viernes, 15 de junio de 2007

Corpus Christi

2007-06-10
Editorial
Corpus Christi

La acción de comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo es un hecho real que no admite explicación cosmética alguna. Es Cristo quien se da en el pan y el vino, más allá de todo simbolismo o metáfora que pueda traerse a colación.

Cristo es el Pan de Vida, con el que nos hacemos uno en la Eucaristía para poseer la vida eterna. Su cuerpo y su sangre son verdadera comida y verdadera bebida, cuya manducación y libación en estricto apego a la fe nos sacian eternamente. No sentimos, pues, más hambre ni sed.

Jesucristo, como pan vivo bajado del cielo, es el alimento superior que busca todo aquel que cree en Dios y en su Enviado. La afirmación de que hemos de comer su cuerpo y beber su sangre escandalizó a muchos en su tiempo, y aún en nuestros días hay quienes se escandalizan y no entienden como puede ser posible que Cristo esté presente en la Eucaristía.

Para nosotros no existe duda alguna, porque así lo creemos y lo profesamos como parte fundamental de nuestra fe. Allí también están, para quienes dudan, los milagros eucarísticos que se han producido en varias partes del mundo, y a los que la ciencia no encuentra explicación pero reconoce como auténtica carne y sangre de una persona humana.

Cristo se hizo hombre para salvarnos, se entregó como víctima para redimirnos del pecado, y se hizo alimento y bebida para darnos la vida eterna. Es el nuevo maná que libra de la muerte y del pecado, y que se da a toda la humanidad para que resucitemos con El en el último día. Cristo, hombre verdadero, comida verdadera, y Dios verdadero de Dios verdadero, nos invita, al igual que ayer, a comer su cuerpo y beber su sangre cada día, como sacramento y memorial suyo que nos guardan para la vida eterna y preparan su venida definitiva que nos llevará a la patria celestial para siempre.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

No hay comentarios: