2008-07-13
A tiro de piedra
La fiesta de Francia
Francia cumple 219 años de su revolución que inspiró a otras naciones, muchas de ellas en nuestro continente americano, a romper la sujeción a la monarquía y proclamarse como república. El “Ancient Régime”, despótico en sus últimas etapas, provocó la reacción de la muchedumbre reunida en las calles y en sitios simbólicos como el Campo de las Tullerías y el “Jeu de Paume”, que luego se avalanzó contra “La Bastille”, para hacer valer la voluntad del pueblo y controlar los cañones que apuntaban hacia los barrios.
La proclama de los Derechos de la Libertad del Hombre, en la que sobresale la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, es una pieza inspirada, también, por las raíces cristianas de una Francia que, igualmente, ha entrado en conflicto con ellas, al buscar la razón de ser del Estado y el libre albedrío que, dado por Dios, le asiste a cada hombre.
Esta fiesta francesa es, en su esencia, la fiesta de la humanidad, por los ideales que la inspiraron y la mantienen viva en la conciencia de cada hombre y mujer que aspira a ser libre. Ideales que no pierden su vigencia, a pesar del “Reinado del Terror” que se desató después, y que cobró la vida de miles de personas en la guillotina, incluidos líderes como Dantón y el propio Robespierre, victimario y víctima de ese régimen, cuyos Tribunales de la Revolución administraron, en ocasiones, la justicia más allá de la justicia misma.
Nada de esto último, sin embargo, le resta mérito al espíritu que inspiró la Revolución Francesa. Su intento por reconocer la autoridad del pueblo, a través de la institución de los Estados Generales, que tenían casi un siglo de no reunirse al momento de la revolución, es el más claro ejemplo de la búsqueda de la sociedad democrática que, después, contagiaría al resto de Europa y a nuestra América.
Si algo podemos aprender de Francia es la defensa de esos ideales, porque no todo ha sido dicha y felicidad después de aquel 14 de julio de 1789. Muy temprano experimentó la dictadura de Napoleón Bonaparte, que al momento de estallar la Revolución era un joven teniente de servicio en Las Tullerías, y las consecuentes guerras napoleónicas, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, y la emancipación de sus colonias en África y ultramar. Francia sabe de opresión y de libertad, pero no renuncia a los principios e ideales que la inspiraron a ser una democracia, y que ahora constituyen una pieza importante del patrimonio de la humanidad. ¡Vive la France! ¡Vive l'Humanité!
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
La fiesta de Francia
Francia cumple 219 años de su revolución que inspiró a otras naciones, muchas de ellas en nuestro continente americano, a romper la sujeción a la monarquía y proclamarse como república. El “Ancient Régime”, despótico en sus últimas etapas, provocó la reacción de la muchedumbre reunida en las calles y en sitios simbólicos como el Campo de las Tullerías y el “Jeu de Paume”, que luego se avalanzó contra “La Bastille”, para hacer valer la voluntad del pueblo y controlar los cañones que apuntaban hacia los barrios.
La proclama de los Derechos de la Libertad del Hombre, en la que sobresale la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, es una pieza inspirada, también, por las raíces cristianas de una Francia que, igualmente, ha entrado en conflicto con ellas, al buscar la razón de ser del Estado y el libre albedrío que, dado por Dios, le asiste a cada hombre.
Esta fiesta francesa es, en su esencia, la fiesta de la humanidad, por los ideales que la inspiraron y la mantienen viva en la conciencia de cada hombre y mujer que aspira a ser libre. Ideales que no pierden su vigencia, a pesar del “Reinado del Terror” que se desató después, y que cobró la vida de miles de personas en la guillotina, incluidos líderes como Dantón y el propio Robespierre, victimario y víctima de ese régimen, cuyos Tribunales de la Revolución administraron, en ocasiones, la justicia más allá de la justicia misma.
Nada de esto último, sin embargo, le resta mérito al espíritu que inspiró la Revolución Francesa. Su intento por reconocer la autoridad del pueblo, a través de la institución de los Estados Generales, que tenían casi un siglo de no reunirse al momento de la revolución, es el más claro ejemplo de la búsqueda de la sociedad democrática que, después, contagiaría al resto de Europa y a nuestra América.
Si algo podemos aprender de Francia es la defensa de esos ideales, porque no todo ha sido dicha y felicidad después de aquel 14 de julio de 1789. Muy temprano experimentó la dictadura de Napoleón Bonaparte, que al momento de estallar la Revolución era un joven teniente de servicio en Las Tullerías, y las consecuentes guerras napoleónicas, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, y la emancipación de sus colonias en África y ultramar. Francia sabe de opresión y de libertad, pero no renuncia a los principios e ideales que la inspiraron a ser una democracia, y que ahora constituyen una pieza importante del patrimonio de la humanidad. ¡Vive la France! ¡Vive l'Humanité!
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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