martes, 7 de julio de 2009

Inundación urbana

2009-06-28
A tiro de piedra
Inundación urbana

Nuestra capital es una ciudad agresiva con sus moradores, por la poca existencia de espacios públicos, la preferencia por el automóvil en vez de las personas, y por la actitud indolente de la creciente chusma capitalina. Ambiente ruidoso, inundaciones, basura, irrespeto a las normas de policía, apropiación de la servidumbre, y destrucción del ambiente hacen crisis.

De todas esas situaciones, la inundación de calles y avenidas se resiente más. Quizá porque toca directamente a la población, sin discriminar si marcha a pie o si se transporta en un vehículo. ¡Todos tomamos por igual! Rico, pobre, mestizo, indígena, nacional, extranjero, ninguno se salva.

La inundación urbana es la consecuencia de la deficiente canalización de las aguas pluviales. El sistema es inadecuado, para la cantidad de agua que se descarga y no encuentra evacuación rápida por las áreas de canalización. Por mera observación podemos inferir el origen del problema: obstrucción de las alcantarillas por parte del público y de las compañías constructoras; pavimentación excesiva, que elimina las áreas verdes que absorben parte del agua de lluvia; anulación de las paredes de canalización, al elevarse la superficie de la calle y dejarlo, prácticamente, al nivel de las aceras; distancia muy larga entre uno u otro tragante; y la ausencia de éstos en muchas partes de la ciudad.

A lo anterior tenemos que sumar la manera en que se deja caer el agua desde los techos. Es común ver el fuerte chorro que se descarga desde las alturas, cual si fuera la caída de una catarata. El constructor del edificio solucionó su problema, pero lo trasladó a la vía pública.

Si queremos mitigar los efectos de esas anomalías, las autoridades tendrán que intervenir con más fuerza. Debe obligarse a las constructoras a conectarse al alcantarillado, en vez de desaguar hacia la calle. Las que construyen urbanizaciones deben construir, también, un sistema de alcantarillado eficaz, que canalice las aguas hacia receptáculos adecuados. Muchas de ellas, por lo que se puede ver, las dirigen hacia canales y quebradas cercanas, que soportan poco el caudal que se les vierte.

Para el observador acucioso, el asunto es fácil de advertir. Los desniveles en vías y aceras, cuando las hay, muestran depresiones que se convierten en verdaderos pozos, que contienen el agua por días y semanas, antes que pueda evaporarse. Esos fenómenos son, al mismo tiempo, criaderos de mosquitos y otras alimañas. En algunas zonas hasta puede verse la evolución o la metamorfosis de batracios, cuyas etapas más visibles van desde su estado de gusarapo hasta convertirse en sapos y ranas. De continuar así, hasta podríamos convertir esos estanques en laboratorio para las escuelas, o en atracción turística.

Cuando usted vea otra inundación, piense en todo lo que eso implica. No es sólo nuestro clima tropical tórrido, sino la forma en que interactuamos con el ambiente. Y el mal, mayormente, está en la agresiva ciudad capital que nos hemos creado.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

No hay comentarios: