2008-04-27
Editorial
Ley antitabaco
Con la nueva norma sobre los efectos del humo del tabaco, damos un gran paso en la calidad de la convivencia social. Además de ser una medida de salud pública, que salvaguarda el bienestar físico de la población, se garantiza el derecho de los no fumadores a disfrutar de un ambiente más saludable y libre de humo, en los lugares donde se aglomera el público.
El grave daño que produce el tabaco entre la población que inhala el humo cargado de los químicos que se le añaden al cigarrillo, principalmente, tiene un alto costo en vidas humanas, producto de cáncer de pulmón, y en recursos médicos que pueden minimizarse si se controla o erradica el mal hábito de fumar.
La legislación aprobada, después de un largo y accidentado esfuerzo, tendrá sentido en la medida que se haga cumplir por parte de las autoridades, de los empresarios y de la población misma. Poco o nada aprovechará, si queda en letra muerta, o formando parte de la colección legal que existe sólo para el archivo jurídico.
Ahora queda su reglamentación, que esperamos tarde menos que la sanción de la dilatada y ahora aprobada ley. Y que sea una reglamentación eficaz y apegada al espíritu que inspiró la norma, desde su concepción internacional. Injusto sería si, como en otras ocasiones, la reglamentación obstaculizara el verdadero propósito de la ley o, de hecho, la desvirtuara.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
Editorial
Ley antitabaco
Con la nueva norma sobre los efectos del humo del tabaco, damos un gran paso en la calidad de la convivencia social. Además de ser una medida de salud pública, que salvaguarda el bienestar físico de la población, se garantiza el derecho de los no fumadores a disfrutar de un ambiente más saludable y libre de humo, en los lugares donde se aglomera el público.
El grave daño que produce el tabaco entre la población que inhala el humo cargado de los químicos que se le añaden al cigarrillo, principalmente, tiene un alto costo en vidas humanas, producto de cáncer de pulmón, y en recursos médicos que pueden minimizarse si se controla o erradica el mal hábito de fumar.
La legislación aprobada, después de un largo y accidentado esfuerzo, tendrá sentido en la medida que se haga cumplir por parte de las autoridades, de los empresarios y de la población misma. Poco o nada aprovechará, si queda en letra muerta, o formando parte de la colección legal que existe sólo para el archivo jurídico.
Ahora queda su reglamentación, que esperamos tarde menos que la sanción de la dilatada y ahora aprobada ley. Y que sea una reglamentación eficaz y apegada al espíritu que inspiró la norma, desde su concepción internacional. Injusto sería si, como en otras ocasiones, la reglamentación obstaculizara el verdadero propósito de la ley o, de hecho, la desvirtuara.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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