2007-11-25
La Voz del Pastor
Día Mundial del VIH/SIDA
Cercano ya el tiempo de Adviento, iniciamos nuestro tiempo de espera. Por eso al conmemorar el Día Mundial del SIDA (1ro de diciembre), - elegido éste en que fue diagnosticado el primer caso de SIDA en 1981. - hemos de sentirnos unidos a todas las personas del mundo que están en espera de una vacuna, una cura, una palabra de ánimo y una distribución juiciosa de medicina y del cuidado de la salud.
Desde que se dio el primer caso, el SIDA ha matado más de 25 millones de personas en todo el mundo, haciéndola una de las epidemias más destructivas de la historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antiretroviral y el cuidado en muchas regiones del mundo, la epidemia costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas en el 2005, de las cuales, más de medio millón (570.000) eran niños.
En los rostros de las personas con VIH y SIDA, hemos de ver el rostro de Cristo, pues el dolor, las ansiedades y el sufrimiento de las personas que viven con VIH/SIDA, las preocupaciones y las inquietudes de sus familias y amistades: estas incertidumbres y temores pertenecen también al Cuerpo de Cristo.
Esta celebración nos da la oportunidad en primer lugar el que reconozcamos nuestras limitaciones para asumirla; sin embargo, no podemos dejar de sentirnos fuertemente interpelados frente a este gran desafío pastoral que nos urge a hacer uso de la “fantasía de la caridad” para evitar que el SIDA siga cobrando mayor número de víctimas.
La Iglesia, continuadora de esta misión de amor, hace llegar su solidaridad y acompañamiento a todos nuestros hermanos que sufren esta enfermedad y a sus familiares. Pero también, es nuestro deseo invitar a toda la sociedad a reflexionar dónde se encuentra la raíz de todo el problema.
El SIDA es un problema social puesto que aflige a los jóvenes, especialmente a los de edad comprendida entre los 20 y 40 años, hombres y mujeres.
El SIDA es un problema económico porque los más afectados componen la población económicamente activa, que son obligados a ausentarse del trabajo por la enfermedad, generando en el núcleo familiar una situación económica muy precaria.
El SIDA es un problema pastoral, ético y moral, por lo que implica fuertemente a la Iglesia, a los Pastores, a los religiosos, religiosas y a todos los cristianos en general. Por lo tanto, nos encontramos frente a:
Un cambio radical en la estructura familiar por el creciente número de “dependientes” padre y/o madre, quienes deberían proveer las necesidades de sus hijos, porque pierden sus trabajos.
Un creciente número de huérfanos y de niños infectados.
Un creciente número de inhábiles o personas con capacidades productivas limitadas.
Una creciente demanda sanitaria para el diagnóstico, tratamiento y cura de los enfermos de SIDA.
Por eso la solidaridad ha de ser la verdadera arma de prevención. Solidaridad, que no es sólo un profundo deber moral, sino también una objetiva necesidad para contrarrestar la difusión del SIDA tanto con el enfermo como con la familia. Esto nos ha de llevar a la vivencia de una sexualidad responsable.
La familia contribuye, junto con otros factores, a hacer que los jóvenes desarrollen su responsabilidad, a fin de hacerse miembros creadores, productivos y responsables de la sociedad. Una familia cristiana produce personas con temor de Dios y fieles miembros de la Iglesia.
La Pastoral de VIH/SIDA es una Pastoral de la Esperanza que no consiste en hacer creer al enfermo que, a pesar de todo, es posible una curación; o en decirle que este servicio pastoral es un gran “remedio prodigioso”; ni minimizar su situación actual ni prometerle sólo la salvación fuera de la muerte. Los enfermos de SIDA, tienen una necesidad imprescindible de verdad y claridad. Por eso han de encontrar en nosotros a personas sinceras y honestas con quien hablar de la realidad que tanto los humilla y que no nos limitemos a una simple consolación de poco valor. Necesitan conocer al Jesús misericordioso que los ama y acompaña con su gracia y su fuerza, por medio de su palabra y de los sacramentos.
El acompañar no es tarea fácil. La persona con VIH/SIDA necesita un fiel acompañante ante la resignación, la angustia, la depresión y el miedo a la muerte. Reconocemos la complejidad de este trabajo pastoral y de las múltiples dificultades que encontraremos en relación a la Pastoral de SIDA.
Animamos a los agentes pastorales que vienen trabajando a favor de los enfermos del VIH/SIDA y a las Organizaciones de la Sociedad Civil que desarrollan sus actividades a favor de la prevención y sensibilización de esta problemática, desde la perspectiva cristiana de respeto a la dignidad de la persona humana, para que sigan siendo los 'buenos samaritanos' y los 'apóstoles de la misericordia'.
Mons José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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2007-11-25
A tiro de piedra
Luis Herrera Campins
Hace un par de semanas se informó de la muerte del expresidente venezolano Luis Herrera Campins, político de fuerte vocación democrática, a quien los panameños le estamos agradecidos por su contribución diplomática para recuperar la democracia en nuestro país.
Mi experiencia con el presidente Herrera Campins se circunscribe a dos ocasiones: la primera como periodista en una rueda de prensa que ofreció cuando él ejercía la presidencia de su país. La segunda, ya como ex mandatario, cuando estuvo atento a mi regreso de Caracas, después de anuladas las elecciones en mayo de 1989 aquí en Panamá.
Yo había viajado a Venezuela el mismo día que Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón, y Guillermo Ford fueron atacados por los Batallones de la Dignidad de Manuel Antonio Noriega, en la Plaza de Santa Ana. Recuerdo que era el día de mi cumpleaños, y en vez de quedarme junto a los míos, decidí aceptar un ofrecimiento de la Federación Latinoamérica de Trabajadores de la Prensa (FELATRAP), para denunciar la violación de los derechos humanos en nuestro país.
Aquel día, desde Santa Ana y con equipaje en mano, logré evadir el cerco que se había impuesto en muchas partes de la ciudad. El último obstáculo fue en el cruce donde estaba la estatua de Roosevelt, a la entrada de San Miguelito, donde el Batallón 2000 empezaba a bloquear el paso. Crucé en medio de ellos, con la ayuda de Dios, y finalmente llegué al aeropuerto. Logré subir al avión y partir. Ya había salido; me esperaba la odisea del regreso.
Una vez en Caracas me reuní con algunos contactos del Congreso Venezolano, con los exiliados panameños, y con dirigentes de la prensa. Muchas entrevistas, reuniones con activistas continentales de los derechos humanos, y las declaraciones que circulaban por el mundo. Volver a Panamá sería el itinerario de un hombre marcado, y “sedicioso” por añadidura.
Luis Herrera Campins, al enterarse de mi situación, me ofreció su ayuda, ya que viajaba en el mismo vuelo para Panamá. Uno de sus asistentes me vigilaría a distancia, para saber si me tomaban preso o salía ileso del aeropuerto. Planeamos una estrategia durante el trayecto a Panamá, y la seguimos al pie de la letra. Después de pasar el control de migración, seguimos con la segunda parte del plan. En el área de las tiendas, se me acerca un funcionario de migración. Un poco de sospecha, por su actitud. Brevemente me dijo: soy hermano de la hermana Margarita; el padre Guardia lo espera afuera. Un poco de alivio. Sólo faltaba el control de aduanas, que pude pasar después de un instante de alegato, porque llevaba un equipaje ligero. Salí de allí, y afuera me esperaba el padre Guardia con el secretario de la Nunciatura, y otros compañeros de la Curia. A lo lejos el presidente Campins dejaba el aeropuerto en automóvil. Nunca más lo volví a ver, pero le estuve eternamente agradecido.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-25
Editorial
Por amor al prójimo
El amor al prójimo implica sacrificar algo de nosotros para entregarlo al otro. La relación gobierno y médicos; médicos y pacientes, debe, y puede, enmarcarse dentro de este pensamiento. Cada quien cederá una parte, para tender puentes hacia los demás.
La huelga médica, aunque legítima en su fondo, no alcanzará su justa dimensión, mientras queden sin atención miles de pacientes que esperan por ese servicio. Y no se trata aquí de culpar al gremio médico o al gobierno, porque cada parte sabe cuál es su deber con respecto a la población que necesita de la atención médica. Queremos, más bien, clamar por aquellos que sufren por la falta de los servicios de salud.
Resolver todos los problemas que se dan en el sistema de salud pública requiere, como ya suponemos que se acordó en la concertación de la mesa de salud, un plan y un programa dirigidos a alcanzar ese objetivo. Necesitamos un sistema de salud que brinde atención expedita, accesible, y de calidad; con funcionarios, personal de salud, médicos y especialistas remunerados justamente y en número suficiente para atender las áreas, regiones, y turnos que se precisen.
Esperanza tenemos que, al superarse esta huelga, las partes estén conformes con el acuerdo logrado, y que se aboquen, sin dilación y mancomunadamente, a resolver la mora que se ha ocasionado en la atención a la población que, en todo este tiempo, ha sido privada del servicio de salud que humanamente merece.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-25
El Ojo del Profeta
El riesgo del progreso
Toda inversión que genere empleos y riqueza es apetecible, especialmente por el progreso que representa para el país. Pero, no todas las veces la inversión está a la par del riesgo que corremos de perder otros recursos, y de exponernos a un daño con magnitud de catástrofe.
El proyecto para construir un centro de acopio y trasiego de hidrocarburos, desde Colón hasta Panamá, con una plataforma entre la isla de Taboga y tierra firme, junto a la entrada del Canal de Panamá en el Pacífico, supone un riesgo ambiental y ecológico muy grande. No solo se verá afectado el paisaje, con la plataforma que se adentrará al mar, sino que trastocará la vida de cientos de pescadores artesanales, pondrá en peligro su subsistencia, y afectará en el presente y el futuro la actividad turística que se concentra y crece en la zona.
Frente a la situación, conviene que las autoridades piensen y calculen si vale la pena esa inversión, en modo y lugar, y si en el camino traerá bienestar o no en cuanto a su sustentabilidad y sostenibilidad. Eso indica la prudencia y ayudará a obrar con sabiduría.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
La Voz del Pastor
El sentido de la pertenencia a la Iglesia
Una de nuestras riquezas es sentirnos miembros de la Iglesia. Sin embargo, son muchos los que desconocen esta grandeza. Es frecuente escuchar la expresión “en todas las Iglesias nos hablan de Dios” por lo tanto, todas son iguales.
Es triste ver como por desconocimiento de las verdades de fe y por no vivir una fe que impregne la vida de los católicos fácilmente se van tras quien con mentiras y medias verdades les engañan.
Jesucristo funda la Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, reuniendo entre sus discípulos, gente sencilla del pueblo de Israel, pero que aceptaron el mensaje de salvación sin dificultad. Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don de Cristo en la Cruz.
Sólo a través de una fe madura, se puede conocer y amar a la Iglesia. El sentido de pertenencia es una gracia. No podemos ser ajenos a la Iglesia y a sus necesidades. Es necesario vivir conscientes de que formamos parte de este nuevo pueblo de Dios y que Dios es quien guía a la Iglesia.
Cristo es la cabeza de la Iglesia, la adquirió con su muerte en la cruz. Su ley es el mandamiento del amor, su misión es ser sal y luz del mundo. Su identidad, la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Su destino el Reino de Dios. Se llega a ser miembro de este pueblo no por nacimiento sino por el bautismo del agua y del espíritu.
La Iglesia pueblo de Dios participa de la triple función de Cristo que es “sacerdote, profeta y rey”. La Iglesia es así un pueblo sacerdotal, consagrado a Dios por el bautismo. Es el pueblo de profetas que se adhiere a la fe y se convierte en sentido, en testigos de Cristo en el mundo, y es un pueblo de reyes que ejerce la realeza a imagen de Cristo que se ha hecho servidor de todos.
Una de nuestras obligaciones está en conocer nuestras doctrinas cristianas. Mientras no conozcamos las enseñanzas de la Iglesia fácilmente somos presa de aquellos que critican y confunden. Son muchos los que atacan a la Iglesia y muchos los que se dejan confundir.
Esta experiencia de Iglesia es necesaria vivirla en nuestra comunidad cristiana, la misma se vive en la parroquia, en pequeñas comunidades o grupos eclesiales. De allí entonces la importancia de los movimientos dentro de la Iglesia que no tienen otra misión que ayudar a vivir la vida de Dios en nosotros.
Nosotros debemos comprometernos a amar a la Iglesia. A través de la historia de la Iglesia los hombres y mujeres fieles a ella la han amado con pasión y hoy somos nosotros los llamados a amar, defender y vivir en plenitud la vida de la Iglesia. “Ha llegado la hora de amar a la Iglesia con un corazón fuerte y nuevo… He aquí el deber de la hora presente. Amarla significa estimarla y ser fieles de pertenecer a ella; ser valientemente fieles; significa obedecerla y servirla, ayudarla con sacrificio y gozo en su ardua misión” (Pablo VI).
Mons Audilio Aguilar Aguilar
Obispo de Colón - Kuna Yala
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2007-11-18
A tiro de piedra
Poeta, músico y loco
Reza un refrán muy popular que de poeta, músico y loco todos tenemos un poco, cuando afloran desde los más profundos sentimientos los versos que plasman en un poema o en una canción las emociones o el amor que llevamos dentro. Igual ocurre cuando demostramos alguna conducta extraña, producto de la euforia o la alegría de un momento, que nos hace actuar de locos, aunque de una manera no manicomiable.
Una experiencia de ese tipo tuve yo cuando, en mi adolescencia, me picó el gusanillo de ser músico. Convencí a unos compañeros, y organizamos un conjunto con instrumentos prestados. Allá, por los lados de Río Abajo, nos reuníamos a darle rienda suelta a nuestra locura juvenil, en los bajos de la casa de uno de los miembros del grupo. Con más entusiasmo que maestría, nos abocamos a emprender esa aventura con el nombre de "Los Dramáticos"; aunque más bien creo que el drama estaba en nuestra pretensión de estrellas del mundo musical.
Recuerdo lo contentos que nos pusimos cuando el bueno de Yoni Manzzo, un periodista de farándula, mencionó el nombre de nuestro grupo en "Lo que vio el búho", una sección de chismes en la página de espectáculos que él escribía para La Estrella de Panamá. Para pesar del búho, no pasamos de las prácticas, y la aventura se saldó con varios instrumentos rotos; entre ellos la tumbadora de un tío mío, que regresó sin cuero y con sus dos hoyos tan abiertos como mis ojos cuando contemplé ese espectáculo, después que me la devolviera el que se ofreció para afinarla pasándola por el fuego.
Viene esta experiencia a mi memoria, al acercarse el día de santa Cecilia, patrona de los músicos. Pienso en nuestro antiguo Conservatorio Nacional, hoy elevado a Instituto Nacional de Música, que está escaso de fondos y huérfano de un sitio adecuado en el que se formen los músicos del patio. El vetusto y venerable edificio que ocupara en el Casco Antiguo, está allí como esperando que vuelva de su exilio en el área revertida, en donde creo que está ahora. ¿Cuántos sueños, como los que tuve con mis amigos, podrían cumplirse si prestáramos atención a esa casa de la música? Muchos, sin duda. Sólo basta que alguien se ocupe seriamente del asunto.
El Instituto Nacional de Música, a mi modo de ver, debería encargarse de regentar una serie de conservatorios (nombre más apropiado) a lo largo del país, en el que la niñez y la juventud desarrolle su talento musical, sin excluir a los adultos. Dotado con presupuesto y personal calificado, le brindaría un aporte invaluable al país en el arte de la música y en la práctica de una actividad sana y edificante.
De mi grupo aquel, sólo uno continuó la música, y hoy vive de eso en Europa. El resto, de vez en cuando nos reunimos para soltar ese poco de músico y loco que todavía nos queda, y recordamos con gratitud a aquellos que, en aquel momento, nos siguieron la corriente y alentaron en nuestra aventura juvenil; principalmente los maestros Luis Vásquez, Mary Jean Wright, y Manolo Choy.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
Editorial
Salud de cuerpo y alma
Una sociedad saludable es aquella que goza de una buena calidad de vida moral y material, porque su desarrollo y progreso pueden medirse no solamente en el bienestar económico de su población, sino en la gobernabilidad, la paz social, y la resolución civilizada de los conflictos; y todo esto se comprueba en sus bajos niveles de corrupción, criminalidad, y marginación.
En Panamá hablamos, al mismo tiempo, de progreso y atraso; de riqueza y pobreza; de inclusión y marginación; y de mucho bienestar para unos, y poco o nada para otros. Esta disparidad, en un país que tiene suficientes recursos para los pocos habitantes que posee, obedece más a la fragilidad de sus valores que a la escasez de su riqueza material.
La coyuntura actual que pone sobre el tapete el tema del sistema público de servicios médicos que atiende la salud corporal de la población, también debe ser aprovechada para hacer un diagnóstico del estado de salud del alma de la sociedad panameña.
Necesitamos hombres y mujeres que tengan un profundo sentido de la moral, la honestidad, el civismo, la laboriosidad, la solidaridad, y el aprecio por los particulares valores que inspiraron a los constructores de nuestra nación. Necesitamos hombres y mujeres temerosos de Dios, que sepan hacer vida su palabra y transmitir sus enseñanzas a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Si nos esforzamos en esta empresa, tendremos una sociedad con alma saludable, que tendrá en alta estima la humanidad que ahora, en muchos aspectos, nos hace falta.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-18
El Ojo del Profeta
Hombre y naturaleza
La naturaleza y el hombre son parte de la creación y dependen la una y el otro para su existencia plena en este mundo. La naturaleza fue creada para proveer al ser humano su sustento; el hombre, para dominarla y cuidar de ella. Hombre y naturaleza se complementan desde la creación.
El estado actual de la naturaleza en el mundo es crítico en muchas partes del planeta, debido, principalmente, a la degradación que sufre como consecuencia de prácticas malsanas de los humanos. Esta situación ha dado pie a las corrientes conservacionistas, que buscan preservar la armonía entre hombre y naturaleza.
Sin embargo, no siempre los intentos por guardar el equilibrio entre uno y otra resultan fáciles. La explotación de los recursos de la tierra genera conflictos y hace temer lo peor, cuando se realiza de manera indiscriminada o sin tomar en cuenta la voz de los habitantes. Panamá no es la excepción, por lo que es necesaria una metodología más eficaz en cuanto a la consulta y los mecanismos para las concesiones mineras, principalmente, y el resto de los permisos de explotación de los recursos. Ojalá nos apuremos en este tema, para beneficio de la población y la naturaleza del país.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
La Voz del Pastor
En nuestra Independencia
El 10 de noviembre celebramos nuestra independencia. El gesto heroico de Rufina Alfaro y de quienes basados en su fe no temieron asumir riesgos. Aún el de su propia vida. El Santo Padre nos enseña en la Exhortación Apostólica Iglesia en América que, desde nuestras realidades, hemos de salir al Encuentro de Jesucristo vivo y así, convertidos, vivir como el pueblo redimido y rescatado, vivir como Iglesia en comunión y solidaridad.
En esta aventura de hacer historia y construir algo nuevo, hemos de sentirnos solidarios. Este esfuerzo –nos recuerda el Papa Juan Pablo II– debe ir acompañado del amor a la Patria, amor hacia su cultura y su historia, amor hacia los valores autóctonos.... amor sin fin hacia todos los que somos responsables de esa causa común que se llama Patria (Juan Pablo II a los Peregrinos de Baja Silesia, 5 de junio de 1979)
El apóstol San Pablo en la primera Carta a Timoteo “nos exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por... por todos los que ejercen la autoridad, "para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tm 2, 2).
Recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (2239) Que es “deber de los ciudadanos es cooperar… al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad”. “El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad. Y … el servicio del bien común exige de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política. “La Iglesia, a su vez, ha de "respetar y promover también la libertad y la responsabilidad política de los ciudadanos" (OS 76, 3).” (2245) Como parte de su misión.
No podemos olvidar que Pertenece, también “a la misión de la Iglesia "emitir un juicio moral incluso sobre cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, aplicando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y condiciones" (OS 76, 5). (2246)
Patria no es sólo el territorio en el que se ha nacido. Abarca también un entramado de ideas, historia, tradiciones, costumbres... que identifican la personalidad de un pueblo. Todos debemos esforzarnos por el engrandecimiento de la Patria con nuestro servicio, con nuestra colaboración, con nuestro trabajo y hasta con el sacrificio de la vida, si esto es necesario para defenderla, cuando está en peligro. Nuestros deberes para con la Patria son: amarla, defenderla, cumplir sus leyes y contribuir al bien común. Debemos estar orgullosos de nuestra Patria. De sus cualidades y de sus virtudes. Pero también debemos darnos cuenta de nuestros defectos y trabajar para corregirlos; contribuyendo así a su engrandecimiento.
Hoy! Damos gracias a Dios por nuestros orígenes. Damos gracias a Dios por nuestra identidad. Damos gracias a Dios por nuestro caminar de fe. Damos gracias a Dios por nuestra cultura. Damos gracias a Dios por nuestro presente.Damos gracias a Dios por la protección de Nuestra Señora de la Antigua y Hoy, también en el nombre de Dios asumimos el reto del futuro que Él mismo ha puesto en nuestras manos.
Mons. Fernando Torres Durán
Obispo de Chitré
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2007-11-11
A tiro de piedra
Las otras víctimas
Cada vez que un grupo decide protestar o reclamar en pro de sus derechos, en nuestra patria del siglo veintiuno, por lo general afecta a otras personas que ninguna responsabilidad tienen en cuanto a los derechos vulnerados. Cierre de calles, suspensión de servicios públicos, paros magisteriales y médicos, protestas de estudiantes y de obreros son, entre otras, las causas del malestar social que siente la población, al contemplar impotente como le hacen pagar la culpa de otros.
Al parecer no nos damos cuenta de la degradación moral y la deshumanización que sufrimos, cuando, por lograr nuestro propósito, no nos importa con el bien ajeno. Sin quererlo, nos dejamos arrastrar por la corriente del individualismo y el yo primero, por encima de quién y lo que sea. Somos fieles practicantes de la doctrina que justifica los medios por el fin. Es una mentalidad utilitarista que nos hace indolentes ante el sufrimiento de los demás.
Es doloroso ver a hombres y mujeres que cierran una carretera o una calle, colocando a sus hijos e hijas pequeños como escudo frente a la inminente acción de la policía. Da coraje ver a los dueños de buses dejar sin transporte a decenas de miles de niños, adultos y ancianos, que pierden su día de trabajo, sus clases, sus citas médicas, o cualquier otra diligencia importante, porque quieren conseguir algo del gobierno. Da pena contemplar cómo miles de enfermos dejan de ser atendidos por un paro médico que los perjudica, sin que ellos sean la causa del reclamo. Da tristeza observar cómo cientos de miles de alumnos pierden las clases, y ven mermado su aprendizaje, porque los educadores se van a paro. Indigna sentir la amenaza de gremios obreros que impiden el tráfico a pedrada y palo, por un reclamo que le es ajeno al resto.
No entiendo cómo puede una maestra o un docente mirar de frente a los alumnos que afectó con su paro. No comprendo cómo un médico puede darle la cara al paciente que dejó de atender, y que ahora regresa empeorado de salud. No me cabe en la cabeza cómo un padre o una madre pueden consolar a sus hijos, después de los efectos de los gases lacrimógenos que usó la policía para despejar la vía que los primeros bloquearon. No alcanzo a explicarme cómo pueden los buseros pedirle a los pasajeros que se corran para atrás, cuando los dejaron plantados en las paradas. Ni realizo, tampoco, cómo un obrero o un miembro de una organización popular universitaria lucha contra el alto costo de la vida, cuando atenta contra el trabajo, el sustento, la transportación, y la salud de la población pobre que sufre las consecuencias de sus actos violentos.
Esas otras víctimas, resultantes del daño colateral, sufren más los efectos de las protestas y los paros. Y, en aras de la justicia que tanto pregonamos, bien valdría la pena pensar en ellas la próxima vez que se proteste o se declare una huelga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
Editorial
La vida y la salud primero
La huelga declarada por los médicos recientemente tiene como fundamento el reclamo salarial, o al menos ese es el punto más mencionado. Si se les ha faltado en hacerle el ajuste de sueldo a la par que a otros trabajadores de la salud, razón tienen en su reclamo, y es justo darle respuesta a su petición, porque quien trabaja merece el pago de su salario conforme a la función que ejerce, a la formación que tiene, y a la equiparación con el resto de los funcionarios.
Sin embargo, consideramos que ningún reclamo reivindicativo prima sobre la vida y la salud de la población, como es el caso de la suspensión de los servicios de salud a la mayoría de los pacientes. Muchos de ellos, incluso, han tenido que esperar semanas o meses para obtener una cita médica, y ahora se le prolongará su espera.
El daño que se inflige a los miles de pacientes desatendidos, la mayoría sin recursos para acudir a la consulta privada, es incuantificable. ¿Cuántas enfermedades podrían agravarse? ¿Cuántas dolencias empeorar? Un sueldo siempre es recuperable; el daño a la salud, irresarcible.
Ojalá que al salir este editorial, la huelga haya finalizado. Lo deseamos de todo corazón. Igual esperamos que nunca más se perjudique a la población, por causa de un reclamo salarial, o un aumento en el precio de algún bien o servicio. A eso aspiramos, por mera humanidad.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-11
El Ojo del Profeta
A cada quien lo justo
El obrero merece su salario y no está bien retenérselo, según lo dicen las Sagradas Escrituras, y debe realizar su trabajo como si trabajara para el Señor. Desde los profetas hasta los discípulos de Jesús, este pensamiento ha formado parte de la doctrina social judeo-cristiana. No se le regatea al trabajador su merecido sueldo, ni se le exime de velar por su propio bienestar y el de su prójimo.
La huelga médica local, aparte del reclamo salarial, implica, también, el aspecto moral que contrapone al dinero y a la salud. Reclamar el salario merecido está bien, y es justo hacerlo; pero también es de justicia que se dé el servicio de salud a la población. Una y otra cosa merecen ser tratadas en su justa medida.
Si nos atenemos al principio evangélico de amar al prójimo como nos amamos nosotros mismos, y de hacerle al otro lo que nos gustaría que nos hicieran, podremos comprender lo que significa regatear un salario y privar de la atención médica al pueblo. El que tenga ojos y oídos, que vea y oiga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-04
La Voz del Pastor
La Iglesia y la Patria
Publicamos la Homilía en el Te Deum Catedral Metropolitana 3 de noviembre 2007, oficiado por Monseñor José Domingo Ulloa, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Panamá.
En un mundo que parece hostil a la tradición reactualizamos hoy, los panameños, una que es muy bella y muy nuestra: darle gracias a Dios por Panamá.
La mentalidad contemporánea suele mirar con sospecha todo lo que es tradición, haciéndola sinónimo de arqueología inútil.
Y sin embargo aquí estamos hoy, como en cada 3 de noviembre; la Iglesia y la Patria, para sancionar solemnemente su fidelidad a una tradición que les pertenece y las hermana a las dos.
La Iglesia y la Patria: dos magnitudes, dos almas que sólo pueden subsistir y fructificar en la medida en que son fieles, cada una a su tradición.
La Iglesia, fundada en la Palabra, el Dolor y el Espíritu de Cristo, sabe que no puede enseñar sino lo que Cristo le confió, ni dar vida sino abrazándose a su Cruz, ni gobernar sino sirviendo como El sirvió.
Ella es experta en humanidad, y vive siempre inmersa en su tiempo, siempre renovada y joven, precisamente porque no deja nunca de mirar hacia su origen para reencontrar, en su historia primera, los cimientos perennes de su fe, los motivos de su esperanza y las razones de su amor.
También la Patria ha de leer constantemente su itinerario histórico en sus actas de fundación. La Patria –ninguna patria y Panamá menos que ninguna-, la Patria no nace del vacío o del acaso.
La Patria se constituye en el momento en que un grupo de hombres que habitan físicamente un determinado territorio, reconocen como suyo un mismo patrimonio de sangre y cultura, entran en comunión de tarea y destino. La Patria no nace por un accidente geográfico o por un operativo bélico.
La Patria nace en la comunión, profundamente humana, en valores que exigen deponer innatos egoísmos y merecen el sacrificio de la vida. El territorio será sólo el ámbito físico de esta comunión en el espíritu, y la gesta militar el instrumento, alguna vez necesario, para resguardar eficazmente este patrimonio de sangre y cultura.
Por eso es que una patria no puede echarse a andar indiferentemente por cualquier camino. La patria no se inventa, sólo se redescubre y revitaliza, y siempre en la fidelidad a su patrimonio de origen.
Cuando una nación que es patria busca su sendero fuera de su tradición, su apostasía deriva fatalmente en anarquía y disolución.
La patria no se inventa ni se trasplanta, porque es fundamentalmente alma, alma colectiva, alma de un pueblo, consenso y comunión de espíritus que no se puede violentar ni torcer, ni tampoco crear por voluntad de unos pocos.
De aquí fluye, con imperativa claridad, nuestra más urgente tarea: reencontrar el consenso; más que eso, consolidar la comunión en aquellos valores espirituales que crearon la patria en su origen.
La historia demuestra –y seguirá demostrando- que sólo en esta fidelidad es fecunda la esperanza.
Los pueblos que enajenan su tradición y por manía imitativa, violencia impositiva o imperdonable negligencia o apatía toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y finalmente su independencia ideológica, económica y política.
Pero Panamá tiene su alma. Por eso estamos en esta hora de acción de gracias por una herencia que nos enaltece, y nos estremece también la esperanza. Panamá quiere seguir siendo Panamá.
En este día no podemos eludir la interrogante: ¿cuáles son los valores que constituyen nuestra patria?
Por eso muy acertado fue los que escribió el psicólogo Gerardo Antonio Guerrel, en noviembre de 2005, la frase una de las canciones del panameño Rubén Blades (hoy Ministro de Turismo). Patria son tantas cosas…
"Con orgullo escuchamos frases como: "soy de la tierra del sombrero pintado...", "100% chiricano, meto!, "soy oriundo de la heroica Villa de Los Santos...", "soy de la tierra del manito ocueño...", soy de Chitré la ciudad que crece sola ..o "la tierra del chicheme y el bollo preña'o"; en resumidas cuentas, "somos panameños".
Está claro que existen características que identifican a las personas de acuerdo, a la tierra dónde nacieron. Sin embargo, además de los elementos que caracterizan a una región, sus costumbres, cultura y tradiciones; existen las influencias que intervienen en la conformación de un comportamiento individual y de grupo.
Por eso al celebrar las fiestas patrias, hemos de preguntarnos ¿qué significa celebrar estas fiestas?, ¿desfiles?, ¿días libres?, entre otras cosas.
Qué gran oportunidad nos ofrecen estas fiestas para que todos consideremos esta tierra como nuestra; y que participemos, en cualquier acción personal o de grupo que intente mejorar nuestra situación actual para que cuando caminemos por las calles de nuestras comunidades, podamos decir: "hay cosas que han cambiado...", "hay cosas que no han cambiado", pero lo más importante es que podamos decir: "hay cosas que he ayudado a cambiar para mejorar..."; es decir, que dimos nuestro aporte, que cumplimos con aportar algo de lo que hemos aprendido, sin olvidar quiénes y de dónde venimos, hemos cumplido con nuestra patria.
Queridos hermanos: Hay tantas cosas buenas en este pequeño "gran" país. En definitiva, estamos viviendo una etapas difíciles de nuestra vida republicana, pero recordemos cuántas épocas buenas también hemos vivido a lo largo de nuestra historia. No obstante, si la actitud, conductas y comportamientos son negativos, las cosas aún se pueden ver mucho más difíciles... A veces somos especialistas en ver las cosas negativas y las magnificamos, y por el contrario las cosas buenas las minimizamos que casi las hacemos imperceptibles...
En verdad, hay tantas cosas buenas y tantas personas que hacen su mejor esfuerzo cada día que amanece... Quiénes no hemos tenido la experiencia cada vez que llegamos a nuestras comunidades campesinas, hay algo que hace que nuestras "baterías" se recarguen y es que ese campesino humilde, que a pesar de sus problemas (pobreza ), te saluda y no sólo con un simple "Buenas...", sino con un "Buenas Tardes...", con un apretón de manos, esas manos rústicas que trabajan la tierra y además te pregunta: "...¿Cómo le ha ido?, ¡Qué's de la familia?. Sé que en muchas partes de nuestro país hay gente buena y trabajadora, que no tiene "agendas ocultas", que cree en la vida y en que las cosas pueden ser mejores, si todos y todas aportamos nuestra parte..., eso es hacer patria.
Ojalá que en estos días recordemos con agrado las cosas buenas, lindas y maravillosas de nuestra patria, que cada uno de los panameños recordemos nuestra tierra que nos vio nacer, no para ser regionalistas sino para que con base en nuestras raíces sumemos nuestro interés, sin importar si soy coclesano, santeño, herrerano o chiricano, colonense, bocatoreño, darienita - en procurar el bienestar, desarrollo y progreso de nuestro país.
Hoy por hoy, el encontrar las cosas que tenemos en común y que nos hacen ser mejores, tiene un valor fundamental frente a tantas situaciones y hechos impactantes que han sucedido en nuestro país y el mundo.
Ojalá que las encuestas y los medios que las publican, a parte de informarnos de la percepción que tenemos de ciertos temas económicos, políticos, culturales; también nos permitiesen conocer cuánto sabemos de nuestra identidad, de porqué nos comportamos como panameños de cierta manera, de nuestra historia que marca pautas generacionales.
Sé que las opciones y canales a veces para hacer mejor las cosas son complejas y a veces parecen inaccesibles, pero qué bueno sería que las autoridades y habitantes de nuestras comunidades hicieran una encuesta, casa por casa, no preguntando quién ganaría de "ser hoy las elecciones", sino ¿qué está haciendo o hará ud. para mejorar la comunidad donde vivimos?
Nosotros, los panameños y panameñas, que celebramos las fiestas patrias, ¡Felicitaciones!, porque las páginas de la historia siguen escribiéndose, pues tenemos un país que a pesar de las dificultades y problemas, a los cuales todos y todas estamos llamados a solucionar; también tenemos grandes oportunidades. Ojalá que explotemos al máximo dichas oportunidades y podamos ser más comprometidos en hacer mejor las cosas, cada día que pasa, pues: "Patria, son tantas cosas bellas...".
Que con la ayuda de Santa María la Antigua, que ha acompañado el caminar de nuestro pueblo, podamos ser dóciles a la acción del Espíritu y así unidos en la verdad, hagamos realidad, una patria libre de divisiones, y de intereses sectarios; y que podamos entonar siempre en paz y armonía el canto de alabanza que nos recuerda el coro de nuestro himno nacional: "Alcanzamos por fin la victoria/En el campo feliz de la unión;/Con ardientes fulgores de gloria/Se ilumina la nueva nación".
Mons. José Domingo Ulloa, o.s.a.
Obispo Auxiliar
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2007-11-04
A tiro de piedra
Mi patria, Panamá
Llegó noviembre y me siento orgulloso de ser panameño. Soy de aquellos que recibió de sus mayores la enseñanza que hay dos cosas importantes en la vida: Dios y la Patria, y en cada una el propio ser y la familia. Soy uno de esos que vestían con ropa nueva para ver el desfile del 3 de Noviembre, y para la Navidad, porque eran acontecimientos importantes y el sacrificio que se hiciera, bien lo valía.
Soy, también, de esos panameños que se sienten orgullosos cuando su bandera ondea, que se enoja hasta los tuétanos cuando la irrespetan, y que no olvida al abuelo que marchaba con los Soldados de Coto y el Cuerpo de Bomberos. Soy de los panameños que siente orgullo cuando canta el himno a voz en cuello, cuando viste una camisilla típica y un sombrero “pintao”, cuando baila un tamborito, o cuando recita la poesía Patria o escucha las marchas Panamá y Canto a la Bandera. Me siento panameño en todo: en la fe en Dios, en la historia, en los triunfos, y en la lucha por hacer mejor nuestra vida y nuestra tierra.
Ese sentimiento y esa emoción me hicieron escribir unos versos, hace algunos años, que ahora quiero compartir con quienes me leen. Dicen así:
Al mes de Noviembre.
No soy yo quien te ha elegido/ para celebrar en ti/ la Patria, el Niño, los muertos/ y la tierra en que nací.
Te eligió desde lo alto/ aquel que reina en los cielos/ Mes de Noviembre que llevas/ de la Patria los recuerdos.
En la bandera cobijas/ de sus hijos los anhelos/ al igual que el Primer Grito/ que desde Los Santos dieron.
Noviembre, Mes de la Patria/ hoy te quiero saludar/ desde el fondo de mi alma/ con un verso y un cantar.
Como es noviembre, le daré una tregua a los buseros con ansias de diputados.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.orgIr a Panorama Católico Edición Digital
2007-11-04
Editorial
Noviembre patrio
Empezamos el mes de la Patria con mucho entusiasmo y emoción, sin saber, a ciencia cierta, cuánto fervor o cuánto auténtico civismo por nuestra nación aún queda entre nosotros. Coloridos uniformes, resonar de tambores, sonido estridente de cornetas, y el compás de las bandas de música de algunos colegios que todavía cultivan entre sus alumnos la edificante habilidad musical.
Noviembre patrio nos recuerda a Dios, protector de la nación, al inaugurarse con la solemnidad de Todos los Santos. Nos recuerda a los difuntos, que como padres, madres, próceres, mártires, y ciudadanos y ciudadanas, supieron asumir con heroísmo la misión de construir y preservar la Patria, según el papel que le correspondió desempeñar en su vida personal, familiar, y colectiva. Nos recuerda lo que cada hombre y mujer de Panamá es, en el presente, en pensamiento, conciencia, trabajo, y fe.
La Patria nos reta hoy a pensarla, a interrogarnos acerca de lo que es para nosotros, a reflexionar sobre el esfuerzo cotidiano que le aporta a su progreso y edificación. El acontecimiento nos invita a hacer un alto en nuestras recriminaciones, nuestras frustraciones, nuestros odios y rencores contra el vecino, el adversario, el que protesta, o el que gobierna. Dejar de lado todo esto, por un día, ni daña ni cambia lo que somos.
Busquemos con sinceridad y honestidad vivir la Patria desde ella misma, sin renunciar a nuestra fe, nuestras creencias o nuestras ideas. Vivámosla comprendiendo al otro, practicando la tolerancia y la fraternidad. Vivámosla en el profundo sentido de los acontecimientos que le dieron vida, en cada día de noviembre que rendimos loor a la Patria. Sólo así podremos volver a descubrir, muy dentro de nosotros, el fervor, el civismo, y el patriotismo que hoy están ausentes en muchos de los corazones de sus hijos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2007-11-04
El Ojo del Profeta
Paisano mío panameño
Somos un pueblo sencillo y hospitalario, alegre y confiado, que muchas veces vive de emociones y de su estado de ánimo. Dentro del mismo pueblo conviven grupos étnicos y grupos sociales que le dan color al mosaico multicultural que lo conforma, conjugando virtudes, dichas y desencantos.
Nuestro pueblo, con el paisano mío panameño que llevamos dentro, busca y no encuentra; trabaja y no ve el fruto. Nuestro pueblo es un pueblo de esperanza en Dios, bajo su fe; y de esperanza en la suerte y el azar, desde su ser carnal. Es el que hoy dice que sí, y mañana dice que no; el que dice sí, cuando quiere decir no; y dice no, cuando quiere decir que sí.
El panameño es un pueblo con una mina de diamantes oculta, que espera por el minero que los saque de la tierra, y por el artesano que con destreza e imaginación le dé el valor codiciado que solamente puede tener una joya con respecto al diamante en bruto.
Al conmemorar el Mes de la Patria, reflexionemos sobre nuestra vocación como pueblo y como nación. Dios mismo se eligió un pueblo, para prepararnos el camino de salvación como humanidad, y es el ejemplo que hemos de seguir para encontrarnos como el Panamá Patria; el Panamá Pueblo; y el Panamá Nación.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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