miércoles, 14 de mayo de 2008

Pentecostés, fiesta que transforma

2008-05-11
La Voz del Pastor
Pentecostés, fiesta que transforma

Los apóstoles a pesar de haber visto al Maestro Resucitado permanecían encerrados movido por cierto temor. Pero en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre el colegio apostólico, quienes gozaban de la compañía de la Virgen María. Movidos por la gracia recibida, los apóstoles salieron de la casa en que se escondieron temerosos y predicaron públicamente el Mensaje de Salvación. Se dio en ellos un cambio radical, que los identificó con Jesucristo mediante la recepción del Espíritu Santo. Se sintieron impulsados a hacer partícipes a los demás de la riqueza de la salvación recibida. En el amor el que los movía: amor a Dios y a los hermanos. Un amor fuerte y encendido que eliminaba el temor y los llenaba de una explosiva y contagiosa alegría.

El Espíritu Santo tercera Persona de la Santísima Trinidad, procede también del Padre, como el Hijo. Es enviado por el Hijo, Jesucristo, de parte del Padre, para que nos conduzca a todos los cristianos hacia la verdad plena. Esta plenitud de la verdad se manifiesta claramente en la fiesta de hoy con una enseñanza que vale la pena resaltar: la fraternidad que adquirimos en Cristo los hombres de todo origen y condición. Hoy vemos que el anuncio de la salvación alcanza a todos los hombres, vengan de donde viniera, y a cada uno le convoca en forma directa e inequívoca, en su propia lengua.

La Iglesia convoca hoy a todos sus hijos hacia el deber de anunciar a Jesucristo con su vida y sus palabras. Todos los bautizados estamos llamados a anunciar el mensaje de salvación recibido. Es el Espíritu Santo el que nos llenará de valor para anunciar con palabras y hechos la salvación que ya hemos recibido. Hace falta el Espíritu Santo para que anime y dé valor a muchos laicos que se conforman con un compromiso mínimo de asistir a misa el domingo y allí termina su compromiso con el Señor. Hace falta el Espíritu Santo para que las energías que se gastan en la catequesis vengan animadas por Él, para que anime a los niños y jóvenes y reciban la vida de Dios para que transforme su existencia. Hace falta el Espíritu Santo para que entre en las familias y sean ejemplo y testimonio del amor de Dios. Hace falta el Espíritu Santo para que siga llamando a más jóvenes a la vida consagrada y en el Seminario Mayor los seminaristas se enamoren de su llamado. Hace falta el Espíritu Santo para que el trabajo social que realice la Iglesia sea motivado por amor a Dios, y de allí entonces no descuidar a los pobres, indigentes y desheredados sabiéndoles llevar a Cristo.

La llegada del Espíritu Santo sobre la Iglesia es constante y quiere refrescar y vigorizar a sus miembros. Donde el Espíritu del mal divide y envenena, el Espíritu Santo une y santifica devolviendo la vida en plenitud. Donde la malicia diabólica niega a Dios y trata de ocultarlo en la vida de los hombres, el Espíritu Santo confiesa a su Señor y lo proclama en medio de las actividades humanas a través de nuestra fidelidad. Donde el padre del engaño tiende oscuridades para desconcertar, la luz de la verdad es traída por el Espíritu para que alcancemos a conocer realmente a Dios, a los demás, y a nosotros mismos. Donde el frío egoísmo elimina la piedad, el calor de la gracia enseña el camino de la entrega por amor. Donde la mentira y la corrupción parecen triunfar, la verdad y la honestidad fruto del Espíritu vencerán.

Mons. Audilio Aguilar Aguilar
Obispo de la Diócesis de Colón - Kuna Yala

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