2008-07-20
Editorial
Sin respeto, perdemos
A menudo escuchamos la queja de la falta de educación en el hogar, para formar a la niñez y la juventud en el respeto y el deber hacia sí mismos y los demás. Sin embargo, poco reconocemos que el modelo y el ejemplo deben venir, también, de la misma sociedad.
El reciente caso de una alumna de primer grado, a quien le fue encontrado un alijo de marihuana en su mochila escolar, nos conmueve y nos indigna, porque es el más claro acto de la falta de respeto de los mayores hacia los menores. ¿Quién escondió el perverso cargamento en la bolsa de una niña de 7 años? Su aviesa intención es una acción deleznable y ruin.
Nuestra sociedad, tan propensa a caer en la trampa de la “superación de tabúes”, que le tiende una corriente que busca la descomposición moral, es incapaz de distinguir, a plenitud, que los va-lores y los principios morales no son tabúes, sino lo que garantiza su propia supervivencia. Si caen los valores y los principios, todo lo demás caerá.
La aspiración de toda persona es ser feliz, y la felicidad se encuentra en hacer la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se salven. Volvamos la mirada hacia el camino de la fe y las buenas costumbres, para que nuestra vida sea respetuosa de nuestra propia vida y de la ajena, en todo los sentido.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Sin respeto, perdemos
A menudo escuchamos la queja de la falta de educación en el hogar, para formar a la niñez y la juventud en el respeto y el deber hacia sí mismos y los demás. Sin embargo, poco reconocemos que el modelo y el ejemplo deben venir, también, de la misma sociedad.
El reciente caso de una alumna de primer grado, a quien le fue encontrado un alijo de marihuana en su mochila escolar, nos conmueve y nos indigna, porque es el más claro acto de la falta de respeto de los mayores hacia los menores. ¿Quién escondió el perverso cargamento en la bolsa de una niña de 7 años? Su aviesa intención es una acción deleznable y ruin.
Nuestra sociedad, tan propensa a caer en la trampa de la “superación de tabúes”, que le tiende una corriente que busca la descomposición moral, es incapaz de distinguir, a plenitud, que los va-lores y los principios morales no son tabúes, sino lo que garantiza su propia supervivencia. Si caen los valores y los principios, todo lo demás caerá.
La aspiración de toda persona es ser feliz, y la felicidad se encuentra en hacer la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se salven. Volvamos la mirada hacia el camino de la fe y las buenas costumbres, para que nuestra vida sea respetuosa de nuestra propia vida y de la ajena, en todo los sentido.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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