2009-12-27
La Voz del Pastor
Sagrada Familia
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, podemos adentrarnos en una reflexión necesaria para nuestros pueblos en Panamá donde la realidad familiar ha ido perdiendo su dimensión más profunda y trascendental, debido a la influencia de lo temporal, de lo desechable y descartable, donde nadie se siente obligado para vivir un compromiso cristiano más firme y auténtico, trabajando por la fidelidad y perseverancia en la permanencia de lo cristiano en las realidades mayores que nos pide nuestra Iglesia. Nosotros, los bautizados debemos tomar conciencia de nuestro deber cristiano y luchar por transformar la imagen de nuestras familias, tratando de descubrir aquellos valores transmitidos por nuestros antepasados que debemos rescatar para seguir adelante y hacer de nuestra realidad una expresión que responde al amor generoso de un Dios cercano y misericordioso.
El Papa Benedicto XVI en su carta Encíclica “Caritas in Veritate”, hablando de la familia humana, profundiza sobre el problema del individualismo permanente de nuestro mundo y las corrientes humanas y de carácter religioso que llevan a la persona a vivir dimensiones solitarias, donde se busca un encuentro con lo oculto y lo sincrético sin pensar en la integración comunitaria, a pesar de lo mucho que se habla de globalización y de la cercanía en que se presenta la comunicación, el ser humano sigue viviendo un mundo solitario, sin relación con la trascendencia y buscando nuevos métodos que lo introduzcan en lo desconocido y la novedad del momento, esto nos lleva a destruir la dignidad de la persona, pasando por encima de ella y destruyendo sus valores que deben estar por encima de la novedad en los nuevos descubrimientos científicos.
La comunidad humana nos pone en alerta para tratar de asumir aquellas expresiones que se han dejado de lado para iniciar nuevos procesos de integración, se habla mucho de la recuperación de la comunión de la persona, ya que una de las pobrezas más grandes en que puede estar imbuido el ser humano es la soledad; aunque debemos tener claro que todo tipo de pobreza surge del aislamiento y la exclusión de las personas; cuando erradicamos de nosotros la experiencia del amor, entonces vivimos una tragedia muy grande que puede llevar al suicidio, tanto del ser humano, como de la misma familia. Nosotros nos alienamos cuando vivimos solos o nos aislamos de la sociedad. De ahí que muchas de las dificultades para sacar adelante la familia es la autoexclusión de la persona y su poca capacidad de pensar y de tener grandes fundamentos para la vida.
Si nos ponemos a analizar la manera como surgió el núcleo familiar, podemos llegar a la conclusión que siempre se ha partido de la comunión, el diálogo, la solidaridad y la subsidiariedad, como elementos importantes que nunca se deben dejar de lado. Cuando faltan estos elementos nos comenzamos a autoexcluir y a ensimismarnos entre nosotros mismos, dejando de lado muchos valores que, debido a su exclusión de nuestros ambientes, nos llevan a la destrucción de la persona y a la pérdida de la importancia de la familia dentro de la sociedad. Esto no es bueno en ningún estado de vida, aún los monjes del desierto tuvieron momentos de encuentro, de diálogo y de escucha comprensiva para llegar a descubrirse como personas dentro de la soledad del retiro voluntario para buscar el proyecto de Dios en sus vidas.
En esta época de nuevos descubrimientos científicos, de luchas por incluir dentro de la sociedad a aquellas personas que no entran dentro del ámbito de la normalidad del género humano, de buscar los nuevos rostros dolientes de la época y de tantas reivindicaciones, la familia ocupa el primer lugar en esa búsqueda de salvar su dignidad y de buscar sus fundamentos para que recupere su ser propio dentro de la sociedad y todos, como cristianos, seamos abanderados en la búsqueda del bien común de la comunidad familiar.
Para eso debemos tomar ejemplo en la familia de Nazaret y en la comunidad Trinitaria, para poder darle un sentido trascendental a la familia como expresión del amor de Dios manifestado en la persona que busca la comunidad entre los seres humanos para ser imagen y expresión del Dios vivo y verdadero que busca el bien y la planificación de la persona en sociedad.
Que la Sagrada Familia nos siga inspirando para que nuestra comunidad familiar panameña vuelva a recuperar el horizonte de su dignidad y seamos capaces de descubrir cuánto bien nos hace el construir una familia unida y comunitaria para crear un ambiente social necesario para nuestros hijos y un futuro mejor para la sociedad entera.
Mons. Pedro Hernández Cantarero, cmf
Obispo del Vicariato Apostólico de Darién
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2009-12-27
A tiro de piedra
Otro año que pasa
Una canción popular para esta época de fin de año dice así: “Otro año que llega y otro que se va, dejando muchas promesas, nada de prosperidad. Tanto trabajar y no tengo ná, pero que tanto trabajar y no tengo ná”.
Al igual que ese canto, la vida de muchas personas transcurre año tras año, porque sus proyectos están fundados en metas materiales. Sabedoras de sus limitaciones financieras, aquellas insisten en pensar que la situación económica les cambiará de la nada. Apuestan a la suerte y el azar, soñando con ganarse la lotería o el primer premio de alguna rifa. Quieren casa, carro, muebles nuevos, y cuanta cosa el dinero pueda comprar, pero sin hacer propósito de cambio personal. Y de esa forma resultan más los decepcionados que los afortunados.
En vez de pedirle a Dios el discernimiento y la gracia para aprender un oficio, estudiar una carrera, capacitarse para conseguir un mejor empleo, o sabiduría para administrar sus bienes, persiguen cosas que están fuera de su alcance o son producto de la casuística. Eligen, sin tener conciencia plena, el camino equivocado que lleva a la frustración y la perdición.
Si nos atenemos a las promesas de prosperidad de nuestra imaginación y de otras personas, acabamos como dice la canción. Ponemos la esperanza en uno y otro año, para al final ver cómo el tiempo se nos ha ido sin aprovecharlo. Trabajamos en vano, al endeudarnos y pasarnos gran parte de nuestra vida pagando deudas y malgastando el dinero, porque nos dejamos arrastrar por la vanidad del mundo, aparentando y adquiriendo bienes innecesarios.
Otro año que llega, es verdad, pero esta vez procuremos poner nuestra confianza en quien sí cumple sus promesas: Dios. Miremos la humildad de la Familia de Nazaret, e imitémosla. Saquemos cuenta de nuestras deudas, para cancelarlas. Quizá no podamos hacerlo en un año, sino en varios, pero es mejor que pasarnos mucho más tiempo pagando el nuevo endeudamiento. Intentemos cubrir primero nuestras necesidades de alimento, vestido y vivienda, y luego lo demás. Pongámonos prioridades y, con lo que sobra, nos damos aquellos placeres que sean moralmente legítimos. Poco o mucho, se disfrutan más si no nos endeudamos por ellos.
Dios quiere la felicidad para sus hijos, pero esa felicidad no está en el lujo y la opulencia, ni en ningún tipo de bienes o recompensa material. No es eso lo que nos da la vida ni nos trae la felicidad. Busquemos dentro de nosotros mismos, y encontraremos la respuesta. Son las cosas de arriba las que hemos de desear primero, y todo lo demás se nos dará por añadidura.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-27
Editorial
La familia como iglesia doméstica
Desde antiguo la familia ha sido la base de la sociedad. Clanes, tribus, pueblos y naciones están conformados por múltiples núcleos familiares. Sin familia, difícilmente podría subsistir la sociedad. Seríamos una legión de individuos sin nexos ni intereses comunes, porque sería el individualismo lo que primaría, empujándonos hacia el precipicio de la ley del más fuerte.
La familia, quiso Dios, es el lugar donde se aprende el amor, se aprende la lengua, las costumbres, se transmite la fe. Aunque la familia se forma de la unión de un hombre y una mujer, ella tiene una misión mucho más grande y profunda. Desde el punto de vista de la fe, la familia es la iglesia doméstica en donde se conoce a Dios y se vive la expresión más sublime del sentido de comunidad.
En la actualidad, la institución familiar es atacada con saña y con el aguijón del sofisma de la corriente mundana que busca destruirla. Falsos conceptos de familia quieren imponerse, a través de legalismos y enunciación de supuestos derechos, que no son más que la ponzoña del demonio.
A ejemplo de la Familia de Nazaret, que también vivió la persecución de los príncipes de este mundo, que buscaban su aniquilación, los cristianos enfrentamos el desafío de defender la familia. No con armas ni mentiras, sino con la fe firme en Dios de conformar familias que sean verdaderas iglesias domésticas, para la salvación del mundo y la instauración del Reino de Dios.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-27
El Ojo del Profeta
Memoria histórica
Resguardar la historia de la nación es una obligación de las autoridades y de la población, porque de esa forma podemos pasar de generación a generación los sucesos, la forma de vida, el conocimiento, los acontecimientos que alguna vez marcaron la vida de nuestro pueblo y nuestra sociedad. Mas que el simple cumplimiento de un protocolo o práctica común de los estados, la memoria histórica constituye la fuente del saber que nos habla de nuestro origen, de lo que hemos hecho, y de lo que nos identifica como nación.
En ese sentido, la promesa gubernamental de cuidar y potenciar el Archivo Nacional es bienvenida. La desidia de las autoridades y la indolencia de algunos historiadores y usuarios que lo depredaban y vandalizaban sin misericordia. Quiera Dios y esta promesa se cumpla y se extienda a otras instituciones que custodian la historia panameña, como las parroquias, los museos, las escuelas y bibliotecas públicas diseminadas por el país, y que también necesitan la ayuda y la asistencia de expertos en conservación de archivos y documentos antiguos e históricos. Es un patrimonio intangible y de una riqueza invaluable, difícil de recuperar si lo dejamos perder.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-20
Ventana Pontificia
Benedicto XVI: “Leer en el sufrimiento una experiencia del Adviento”
Publicamos parte del discurso que Benedicto XVI dirigió el pasado domingo a los enfermos y al personal médico y asistencial de la Casa de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús de Roma.
¡Queridos hermanos y hermanas!
He aceptado con gusto la invitación a hacer una visita a la Casa-Asilo de la Fundación Roma y estoy muy contento de estar entre vosotros. Dirijo mi cordial saludo al Cardenal Vicario Agostino Vallini, a los Excelentísimos Obispos Auxiliares y a los Sacerdotes presentes.
Agradezco mucho al Profesor Emmanuele Emanuele, Presidente de la Fundación Roma, y a Don Leopoldo dei Duchi Torlonia, Presidente del Círculo de San Pedro, por las significativas palabras que me han dirigido amablemente.
Con ellos saludo a la Dirección de la Casa-Asilo de la Fundación Roma, a su Presidente, el Señor Alessandro Falez, al Personal sanitario, de enfermería y administrativo, a las Hermanas y a cuantos prestan de diversas maneras su servicio en esta venerable institución.
Muestro un particular aprecio a los Voluntarios del Círculo de San Pedro, de los que conozco el celo y la generosidad con los que llevan ayuda y consuelo a los enfermos y a sus familiares. La Casa-Asilo de la Fundación Roma nació en 1998, con la denominación de Casa de Caridad del Sagrado Corazón, por iniciativa del entonces Presidente General del Círculo de San Pedro, Don Marcello dei Marchesi Sacchetti, a quien saludo con viva y grata deferencia.
La tarea de esta institución es el cuidado de los pacientes terminales, para aliviar el sufrimiento tanto como sea posible y acompañarles con cariño durante la enfermedad. Los internos de la Casa-Asilo, en once años, han pasado de tres a más de treinta, con un seguimiento diario por parte de los médicos, las enfermeras y los voluntarios. A ellos debemos añadir los noventa asistidos a domicilio.
Todo ello contribuye a hacer de la Casa-Asilo de la Fundación Roma, que con el tiempo se ha enriquecido con la Unidad de Alzheimer y con un proyecto de asistencia experimental dirigido a personas afectadas por la Esclerosis Lateral Amiotrófica, una realidad particularmente significativa, en el panorama de la sanidad romana.
¡Queridos amigos! Sabemos que algunas graves patologías producen inevitablemente en los enfermos momentos de crisis, de desfallecimiento y una seria confrontación con su situación personal. Los progresos en las ciencias médicas a menudo ofrecen los instrumentos necesarios para afrontar este desafío, al menos en lo que se refiere a los aspectos físicos. Sin embargo, no siempre es posible encontrar cura para cada enfermedad y, en consecuencia, en las casas de acogida y en las estructuras sanitarias de todo el mundo nos tropezamos a menudo con el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas incurables, y muchas veces en fase terminal.
Hoy, la prevalente mentalidad de la máxima eficacia tiende a menudo a marginar a estas personas, considerándolas una carga y un problema para la sociedad. Quien tiene sentido de la dignidad humana sabe, en cambio, que deben ser respetados y apoyados mientras afrontan la dificultad y el sufrimiento ligado a su estado de salud.
Con ese objetivo, hoy se recurre cada vez más a la utilización de los cuidados paliativos, que pueden aliviar el dolor derivado de la enfermedad y ayudar a las personas enfermas a vivirla con dignidad. Sin embargo, además de los indispensables cuidados clínicos, hay que ofrecer a los enfermos gestos concretos de amor, de cercanía y de cristiana solidaridad para salir al encuentro de su necesidad de comprensión, de consuelo y de constante ánimo.
Es lo que se realiza con éxito aquí, en la Casa-Asilo de la Fundación Roma, que coloca en el centro de su compromiso el cuidado y la acogida urgente de los enfermos y de sus familias, en consonancia con lo que enseña la Iglesia, la cual, a través de los siglos, se ha mostrado siempre como madre amorosa de los que sufren en el cuerpo y en el espíritu.
Al complacerme por la encomiable obra desarrollada, deseo alentar a cuantos, haciéndose iconos concretos del buen samaritano, que “tiene compasión y cuida del prójimo” (cf Lc 10,34), ofrecen cotidianamente a sus acogidos y a sus congénitos una asistencia adecuada y atenta a las necesidades de cada uno.
Queridos enfermos, queridas familias, acabo de conoceros personalmente y he visto en vuestros ojos la fe y la fuerza que os sostienen en las dificultades. He venido para ofrecer a cada uno un concreto testimonio de cercanía y de afecto. Os aseguro mi oración, y os invito a encontrar en Jesús apoyo y consuelo, para no perder nunca la confianza y la esperanza. Vuestra enfermedad es una prueba bien dolorosa y singular, pero ante el misterio de Dios, que ha asumido nuestra carne mortal, adquiere su sentido y se convierte en don y ocasión de santificación.
Cuando el sufrimiento y las molestias se vuelvan más fuertes, pensad que Cristo os está asociando a su cruz porque quiere decir a través vuestro una palabra de amor a cuantos han perdido el camino de la vida y, encerrados en su propio vacío egoísmo, viven en el pecado y en la lejanía de Dios. De hecho, vuestro estado de salud da testimonio de que la vida verdadera no está aquí, sino cerca de Dios, donde cada uno de nosotros encontrará su alegría si humildemente ha seguido los pasos del hombre más verdadero: Jesús de Nazaret, Maestro y Señor.
El tiempo de Adviento, en el que estamos inmersos, nos habla de la visita de Dios y nos invita a prepararle el camino. A la luz de la fe podemos leer en la enfermedad y en el sufrimiento una particular experiencia del Adviento, una visita de Dios que de manera misteriosa viene al encuentro para liberar de la soledad y del sinsentido y transformar el dolor en momento de encuentro con Él, de esperanza y de salvación.
El Señor viene, ¡está aquí, junto a nosotros! Que esta certeza cristiana nos ayude a comprender también la “tribulación” como la manera como Él puede salir al encuentro y convertirse para cada uno en el “Dios cercano” que libera y salva.
La Navidad, para la que nos estamos preparando, nos ofrece la posibilidad de contemplar al Niño Santo, la luz verdadera que viene a este mundo para manifestar “la gracia salvadora de Dios a todos los hombres (Tt 2,11). A él, con los sentimientos de María, nos confiamos totalmente a nosotros mismos, nuestra vida y nuestras esperanzas.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2009-12-20
A tiro de piedra
Mis recuerdos de la Invasión
Han pasado 20 años desde la Invasión estadounidense a Panamá el 20 de diciembre de 1989. Mucho se ha dicho y mucho se dice; peor aún, quedan heridas abiertas que difícilmente sanarán. Relato parte de mi experiencia.
Aquella fecha vivía (yo) frente al Hotel Colón, por las calles B y 12 Oeste, cerca del Café Coca Cola y la Plaza de Santa Ana, a 10 calles y a menos de un kilómetro de distancia del Cuartel Central de la Guardia Nacional, ubicado en El Chorrillo. Los tiros, los cañonazos, el vuelo de los helicópteros y aviones, los gritos de la gente, y las llamas, estuvieron al alcance de mis oídos y de mi vista.
Esa noche llegué a casa a las 10:30 y media hora después llamó uno de mis hermanos. Los “gringos se metieron”, nos dijo. Nos asomamos al balcón, pero todo estaba desierto. Pasados unos minutos, se escucha un rumor como de marea. Era un gentío que venía con chiquillos, bolsas y tamugas en brazos. Reconozco a uno que le decíamos Bemba, y me confirma que los soldados gringos estaban en El Límite, conminando a las Fuerzas de Defensa a rendirse. También me dijo asombrado: “mucha gente se ha quedado a mirar, en vez de huir”.
Un rato después, los Macho de Monte, en sus motocicletas y con su sombrero montuno a la pedrada y el lanzacohetes a la espalda, arriaban a la gente que huía de El Chorrillo, para alejarla de lo que, menos de una hora después, sería la zona de guerra. A todo esto, nada en la televisión.
A las 12:30 de la noche se escuchó el vuelo de un helicóptero. No se podía ver, pero el sonido delataba que pertenecía a las fuerzas estadounidenses. Los años previos de guerra sicológica, ya nos habían enseñado a discernir entre el equipo bélico de aquellos y el de los panameños. Diez minutos después, los disparos de fusilería y ametralladora se escuchaban. Rastreo la televisión: nada. El canal ocho pasaba un musical de Michael Jackson. Diez para la una, un cañonazo fuerte. Tras unos breves minutos, se desató el fuego de artillería y no paró hasta las 2:30 de la madrugada. Para la 1:00 de la mañana, sale el presidente George Bush comunicando al mundo que había ordenado la invasión a Panamá. En el canal dos local, apareció el logo del Comando Sur y una voz en español advertía a la población que no saliera de sus casas ni se asomará a las ventanas o a los balcones. El cintillo de la clave “chácara” se vio poco, y no tuvieron tiempo de pasar la alerta de combate. Sólo el canal ocho pasaba la clave “delta” de los gringos.
Las llamas que provenían del cuartel central no tardaron en aparecer. Hice contacto con ACAN-EFE, y transmitía con el sonido de los cañonazos de fondo. Fabio Agrana, al otro lado de la línea, apenas podía creerlo. Igual hice para la agencia UCAN News de Filipinas. A las 4:30 de la madrugada, se reanudó el bombardeo. Luego, más brevemente, a las 6:30 de la mañana.
Ya de día, disparos esporádicos. Luego, el saqueo de la Avenida Central y los comercios aledaños. Al mediodía vemos los primeros soldados gringos por el Casco Antiguo. La Invasión estaba consumada, y el fuego que se desató a la aurora del 20 de diciembre de 1989, ya había consumido El Chorrillo. Esos son mis recuerdos de aquella noche.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-20
Editorial
20 años después
Hace 20 años Panamá tuvo la experiencia de la Invasión decretada por los Estados Unidos, que se cobró con cientos de muertos y daños materiales multimillonarios. Los recuerdos siguen frescos y aún quedan tareas pendientes por cumplir. Una deuda social que, en justicia, debe saldarse.
Mucho sufrió el pueblo antes, durante y después de aquel fatídico acontecimiento. Mezquinos intereses, soberbia política, apego al poder, y desprecio por la voluntad popular impidieron otra salida menos cruenta y sangrienta. El precio que se pagó por la recuperación de la democracia fue alto y no puede ser olvidado. La historia, también debe ser contada y enseñada libre de sesgos y acomodamientos ideológicos, que la trastocan y la desvirtúan, y que sólo sirven para satisfacer el ego de quien recurre a ellos. A cada quien hay que dar lo que le corresponda, tanto en justicia como en verdad.
Son dos décadas en las que hemos avanzado, nos hemos estancado, y hemos retrocedido en algunos aspectos. En mora estamos con algunos puntos plasmados en aquella Agenda de Reconstrucción Civilista, que fue el compromiso de los dirigentes que, de manera abrumadora, el pueblo apoyó y respaldó. Justicia, trabajo, salud. educación, vivienda, seguridad pública, y paz social, son promesas que aún faltan por cumplir plenamente.
Que la sangre derramada, antes y durante la Invasión, no haya sido en vano. Que tanto esfuerzo por reconstruir el país no se pierda. Y que la democracia recobrada, aún con todos sus desengaños y sueños fallidos, se mantenga firme en la mente, la voluntad y el corazón del pueblo panameño. La Invasión estuvo en manos de otros, en las nuestras está construir nuestra liberación como sociedad, pueblo y nación, con respeto y dignidad para todas las personas que compartimos esta tierra istmeña.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-20
El Ojo del Profeta
¿Qué celebramos?
Cada celebración en la vida del hombre y de la humanidad tiene un por qué, un fundamento, una razón. Conmemorar y celebrar un acontecimiento importante busca mantener presente la memoria de lo ocurrido, para que sea aprendido, recordado y transmitido de una generación a otra. De allí la importancia de ser fieles a la historia y a los hechos, para que no haya desvíos ni desvaríos en cuanto a la razón de ser de la celebración.
En la confección de los adornos y piezas instaladas en la Cinta Costera, para celebrar la Navidad, se incluyen figuras que poco o nada tienen que ver con la Navidad. Duendes, sirenas, ratones, y otros personajes de historietas, están de más. Lo que resultaría apropiado para otra ocasión deviene en esperpentos, cuando se les hace pasar por símbolos navideños. Podrán algunas ser muy bonitas, desde el punto de vista artístico, pero son inapropiadas y están fuera de tono. La Navidad tiene un centro: Cristo; al que acompaña un pueblo representado en los pastores y los reyes magos, junto a las celestiales figuras de los ángeles. De celebrarse, ha de ser así. Hacer otra cosa es trastocar su verdadero sentido.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-13
Ventana Pontificia
La doctrina eucarística, sabiduría milenaria
Ofrecemos parte de la catequesis del Papa Benedicto XVI el miércoles 9 de diciembre, durante la audiencia general, a los peregrinos reunidos en el Aula Pablo VI.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy conoceremos a otro monje benedictino del siglo XII. Su nombre es Ruperto de Deutz, una ciudad cercana a Colonia, sede de un famoso monasterio. Ruperto mismo habla de su propia vida en una de sus obras más importantes, titulada La gloria y el honor del Hijo del hombre, que es un comentario parcial al Evangelio de Mateo. Aún niño, fue acogido como “oblato” en el monasterio benedictino de San Lorenzo en Lieja, según la costumbre de la época de confiar a uno de los hijos a la educación de los monjes, pretendiendo hacer un don a Dios. Ruperto amó siempre la vida monástica. Aprendió bien pronto la lengua latina para estudiar la Biblia y para gozar de las celebraciones litúrgicas. Se distinguió por su integrísima rectitud moral y por el fuerte apego a la Sede de san Pedro.
Su tiempo estuvo marcado por los enfrentamientos entre el Papado y el Imperio, a causa de la llamada “lucha de las investiduras”, con la que –como he señalado en otras catequesis– el Papado quería impedir que el nombramiento de los obispos y el ejercicio de su jurisdicción dependieran de las autoridades civiles, que estaban guiadas ante todo por motivaciones políticas y económicas, y no ciertamente pastorales. El obispo de Lieja, Otberto, se resistía a las directrices del Papa, y mandó al exilio a Berengario, abad del monasterio de San Lorenzo, precisamente por su fidelidad al Pontífice. (…)
Escritor fecundo, Ruperto ha dejado numerosísimas obras, aún hoy de gran interés, también porque participó en varias importantes discusiones teológicas de su tiempo. Por ejemplo, intervino con determinación en la controversia eucarística, que en 1077 había llevado a la condena de Berengario de Tours. Este había dado una interpretación reduccionista de la presencia de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía, definiéndola como sólo simbólica.
En el lenguaje de la Iglesia no había entrado aún el término “transustanciación”, pero Ruperto, utilizando a veces expresiones audaces, se hizo decidido defensor del realismo eucarístico y, sobre todo en una obra titulada De divinis officiis (Los oficios divinos), afirmó con decisión la continuidad entre el Cuerpo del Verbo encarnado de Cristo y el presente en las Especies eucarísticas del pan y del vino. Queridos hermanos y hermanas, me parece que en este punto debemos también pensar en nuestro tiempo; también hoy existe el peligro de redimensionar el realismo eucarístico, es decir, de considerar la Eucaristía casi como solo un rito de comunión, de socialización, olvidando muy fácilmente que en la Eucaristía está presente realmente Cristo resucitado -con su cuerpo resucitado – que se pone en nuestras manos para hacernos salir de nosotros mismos, incorporarnos a su cuerpo inmortal y guiarnos así a la vida nueva.
Como otros teólogos del Medioevo, también Ruperto se preguntaba: ¿por qué el Verbo de Dios, el Hijo de Dios, se hizo hombre? Algunos, muchos, respondían explicando la encarnación del Verbo con la urgencia de reparar el pecado del hombre. Ruperto, en cambio, con una visión cristocéntrica de la historia de la salvación, ensancha la perspectiva, y en una obra suya titulada La glorificación de la Trinidad sostiene la postura de que la Encarnación, acontecimiento central de toda la historia, había sido prevista desde la eternidad, aún independientemente del pecado del hombre, para que toda la creación pudiese alabar a Dios Padre y amarlo como una única familia reunida en torno a Cristo, el Hijo de Dios.
Como otros teólogos del Medioevo, también Ruperto se preguntaba: ¿por qué el Verbo de Dios, el Hijo de Dios, se hizo hombre? Algunos, muchos, respondían explicando la encarnación del Verbo con la urgencia de reparar el pecado del hombre. Ruperto, en cambio, con una visión cristocéntrica de la historia de la salvación, ensancha la perspectiva, y en una obra suya titulada La glorificación de la Trinidad sostiene la postura de que la Encarnación, acontecimiento central de toda la historia, había sido prevista desde la eternidad, aún independientemente del pecado del hombre, para que toda la creación pudiese alabar a Dios Padre y amarlo como una única familia reunida en torno a Cristo, el Hijo de Dios. Él ve entonces en la mujer encinta del Apocalipsis toda la historia de la humanidad, que está orientada a Cristo, así como la concepción está orientada al parto, una perspectiva que ha sido desarrollada por otros pensadores y valorada también por la teología contemporánea, la cual afirma que toda la historia del hombre y de la humanidad es concepción orientada al parto de Cristo.
En la interpretación de la Biblia, Ruperto no se limita a repetir la enseñanza de los Padres, sino que muestra su originalidad. Él, por ejemplo, es el primer escritor que ha identificado a la esposa del Cantar de los Cantares con María santísima. Así su comentario a este libro de la Escritura se revela como una especie de summa mariológica, en la que se presentan los privilegios y las excelentes virtudes de María. (…)
Ruperto, además, procura insertar su doctrina mariológica en la eclesiológica. En otras palabras, él ve en María santísima la parte más santa de la Iglesia entera. De ahí que mi venerado predecesor, el papa Pablo VI, en el discurso de clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, proclamando solemnemente a María Madre de la Iglesia, citó precisamente una proposición tomada de las obras de Ruperto, que define a María como portio maxima, portio optima – la parte más excelsa, la parte mejor de la Iglesia (cfr In Apocalypsem 1.7, PL 169,1043).
De estas rápidas pinceladas nos damos cuenta de que Ruperto fue un teólogo fervoroso, dotado de gran profundidad. Como todos los representantes de la teología monástica, supo conjugar el estudio racional de los misterios de la fe con la oración y con la contemplación, considerada como la cumbre de todo conocimiento de Dios. Él mismo habla alguna vez de sus experiencias místicas, como cuando confía la inefable alegría de haber percibido la presencia del Señor: “En ese breve momento –afirma– experimenté qué verdadero es eso que él mismo dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (De gloria et honore Filii hominis. Super Matthaeum 12, PL 168, 1601). También nosotros podemos, cada uno de su propia forma, encontrar al Señor Jesús, que incesante-mente acompaña nuestro camino, se hace presente en el pan eucarístico y en su Palabra para nuestra salvación.
S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2009-12-13
A tiro de piedra
La auténtica Navidad
El tiempo navideño es esperado por millones de pobladores del mundo; sin embargo, la espera es diferente, según la fe y la motivación de las personas. Mientras unos celebran el nacimiento de Jesús, otros se dedican al festejo mundano y a engrosar las arcas de sus negocios.
Para nosotros los cristianos la Navidad se ha de vivir de forma auténtica, procurando mantener como centro de la celebración a Cristo que se hace hombre, para hacer morada entre nosotros. Toda acción de parte nuestra debe tender hacia la figura de Jesús Niño, que nace de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Este misterio, manifestado en Belén, tenemos que anunciarlo al mundo y enseñarlo a nuestros hijos y familiares.
Ante tanta distorsión de la Navidad, los esfuerzos tienen que redoblarse. Nuestras casas han de ser ejemplo para los demás, tanto en los signos cristianos navideños, como en la actitud de amor y paz cristiana que asumamos. Un hogar decorado con sencillez y símbolos auténticamente cristianos, apegados al relato evangélico, llamará la atención de los otros y ayudará a comprender el significado real de la fiesta que celebramos. Pero más importante y llamativo será el modo en que nuestra conducta le diga al otro que Cristo está en mí, que él me transforma, y que por Él me hago más humano y solidario.
Si queremos contribuir a preservar el auténtico sentido de la Navidad, cada uno de nosotros puede hacerlo a través de cosas sencillas. Podemos confeccionar tarjetas de felicitación para los amigos y vecinos, con la frase “Feliz Navidad”, y brevemente citar el Evangelio, con un mensaje que diga que Cristo es la Navidad. Podemos programar una reunión sencilla, con alguna lectura bíblica propia del tiempo, cantos bien escogidos, y hacer una breve explicación de los signos que usamos en casa. Nada de regaños ni larga charla; mas bien algo humilde y ameno, que atraiga y motive.
Nuestra celebración debe ser alegre, no ruidosa. Comer y beber con moderación, y compartir con aquel que no tiene ni comida ni amistad. Salgamos a reconciliarnos con quien hayamos tenido alguna diferencia o enemistad, para dar razón de nuestra esperanza en este tiempo. Acerquémonos a nuestra parroquia o templo que frecuentamos, para ayudar en las posadas y los demás actos de preparación para la Navidad. Acordémonos de donar alguna bolsa de alimentos para los pobres, medicinas para los enfermos, artículos de aseo para los reclusos, y leche y pañales para los niños lactantes. Que esto sea de lo primero en nuestra lista de compras.
La Navidad se vive mejor si lo interior de nosotros mismos está tan bien cuidado y arreglado como el exterior de nuestra apariencia u hogar. A imitación de Cristo, procuremos hacer morada con los que nos rodean, para que experimentemos una Navidad diferente, una Navidad auténtica.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-13
Editorial
Uso abusivo de armas
Muchas son las veces en que hemos advertido sobre la tenencia masiva y el abuso en el uso de armas de fuego, por las consecuencias que acarrea para las personas y la sociedad. Poco caso se ha hecho a este señalamiento, y en otros aspectos, ninguno. Falta, sin duda, mayor acción de la autoridad y más responsabilidad por parte de la población armada.
El reciente incidente protagonizado por el director de un reconocido colegio, vuelve a poner sobre el tapete el tema de la posesión de armas de fuego. En un momento de ira, por un hecho de poca monta, se dispara contra alguien desarmado, con el consiguiente trauma y las consecuencias que el hecho acarrea para la víctima y el victimario.
Larga es la cadena de muertos y heridos que ocasiona el uso abusivo de las armas, en la que se entremezclan los asesinos y delincuentes con quienes, por causa de un acto irracional, también, se hacen criminales sin habérselo propuesto. Triste es la historia de unos y otros, al igual que el saldo de dolor y sangre que dejan como producto de sus actuaciones.
Ojalá el hecho que nos ocupa sirva para apresurar la aprobación de una legislación que controle más la posesión y el uso de las armas de fuego, para disuadir a sus propietarios y a quienes las obtienen de manera ilegal, a que no sean utilizadas con fines aviesos. Quiera Dios que este nuevo llamado no caiga en saco roto.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-13
El Ojo del Profeta
Patrimonio cultural
A lo largo de la historia diferentes aspectos y situaciones de la humanidad han quedado plasmados en diversas obras de arte, que ayudan a conocer la vida de las naciones y los pueblos en determinado momento. Muchas de esas obras reposan en museos, al alcance de todo el que quiera verla o estudiarla, otras no, porque son “propiedad” de particulares, especialmente de personas con poder y dinero abundante.
Las principales obras y testimonios, como los manuscritos, deben pasar de las manos privadas a los museos, para que puedan ser apreciadas por el resto de los mortales. De manera especial las que se han obtenido de manera ilícita, producto del contrabando y el crimen. Poco aprovecha que estén en manos de un puñado de individuos, en vez de estar al alcance de la mayoría.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-06
La Voz del Pastor
La Inmaculada Concepción de María, en la pedagogía divina
En la bula Ineffabilis Deus, de Pío LX (1846 – 1878), del 8 de diciembre de 1854, este pontífice promulga el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Esto significa que la Iglesia declara pública y solemnemente que esta doctrina ha sido revelada por Dios. He aquí sus palabras textuales:
“…Para honor de la santa e individua Trinidad, para gloria esplendor de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, la de los santos apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, está revelada por Dios, y, por consiguiente, ha de ser creída firme y constantemente por todos los fieles.
Con respecto a este dogma, resulta interesante percibir la pedagogía seguida por Dios, para llevar a la Iglesia a formularlo. Podemos hablar de una preparación remota, seguida de una próxima y otra inmediata. Posteriormente vendrán el cumplimiento, el seguimiento y las consecuencias.
La prelación remota y fundamental se encuentra en las Sagradas Escrituras, en textos como Efesios 1, 3-8:
“Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
El nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él, por el amor.
El nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos adoptivos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
En él, hemos sido redimidos por su sangre, y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento”.
En este texto, hay que destacar la bendición que el Padre nos comunica por el misterio pascual de Cristo. Esta se explicita en las proposiciones siguientes: En él, hemos sido elegidos, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante Dios. En Cristo, hemos recibido la condición de hijos adoptivos de Dios, y en él, hemos alcanzado la redención y el perdón de los pecados.
Todos los cristianos, pues, somos hombres y mujeres “benditos”, en Cristo, por medio de los sacramentos de iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la primera eucaristía. Somos herederos de todos los bienes consignados en el párrafo anterior. María, miembro supereminente de la raza humana y de la Iglesia, es “bendita entre todas la mujeres”, con todas las prerrogativas que de allí se siguen, porque Dios ha querido aplicarle anticipadamente los méritos de la pasión, muerte y resurrección de su Hijo: Ella es la primera redimida, desde el momento de su concepción. Ha recibido directamente de Dios lo que los demás recibimos, por mediación de la Iglesia, en los sacramentos de iniciación cristiana.
En su saludo, el arcángel Gabriel la llama “llena de gracia”, “kejaritomene” (agraciada), un participio perfecto, pasivo y femenino, griego, que indica una acción que empieza en el pasado, se prolonga en el presente, y queda abierta al futuro. Ya, en ese momento, María es la plena de gracia, como condición habitual, y el Señor está con ella, prescindiendo de lo que responda a la propuesta de Dios para el futuro. Por eso, el mensajero la exhorta a la alegría (cf Lc 1:28).
De cara al futuro, Gabriel le anuncia el designio salvífico de Dios para toda la humanidad y su participación en esta obra. Evangelizada, María escucha, cree y responde con asentimiento absoluto. En ese momento, se encarna el Verbo de Dios en sus purísimas entrañas. Ha sido doblemente bendecida por su participación en el misterio de Cristo, misterio de salvación: primero, porque Dios la ha preservado de toda mancha de pecado original, desde su concepción. Luego porque ha respondido con fe y obediencia a la buena noticia de su futura maternidad virginal par la salvación del mundo.
Portadora de la alegría del Evangelio, la comparte con los de casa, como evangelizadora. Rebosante del Espíritu Santo, su prime Isabel la acoge jubilosa y la proclama bendita entre las mujeres, como bendito es el fruto de sus entrañas. También la declara dichosa, porque ha creído que lo que el Señor le ha dicho se cumplirá (cf Lc 1, 39-45).
De igual manera, la alegría de María evangelizadora se hace patente en su cántico de alabanza: Asegura que todas las generaciones la proclamarán bienaventurada, precisamente porque Dios, omnipotente se ha fijado en la humildad de su sierva para hacer grandes en ella y por ella. (cf Lc 1, 46-50). El arco de esta acción del Altísimo abarca el pasado, el presente y el futuro.
A partir del siglo II, la fe en la Inmaculada Concepción de María ha estado implícita en la fe de la Iglesia. A partir del siglo V empieza a explicitarse esta verdad. A fines del siglo VII o comienzos del VIII, empieza a celebrarse en Oriente la fiesta de la concepción de María. En los siglos posteriores, esta celebración se extiende a Irlanda, Inglaterra, Francia, Bélgica, España y Alemania. En el siglo XVIII, Clemente XI (1700 – 1721) la declara fiesta de precepto para la Iglesia universal, y, en el siglo XIX (8 de diciembre de 1854), Pío IX sanciona, con su supremo magisterio, una doctrina que siempre había estado implícita en la fe de la Iglesia, como ya hemos visto.
La providencia divina condujo a la Iglesia a madurar esta doctrina con una sabia pedagogía. La afinó con la revelación de la Medalla milagrosa a santa Catalina Labouré el 27 de noviembre de 1830, y la corroboró con las apariciones de Nuestra Señora a santa Bernardita Soubirous, en Lourdes, a partir del 11 de febrero de 1858.
Catalina Labouré era una hermana de la caridad de san Vicente de Paúl. En la fecha susodicha, se le apareció la Virgen, y le recomendó que acuñaran una medalla que mostrara en el anverso la imagen de María milagrosa rodeada de la frase: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. En el reverso, aparecerían las iniciales MA y una cruz que tendría en la base el sagrado corazón de Jesús y el corazón inmaculado de María. En el perímetro, iría una corona de estrellas.
La Virgen prometió ayudas especiales a quienes llevaran esta medalla y pidieran con fe su auxilio en el combate contra el pecado.
En Lourdes, la Virgen se apareció 18 veces a santa Bernardita, desde el 11 de febrero al 16 de julio de 1858. El 25 de marzo Bernardita le preguntó su nombre, y la dulce Señora le respondió: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Este dogma nos recuerda que es posible y necesario construir un mundo nuevo, del cual hayamos desterrado el pecado y la injusticia, donde Dios sea todo en todos, y reine como soberano absoluto, como reina en el corazón inmaculado de María. La Iglesia, Reino de Cristo, es signo de este reino e instrumento para construirlo. Cristo debe reinar hasta someter a todos sus enemigos, recapitular todas las cosas en sí mismo, y entregar su reino al Padre (cf 1 Cor 15, 20-28).
¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a tu auxilio, en la lucha contra el pecado, la opresión, la injusticia y todos los enemigos del Reino de Dios!
Mons. Oscar Mario Brown
Obispo de Santiago
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2009-12-06
A tiro de piedra
Los derechos humanos son para todos
El mundo actual se desgañita clamando por los derechos humanos de las naciones y las minorías, hasta extiende derechos a las plantas y los animales, pero permanece impávido ante la persecución y el asesinato de los cristianos.
Casi sin darnos cuenta guardamos silencio ante la masacre que se cobra la vida de miles de cristianos anualmente, en los países donde son perseguidos y asesinados. Sudán, Irak, Yemén, India, Somalia, Argelia, y otros, son parte de esa orgía de sangre que se ensaña contra los cristianos. En algunos casos el genocidio es comparable al ocurrido en los tiempos de Hitler contra los judíos y que, aún 70 años después nos asombra.
Dar muerte a una persona por el solo hecho de ser cristiano, ya es cosa común en algunos de esos países. En la mayoría se les restringe el derecho al trabajo, se les despoja de sus viviendas, se les humilla y maltrata públicamente, a causa de su fe. A esta oleada se suma la cristianofobia en Europa, que busca arrancar todo signo y vínculo histórico que represente al cristianismo, con el apoyo de gobiernos y autoridades que complacen a los seguidores de esa corriente, por acomodo político.
A pocos días de conmemorarse el día de los derechos humanos, yo me pregunto si hay total motivo para celebrarlo. Gobiernos y grupos de individuos que enarbolan la bandera de los derechos humanos son, al mismo tiempo, conculcadores o cómplices de la cristianofobia que se ha desatado en nuestro tiempo. ¿Que la religión es un asunto de recámara? ¡Mentira! El artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice claramente: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de con-ciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.
