2009-02-15
Editorial
Debate electoral
Un elemento importante en el proceso de elecciones es el debate entre los candidatos, para conocer su pensamiento y actitudes frente al cuestionamiento de sus adversarios. Más que un mero intercambio de frases retóricas, se trata de constatar la capacidad de confrontar ideas con respeto, hidalguía, pleno conocimiento y dominio de los temas que deberá atender, como autoridad, cada uno de los aspirantes a los puestos de elección popular.
Por eso, cuando un candidato decide ausentarse o rechazar una oportunidad de debate, especialmente cuando organismos serios y confiables lo convocan, como es el caso de la Iglesia, es un claro síntoma del que será su comportamiento en el ejercicio del poder. Hablará cuando le favorezca; atenderá a los demás cuando le convenga; y manejará las situaciones incómodas con silencio o indiferencia premeditadamente. Quizá, por la idiosincrasia y pobre madurez electoral de nuestro pueblo, esa actitud reste poco o ningún voto; pero no libra al candidato o candidata de su verdadero yo.
Si queremos madurar en materia de elección democrática de nuestros gobernantes, debemos exigir a los candidatos y partidos un debate permanente sobre los temas nacionales. Debate que, en todo momento, debe darse con apego fiel al respeto que los demás merecen, y a la franqueza y veracidad en su argumento y su discurso.
Esperamos que en el tiempo que aún resta, los candidatos a puestos de elección, particularmente los que aspiran a la Presidencia de la República, se decidan a exponer sus ideas y planes de gobierno, en un debate sano, que sirva para la edificación de la nación y de la sociedad política de la que ellos, sin excepción, forman parte.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
Editorial
Debate electoral
Un elemento importante en el proceso de elecciones es el debate entre los candidatos, para conocer su pensamiento y actitudes frente al cuestionamiento de sus adversarios. Más que un mero intercambio de frases retóricas, se trata de constatar la capacidad de confrontar ideas con respeto, hidalguía, pleno conocimiento y dominio de los temas que deberá atender, como autoridad, cada uno de los aspirantes a los puestos de elección popular.
Por eso, cuando un candidato decide ausentarse o rechazar una oportunidad de debate, especialmente cuando organismos serios y confiables lo convocan, como es el caso de la Iglesia, es un claro síntoma del que será su comportamiento en el ejercicio del poder. Hablará cuando le favorezca; atenderá a los demás cuando le convenga; y manejará las situaciones incómodas con silencio o indiferencia premeditadamente. Quizá, por la idiosincrasia y pobre madurez electoral de nuestro pueblo, esa actitud reste poco o ningún voto; pero no libra al candidato o candidata de su verdadero yo.
Si queremos madurar en materia de elección democrática de nuestros gobernantes, debemos exigir a los candidatos y partidos un debate permanente sobre los temas nacionales. Debate que, en todo momento, debe darse con apego fiel al respeto que los demás merecen, y a la franqueza y veracidad en su argumento y su discurso.
Esperamos que en el tiempo que aún resta, los candidatos a puestos de elección, particularmente los que aspiran a la Presidencia de la República, se decidan a exponer sus ideas y planes de gobierno, en un debate sano, que sirva para la edificación de la nación y de la sociedad política de la que ellos, sin excepción, forman parte.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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