2009-06-28
Editorial
Relevo de mando
Un nuevo equipo de personas está a punto de tomar las riendas del gobierno, por los próximos cinco años. Lleno de motivos y de promesas, el grupo de políticos infunde esperanzas de cambio al país. A lo largo del tiempo, algunas se cumplirán; otras no. De la diligencia, la celeridad, y la capacidad de gestión gubernamental dependerán el más y el menos de sus logros.
Fuera de la responsabilidad que le cabe a los gobernantes, también está el deber del resto de la sociedad de trabajar por el progreso del país. El gobierno, en su conjunto, es sólo una de las piezas del engranaje de la nación. Si bien es cierto que elegimos cada cinco años a las autoridades, no lo es menos el hecho que los gobernantes son pasajeros y los pueblos permanentes. Sociedad política y sociedad civil han de colaborar, estrechamente, para el engrandecimiento de la vida social, económica, cultural y política de la patria.
Cada nación se hace grande cuando sus habitantes trabajan y conducen sus vidas con honestidad, honradez, civismo y profundo sentido de servicio a la patria y al prójimo, dentro de particulares principios y valores que los lleven a actuar como auténticos hijos de Dios. De poco o de nada vale mostrar cifras de crecimiento económico, cuando la conciencia, el corazón y la mentalidad de los gobernantes, líderes, dirigentes y ciudadanos comunes están corrompidas y cegadas por el egoísmo y la ambición.
Hacemos votos para que las nuevas autoridades, al asumir la conducción del país, tengan muy presente la misión y el deber que asumen ante el pueblo que los eligió para gobernar. Que Dios les guíe y les guarde, para que pongan primero, en él, su confianza y sus planes; pero, sobre todo, para que las promesas se cumplan, y nos eviten la decepción a la que estamos acostumbrados, y el inminente castigo electoral dentro de cinco años.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Relevo de mando
Un nuevo equipo de personas está a punto de tomar las riendas del gobierno, por los próximos cinco años. Lleno de motivos y de promesas, el grupo de políticos infunde esperanzas de cambio al país. A lo largo del tiempo, algunas se cumplirán; otras no. De la diligencia, la celeridad, y la capacidad de gestión gubernamental dependerán el más y el menos de sus logros.
Fuera de la responsabilidad que le cabe a los gobernantes, también está el deber del resto de la sociedad de trabajar por el progreso del país. El gobierno, en su conjunto, es sólo una de las piezas del engranaje de la nación. Si bien es cierto que elegimos cada cinco años a las autoridades, no lo es menos el hecho que los gobernantes son pasajeros y los pueblos permanentes. Sociedad política y sociedad civil han de colaborar, estrechamente, para el engrandecimiento de la vida social, económica, cultural y política de la patria.
Cada nación se hace grande cuando sus habitantes trabajan y conducen sus vidas con honestidad, honradez, civismo y profundo sentido de servicio a la patria y al prójimo, dentro de particulares principios y valores que los lleven a actuar como auténticos hijos de Dios. De poco o de nada vale mostrar cifras de crecimiento económico, cuando la conciencia, el corazón y la mentalidad de los gobernantes, líderes, dirigentes y ciudadanos comunes están corrompidas y cegadas por el egoísmo y la ambición.
Hacemos votos para que las nuevas autoridades, al asumir la conducción del país, tengan muy presente la misión y el deber que asumen ante el pueblo que los eligió para gobernar. Que Dios les guíe y les guarde, para que pongan primero, en él, su confianza y sus planes; pero, sobre todo, para que las promesas se cumplan, y nos eviten la decepción a la que estamos acostumbrados, y el inminente castigo electoral dentro de cinco años.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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