2009-07-19
Editorial
Día del niño
La celebración del Día del Niño, ambos sexos incluidos, tiene su importancia en el sentido que tenemos de la infancia, su carácter esencial para la preservación y el desarrollo de la sociedad humana, y la herencia de los valores y la cultura que cada nación hereda a las futuras generaciones. No es, por tanto, una jornada en que la niñez sale a jugar a los parques, las plazas o las calles, sino algo mucho más profundo.
Por lo que hemos percibido en los días previos, la fecha dice poco a la población. Al arrancarle casi de golpe su tradición del 1 de Noviembre, el pueblo siente la nueva data extraña, ajena, y vacía. No es su fecha, ni su costumbre, ni su identidad. Situación que debe corregirse, para que la jornada dedicada a la niñez reciba la aceptación, el calor, y el respaldo popular.
Duele salir a los barrios y vecindarios y ver que el Día del Niño es más una colección de palabras en un decreto, que la fiesta de los niños y las niñas de Panamá. Asombra percatarse de la ausencia de valor intrínseco de la celebración, porque vale más el paseo, los juegos mecánicos, y los payasos o cantantes que algún funcionario planificó, para cumplir con el calendario de actividades de su despacho.
Si el cambio no ha hecho bien, y ha provocado la indiferencia de la población: ¿qué sentido tuvo hacerlo? La situación debe verse con ojos autocríticos, y enderezar lo torcido. Vale más tener nuestra propia fecha y sentirla y celebrarla, que plegarnos al resto del mundo con sentido hueco e indolente.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
Editorial
Día del niño
La celebración del Día del Niño, ambos sexos incluidos, tiene su importancia en el sentido que tenemos de la infancia, su carácter esencial para la preservación y el desarrollo de la sociedad humana, y la herencia de los valores y la cultura que cada nación hereda a las futuras generaciones. No es, por tanto, una jornada en que la niñez sale a jugar a los parques, las plazas o las calles, sino algo mucho más profundo.
Por lo que hemos percibido en los días previos, la fecha dice poco a la población. Al arrancarle casi de golpe su tradición del 1 de Noviembre, el pueblo siente la nueva data extraña, ajena, y vacía. No es su fecha, ni su costumbre, ni su identidad. Situación que debe corregirse, para que la jornada dedicada a la niñez reciba la aceptación, el calor, y el respaldo popular.
Duele salir a los barrios y vecindarios y ver que el Día del Niño es más una colección de palabras en un decreto, que la fiesta de los niños y las niñas de Panamá. Asombra percatarse de la ausencia de valor intrínseco de la celebración, porque vale más el paseo, los juegos mecánicos, y los payasos o cantantes que algún funcionario planificó, para cumplir con el calendario de actividades de su despacho.
Si el cambio no ha hecho bien, y ha provocado la indiferencia de la población: ¿qué sentido tuvo hacerlo? La situación debe verse con ojos autocríticos, y enderezar lo torcido. Vale más tener nuestra propia fecha y sentirla y celebrarla, que plegarnos al resto del mundo con sentido hueco e indolente.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario