2009-12-13
A tiro de piedra
La auténtica Navidad
El tiempo navideño es esperado por millones de pobladores del mundo; sin embargo, la espera es diferente, según la fe y la motivación de las personas. Mientras unos celebran el nacimiento de Jesús, otros se dedican al festejo mundano y a engrosar las arcas de sus negocios.
Para nosotros los cristianos la Navidad se ha de vivir de forma auténtica, procurando mantener como centro de la celebración a Cristo que se hace hombre, para hacer morada entre nosotros. Toda acción de parte nuestra debe tender hacia la figura de Jesús Niño, que nace de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Este misterio, manifestado en Belén, tenemos que anunciarlo al mundo y enseñarlo a nuestros hijos y familiares.
Ante tanta distorsión de la Navidad, los esfuerzos tienen que redoblarse. Nuestras casas han de ser ejemplo para los demás, tanto en los signos cristianos navideños, como en la actitud de amor y paz cristiana que asumamos. Un hogar decorado con sencillez y símbolos auténticamente cristianos, apegados al relato evangélico, llamará la atención de los otros y ayudará a comprender el significado real de la fiesta que celebramos. Pero más importante y llamativo será el modo en que nuestra conducta le diga al otro que Cristo está en mí, que él me transforma, y que por Él me hago más humano y solidario.
Si queremos contribuir a preservar el auténtico sentido de la Navidad, cada uno de nosotros puede hacerlo a través de cosas sencillas. Podemos confeccionar tarjetas de felicitación para los amigos y vecinos, con la frase “Feliz Navidad”, y brevemente citar el Evangelio, con un mensaje que diga que Cristo es la Navidad. Podemos programar una reunión sencilla, con alguna lectura bíblica propia del tiempo, cantos bien escogidos, y hacer una breve explicación de los signos que usamos en casa. Nada de regaños ni larga charla; mas bien algo humilde y ameno, que atraiga y motive.
Nuestra celebración debe ser alegre, no ruidosa. Comer y beber con moderación, y compartir con aquel que no tiene ni comida ni amistad. Salgamos a reconciliarnos con quien hayamos tenido alguna diferencia o enemistad, para dar razón de nuestra esperanza en este tiempo. Acerquémonos a nuestra parroquia o templo que frecuentamos, para ayudar en las posadas y los demás actos de preparación para la Navidad. Acordémonos de donar alguna bolsa de alimentos para los pobres, medicinas para los enfermos, artículos de aseo para los reclusos, y leche y pañales para los niños lactantes. Que esto sea de lo primero en nuestra lista de compras.
La Navidad se vive mejor si lo interior de nosotros mismos está tan bien cuidado y arreglado como el exterior de nuestra apariencia u hogar. A imitación de Cristo, procuremos hacer morada con los que nos rodean, para que experimentemos una Navidad diferente, una Navidad auténtica.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
La auténtica Navidad
El tiempo navideño es esperado por millones de pobladores del mundo; sin embargo, la espera es diferente, según la fe y la motivación de las personas. Mientras unos celebran el nacimiento de Jesús, otros se dedican al festejo mundano y a engrosar las arcas de sus negocios.
Para nosotros los cristianos la Navidad se ha de vivir de forma auténtica, procurando mantener como centro de la celebración a Cristo que se hace hombre, para hacer morada entre nosotros. Toda acción de parte nuestra debe tender hacia la figura de Jesús Niño, que nace de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Este misterio, manifestado en Belén, tenemos que anunciarlo al mundo y enseñarlo a nuestros hijos y familiares.
Ante tanta distorsión de la Navidad, los esfuerzos tienen que redoblarse. Nuestras casas han de ser ejemplo para los demás, tanto en los signos cristianos navideños, como en la actitud de amor y paz cristiana que asumamos. Un hogar decorado con sencillez y símbolos auténticamente cristianos, apegados al relato evangélico, llamará la atención de los otros y ayudará a comprender el significado real de la fiesta que celebramos. Pero más importante y llamativo será el modo en que nuestra conducta le diga al otro que Cristo está en mí, que él me transforma, y que por Él me hago más humano y solidario.
Si queremos contribuir a preservar el auténtico sentido de la Navidad, cada uno de nosotros puede hacerlo a través de cosas sencillas. Podemos confeccionar tarjetas de felicitación para los amigos y vecinos, con la frase “Feliz Navidad”, y brevemente citar el Evangelio, con un mensaje que diga que Cristo es la Navidad. Podemos programar una reunión sencilla, con alguna lectura bíblica propia del tiempo, cantos bien escogidos, y hacer una breve explicación de los signos que usamos en casa. Nada de regaños ni larga charla; mas bien algo humilde y ameno, que atraiga y motive.
Nuestra celebración debe ser alegre, no ruidosa. Comer y beber con moderación, y compartir con aquel que no tiene ni comida ni amistad. Salgamos a reconciliarnos con quien hayamos tenido alguna diferencia o enemistad, para dar razón de nuestra esperanza en este tiempo. Acerquémonos a nuestra parroquia o templo que frecuentamos, para ayudar en las posadas y los demás actos de preparación para la Navidad. Acordémonos de donar alguna bolsa de alimentos para los pobres, medicinas para los enfermos, artículos de aseo para los reclusos, y leche y pañales para los niños lactantes. Que esto sea de lo primero en nuestra lista de compras.
La Navidad se vive mejor si lo interior de nosotros mismos está tan bien cuidado y arreglado como el exterior de nuestra apariencia u hogar. A imitación de Cristo, procuremos hacer morada con los que nos rodean, para que experimentemos una Navidad diferente, una Navidad auténtica.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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