2009-07-04
La Voz del Pastor
Estrenando nuestro nuevo Gobierno Nacional
Y, en primer lugar, nos es sumamente grato enviar un saludo cordial al Señor Presidente de la República y a su digno Gobierno, deseándoles el más anhelado éxito en la conducción política y social de nuestro pueblo. Para ello, imploramos la bendición de Dios, el verdadero dueño y Señor, al fin y al cabo, de Panamá.
Su Santidad, Juan Pablo II, nos enseñaba en su carta Christifideles laici: Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva, una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio: paciencia, modestia, moderación, respeto, caridad, generosidad. La autoridad ejercida por personas capaces de asumir auténticamente como finalidad de su actuación es el bien común y no el prestigio o el logro de ventajas personales o partidistas.
Entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves porque traiciona, al mismo tiempo, los principios de la moral y las normas de la justicia social. Compromete el correcto funcionamiento del Estado influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados. Introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones políticas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones.
La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos.
La administración pública, a cualquier nivel nacional, regional, municipal, como instrumento del Estado, tiene como finalidad servir a los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo que debe administrar en vista del bien común. Esta perspectiva se opone a la burocratización excesiva que se verifica cuando las instituciones, volviéndose complejas en su organización y pretendiendo gestionar toda área a disposición, terminan por ser abatidas por el funcionamiento impersonal, por la exagerada burocracia, por los injustos intereses privados, por el fácil y generalizado encogerse de hombros.
El papel de quien trabaja en la administración no ha de concebirse como algo impersonal y burocrático, sino como una ayuda solícita al ciudadano, ejercida siempre con espíritu de servicio.
Mons. Carlos María Ariz, C.M.F.
Obispo Emérito de Colón - Kuna Yala
Ir a Panorama Católico Edición Digital
La Voz del Pastor
Estrenando nuestro nuevo Gobierno Nacional
Y, en primer lugar, nos es sumamente grato enviar un saludo cordial al Señor Presidente de la República y a su digno Gobierno, deseándoles el más anhelado éxito en la conducción política y social de nuestro pueblo. Para ello, imploramos la bendición de Dios, el verdadero dueño y Señor, al fin y al cabo, de Panamá.
Su Santidad, Juan Pablo II, nos enseñaba en su carta Christifideles laici: Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva, una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio: paciencia, modestia, moderación, respeto, caridad, generosidad. La autoridad ejercida por personas capaces de asumir auténticamente como finalidad de su actuación es el bien común y no el prestigio o el logro de ventajas personales o partidistas.
Entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves porque traiciona, al mismo tiempo, los principios de la moral y las normas de la justicia social. Compromete el correcto funcionamiento del Estado influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados. Introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones políticas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones.
La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos.
La administración pública, a cualquier nivel nacional, regional, municipal, como instrumento del Estado, tiene como finalidad servir a los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo que debe administrar en vista del bien común. Esta perspectiva se opone a la burocratización excesiva que se verifica cuando las instituciones, volviéndose complejas en su organización y pretendiendo gestionar toda área a disposición, terminan por ser abatidas por el funcionamiento impersonal, por la exagerada burocracia, por los injustos intereses privados, por el fácil y generalizado encogerse de hombros.
El papel de quien trabaja en la administración no ha de concebirse como algo impersonal y burocrático, sino como una ayuda solícita al ciudadano, ejercida siempre con espíritu de servicio.
Mons. Carlos María Ariz, C.M.F.
Obispo Emérito de Colón - Kuna Yala
Ir a Panorama Católico Edición Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario