2009-02-15
A tiro de piedra
Amor y amistad
El amor más grande es dar la vida por sus amigos, como lo hizo y nos enseña Jesús. Amor y amistad, en Él, van unidos. Nosotros, seres mortales, también, tenemos en muy alta estima el amor y la amistad. Pero, ¿amor y amistad tendrán hoy ese significado profundo? No lo hemos, más bien, tergiversado y reducido, en gran medida, a hacerlo sinónimo de apareamiento y relación interesada para escalar socialmente?
Cuando dos seres se aman, se dan el uno al otro, en el matrimonio y en la amistad. Los esposos, en el tiempo, son amigos; los amigos, en la distancia, se hacen mucho más que hermanos. Es un lazo fuerte que resiste muchos embates y, en las pruebas más duras, resiste y perdura. Darse uno a la persona que ama es morir. Morir al interés propio, a la ambición, al deseo, y a lo que quisiéramos para nosotros pero que damos voluntariamente al ser amado. Amar y ser amigo es compartir la comida, dando la parte mejor al otro; es ceder el mejor lugar al que sentimos parte nuestra; es sacrificarse o perder algo a favor del ser querido.
Al llegar otro día del amor y la amistad, tengo mucho que agradecer a Dios, por las personas que amo y por los amigos. Gente tan cercana en los momentos alegres y tristes, en el éxito y el fracaso, en la fortuna y el infortunio. En los momentos decisivos de mi vida, allí han estado. Los amigos fieles, que acuden pronto a la herida sin necesidad de llamarlos. La familia de sangre y afinidad, que acompaña siempre. Con todos y cada uno comparto dos cosas fundamentales: el amor y la fe. Eso es lo que nos une.
Más allá de mi limitado entorno, miro hacia el mundo. Mucho se habla de amor, pero en términos vacuos y engañosos. Las películas, los poemas y la literatura, son un mundo contaminado y degradado. Las obras exquisitas se confunden en un mar de sofismas que las ahoga; que esconde intenciones aviesas en palabras falaces. Para estos sin sentido, el amor se reduce al placer y el apetito sexual. Ya no hay alma ni suspiros; sólo jadeos y sudor. Es como si no existiera el amor más allá de un lecho ocasional. El supuesto amor libre no es más que un vivir sin compromiso, porque así se pueden levantar los bártulos y largarse con otra pareja que, probablemente, gustará, a su tiempo, del abandono. Igual la supuesta amistad, que sólo funciona cuando se está en la buena. Es una actitud utilitarista y de acomodo, que temprano o tarde pasará su factura.
Necesitamos abrir los ojos ante lo mundano. Bastante ya nos ha arrebatado esa corriente, para que nos quite el sentimiento sublime del amor y la amistad. No nos perdamos en el regalito futil y en el beso protocolar, tan común en esta época. El ser amado y el amigo verdadero no esperan nada de eso; aprecian la felicitación que sale del corazón y el abrazo sincero. La persona que ama da y no espera nada a cambio. Igual el amigo. Así es la gente que amo y me ama; así son mis amigos. Esos amigo de siempre, con quienes comparto el mismo sentimiento.
Que este Día del Amor y de la Amistad sea para cada uno de nosotros realmente eso. Sin nada cosmético. Sin la hipocresía del cumplimiento social. Cada quien sabe quienes son sus amigos y quienes le aman. Y si no lo sabe, que caiga en desgracia y lo sabrá al momento. Quien encuentra el amor y un amigo, encuentra el más grande de los tesoros.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
Amor y amistad
El amor más grande es dar la vida por sus amigos, como lo hizo y nos enseña Jesús. Amor y amistad, en Él, van unidos. Nosotros, seres mortales, también, tenemos en muy alta estima el amor y la amistad. Pero, ¿amor y amistad tendrán hoy ese significado profundo? No lo hemos, más bien, tergiversado y reducido, en gran medida, a hacerlo sinónimo de apareamiento y relación interesada para escalar socialmente?
Cuando dos seres se aman, se dan el uno al otro, en el matrimonio y en la amistad. Los esposos, en el tiempo, son amigos; los amigos, en la distancia, se hacen mucho más que hermanos. Es un lazo fuerte que resiste muchos embates y, en las pruebas más duras, resiste y perdura. Darse uno a la persona que ama es morir. Morir al interés propio, a la ambición, al deseo, y a lo que quisiéramos para nosotros pero que damos voluntariamente al ser amado. Amar y ser amigo es compartir la comida, dando la parte mejor al otro; es ceder el mejor lugar al que sentimos parte nuestra; es sacrificarse o perder algo a favor del ser querido.
Al llegar otro día del amor y la amistad, tengo mucho que agradecer a Dios, por las personas que amo y por los amigos. Gente tan cercana en los momentos alegres y tristes, en el éxito y el fracaso, en la fortuna y el infortunio. En los momentos decisivos de mi vida, allí han estado. Los amigos fieles, que acuden pronto a la herida sin necesidad de llamarlos. La familia de sangre y afinidad, que acompaña siempre. Con todos y cada uno comparto dos cosas fundamentales: el amor y la fe. Eso es lo que nos une.
Más allá de mi limitado entorno, miro hacia el mundo. Mucho se habla de amor, pero en términos vacuos y engañosos. Las películas, los poemas y la literatura, son un mundo contaminado y degradado. Las obras exquisitas se confunden en un mar de sofismas que las ahoga; que esconde intenciones aviesas en palabras falaces. Para estos sin sentido, el amor se reduce al placer y el apetito sexual. Ya no hay alma ni suspiros; sólo jadeos y sudor. Es como si no existiera el amor más allá de un lecho ocasional. El supuesto amor libre no es más que un vivir sin compromiso, porque así se pueden levantar los bártulos y largarse con otra pareja que, probablemente, gustará, a su tiempo, del abandono. Igual la supuesta amistad, que sólo funciona cuando se está en la buena. Es una actitud utilitarista y de acomodo, que temprano o tarde pasará su factura.
Necesitamos abrir los ojos ante lo mundano. Bastante ya nos ha arrebatado esa corriente, para que nos quite el sentimiento sublime del amor y la amistad. No nos perdamos en el regalito futil y en el beso protocolar, tan común en esta época. El ser amado y el amigo verdadero no esperan nada de eso; aprecian la felicitación que sale del corazón y el abrazo sincero. La persona que ama da y no espera nada a cambio. Igual el amigo. Así es la gente que amo y me ama; así son mis amigos. Esos amigo de siempre, con quienes comparto el mismo sentimiento.
Que este Día del Amor y de la Amistad sea para cada uno de nosotros realmente eso. Sin nada cosmético. Sin la hipocresía del cumplimiento social. Cada quien sabe quienes son sus amigos y quienes le aman. Y si no lo sabe, que caiga en desgracia y lo sabrá al momento. Quien encuentra el amor y un amigo, encuentra el más grande de los tesoros.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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