2008-09-28
A tiro de piedra
El hogar de los mulos
Un acontecimiento histórico acaba de ocurrir: el cierre definitivo del estadio de los Yankees de Nueva York. Hace exactamente 35 años, el 30 de septiembre de 1973, el estadio fue cerrado para su remodelación, después de haber sido vendido a la ciudad. Dos años después, el equipo de béisbol lo tomaría en arrendamiento hasta hoy.
Soy fanático de los Yankees desde muy niño. Las grandes glorias como Baby Ruth, Lou Gehrig, Joe Dimaggio, Mickey Mantle, Yogi Berra y Roger Maris son leyendas que conozco por la historia del equipo. Sí recuerdo a Reggie Jackson, Catfish Hunter, Ron Guidry, Graig Nettles y el fallecido receptor Thurman Munson. Ni hablar de los más recientes como Andy Petite, Mariano Rivera, Derek Jeter y Roger Clemens, a quien admiraba con los Media Rojas de Boston, mi segundo equipo favorito. Y aquí no funciona la rivalidad conmigo, aunque prefiero a los Mulos del Bronx.
El nuevo estadio es una réplica moderna del anterior, casi con las mismas dimensiones. Pude verlo desde el exterior, en una escala de unos días en Nueva York, hace 5 meses, después de asistir a un partido en el viejo coliseo. La foto que ilustra mi columna en esta edición es mi homenaje al hogar de los mulos que ahora se clausura definitivamente (en noviembre será la ceremonia oficial).
Cada ciudad tiene algo que la distingue, y una de las piezas simbólicas de Nueva York es el estadio de los Yankees. Recuerdo hace unos años cuando querían construir uno nuevo fuera de la ciudad (en New Jersey, si no recuerdo mal), y se armó tal escándalo que fue imposible hacerlo. Aquí en la nuestra, sin embargo, no hay empacho en destruir, robarse o vender lo que identifica a nuestra ciudad.
Los Yankees tienen tanta tradición, que han tocado la vida de generaciones de personas, dentro y fuera de su ciudad de origen. Una buena parte de los panameños somos fanáticos, y no sólo ahora que está Mariano Rivera, sino desde mucho antes. Es como un legado que se pasa de padres a hijos. Habrá seguidores de otros equipos de béisbol, sin duda, pero los Yankees arrastran a buena parte de los gustadores de la pelota chica.
Me habría gustado estar en este partido de despedida del viejo estadio del Bronx, como un acontecimiento histórico. Me conformo, sin embargo, con la oportunidad que Dios me dio de estar allí en este mismo año de su cierre. Es un regalo especial que nunca imagine recibir, porque el viaje mismo fue un accidente.
La despedida del equipo de su estadio resulta un poco deslucida por la campaña que este año llevan. Soñaba con una final de la serie mundial o, al menos, por el banderín de la liga. No obstante, el último “out” cantado, el último “hit” o “homerun”, y la última “carrera” que se anote, quedarán inscritos en los libros de la historia del béisbol de las grandes ligas. Todo hará historia. El primer cuadrangular bateado por el Bambino Babe Ruth; y el último jonrón en el bate de Bengie Molina, que fue a parar justo a los números de la camiseta que lucían las leyendas del equipo. ¿Habrá mejor homenaje que este? Igualmente, el cierre desde el montículo de nuestro compatriota Mariano Rivera quedarán inscritos en los libros. Ahora nos resta esperar la inauguración del nuevo hogar de los Mulos del Bronx, cuando se grite por primera vez en su campo: Play Ball.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
El hogar de los mulos
Un acontecimiento histórico acaba de ocurrir: el cierre definitivo del estadio de los Yankees de Nueva York. Hace exactamente 35 años, el 30 de septiembre de 1973, el estadio fue cerrado para su remodelación, después de haber sido vendido a la ciudad. Dos años después, el equipo de béisbol lo tomaría en arrendamiento hasta hoy.
Soy fanático de los Yankees desde muy niño. Las grandes glorias como Baby Ruth, Lou Gehrig, Joe Dimaggio, Mickey Mantle, Yogi Berra y Roger Maris son leyendas que conozco por la historia del equipo. Sí recuerdo a Reggie Jackson, Catfish Hunter, Ron Guidry, Graig Nettles y el fallecido receptor Thurman Munson. Ni hablar de los más recientes como Andy Petite, Mariano Rivera, Derek Jeter y Roger Clemens, a quien admiraba con los Media Rojas de Boston, mi segundo equipo favorito. Y aquí no funciona la rivalidad conmigo, aunque prefiero a los Mulos del Bronx.
El nuevo estadio es una réplica moderna del anterior, casi con las mismas dimensiones. Pude verlo desde el exterior, en una escala de unos días en Nueva York, hace 5 meses, después de asistir a un partido en el viejo coliseo. La foto que ilustra mi columna en esta edición es mi homenaje al hogar de los mulos que ahora se clausura definitivamente (en noviembre será la ceremonia oficial).
Cada ciudad tiene algo que la distingue, y una de las piezas simbólicas de Nueva York es el estadio de los Yankees. Recuerdo hace unos años cuando querían construir uno nuevo fuera de la ciudad (en New Jersey, si no recuerdo mal), y se armó tal escándalo que fue imposible hacerlo. Aquí en la nuestra, sin embargo, no hay empacho en destruir, robarse o vender lo que identifica a nuestra ciudad.
Los Yankees tienen tanta tradición, que han tocado la vida de generaciones de personas, dentro y fuera de su ciudad de origen. Una buena parte de los panameños somos fanáticos, y no sólo ahora que está Mariano Rivera, sino desde mucho antes. Es como un legado que se pasa de padres a hijos. Habrá seguidores de otros equipos de béisbol, sin duda, pero los Yankees arrastran a buena parte de los gustadores de la pelota chica.
Me habría gustado estar en este partido de despedida del viejo estadio del Bronx, como un acontecimiento histórico. Me conformo, sin embargo, con la oportunidad que Dios me dio de estar allí en este mismo año de su cierre. Es un regalo especial que nunca imagine recibir, porque el viaje mismo fue un accidente.
La despedida del equipo de su estadio resulta un poco deslucida por la campaña que este año llevan. Soñaba con una final de la serie mundial o, al menos, por el banderín de la liga. No obstante, el último “out” cantado, el último “hit” o “homerun”, y la última “carrera” que se anote, quedarán inscritos en los libros de la historia del béisbol de las grandes ligas. Todo hará historia. El primer cuadrangular bateado por el Bambino Babe Ruth; y el último jonrón en el bate de Bengie Molina, que fue a parar justo a los números de la camiseta que lucían las leyendas del equipo. ¿Habrá mejor homenaje que este? Igualmente, el cierre desde el montículo de nuestro compatriota Mariano Rivera quedarán inscritos en los libros. Ahora nos resta esperar la inauguración del nuevo hogar de los Mulos del Bronx, cuando se grite por primera vez en su campo: Play Ball.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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