viernes, 6 de febrero de 2009

Lobos con piel de oveja

2009-02-08
Editorial
Lobos con piel de oveja

Hace unos días un grupo de personas se apostó frente al edificio del arzobispado, para gritar improperios e injuriar a cuanto sacerdote y fiel católico se le ocurrió. Bajo el argumento de condenar la pedofilia, no hacían más que propagar la mentalidad de una secta extranjera malsana.

Me detuve un rato para observarlos y tratar de darme cuenta de quiénes eran. Observé que tenían como identificación el número 666 que corresponde a la bestia. Cuando sostuve una de sus volantes en mis manos, la fotografía de un supuesto pastor puertorriqueño, de apellido Miranda, me saltó a la vista. Lo reconocí de inmediato: es aquel que dice ser Jesucristo personificado, y me lo confirmó el nombre del grupo al que pertenecían los agitadores: Ministerio Internacional Creciendo en Gracia. No había duda para mí; son seguidores de Miranda.

Los insultos y las injurias que proferían me hizo preguntarme: ¿dónde está la gracia? ¿de qué gracia hablan? ¿cuál crecimiento persiguen? Para mí eran provocadores; los mismos que el año pasado vociferaban al paso de la procesión de Don Bosco. Su objetivo es claro; buscan establecerse en el país, para lo cual aprovechan toda acción pública que los catapulte hacia los medios de comunicación. Esa es su estrategia proselitista, que usan en otros países. Copan los medios y saturan el espacio de la Internet con cuanto enlace tengan oportunidad.

Su líder, Miranda, fue convicto a los 19 años de edad por robo. Fue expulsado de varias congregaciones evangélicas, por errores doctrinales en su predicación. Cuando se abrió camino solo, primero dijo que era un ángel. Tiempo después dijo que era la reencarnación de san Pablo. En el año 2005 dijo que Jesucristo se había fusionado con su persona, lo que le convirtió, según él, en Cristo hombre. En 2007 se autoproclamó el anticristo, y adoptó el símbolo 666. ¿Cómo puede ser tantas cosas o tantas reencarnaciones o una divinidad?

Uno de los pilares de su doctrina, y que de manera entusiasta repetía el hombre que manejaba el megáfono frente al arzobispado, es que el diablo no existe, ni el pecado. Si el diablo no existe, ¿cómo puede su líder ser el anticristo? Si el pecado no existe, ¿cómo pueden decir que los curas y los católicos son pecadores? Con una prédica tal, bien hicieron los pentecostales y otros evangélicos en expulsarlo como pastor de sus congregaciones.

Cuando una mujer que trabaja en el arzobispado se les acercó, para pedirles que dejaran de gritar tanto, le dijeron que ellos tenían derecho a la libertad de expresión. Pero, ¿acaso esa libertad permite que se injurie a otro a las puertas de su propia casa? En mi turno, al pasarles al lado, cuando me ofrecieron la volante que repartían, sólo me limite a decirles: quién de ustedes puede lanzar la primera piedra, si también tienen sus pecados. Por un momento enmudeció el que me entregaba la volante, pero al rato reaccionó contra el celibato, aunque ya no con tanto brío.

Estos provocadores sin duda seguirán con su proselitismo y, a pesar que ahora enfilan sus ataques hacia los católicos, su predicación e ideología es herética y ofensiva para todos los cristianos de distinto rito y denominación.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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