2009-12-20
Editorial
20 años después
Hace 20 años Panamá tuvo la experiencia de la Invasión decretada por los Estados Unidos, que se cobró con cientos de muertos y daños materiales multimillonarios. Los recuerdos siguen frescos y aún quedan tareas pendientes por cumplir. Una deuda social que, en justicia, debe saldarse.
Mucho sufrió el pueblo antes, durante y después de aquel fatídico acontecimiento. Mezquinos intereses, soberbia política, apego al poder, y desprecio por la voluntad popular impidieron otra salida menos cruenta y sangrienta. El precio que se pagó por la recuperación de la democracia fue alto y no puede ser olvidado. La historia, también debe ser contada y enseñada libre de sesgos y acomodamientos ideológicos, que la trastocan y la desvirtúan, y que sólo sirven para satisfacer el ego de quien recurre a ellos. A cada quien hay que dar lo que le corresponda, tanto en justicia como en verdad.
Son dos décadas en las que hemos avanzado, nos hemos estancado, y hemos retrocedido en algunos aspectos. En mora estamos con algunos puntos plasmados en aquella Agenda de Reconstrucción Civilista, que fue el compromiso de los dirigentes que, de manera abrumadora, el pueblo apoyó y respaldó. Justicia, trabajo, salud. educación, vivienda, seguridad pública, y paz social, son promesas que aún faltan por cumplir plenamente.
Que la sangre derramada, antes y durante la Invasión, no haya sido en vano. Que tanto esfuerzo por reconstruir el país no se pierda. Y que la democracia recobrada, aún con todos sus desengaños y sueños fallidos, se mantenga firme en la mente, la voluntad y el corazón del pueblo panameño. La Invasión estuvo en manos de otros, en las nuestras está construir nuestra liberación como sociedad, pueblo y nación, con respeto y dignidad para todas las personas que compartimos esta tierra istmeña.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
20 años después
Hace 20 años Panamá tuvo la experiencia de la Invasión decretada por los Estados Unidos, que se cobró con cientos de muertos y daños materiales multimillonarios. Los recuerdos siguen frescos y aún quedan tareas pendientes por cumplir. Una deuda social que, en justicia, debe saldarse.
Mucho sufrió el pueblo antes, durante y después de aquel fatídico acontecimiento. Mezquinos intereses, soberbia política, apego al poder, y desprecio por la voluntad popular impidieron otra salida menos cruenta y sangrienta. El precio que se pagó por la recuperación de la democracia fue alto y no puede ser olvidado. La historia, también debe ser contada y enseñada libre de sesgos y acomodamientos ideológicos, que la trastocan y la desvirtúan, y que sólo sirven para satisfacer el ego de quien recurre a ellos. A cada quien hay que dar lo que le corresponda, tanto en justicia como en verdad.
Son dos décadas en las que hemos avanzado, nos hemos estancado, y hemos retrocedido en algunos aspectos. En mora estamos con algunos puntos plasmados en aquella Agenda de Reconstrucción Civilista, que fue el compromiso de los dirigentes que, de manera abrumadora, el pueblo apoyó y respaldó. Justicia, trabajo, salud. educación, vivienda, seguridad pública, y paz social, son promesas que aún faltan por cumplir plenamente.
Que la sangre derramada, antes y durante la Invasión, no haya sido en vano. Que tanto esfuerzo por reconstruir el país no se pierda. Y que la democracia recobrada, aún con todos sus desengaños y sueños fallidos, se mantenga firme en la mente, la voluntad y el corazón del pueblo panameño. La Invasión estuvo en manos de otros, en las nuestras está construir nuestra liberación como sociedad, pueblo y nación, con respeto y dignidad para todas las personas que compartimos esta tierra istmeña.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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