alianza Pro Ciudad o la SPIA (Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos), que advierten sin descanso sobre el daño que constantemente se le inflige al entorno urbano citadino.

La belleza que atrajo a los inversionistas, la están destruyendo sin asco ni consideración. Ninguno de los rascacielos hasta ahora construidos supera, en belleza y gusto, a las construcciones bellavistinas. La vista y el ambiente bucólico que ofrecieron a los compradores se han trocado por otras. Si continúa la hecatombe, al final habremos perdido uno de los sectores más bonitos y representativos de la Ciudad de Panamá. Si no se hace algo urgente, solo nos quedará la nostalgia de alguna foto, tal como sucede con la Avenida Central. ¡Qué lástima!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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