2009-01-25
La Voz del Pastor
Bienvenida a los jóvenes del XXX Encuentro de Llano Bonito en la Diócesis de Chitré
Queridos jóvenes:
Bienvenidos nuevamente a la próxima “XXX Asamblea Juvenil de Llano Bonito en la Diócesis de Chitré”. Uds. ya son parte de nuestro caminar. Un caminar lleno de aventuras y de “gozo en el Señor”.
Les esperamos siempre como parte de una familia, que se congrega procedente de muchos lugares y a quienes une el vínculo de nuestra fe en Cristo y la ilusión de transformar el mundo presente, superando las estructuras de pecado. Jóvenes Uds. son la respuesta a un mundo cansado. Respuesta a un mundo cansado de muchas cosas. Uds. creen en Cristo y creen en su Iglesia. Por eso quieren venir.
El lema de este año: “Jóvenes, Testigos en la Esperanza”, les invita a ser signos y respuestas de fe, agentes de conversión, promotores de cambio, constructores de un mundo mejor. El de la verdad y la vida, el de la santidad y la gracia, el de la justicia, el amor y la paz.
Recientemente, el Papa Benedicto XVI ha dicho: “La Iglesia es joven”… La Juventud quiere lo grande” – y lo bueno. La juventud, está en contra de la injusticia, la desigualdad, la supresión y a favor de la libertad. “La Juventud está bien abierta a Cristo.”
Bienvenidos a esta Iglesia antigua y joven de Herrera y Los Santos. Iglesia peregrina en esta península, desde hace 452 cuando se origina su primera evangelización.
Bienvenidos a esta Iglesia Diocesana, creada por el Papa Juan XXIII hace 47 años, cuna de la nueva evangelización: “nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en su expresión”. Iglesia joven que necesita de Uds., jóvenes, en su búsqueda de la verdad, de la lealtad, de la transparencia, de la fidelidad.
Bienvenidos a esta tierra, cuna de la libertad, emporio de vocaciones y respuesta a muchos anhelos e ilusiones. Tierra bendita donde muchas obras que parecían utopías, por obra de la Providencia, se han convertido en realidad. Tierra donde la Iglesia, evangelizada y evangelizadora, desde hace 30 años vibra, se renueva y cobra impulsos con la presencia de ustedes que confluyen de todos los caminos de la geografía Patria para recibir el pan de la palabra y de la eucaristía, y para pedir a la Iglesia que “como madre” les acoja y les comprenda en este momento trascendental de sus vidas.
Les esperamos el 5 de febrero.
Bienvenidos a su casa.
Mons. Fernando Torres Durán
Obispo de la Diócesis de Chitré
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2009-01-25
A tiro de piedra
Sin respeto, no hay paz
Hace pocos días acompañé a un amigo y su familia a sepultar a su hermano mayor, a quien también conocía, y coincidimos en el cementerio con otro entierro: el de un pandillero. Los trabajadores de camposanto nos aconsejaron esperar un rato, pero fue un momento de tensión y angustia.
Tanto mi amigo como yo, y otro amigo entrañable que nos acompañaba, vivimos largo tiempo en el ambiente de San Felipe, Santa Ana y El Chorrillo. Para nosotros hay situaciones que conocemos e intuimos muy bien. Sabemos, con sólo mirar alrededor, cuando hay peligro o existen intenciones de provocar daño. Pero una cosa es estar joven y sin compromiso o responsabilidad de esposa y familia, y, otra, es ver en lo que se ha convertido nuestra ciudad; una jungla violenta y sin el menor respeto hacia los demás. Prima, lamentablemente, la ley del más temible.
Es notoria la agresividad en casi todos los aspectos de la vida ciudadana. El manejo en las calles, la manera de abordar un autobús, la forma de protestar, el trato al atender a los clientes o a los usuarios de negocios y servicios públicos. Ahora, súmele la campaña política que está en plena efervescencia. Es un clima de agresión y violencia que crece sin control.
Así como vimos un sepelio rodeado de policías, por la amenaza de enfrentamiento entre bandas rivales de pandilleros, igual vemos las actitudes y el lenguaje común que se va imponiendo en las calles. Se pierde el respeto, porque hemos tirado al cesto de la basura nuestros valores como sociedad. Lo que antes era un acto que inspiraba respeto por el dolor ajeno, como un funeral, ahora es un hecho en que el miedo y la tensión o el temor de una balacera, superan el dolor y la tristeza por la pérdida de un ser querido. Mientras unos despedíamos al amigo o al vecino fallecido, otros volteaban constantemente sus cabezas fijando su mirada entre las tumbas y esperando el momento que sonara el primer tiro.
Ya le había advertido (yo) a mi esposa, cuando pasamos frente a una de las iglesias del Casco Antiguo, que se efectuaba el entierro de un pandillero. Ni lo leí ni lo sabía de antemano; pero me alertó la presencia de la policía, en número y actitud inusual. Es el instinto innato que se desarrolla cuando uno ha tenido la experiencia de vivir “el barrio”. Y digo: vivir el barrio; no vivir en el barrio. De mi antiguo vecindario a El Chorrillo, la distancia es de 15 calles. En aquellos días era trecho suficiente, para tener cierta tranquilidad. Hoy, no hay fronteras. Desde las Bóvedas hasta la playita de El Chorrillo y más allá, la única seguridad es Dios y la astucia de serpiente que, inexorablemente, tenemos que desarrollar en la actualidad, porque no basta con la mansedumbre de la paloma.
Si queremos empezar a cambiar este ambiente violento y agresivo exijámonos y exijamos a quienes nos rodean y tratan con nosotros, el respeto recíproco que nos preserva de la violencia y la agresión. Hagámoslo con caridad y cortesía, pero con firmeza y determinación. Eso, lo aseguro, marcará la diferencia.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-25
Editorial
Cada país cuenta
La atención mundial que acaparó la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, nos reta a reflexionar acerca del papel que debe jugar él y cada mandatario del mundo, en la discusión y solución de los problemas globales.
Si bien es cierto que los Estados Unidos tienen, al igual que otras potencias, una influencia grande dentro de la comunidad internacional, no lo es menos el hecho que cada país, pueblo o nación, por pequeña que sea, también cuenta y forma parte de los acontecimientos que ocurren en el mundo. Un mundo que, además de global, también es continental y regional, y en cada contexto de esos los estados tienen su representación y su influencia relativa.
Barack Obama es presidente de los Estados Unidos, no del mundo entero, por lo que resulta incorrecto, por decir lo menos, darle o reconocerle la responsabilidad, aunque sea desde la tribuna de opinión de los medios de comunicación, de decidir los destinos del planeta. Sólo veamos aquellas partes del mundo convulsionadas por la guerra, y nos daremos cuenta que la solución de esos conflictos implican, en mayor o menor grado, la participación de y la negociación con el resto de los actores.
Como creyentes y gente de fe le auguramos al nuevo presidente de los Estados Unidos una gestión de gobierno iluminada por Dios, para que dedique todo su esfuerzo e inteligencia en lograr un futuro de paz y humanidad para su país y, también, para el resto del mundo donde su patria tiene injerencia e influencia; pero, eso sí, sin renunciar a la firme convicción que cada país cuenta en aquello que afecta a nuestra casa común que es el planeta que habitamos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-25
El Ojo del Profeta
Narcotráfico
El afán de riqueza desmedida y la ambición por el poder y el dinero pierden al hombre. Esa es la raíz y la razón de ser del narcotráfico y su andamiaje criminal. Entre la censura de una parte de la humanidad y la tolerancia cobarde o absurda de otra, millones de jóvenes en el mundo sucumben ante un flagelo destructivo e inhumano. La droga, hoy por hoy, no distingue ni discrimina nacionalidad, edad, etnia o condición social. Hiere y mata por igual.
La reciente reunión en Panamá de los mandatarios de cuatro países hermanos, incluyendo el nuestro, es una muestra de la grave situación y consecuencias que experimentamos en cuanto al tráfico de drogas y sus organizaciones criminales. Es un asunto que atañe a todos los países del mundo; no sólo a los 4 que se han reunido en esta ocasión. Por eso, la cooperación entre unos y otros es indispensable para controlar la expansión de esa actividad delictiva.
Pero no todo debe quedar en manos de los gobiernos, sino, también, en nuestras manos. Cada hogar debe velar por los miembros de su familia, para evitar que caigan en el consumo o, en lo que es peor, la venta y posterior tráfico de tan maligno producto. Tenemos que convencernos que el éxito en la vida no se mide por la cantidad de dinero o poder que se tenga, sino en el trabajo honrado y en particulares valores que nos dan la satisfacción de ser personas de bien.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-18
La Voz del Pastor
Combatir la pobreza, construir la paz
Pasada ya la Navidad, celebrada la Epifanía, saliendo con el Señor a continuar la Misión de su Reino, es conveniente que prestemos atención a cuatro rasgos del Dios manifestado en Cristo Jesús.
Es un Dios que confía en nosotros y en particular en nuestras capacidades racionales. Es un Dios donación, se da y nos da, la Creación es don de Dios, nuestra vida tiene en su origen una donación; no es un Dios de la coerción, sino un Dios que llama, que invita. Es Dios de amor con un designio de comunión universal (cf. I Cor 15,18). Este proyecto de Dios no es algo ya diseñado con todos los detalles; la imprevisibilidad del futuro es la posibilidad de una transformación real de las cosas; Dios conduce la historia, pero nosotros la vamos haciendo.
En la dinámica de la fe en este Dios y en el cumplimiento de la misión que El le ha encomendado, el Papa Benedicto XVI ha enviado a todos el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año: “Combatir la pobreza, construir la paz”. A escala global, se trata de una contribución más de la Iglesia católica para la promoción de un nuevo orden mundial digno del ser humano. Por esto el Papa no se limita a ponernos a los pobres en plena visibilidad, sino que nos hace memoria de que para que así sea hay que trabajarlo en la economía, en la política y en “una una correcta lógica participativa capaz de valorizar la sociedad civil local e internacional”. Poner a los pobres en primer lugar requiere solidaridad y tener el criterio del bien común por encima de otros intereses.
Hay costumbre en nuestro pueblo y en otros, de hacer grandes resoluciones en tiempos de Navidad y Año Nuevo. Y está bien. Pero miradas desde cerca, son resoluciones sobre valores objetivos, muchas veces sin incorporar los valores instrumentales. De ahí los fracasos, las decepciones, “el papel mojado”. Si hacemos propósitos, también tenemos que decidir sobre los medios que lleven a su realización. Si queremos, por ejemplo, que en Panamá se erradique la pobreza, hay que tomar caminos que lo faciliten y no lo contrario. Si un candidato político nos ofrece nobles objetivos, hay que saber también cómo va a guiar para lograrlos, y ya veremos luego si va siendo fiel a lo prometido.
La Biblia, Cristo Jesús, san Pablo y todos los discípulos, no quedan en bellas palabras o grandes objetivos; Jesús es Camino, y camino de Verdad y Vida. Naturalmente, todavía tenemos que poner nuestra parte como lo es, por ejemplo, el uso de los saberes científicos y técnicos, la gestión y administración de calidad, para la buena construcción de la vida personal, familiar, social; para con diálogo eficaz, vivir en justicia y paz. Y, sobre todo, los que lo hemos recibido y lo seguimos como discípulos, poner el mismo Amor con el que El nos ama.
La tarea ecuménica también encierra la búsqueda de un mundo, una sociedad, más cercana al Reino de Dios. El pobre, el desvalido, el marginado, las injusticias, son igualmente ocasión de encuentro y de colaboración entre católicos y miembros de las iglesias y denominaciones que están abiertas al espíritu ecuménico. Precisamente el lema de este año para el Octavario de Oración por la Unión de los Cristianos es “Estarán unidas en tu mano (Ez 37, 17)”, porque no queremos pueblos divididos ni por injusticias económicas, sociales y políticas, ni por odios de ningún tipo. Reconocemos nuestra debilidad y confiamos en la fuerza del Señor.
En Panamá, como una señal de este Espíritu, el P. Néstor Jaén, que en paz descanse, propuso hacer un albergue para acoger familiares de pacientes de nuestro interior, que vienen al Hospital Santo Tomás a recibir tratamiento. Acompañar a un familiar enfermo por unos días, viniendo del interior, tiene sus costos que resultan muy altos para las familias pobres: al menos así se les ayuda con un lugar donde pernoctar. El Comité Ecuménico acogió la idea y con paciencia, buscando donaciones y la cooperación imprescindible del Hospital, se está ya a las puertas de poderlo inaugurar.
Combatir la pobreza, construir la paz, tarea insoslayable de los discípulos del Señor.
Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar
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2009-01-18
A tiro de piedra
Balboa y la cinta costera
La construcción de la llamada cinta costera avanza y toma forma poco a poco, para cambiar el paisaje de la bahía que baña su malecón con sus aguas. Es una obra envuelta en el vaivén político, cuyo valor y sentido son difíciles de apreciar ahora.
Acerca de los pormenores de su costo o diseño, casi nada tengo que decir, porque en este momento ni lo mucho ni lo poco se ha terminado de hablar. En lo que sí me arriesgo a alzar mi voz es en el nombre que debe llevar la obra, una vez terminada. Debe llamarse Vasco Núñez de Balboa, porque tenemos más de una razón para pedir que así sea. Al menos doy dos: Conservar el nombre de Balboa, porque de lo contrario se acabaría con la avenida costanera que ha identificado a la ciudad de Panamá por más de tres cuartos de siglo. Mantener el nombre de Balboa, porque estamos a 4 años de conmemorar los 500 años del descubrimiento del Mar del Sur por el personaje que lleva su nombre, y porque en 10 años más la Ciudad de Panamá celebrará su quinto centenario de fundación.
Que no nos perdamos en otros nombres o en regatearnos el de Balboa con arengas o frases de barricada, tales como: Balboa no descubrió nada, era un saqueador o ladrón, o cualquier otra parecida. Nuestra historia debe apreciarse, con lo bueno, lo malo y lo feo. Vasco Núñez de Balboa tiene, aún con sus errores, sus aciertos y méritos. Somos una nación que, al menos en lo étnico, no tiene una pureza de raza al cien por ciento. Somos mezcla de amerindios, europeos y negros. Eso somos, y ninguno puede excluirse, por más aborigen, blanco o negro que se crea.
Esa cinta costera que tanto nos hace polemizar es, a ojos vista, un ensanchamiento de la actual Avenida Balboa. No es algo nuevo o independiente. Y, así, como a ningún habanero o carioca se le ocurriría cambiar el nombre al Malecón de La Habana o al pase de Copacabana, así tampoco nosotros debemos privarnos de llamar a la vía costanera de la ciudad capital por su nombre: Avenida Balboa o Bulevar Balboa.
Ojalá que las autoridades nacionales y municipales presten atención a este detalle. Que nuestros urbanistas, que tanta preocupación y valioso aporte han demostrado ante la cinta costera, aunque en algunos aspectos los hayan ignorado, acojan y defiendan la idea de conservar el nombre de Balboa para esa obra. Bastante algunos le han robado a la ciudad en espacios y lugares públicos, sin contar con su conjunto arquitectónico, para que acaben de destruir una denominación que nos identifica como urbe costera.
Falta poco para que la obra concluya. Apenas unos meses más y se podrá ver. Cómo se llamará; aún no se sabe. Pero eso de nueva vialidad o cinta costera no cuenta con mi voto, porque el nombre es inapropiado y porque nos recordará, mientras usurpe el nombre de Balboa, todos los matices que le dan colorido a sus secretismos y sus escándalos.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-18
Editorial
Cambiar de actitud
Una frase que de manera permanente resalta, con letras grandes, en la fachada posterior del templo de Atalaya, hacia el parque o plaza del pueblo, reza así: “Cambia de actitud y vivirás". Tras los acontecimientos de las últimas semanas, esas palabras interpelan a todos aquellos que de pensamiento, palabra, obra y omisión participaron de los hechos.
Nada tenemos que regatear a los moradores que, en su amor y celo lugareño, reclamaron la restitución de la imagen del Nazareno. Nada de reprobar al párroco del lugar que, en su amor y celo pastoral, procuró, por los medios que consideró convenientes, hacer reparar la imagen que, innegablemente, necesita ser restaurada para su debida conservación y digna veneración.
Reprochamos, eso sí, la actitud de algunos que amenazaron, injuriaron y hasta casi secuestraron al párroco del lugar y al obispo de la diócesis; incluso antes que se confirmara, por las autoridades eclesiásticas, el traslado de la imagen del Nazareno para su restauración. No hay justificación ni derecho para obrar así. Lo propio, para el cristiano auténtico, es hablar primero con el hermano si este yerra. Si no atiende, hacerse acompañar de otros dos o tres hermanos. Si no escucha, se debe llevar el caso ante la Iglesia. Nada de esto se hizo.
Hasta el sol de hoy, sólo el Señor Obispo de Santiago ha reconocido su error y disculpado públicamente. ¿Y el resto? ¿Quién cambiará de actitud para tener vida? El tiempo nos dirá si la frase escrita en las paredes del templo son solamente para los peregrinos, que por millares copan el pueblo el primer domingo de Cuaresma, o también se aplica a los lugareños que, en un estado de emoción colectiva, ultrajaron a su párroco y al Pastor de su iglesia local.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-18
El Ojo del Profeta
Patrimonio nacional
La pérdida de nuestro patrimonio histórico y cultural es constante, a causa de traficantes locales e internacionales cuyo único fin es el lucro. Es gente sin conciencia ni respeto por nuestra nacionalidad, que encuentra en los compradores del patrimonio robado a cómplices de igual calaña. Es un delito deleznable ante la ley de los hombres, y un pecado abominable ante el mandato divino. Ni legal ni moralmente tiene justificación.
De igual forma, la merma en el patrimonio ético de la nación remece los cimientos de la estructura social. La utilización de los recursos del estado en provecho propio, el despilfarro, el emplanillamiento por vinculación partidista, el enriquecimiento ilícito y la desidia al ejercer la autoridad y el poder, son parte de un sistema de corrupción, que tiene como actores tanto al que ofrece como al que recibe.
Somos un pueblo que pierde sus valores morales y cívicos, a la misma velocidad que pierde sus bosques y el resto de sus riquezas naturales y culturales. En lo pequeño y en lo grande; en lo poco y en lo mucho, nos estamos matando. Urge volver la mirada y recuperar lo perdido; úrgenos valorar más el ser que el tener. Es el patrimonio nacional el que está en juego y de nosotros depende cuidarlo o no.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-11
La Voz del Pastor
Dios conquista "con la desarmante mansedumbre del amor"
La lección de la Epifanía, la manifestación de Jesús a los Magos de Oriente
Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI a mediodía de este martes 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, con motivo de la oración mariana del Ángelus.
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy la solemnidad de la Epifanía, la "manifestación" del Señor. El Evangelio cuenta cómo Jesús vino al mundo con gran humildad y escondimiento. San Mateo, sin embargo, refiere el episodio de los Magos, que llegaron de oriente, guiados por una estrella, para rendir homenaje al recién nacido rey de los judíos. Cada vez que escuchamos esta narración, nos impresiona el claro contraste que se da entre la actitud de los Magos, por una parte, y la de Herodes y los judíos, por otra.
El Evangelio dice que, al escuchar las palabras de los Magos, "el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén" (Mateo 2, 3). Una reacción que se puede comprender de diferentes maneras: Herodes se alarma porque ve en aquél a quien buscan los Magos a un competidor para él y para sus hijos.
Los jefes y los habitantes de Jerusalén, por el contrario, parecen quedarse más bien atónitos, como si se despertaran de una cierto sopor y necesitaran reflexionar. Isaías, en realidad, había anunciado: "Una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre 'Maravilla de Consejero', 'Dios Fuerte', 'Siempre Padre', 'Príncipe de Paz'" (Isaías 9,5).
¿Por qué se sobresalta entonces Jerusalén? Parece que el Evangelista quiere como anticipar la posición que después tomarán los sumos sacerdotes y el Sanedrín, así como parte del pueblo, ante Jesús durante su vida pública. Ciertamente, destaca el hecho de que el conocimiento de las Escrituras y de las profecías mesiánicas no lleva a todos a abrirse a Él y a su palabra. Esto recuerda que, antes de la pasión, Jesús lloró sobre Jerusalén, pues no había reconocido la hora en que había sido visitada (Cf. Lucas 19, 44).
Tocamos aquí uno de los puntos cruciales de la teología de la historia: el drama del amor fiel de Dios en la persona de Jesús, que "vino a su casa, y los suyos no la recibieron" (Juan 1,11).
A la luz de toda la Biblia, esta actitud de hostilidad o ambigüedad, o superficialidad representa la de todo hombre y la del "mundo" --en sentido espiritual--, cuando se cierra al misterio del verdadero Dios, que nos sale al encuentro con la desarmante mansedumbre del amor. Jesús, el "rey de los judíos"(Cf. Juan 18,37), es el Dios de la misericordia y de la fidelidad; quiere reinar con el amor y la verdad y nos pide que nos convirtamos, que abandonemos las obras malas y que recorramos con decisión el camino del bien.
"Jerusalén", por tanto, en este sentido, somos todos nosotros. Que la Virgen María, que acogió con fe a Jesús, nos ayude a no cerrar nuestro corazón a su Evangelio de salvación. Dejémonos más bien conquistar y transformar por él, el "Emmanuel", Dios venido entre nosotros para darnos su paz y su amor.
Después de rezar el Ángelus, el Papa añadió:
Dirijo mis sentidas felicitaciones a los hermanos y hermanas de las Iglesias Orientales, que siguiendo el calendario juliano celebrarán mañana la santa Navidad. Que la memoria del nacimiento del Salvador encienda cada vez más en sus corazones la alegría de ser amados por Dios. El recuerdo de estos hermanos nuestros en la fe me lleva espiritualmente a Tierra Santa y Oriente Medio. Sigo con profunda preocupación los violentos enfrentamientos armados que tienen lugar en la Franja de Gaza. Mientras confirmo que el odio y el rechazo del diálogo no traen más que guerra, quisiera hoy alentar las iniciativas y los esfuerzos de quienes, amando la paz, están tratan-do de ayudar a israelíes y palestinos a sentarse alrededor de una mesa y hablar. ¡Que Dios apoye el compromiso de estos "constructores de paz"!
La fiesta de la Epifanía, en muchos países, es también la fiesta de los niños. Pienso especialmente en todos los niños, que son la riqueza y la bendición del mundo, y sobre todo en aquellos a los que se les niega una infancia serena. Deseo llamar la atención, en particular, sobre la situación de decenas de niños y muchachos que, en estos últimos meses, incluido el período navideño, en la provincia oriental de la República Democrática del Congo, han sido secuestrados por bandas armadas que han atacado las aldeas y causado numerosas víctimas y heridos. Hago un llamamiento a los autores de estas brutalidades inhumanas para que devuelvan estos muchachos a sus familias y a su futuro de seguridad y desarrollo al que tienen derecho, junto a esas queridas poblaciones. Manifiesto al mismo tiempo, mi cercanía espiritual a las Iglesias locales, también golpeadas tanto en sus hijos como en sus obras, mientras exhorto a los pastores y fieles a permanecer fuertes y firmes en la esperanza.
Los episodios de violencia contra los muchachos, que por desgracia se registran también en otras partes de la tierra, son todavía más deplorables si se considera que en 2009 se celebra el vigésimo aniversario de la Convención de los Derechos del Niño: un compromiso que la comunidad internacional está llamada a renovar para defender y promover a la infancia de todo el mundo. Que el Señor ayude a quienes trabajan diariamente al servicio de las nuevas generaciones --¡y son innumerables!--, ayudándoles a ser protagonistas de su futuro. Además, la Jornada de la Infancia Misionera, que se celebra en la fiesta de la Epifanía, es una ocasión oportuna para subrayar que los niños y los muchachos pueden desempeñar un papel importante en la difusión del Evangelio y en las obras de solidaridad con los de su misma edad más necesitados. ¡Que el Señor se lo recompense!
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2009-01-11
A tiro de piedra
Muertos a bala
El informe de la mayor causa de muerte violenta entre los panameños, el año pasado, da cuenta de la que ocupa el primer lugar: el asesinato con arma de fuego. Mucho más que los accidentes de tránsito. Mal augurio éste para la sociedad.
Somos una comunidad agresiva, porque hemos creado un ambiente agresivo. Es esa agresividad la que nos lleva a la violencia, dentro de la que estamos superando límites en todos los órdenes, tales como: aprecio por la vida humana y animal, respeto por los mayores y los menores, reglas de urbanidad, valores morales, civismo, virtudes. Todo se pisotea y se trae a menos, por una parte de la población cuya escala de valores es contraria a la del resto; una chusma que cuando se manifiesta en turbamulta, grande o pequeña, daña y destruye sin miramientos.
La televisión, en primer lugar, y el resto de los medios, después, avivan la agresividad y pasan a formar parte del mecanismo de la violencia. Escudándose en una libertad de información mal entendida, se niegan a reconocer que pueden ser parte del problema o de la solución. Recurren a argumentos extremos, en los que, normalmente, se contrapone la libertad de expresión frente a un supuesto coartador de ella. Frases trilladas como: por qué matar al mensajero; la sociedad es la violenta y no el medio; no quieren que hablemos de lo malo; frases como éstas son la excusa para dejar de hacer algo positivo y más provechoso.
Algunas medidas que se podrían tomar, a nivel de medios, sería darle menos prominencia a las noticias de muerte violenta. Es innecesario que la televisión, por ejemplo, nos pase 20 ó 30 minutos de esos hechos en sus noticieros estelares, cuando en 5 ó 7 se podría hacer. Lo misma vale para la radio y los impresos. Si le damos menos prominencia, el público podría dedicar más atención a otros temas. Igual podría hacerse con la condena hacia los gobiernos y las autoridades, variando el enfoque hacia la crítica y la censura más pensada y formativa. Algunos medios hasta parecen ser un partido político que toma parte, en vez de guardar su imparcialidad en el tratamiento noticioso de la información. Para tomar posición están los espacios de opinión.
Nos urge crear modelos a imitar, en todo el aparato cultural de la sociedad. Salvo una que otra figura deportiva o artística, cantante por lo general, el resto poco o nada se destaca. Menos aún en los barrios pobres y marginales, donde el respeto se confunde con el temor, y la admiración de los más pequeños se enfoca en el maleante o el pillo que está en boca de los vecinos y que, cual relevante personaje, los medios destacan con filmes y fotografías.
Vivimos, lamentablemente, en una sociedad que ve ensalzada la violencia en las películas, los programas de televisión, la letra de las canciones, y los hechos cotidianos. Puede más el más fuerte; se impone más quien tiene la mayor capacidad de hacer daño; se aspira a ser temido, para que nadie se meta con uno. Si el otro tiene un cuchillo, yo debo tener un machete; si el otro tiene un revólver, yo debo tener una pistola; si el otro tiene pistola, a mí me toca una ametralladora; y si viene uno con esta última, me consigo una granada. Esa es la mentalidad que impera en el mecanismo de la violencia, y la causa de tanta muerte por bala.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-11
Editorial
Proceso electoral
Estamos inmersos en el proceso electoral que busca reemplazar a las autoridades administrativas y legislativas del país. Desde los cargos de presidente y vicepresidente, pasando por los alcaldes y los representantes de corregimiento, hasta los diputados y los concejales, son pretendidos por miles de candidatos postulados por los partidos o por iniciativa personal.
La vorágine electoral, que empezó hace más de un año, acapara la atención de la población, sin discriminar si se le presta de manera voluntaria o no. Es una propaganda saturante que contamina el campo visual de los espacios públicos, las pantallas de televisión, el tiempo de la radio, las páginas de los periódicos, y los mensajes de la Internet y la telefonía móvil y fija. No existe espacio ni privacidad que no sean invadidos.
Vivir en democracia supone el respeto a la libertad de la persona humana, según se consagra en diferentes instrumentos de derechos humanos, que muchos coinciden con la doctrina cristiana y se inspiraron en ella. Pero, también, la democracia es participación con responsabilidad, edificación de la sociedad, y progreso en los diversos campos de la actividad humana. Por eso es menester, en un análisis crítico, que revisemos la forma en que ejercemos la política.
Resulta imperativa la revisión del sistema electoral, de la frecuencia con la que se eligen las autoridades, de la alternancia en el poder a todos los niveles, y de la calidad y solvencia moral de toda persona que aspire a ser candidato a un puesto de elección popular. Si no lo hacemos, el modelo electoral y la política misma dejarán de llenar la función y el objetivo que deben cumplir en la sociedad democrática.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-11
El Ojo del Profeta
Cuidarse de los Ídolos
Dios quiere que el hombre sea feliz, porque ese fue el propósito por el cual fue creado: gozar de la felicidad junto a Dios. Sin embargo, el hombre no siempre busca la felicidad en Dios, sino que trata de encontrarla en cosas que el mismo se crea y convierte en sus ídolos. Objetos, imágenes, pócimas y conjuros de toda clase son utilizados por las personas, para atraer la felicidad, la prosperidad y lo que, comúnmente, llamamos buena suerte. Todo eso se busca, todo se promete, pero nada se cumple.
Muchos son los incautos que caen en las manos de hechiceros, magos, prestidigitadores, adivinos y chamanes de todo tipo y origen, que devienen en charlatanes y embaucadores que hacen dinero con el sufrimiento y la angustia ajenos. Todo creyente debe cuidarse de caer en las garras de los ídolos, porque es un rechazo a Dios y una herejía dañina para su alma. La felicidad, más que en la falsa prosperidad y el éxito superfluo, está en conocer a Dios y conocerse a uno mismo; saber discernir entre lo que aprovecha y lo que no aprovecha; y encontrar en el Señor la luz para alumbrar el camino y la fortaleza para soportar y superar las pruebas y las adversidades. La fe, sin duda, vale más que cualquier promesa de futuro que pueda hacer cualquier mortal.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-04
La Voz del Pastor
"Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo"
Publicamos parte el mensaje de Navidad que pronunció Benedicto XVI al mediodía del 25 de diciembre, desde el balcón de la fachada de la basílica vaticana, ante los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro
«Apparuit gratia Dei Salvatoris nostri omnibus hominibus" (Tt 2,11).
Queridos hermanos y hermanas, renuevo el alegre anuncio de la Natividad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: Sí, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres».
Ha aparecido. Esto es lo que la Iglesia celebra hoy. La gracia de Dios, rica en bondad y en ternura, ya no está escondida, sino que «ha aparecido», se ha manifestado en la carne, ha mostrado su rostro. ¿Dónde? En Belén. ¿Cuándo? durante el primer censo bajo César Augusto, al que se refiere también el evangelista San Lucas. Y ¿quién la revela? Un recién nacido, el Hijo de la Virgen María. En Él ha aparecido la gracia de Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jehoshua, Jesús, que significa «Dios salva».
La gracia de Dios ha aparecido. Por eso la Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día, sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido como la luz». En realidad, es Él la luz misma que se propaga, como representan bien tantos cuadros de la Natividad. Él es la luz que, apareciendo, disipa la bruma, desplaza las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia. Cada belén es una invitación simple y elocuente a abrir el corazón y la mente al misterio de la vida. Es un encuentro con la Vida inmortal, que se ha hecho mortal en la escena mística de la Navidad; una escena que podemos admirar también aquí, en esta plaza, así como en innumerables iglesias y capillas de todo el mundo, y en cada casa donde el nombre de Jesús es adorado.
La gracia de Dios ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo a unos pocos, a algunos, sino a todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada demora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos. La gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su «sí» como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que recibían al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2,1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: éstos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5,3-10). Éstos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, como los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.
Hermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz.
Que sientan el poder de la gracia salvadora de Dios tantas poblaciones que todavía viven en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79). Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; que se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Que haga fructificar los esfuerzos de quienes no se resignan a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia, y prefieren en cambio el camino del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país y encontrar soluciones justas y duraderas a los conflictos que afectan a la región. A esta Luz que transforma y renueva anhelan los habitantes de Zimbabue, en África, atrapado durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que desgraciadamente sigue agravándose, así como los hombres y mujeres de la República Democrática del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu; de Darfur, en Sudán; y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Esta Luz la esperan, sobre todo, los niños de estos y de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir.
Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se está haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina.
Queridos hermanos y hermanas, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, el Salvador» (cf. Tt 2,11) en este mundo nuestro, con sus capacidades y sus debilidades, sus progresos y sus crisis, con sus esperanzas y sus angustias. Hoy resplandece la luz de Jesucristo, Hijo del Altísimo e hijo de la Virgen María, «Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero... que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». Lo adoramos hoy en todos los rincones de la tierra, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Lo adoramos en silencio mientras Él, todavía niño, parece decirnos para nuestro consuelo: No temáis, «no hay otro Dios fuera de mí» (Is 45,22). Venid a mí, hombres y mujeres, pueblos y naciones; venid a mí, no temáis. He venido al mundo para traeros el amor del Padre, para mostraros la vía de la paz.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2009-01-04
A tiro de piedra
¿Dónde está el dinero?
La economía mundial está hecha un caos, producto de la especulación que, durante años, fue la práctica de los inversionistas en las bolsas mundiales. Casi la mayoría de los que confiaron su dinero a esos gurúes han salido trasquilados.
Para el humano común resulta incomprensible darle dinero a otro que promete multiplicarlo y, de la noche a la mañana, se entera que el dinero ya no existe. Ya ninguno es confiable, porque bancos de inversión con tradición y prestigio, corredores de bolsa, y agentes de colocación de fondos, se fueron a pique. Ni hablar de los más peligrosos: los creadores de pirámides, que arruinan en todo momento y toda época a miles de personas, aprovechándose de la ingenuidad de éstas y de su ambición por la promesa de dinero fácil.
Todos sufrimos las consecuencias del desastre; hasta el que no puso dinero en juego, pero que ahora resiente las consecuencias del alza de intereses, la mayor exigencia de garantía colateral para los préstamos, el aumento del pago mínimo de las tarjetas de crédito, el alza de precios de los bienes y servicios, y la caída real del poder adquisitivo y la merma de ingresos. Como en un atolladero, a todos nos toca nuestra ración de lodo.
El dinero perdido jamás será recuperado. No porque se perdió, sino porque pasó primero por otras manos que lo aprovecharon antes que nosotros. Por ejemplo: el que compró acciones de alguna empresa, le pagó a su tenedor original. Ese ya ganó. Usted está a la espera que la empresa sea rentable y le pague los dividendos. La empresa cayó en la mala o quebró; en el primer caso usted tiene acciones, pero no dinero. Si intenta venderlas, ya valen menos que el precio pagado por usted. La pérdida es suya. En el segundo caso, simplemente, quedó arruinado. Lo mismo sucede con los bonos que pierden valor de reventa en el mercado, a pesar que le estén pagando los intereses tal cual fueron pactados. Igual sucede con las propiedades o cualquier otro activo que pierda valor: convertirlo en efectivo, al momento, acarrea una pérdida. Cuanto más dependa usted del efectivo, más dramática será su situación.
Si usted es un simple mortal, de esos que están en la cola del sistema, empiece a idear un plan financiero personal. Saque cuentas y determine cuál es la relación entre su ingreso y sus deudas, incluida la obligación de pago de cada una de ellas. Una vez que tenga en claro su situación financiera, deshágase de aquella parte de deuda que pueda. Contrario a lo que recomiendan los economistas, yo prefiero salir primero de las deudas pequeñas, porque es más fácil y permiten mejorar la liquidez personal. Además, nuestras deudas mayores suelen ser las hipotecas y los prestamos bancarios, que ya están pactados y con mensualidades fijas. Las otras deudas, si las tiene, son las tarjetas de crédito, que son un verdadero dolor de cabeza cuando uno se excede. Busque, si aún puede, una compra de saldo favorable; si no, suspenda su uso y concéntrese en pagar y cancelar la que tenga mayor probabilidad de ser cerrada en menor plazo.
Vivimos una transición económica, que no sabemos cuanto tiempo durará. Y, en esta transición, contar con liquidez (efectivo) jugará un papel fundamental en las finanzas personales.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-04
Editorial
Año Nuevo
Empezamos este nuevo año 2009 con optimismo y esperanza, aunque no todos, porque siempre que se emprende una tarea o una acción nueva esperamos lo mejor. Eso está bien y es de humanos, pero debemos estar concientes de aquello en lo que ponemos nuestra esperanza; dependiendo de ello, así mismo será nuestra confianza.
Para que el pone su confianza en sus propias fuerzas, su esperanza estará limitada a lo que pueda hacer o lograr por sí mismo; para quien la pone en Dios, su esperanza traspasará límites y logrará lo que resulta humanamente imposible, según la medida de su fe.
Ciertamente, cada año o cada día de nuestra vida está lleno de pruebas y adversidades que han de soportarse y superarse. Si sólo dependemos de nuestras propias fuerzas, cuando se agoten todo habrá terminado. Por eso, como creyentes y personas de fe, pongamos nuestra confianza en el Señor, para apoyarnos en su longanimidad y podamos salvar todo obstáculo que induce a la desazón y el conformismo.
Dios quiere que seamos felices, no importa cual sea nuestra condición, y esa felicidad solamente podemos encontrarla en Él, a través de la fe que nos lleva a la conversión y nos permite, con fuerza espiritual inaudita, pasar por valles de muerte y sufrimiento, para luego ver la misericordia y la gloria de Dios en todo lo que al momento nos resulta incomprensible. Felicidades y bendiciones en este nuevo año.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-01-04
El Ojo del Profeta
Violencia Irracional
El hombre en su naturaleza lleva el germen de la violencia que se manifestó en Caín contra su hermano Abel. Desde entonces, la humanidad experimenta el dolor y la muerte producto del odio que nace de la intolerancia y la animadversión hacia el prójimo. Lo que ocurre en la franja de Gaza no es más que la manifestación de ese odio, que parte y parte sienten mutuamente.
Peligroso y mortal resulta para la población indefensa el enfrentamiento entre la guerrilla terrorista islámica enquistada en Palestina y el ejército israelí. Ambos son cuerpos armados entrenados para hacer la guerra, independientemente de la legitimidad o no de su derecho a armarse. Los sufridos y las víctimas de ambos lados son, en su mayoría, personas civiles y, en muchos casos, indefensas ante la violencia arrolladora de los combatientes.
La violencia que protagonizan ambos lados es injustificada, aunque veamos las escenas idílicas de lucha, aparentemente, desigual o de defensa de la integridad de los habitantes de un estado. Tal atrocidad debe cesar y trasladarse al único escenario donde cada ser humano puede estar en igualdad con sus pares: la razón y el diálogo civilizado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.orgIr a Panorama Católico Edición Digital