2007-11-18
La Voz del Pastor
El sentido de la pertenencia a la Iglesia
Una de nuestras riquezas es sentirnos miembros de la Iglesia. Sin embargo, son muchos los que desconocen esta grandeza. Es frecuente escuchar la expresión “en todas las Iglesias nos hablan de Dios” por lo tanto, todas son iguales.
Es triste ver como por desconocimiento de las verdades de fe y por no vivir una fe que impregne la vida de los católicos fácilmente se van tras quien con mentiras y medias verdades les engañan.
Jesucristo funda la Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, reuniendo entre sus discípulos, gente sencilla del pueblo de Israel, pero que aceptaron el mensaje de salvación sin dificultad. Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don de Cristo en la Cruz.
Sólo a través de una fe madura, se puede conocer y amar a la Iglesia. El sentido de pertenencia es una gracia. No podemos ser ajenos a la Iglesia y a sus necesidades. Es necesario vivir conscientes de que formamos parte de este nuevo pueblo de Dios y que Dios es quien guía a la Iglesia.
Cristo es la cabeza de la Iglesia, la adquirió con su muerte en la cruz. Su ley es el mandamiento del amor, su misión es ser sal y luz del mundo. Su identidad, la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Su destino el Reino de Dios. Se llega a ser miembro de este pueblo no por nacimiento sino por el bautismo del agua y del espíritu.
La Iglesia pueblo de Dios participa de la triple función de Cristo que es “sacerdote, profeta y rey”. La Iglesia es así un pueblo sacerdotal, consagrado a Dios por el bautismo. Es el pueblo de profetas que se adhiere a la fe y se convierte en sentido, en testigos de Cristo en el mundo, y es un pueblo de reyes que ejerce la realeza a imagen de Cristo que se ha hecho servidor de todos.
Una de nuestras obligaciones está en conocer nuestras doctrinas cristianas. Mientras no conozcamos las enseñanzas de la Iglesia fácilmente somos presa de aquellos que critican y confunden. Son muchos los que atacan a la Iglesia y muchos los que se dejan confundir.
Esta experiencia de Iglesia es necesaria vivirla en nuestra comunidad cristiana, la misma se vive en la parroquia, en pequeñas comunidades o grupos eclesiales. De allí entonces la importancia de los movimientos dentro de la Iglesia que no tienen otra misión que ayudar a vivir la vida de Dios en nosotros.
Nosotros debemos comprometernos a amar a la Iglesia. A través de la historia de la Iglesia los hombres y mujeres fieles a ella la han amado con pasión y hoy somos nosotros los llamados a amar, defender y vivir en plenitud la vida de la Iglesia. “Ha llegado la hora de amar a la Iglesia con un corazón fuerte y nuevo… He aquí el deber de la hora presente. Amarla significa estimarla y ser fieles de pertenecer a ella; ser valientemente fieles; significa obedecerla y servirla, ayudarla con sacrificio y gozo en su ardua misión” (Pablo VI).
Mons Audilio Aguilar Aguilar
Obispo de Colón - Kuna Yala
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La Voz del Pastor
El sentido de la pertenencia a la Iglesia
Una de nuestras riquezas es sentirnos miembros de la Iglesia. Sin embargo, son muchos los que desconocen esta grandeza. Es frecuente escuchar la expresión “en todas las Iglesias nos hablan de Dios” por lo tanto, todas son iguales.
Es triste ver como por desconocimiento de las verdades de fe y por no vivir una fe que impregne la vida de los católicos fácilmente se van tras quien con mentiras y medias verdades les engañan.
Jesucristo funda la Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, reuniendo entre sus discípulos, gente sencilla del pueblo de Israel, pero que aceptaron el mensaje de salvación sin dificultad. Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don de Cristo en la Cruz.
Sólo a través de una fe madura, se puede conocer y amar a la Iglesia. El sentido de pertenencia es una gracia. No podemos ser ajenos a la Iglesia y a sus necesidades. Es necesario vivir conscientes de que formamos parte de este nuevo pueblo de Dios y que Dios es quien guía a la Iglesia.
Cristo es la cabeza de la Iglesia, la adquirió con su muerte en la cruz. Su ley es el mandamiento del amor, su misión es ser sal y luz del mundo. Su identidad, la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Su destino el Reino de Dios. Se llega a ser miembro de este pueblo no por nacimiento sino por el bautismo del agua y del espíritu.
La Iglesia pueblo de Dios participa de la triple función de Cristo que es “sacerdote, profeta y rey”. La Iglesia es así un pueblo sacerdotal, consagrado a Dios por el bautismo. Es el pueblo de profetas que se adhiere a la fe y se convierte en sentido, en testigos de Cristo en el mundo, y es un pueblo de reyes que ejerce la realeza a imagen de Cristo que se ha hecho servidor de todos.
Una de nuestras obligaciones está en conocer nuestras doctrinas cristianas. Mientras no conozcamos las enseñanzas de la Iglesia fácilmente somos presa de aquellos que critican y confunden. Son muchos los que atacan a la Iglesia y muchos los que se dejan confundir.
Esta experiencia de Iglesia es necesaria vivirla en nuestra comunidad cristiana, la misma se vive en la parroquia, en pequeñas comunidades o grupos eclesiales. De allí entonces la importancia de los movimientos dentro de la Iglesia que no tienen otra misión que ayudar a vivir la vida de Dios en nosotros.
Nosotros debemos comprometernos a amar a la Iglesia. A través de la historia de la Iglesia los hombres y mujeres fieles a ella la han amado con pasión y hoy somos nosotros los llamados a amar, defender y vivir en plenitud la vida de la Iglesia. “Ha llegado la hora de amar a la Iglesia con un corazón fuerte y nuevo… He aquí el deber de la hora presente. Amarla significa estimarla y ser fieles de pertenecer a ella; ser valientemente fieles; significa obedecerla y servirla, ayudarla con sacrificio y gozo en su ardua misión” (Pablo VI).
Mons Audilio Aguilar Aguilar
Obispo de Colón - Kuna Yala
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1 comentario:
me sirvió un poco gracias
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