Si lo anterior es realmente así, ¿de dónde habrán sacado que una alumna no puede llevar un crucifijo o un turbante a su escuela? ¿Cómo pueden permanecer los líderes mundiales indiferentes ante la persecución y el asesinato de miles de cristianos cada año? ¿Por qué callan los medios de comunicación tal atrocidad?
Los derechos humanos son para todos los habitantes del mundo, no para unos cuantos bellacos que controlan el poder, especialmente el de la libertad de información y de expresión. Hay un despertar a través de los nuevos medios, y la verdad se conoce cada día más. Después de la persecución y la tribulación viene la redención, lo que sabemos muy bien los cristianos. No necesitamos el poder económico, ni tampoco el poder de una bomba en manos de un suicida; nos basta con nuestra esperanza y nuestra fe. Al final, sin dinero y sin terror, triunfaremos y extenderemos las manos y los brazos a los que hoy nos persiguen, porque nuestra meta es aquella por la que vino Cristo: la reconciliación entre todos los hombres y mujeres y del mundo con Dios.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-06
Editorial
Día de la Madre
La figura de la madre es tenida en alta estima por la sociedad global, porque ella representa el amor, el cuidado, y el tesoro más preciado de todo lo creado. No en vano, por extensión, se le denomina así a la naturaleza, a la patria, a la escuela. Aún nosotros, los cristianos, llamamos santa y madre a la iglesia fundada por Cristo Jesús.
Panamá, al igual que el resto del mundo, dedica un día a exaltar la figura de la madre. En nuestro caso, la fecha coincide con la festividad de la Inmaculada Concepción de María, Madre del Salvador, después que un movimiento popular, que encontró su baluarte en Penonomé, pidiera, insistentemente, que el 8 de diciembre fuera declarado como día de la madre en nuestro país.
Somos, sin duda, afortunados en tener esta doble celebración en esta fecha. La madre de cada hombre y mujer panameños, y la madre de Jesús y madre de los creyentes, María Inmaculada y llena de gracia. Reflexionar sobre la figura y la influencia de ambas en nuestras vidas es, al menos, un pensamiento obligado en la jornada que le dedicamos.
A ejemplo de la Virgen de Nazareth, desde este espacio deseamos a todas las madres de Panamá, y a todas las personas, indistintamente de su género, que sientan en sus corazones el amor maternal por la humanidad entera, que procuren siempre llevar en sus vidas el amén permanente ante la voluntad de Dios Padre Todopoderoso, para que su reino se haga vida entre nosotros.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-12-06
El Ojo del Profeta
Mantengamos la tenacidad
El flagelo mundial del narcotráfico destruye millones de vidas en el mundo, ya sea por resultar víctimas de él o por involucrarse en tan despreciable actividad. El daño en muertes, heridos, adictos, prisioneros, familias desmembradas, lesión moral y material, alcanza un tamaña inconmensurable.
Los esfuerzos legítimos que se hagan para detener esa práctica criminal, aunque costosos, estarán bien justificados en la medida que la actividad delictiva se controle y mitigue. La responsabilidad, aunque recaiga legalmente en la autoridad, también le cabe al resto de la sociedad. Y la mejor manera de contribuir en la lucha contra ese crimen es resistirse tenazmente al consumo de drogas, al soborno velado que compra conciencias, y a su endiosamiento social.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-11-29
Ventana Pontificia
Benedicto XVI: Evangelizar los nuevos areópagos
Mensaje del Papa al Prefecto de la Congregación para la Evangelización del los Pueblos
Publicamos a continuación el Mensaje que el Papa ha dirigido al cardenal Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cuya asamblea plenaria ha comenzado hoy en la Universidad Urbaniana de Roma, con el tema “San Pablo y los nuevos aerópagos”.
Al Venerado Hermano señor cardenal Ivan Dias
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos
Con ocasión de la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, deseo dirigirle, señor cardenal, mi cordial saludo, que de buen grado hago extensivo a los arzobispos, a los obispos y a cuantos toman parte en ella. Saludo también al secretario, al secretario adjunto, al subsecretario y a todos los colaboradores de este dicasterio. Uno la expresión de mis sentimientos de aprecio y de gratitud por el servicio que hacéis a la Iglesia en el ámbito de la misión ad gentes.
El tema que afrontáis en este encuentro, "San Pablo y los nuevos areópagos", también a la luz del Año Paulino concluido hace poco, ayuda a revivir la experiencia del Apóstol de los Gentiles cuando en Atenas, tras haber predicado en numerosos lugares, se dirigió al areópago y anunció allí el Evangelio usando un lenguaje que hoy podríamos definir ‘inculturado’ (cfr Hch 17,22-31).
Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del culto pueblo ateniense, hoy – como diría mi venerado predecesor Juan Pablo II - “puede ser asumido como símbolo de los nuevos ambientes en los que se debe proclamar el Evangelio” (Redemptoris missio, 37). En efecto, la referencia a ese acontecimiento constituye una invitación apremiante a saber valorar los "areópagos" de hoy, donde se afrontan los grandes desafíos de la evangelización. Queréis analizar este tema con realismo, teniendo en cuenta los muchos cambios sociales ocurridos. Un realismo apoyado por el espíritu de fe, que ve la historia a la luz del Evangelio, y con la certeza que tenía Pablo de la presencia de Cristo resucitado. Resuenan confortadoras también para nosotros las palabras que Jesús le dirigió en Corinto: "No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal” (Hch 18,9-10). De manera eficaz, el Siervo de Dios Pablo VI dijo que no se trata solo de predicar el Evangelio, sino de “alcanzar y casi sacudir con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (Enseñanzas XIII, [1975], 1448).
Es necesario mirar a los “nuevos areópagos” con este espíritu; algunos de ellos, en la actual globalización, se han vuelto comunes, mientras que otros siguen siendo específicos de algunos continentes, como se ha visto también en la reciente Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos. La actividad misionera de la Iglesia debe por tanto orientarse hacia estos centros neurálgicos de la sociedad del tercer milenio. No debe infravalorarse la influencia de una difundida cultura relativista, las más de las veces carente de valores, que entra en el santuario de la familia, se infiltra en el ámbito de la educación y en otros ámbitos de la sociedad y los contamina, manipulando las conciencias, especialmente las juveniles. Al mismo tiempo, sin embargo, a pesar de estas insidias, la Iglesia sabe que el Espíritu Santo está siempre en acción. Se abren de hecho nuevas puertas al Evangelio y se va extendiendo en el mundo el anhelo de una auténtica renovación espiritual y apostólica. Como en otras épocas de cambios, la prioridad pastoral es mostrar el verdadero rostro de Cristo, Señor de la historia y único Redentor del hombre. Esto exige que cada comunidad cristiana y la Iglesia en su conjunto ofrezcan un testimonio de fidelidad a Cristo, construyendo pacientemente esa unidad querida por Él e invocada por todos sus discípulos. La unidad de los cristianos hará, de hecho, más fácil la evangelización y la confrontación con los desafíos culturales, sociales y religiosos de nuestro tiempo.
