2009-02-01
A tiro de piedra
Nuestro modelo democrático
La polarización del torneo electoral es una práctica peligrosa para el sistema democrático, porque impide que las minorías electorales puedan tener representación en los órganos de gobierno. Y digo polarización, porque la cuestión dista mucho de ser bipartidismo.
Cuando en una sociedad democrática las opciones electorales se polarizan, sin que haya visos de revertir la situación en la próxima elección, sobrevienen amenazas para la democracia. De repetirse la polarización, o caer en el bipartidismo, el primer síntoma es el desinterés en el sufragio, cuya primera manifestación será el abstencionismo. Luego sobreviene la apatía hacia los asuntos públicos y la gestión de gobierno, lo que crea una mentalidad del “da lo mismo quien suba al poder”. El tercer elemento, y el más peligroso de todos, es que surja un líder “libre de atavismos partidistas” que prometa cambiar las cosas, pero que al final buscará, por todos los medios, perpetuarse en el poder. Ya lo vimos con Fujimori, y lo vemos con Morales, Chávez y Correa.
Nuestra realidad electoral presenta un escenario polarizado; a tal punto que no existe otra opción posible. En esta vuelta, la llamada “tercera fuerza” está ausente. Si contamos las 7 elecciones generales, desde 1964 a la fecha, vemos que 4 de 3 tienen un denominador común: la marcada polarización. Para gente como yo, que empezamos a votar en los años ochenta, el factor concomitante es: derrotar al PRD. ¿Hasta cuándo?
En la actual coyuntura, fácilmente vemos que existe un partido fuerte, el PRD, y una legión de partidos que tienen que unirse para derrotarlo. En esta oportunidad esa alianza es desproporcionada, en número de partidos de oposición, para enfrentar al grupo oficialista. Es una alianza fuerte en los números, pero endeble en la estructura partidaria y en su fundamento. Fuera de la derrota del adversario, ningún compromiso o lazo fuerte asegura su unidad. Es un edificio construido sobre la arena, que promete mucho y proyecta un colapso inminente.
Urge reformar el sistema electoral, para fraccionar la escogencia de las autoridades. Si seguimos con el actual sistema, en que todo el poder se pone en juego el mismo día y el ganador se lleva todo durante 5 años, el régimen democrático se irá al traste. El deterioro en la participación democrática, a través de los partidos, es visible al comparar las últimas tres elecciones con la venidera. En calidad y cantidad, los candidatos actuales están en desventaja. Es un retroceso en la vida democrática, y lo que viene podrá ser peor o mejor, según la actitud ciudadana que asumamos.
Después de este período electoral, la tarea debe ser la reforma integral del sistema de elección de nuestras autoridades ejecutivas y legislativas. Es imprescindible acabar con ese “todo por el todo” que nos rige, si queremos profundizar en nuestro régimen democrático y hacer más vigorosa nuestra democracia participativa. Seguir votando para derrotar o mantener al PRD en el poder es aberrante. Cuando esta campaña termine, el momento propicio habrá llegado. De nosotros depende cambiar el rumbo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Nuestro modelo democrático
La polarización del torneo electoral es una práctica peligrosa para el sistema democrático, porque impide que las minorías electorales puedan tener representación en los órganos de gobierno. Y digo polarización, porque la cuestión dista mucho de ser bipartidismo.
Cuando en una sociedad democrática las opciones electorales se polarizan, sin que haya visos de revertir la situación en la próxima elección, sobrevienen amenazas para la democracia. De repetirse la polarización, o caer en el bipartidismo, el primer síntoma es el desinterés en el sufragio, cuya primera manifestación será el abstencionismo. Luego sobreviene la apatía hacia los asuntos públicos y la gestión de gobierno, lo que crea una mentalidad del “da lo mismo quien suba al poder”. El tercer elemento, y el más peligroso de todos, es que surja un líder “libre de atavismos partidistas” que prometa cambiar las cosas, pero que al final buscará, por todos los medios, perpetuarse en el poder. Ya lo vimos con Fujimori, y lo vemos con Morales, Chávez y Correa.
Nuestra realidad electoral presenta un escenario polarizado; a tal punto que no existe otra opción posible. En esta vuelta, la llamada “tercera fuerza” está ausente. Si contamos las 7 elecciones generales, desde 1964 a la fecha, vemos que 4 de 3 tienen un denominador común: la marcada polarización. Para gente como yo, que empezamos a votar en los años ochenta, el factor concomitante es: derrotar al PRD. ¿Hasta cuándo?
En la actual coyuntura, fácilmente vemos que existe un partido fuerte, el PRD, y una legión de partidos que tienen que unirse para derrotarlo. En esta oportunidad esa alianza es desproporcionada, en número de partidos de oposición, para enfrentar al grupo oficialista. Es una alianza fuerte en los números, pero endeble en la estructura partidaria y en su fundamento. Fuera de la derrota del adversario, ningún compromiso o lazo fuerte asegura su unidad. Es un edificio construido sobre la arena, que promete mucho y proyecta un colapso inminente.
Urge reformar el sistema electoral, para fraccionar la escogencia de las autoridades. Si seguimos con el actual sistema, en que todo el poder se pone en juego el mismo día y el ganador se lleva todo durante 5 años, el régimen democrático se irá al traste. El deterioro en la participación democrática, a través de los partidos, es visible al comparar las últimas tres elecciones con la venidera. En calidad y cantidad, los candidatos actuales están en desventaja. Es un retroceso en la vida democrática, y lo que viene podrá ser peor o mejor, según la actitud ciudadana que asumamos.
Después de este período electoral, la tarea debe ser la reforma integral del sistema de elección de nuestras autoridades ejecutivas y legislativas. Es imprescindible acabar con ese “todo por el todo” que nos rige, si queremos profundizar en nuestro régimen democrático y hacer más vigorosa nuestra democracia participativa. Seguir votando para derrotar o mantener al PRD en el poder es aberrante. Cuando esta campaña termine, el momento propicio habrá llegado. De nosotros depende cambiar el rumbo.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario