2009-01-18
Editorial
Cambiar de actitud
Una frase que de manera permanente resalta, con letras grandes, en la fachada posterior del templo de Atalaya, hacia el parque o plaza del pueblo, reza así: “Cambia de actitud y vivirás". Tras los acontecimientos de las últimas semanas, esas palabras interpelan a todos aquellos que de pensamiento, palabra, obra y omisión participaron de los hechos.
Nada tenemos que regatear a los moradores que, en su amor y celo lugareño, reclamaron la restitución de la imagen del Nazareno. Nada de reprobar al párroco del lugar que, en su amor y celo pastoral, procuró, por los medios que consideró convenientes, hacer reparar la imagen que, innegablemente, necesita ser restaurada para su debida conservación y digna veneración.
Reprochamos, eso sí, la actitud de algunos que amenazaron, injuriaron y hasta casi secuestraron al párroco del lugar y al obispo de la diócesis; incluso antes que se confirmara, por las autoridades eclesiásticas, el traslado de la imagen del Nazareno para su restauración. No hay justificación ni derecho para obrar así. Lo propio, para el cristiano auténtico, es hablar primero con el hermano si este yerra. Si no atiende, hacerse acompañar de otros dos o tres hermanos. Si no escucha, se debe llevar el caso ante la Iglesia. Nada de esto se hizo.
Hasta el sol de hoy, sólo el Señor Obispo de Santiago ha reconocido su error y disculpado públicamente. ¿Y el resto? ¿Quién cambiará de actitud para tener vida? El tiempo nos dirá si la frase escrita en las paredes del templo son solamente para los peregrinos, que por millares copan el pueblo el primer domingo de Cuaresma, o también se aplica a los lugareños que, en un estado de emoción colectiva, ultrajaron a su párroco y al Pastor de su iglesia local.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Cambiar de actitud
Una frase que de manera permanente resalta, con letras grandes, en la fachada posterior del templo de Atalaya, hacia el parque o plaza del pueblo, reza así: “Cambia de actitud y vivirás". Tras los acontecimientos de las últimas semanas, esas palabras interpelan a todos aquellos que de pensamiento, palabra, obra y omisión participaron de los hechos.
Nada tenemos que regatear a los moradores que, en su amor y celo lugareño, reclamaron la restitución de la imagen del Nazareno. Nada de reprobar al párroco del lugar que, en su amor y celo pastoral, procuró, por los medios que consideró convenientes, hacer reparar la imagen que, innegablemente, necesita ser restaurada para su debida conservación y digna veneración.
Reprochamos, eso sí, la actitud de algunos que amenazaron, injuriaron y hasta casi secuestraron al párroco del lugar y al obispo de la diócesis; incluso antes que se confirmara, por las autoridades eclesiásticas, el traslado de la imagen del Nazareno para su restauración. No hay justificación ni derecho para obrar así. Lo propio, para el cristiano auténtico, es hablar primero con el hermano si este yerra. Si no atiende, hacerse acompañar de otros dos o tres hermanos. Si no escucha, se debe llevar el caso ante la Iglesia. Nada de esto se hizo.
Hasta el sol de hoy, sólo el Señor Obispo de Santiago ha reconocido su error y disculpado públicamente. ¿Y el resto? ¿Quién cambiará de actitud para tener vida? El tiempo nos dirá si la frase escrita en las paredes del templo son solamente para los peregrinos, que por millares copan el pueblo el primer domingo de Cuaresma, o también se aplica a los lugareños que, en un estado de emoción colectiva, ultrajaron a su párroco y al Pastor de su iglesia local.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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