En esta empresa misionera podemos mirar al apóstol Pablo, imitar el “estilo” de vida y el mismo “espíritu” apostólico centrado totalmente en Cristo. Con esta completa adhesión al Señor, los cristianos podrán más fácilmente transmitir a las futuras generaciones la herencia de la fe, capaz de transformar también las dificultades en posibilidades de evangelización. En la reciente Encíclica Caritas in veritate quise subrayar que el desarrollo económico y social de la sociedad contemporánea necesita recuperar la atención a la vida espiritual y una “seria consideración de las experiencias de confianza en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divinas, de amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida del prójimo, de justicia y de paz... El anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como Padre Nuestro” (n. 79).
Señor cardenal, mientras agradezco el servicio que este dicasterio hace a la causa del Evangelio, invoco sobre usted y sobre cuantos toman parte en la presente Asamblea Plenaria la ayuda de Dios y la protección de la Virgen María, Estrella de la evangelización, mientras envío de corazón a todos mi Bendición Apostólica.
En el Vaticano, 13 de noviembre de 2009.
S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma
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2009-11-29
A tiro de piedra
Día del Maestro
Creo que todo ser humano que haya pasado por la escuela recordará con afecto la maestra de sus primeros grados. La maestra, al igual que la madre y la abuela, son de esas mujeres inolvidables en la vida nuestra.
Dentro de un par de días conmemoraremos el Día del Maestro, en el que escucharemos loas y críticas a esas figuras, algunas infundadas, otras no. En una fecha tal lo menos que quisiéramos escuchar son cuestionamientos y condenas, pero el mundo actual ya ni distingue, y menos respeta, los momentos que son para conmemorar y no para criticar y condenar. Lo mismo nos da armar el pereque o el jolgorio en un día solemne que en cualquier otro. Eso nos deshumaniza, sin darnos cuenta o tener conciencia plena del hecho.
Yo quiero, en esta ocasión que se nos viene por delante, recordar a mis maestras. La del primer grado, que me parecía la más bonita. Mayra Correa, era su nombre, y varias veces me regañó. Con razón, creo. Me copié, y me puso un cero. Era yo hablantín, y me mandaba a callar. Prohibió las idas al baño, hasta que tocara el recreo, y me oriné en el salón. No hice la tarea un día, y me preguntó por qué. Mi respuesta: mi lápiz no tiene punta. ¿Y usted no tiene sacapunta?, replicó. No tengo, contesté. Y ¿en su casa no hay cuchillos? Sí, dije, pero no me dejan tocarlos. Perdió la paciencia, y me dio un reglazo en la mano. Por lo demás, era un amor y regalaba sonrisas a todos. Nos dolió cuando se casó y dejó la escuela.
Mi maestra del segundo grado, Georgina Torres. Una chinita regañona, pero que nos quería mucho. Recuerdo que una vez me golpeó un grandote de quinto, repetidor y pendenciero. Me fui llorando al salón, y volví hecho una furia. Lo azoté con la hebilla de la correa, hasta que nos separaron. Llegó mi maestra a la dirección, y era como una leona feroz a la que le tocan su cachorro. Al final del año escolar me regaló el primer libro de mi vida, con una leyenda que decía: por su aplicación en segundo grado. Ese volumen de las “Fábulas de Esopo” me lo leí una y mil veces. Fue el premio por ser el alumno de mayor índice académico de toda la escuela.
La de tercero, Telsy de Cano. Un poco nerviosa, pero buena maestra. Me lanzó el cepillo de borrar el tablero, porque yo hablaba mucho. Lo vi venir y lo desquité. El resultado: golpeó a la niña que se sentaba detrás, y no sabía qué hacer. Y la de cuarto grado, Angélica Cornejo. Esa fue la que se enfermó. Al volver, le cantábamos y la abrazábamos sin cesar. Recuerdo que me dio un cinco de nota, por haber recogido lo que estaba tirado y arreglado las bancas. La de quinto, María Zamora de Córdoba. ¡Ay, cómo me hizo sufrir! Pero también sufrió, y no me alcanza el espacio para decirlo todo.
Y Kela, la de sexto, ¡qué maestra! Supo sacar todo mi potencial académico y artístico. Raquel de Serracín era su nombre. Nunca me regañó ni le hice travesuras. La lloramos al despedirnos, y cuanto me enseñó, lo llevó muy profundo en el corazón. Feliz Día del Maestro a todas aquellas mujeres (y hombres), que abrazan con amor tan noble vocación.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-11-29
Editorial
Personas con discapacidad
Dios nos ha creado iguales en dignidad y la ley de los hombres declara que todo ser humano tiene igualdad en derecho, ninguno, pues, es más ni menos que su semejante, ante Dios y ante los hombres. Ninguna persona, por tanto, debe ser traída a menos o ser privilegiada, por condición de sexo, raza, religión, cultura, recurso económico, o posición ideológica o política.
Las personas con discapacidad, sin embargo, luchan denodadamente por el reconocimiento de su dignidad y sus derechos. A pesar que han ganado algunos espacios, todavía queda mucho por hacer, especialmente en el campo de la formación cívica del resto de la sociedad. Más que la actitud de humanidad frente a ellas, se trata de la propia conciencia, que nos mueve a tratar al semejante como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos.
Por eso conmueve tanta indolencia, cuando nuestras vías públicas, instalaciones de centros comerciales, edificios y lugares públicos carecen de los medios adecuados para el desplazamiento y uso de las personas con discapacidad. Duele aún más, cuando algunos, saludables y en pleno goce de su capacidad física, se apropian de los estacionamientos, sanitarios, y otros sitios reservados para las personas con discapacidad.
Al dedicarse el día 3 de diciembre próximo a las personas con discapacidad, urgimos a la sociedad entera a reflexionar acerca de lo que el resto de la población hace con respecto a aquellas. Más que a las personas discapacitadas, es a nosotros mismos a quienes nos servirá interiorizar esta situación, para procurar construir un ambiente solidario y más humano.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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2009-11-29
El Ojo del Profeta
Prevalencia del VIH SIDA
El reciente informe de ONUSIDA revela la prevalencia en el contagio del VIH/SIDA en nuestro país y otras regiones del mundo. A pesar de los esfuerzos de las autoridades de salud, la situación parece incontrolable en muchos lugares. Insuficiencia de recursos, incapacidad gubernamental, y actitudes excluyentes de algunos ante otras soluciones fuera de la ciencia, complican y retrasan la efectividad de los esfuerzos.
Ya es sabido que el comportamiento promiscuo de la población es un factor determinante para controlar el avance de la pandemia, y que sólo es modificable a través de la formación y la educación, que incluye la conversión de vida. Es en esta última cuestión donde la Iglesia y las religiones del mundo pueden contribuir con mayor eficacia y experiencia. El problema es asunto de todos, y, si es de todos, no debe excluirse a quien conoce profundamente el comportamiento humano, y puede coadyuvar para modificar los hábitos promiscuos de las personas.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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