2009-07-12
A tiro de piedra
Universalidad del 14 de Julio
La fiesta de Francia conocida como el Día de los Derechos del Hombre es, con mucho, una gesta que abarca a toda la humanidad. La Toma de la Bastilla, y la proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que puso fin al vasallismo francés, y al despotismo de la monarquía, se inspira en los valores más profundos del ser humano.
Es comprobada la influencia del movimiento libertario francés, que tuvo su momento cumbre en los acontecimientos del 14 de Julio. Las Tullerías, La Bastilla, el Campo de Marte, son escenarios del deseo de libertad y de igualdad que, en representación de la humanidad, hicieron patente los protagonistas de aquellos hechos. Francia es, en este sentido, el estandarte del ideal de los pueblos del mundo.
Tengo un aprecio especial por la Revolución Francesa. Me fascina. De hecho cumplí uno de mis sueños de juventud: vivir un 14 de Julio en París. Mochila a la espalda, y 14 horas en tren desde Roma a la Ciudad Luz, me llevaron a presenciar esa celebración presidida por el recién estrenado presidente francés de aquel tiempo, monsieur Francois Mitterrand.
Aquí en el patio, el 14 de Julio representó mi rebeldía contra la dictadura que gobernó a Panamá durante 21 años. Era yo un adolescente, cuando empecé a celebrar cada aniversario de la Revolución Francesa en mi barrio. Reuní algunos amigos y vecinos, y hacía la proclama de libertad y mis acostumbradas arengas contra el régimen. Por un periodo de 16 años consecutivos, se hizo costumbre este acto. Al principio, por ser yo menor de edad, la “ceremonia” duraba un par de horas, porque el toque de queda para los menores de edad regía a partir de las 8 de la noche. Un par de años después, la celebración se extendía por varias horas, y concluía a la medianoche con el canto de la Marsellesa por las calles del barrio. Huelga decir que, en más de una ocasión, tuve mis encontrones con la policía. Afortunadamente, no paré en la cárcel. Una que otra vez nos dispersaban, y nos perdíamos por los zaguanes y callejones, para salir al otro lado de la calle y continuar reclamando el fin de la dictadura.
Una de las frases lapidarias, cuando nos acosaba la policía, era la de Mirabeu: “estamos aquí por la voluntad del pueblo, y sólo nos sacarán por la fuerza de las bayonetas”, la que gritaba yo a buen recaudo, en algún cuarto o vivienda de quienes me refugiaban, seguido por el coro de mis “huestes revolucionarias”.
Quizá esta historia, anónima para muchos, no tuvo alcance nacional; pero, en el barrio, tuvo un impacto profundo entre los que eran jóvenes como yo, y, a través de nosotros, en aquellos adultos que veían en esta rebeldía la esperanza de recuperar la democracia en Panamá. Quiero recordar algunos de los que me acompañaron, por tantos años, en ese acto civilista en el barrio. A “Solo un Ojo”, “Mamicho”, “Pescao”, “El Champ”, “Chano Pozo”, “El Gran Danés”, “Pita”, “Pifia”, gracias por apoyarme en mi locura. A las “viejas” que me abrieron las puertas de sus cuartos, para darme refugio. Gracias. Y a todos los demás, mil gracias.
¡Vive La France! ¡Vive la Liberté! ¡Vive le droites de l’homme! ¡Vive l’humanité!
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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A tiro de piedra
Universalidad del 14 de Julio
La fiesta de Francia conocida como el Día de los Derechos del Hombre es, con mucho, una gesta que abarca a toda la humanidad. La Toma de la Bastilla, y la proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que puso fin al vasallismo francés, y al despotismo de la monarquía, se inspira en los valores más profundos del ser humano.
Es comprobada la influencia del movimiento libertario francés, que tuvo su momento cumbre en los acontecimientos del 14 de Julio. Las Tullerías, La Bastilla, el Campo de Marte, son escenarios del deseo de libertad y de igualdad que, en representación de la humanidad, hicieron patente los protagonistas de aquellos hechos. Francia es, en este sentido, el estandarte del ideal de los pueblos del mundo.
Tengo un aprecio especial por la Revolución Francesa. Me fascina. De hecho cumplí uno de mis sueños de juventud: vivir un 14 de Julio en París. Mochila a la espalda, y 14 horas en tren desde Roma a la Ciudad Luz, me llevaron a presenciar esa celebración presidida por el recién estrenado presidente francés de aquel tiempo, monsieur Francois Mitterrand.
Aquí en el patio, el 14 de Julio representó mi rebeldía contra la dictadura que gobernó a Panamá durante 21 años. Era yo un adolescente, cuando empecé a celebrar cada aniversario de la Revolución Francesa en mi barrio. Reuní algunos amigos y vecinos, y hacía la proclama de libertad y mis acostumbradas arengas contra el régimen. Por un periodo de 16 años consecutivos, se hizo costumbre este acto. Al principio, por ser yo menor de edad, la “ceremonia” duraba un par de horas, porque el toque de queda para los menores de edad regía a partir de las 8 de la noche. Un par de años después, la celebración se extendía por varias horas, y concluía a la medianoche con el canto de la Marsellesa por las calles del barrio. Huelga decir que, en más de una ocasión, tuve mis encontrones con la policía. Afortunadamente, no paré en la cárcel. Una que otra vez nos dispersaban, y nos perdíamos por los zaguanes y callejones, para salir al otro lado de la calle y continuar reclamando el fin de la dictadura.
Una de las frases lapidarias, cuando nos acosaba la policía, era la de Mirabeu: “estamos aquí por la voluntad del pueblo, y sólo nos sacarán por la fuerza de las bayonetas”, la que gritaba yo a buen recaudo, en algún cuarto o vivienda de quienes me refugiaban, seguido por el coro de mis “huestes revolucionarias”.
Quizá esta historia, anónima para muchos, no tuvo alcance nacional; pero, en el barrio, tuvo un impacto profundo entre los que eran jóvenes como yo, y, a través de nosotros, en aquellos adultos que veían en esta rebeldía la esperanza de recuperar la democracia en Panamá. Quiero recordar algunos de los que me acompañaron, por tantos años, en ese acto civilista en el barrio. A “Solo un Ojo”, “Mamicho”, “Pescao”, “El Champ”, “Chano Pozo”, “El Gran Danés”, “Pita”, “Pifia”, gracias por apoyarme en mi locura. A las “viejas” que me abrieron las puertas de sus cuartos, para darme refugio. Gracias. Y a todos los demás, mil gracias.
¡Vive La France! ¡Vive la Liberté! ¡Vive le droites de l’homme! ¡Vive l’humanité!
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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