2009-07-04
Editorial
Cooperativismo
La vida colectiva es propia del ser humano, por la naturaleza gregaria que le es intrínseca. Es en la colectividad que la persona humana se realiza. Familia, vecindario, ciudad o país, son elementos que componen la sociedad y le dan sentido, seguridad, y capacidad de progreso.
En un mundo que tiene como elemento organizativo a la economía, la necesidad de unirse para alcanzar el bienestar en ese campo es fundamental. Sin embargo, no toda la población tiene la oportunidad de generar riqueza y disfrutar, plenamente, de lo que produce su trabajo. Frente a limitaciones como esta, el cooperativismo es una vía legítima e idónea, para que el ser humano, en la ayuda mutua, pueda superar las barreras de la marginación económica.
Panamá tiene la característica de mostrar riqueza y opulencia en algunos sectores, y pobreza y pauperización en otros. Cuatro de cada diez panameños son pobres, y gran parte de ellos lo son en grado extremo. Nuestra sociedad tiene los recursos para superar esta situación, pero están mal distribuidos. Trabajo, educación, salud y vivienda, por mencionar algunos, son derechos que malamente llegan a nuestra población pobre, y, en algunos casos, ni siquiera la alcanzan. Razón de más para tomar decisiones urgentes.
Hemos inaugurado un nuevo periodo de gobierno, con promesas de cambio y expectativas grandes. Si se lo propone, el nuevo gobierno puede hacer del cooperativismo su carro de batalla contra la extrema pobreza. Es, quizá, la vía más apropiada, por la que se le reconoce a la población necesitada su ansía de progresar, su trabajo, y su deseo de superación, libre de la hipoteca que constituye la dádiva política, y que empeña eternamente, con gravosos intereses, la libertad de conciencia, la dignidad, y la voluntad de quien sucumbe ante la usura moral electorera, cuyas armas son el populismo y el paternalismo de estado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Cooperativismo
La vida colectiva es propia del ser humano, por la naturaleza gregaria que le es intrínseca. Es en la colectividad que la persona humana se realiza. Familia, vecindario, ciudad o país, son elementos que componen la sociedad y le dan sentido, seguridad, y capacidad de progreso.
En un mundo que tiene como elemento organizativo a la economía, la necesidad de unirse para alcanzar el bienestar en ese campo es fundamental. Sin embargo, no toda la población tiene la oportunidad de generar riqueza y disfrutar, plenamente, de lo que produce su trabajo. Frente a limitaciones como esta, el cooperativismo es una vía legítima e idónea, para que el ser humano, en la ayuda mutua, pueda superar las barreras de la marginación económica.
Panamá tiene la característica de mostrar riqueza y opulencia en algunos sectores, y pobreza y pauperización en otros. Cuatro de cada diez panameños son pobres, y gran parte de ellos lo son en grado extremo. Nuestra sociedad tiene los recursos para superar esta situación, pero están mal distribuidos. Trabajo, educación, salud y vivienda, por mencionar algunos, son derechos que malamente llegan a nuestra población pobre, y, en algunos casos, ni siquiera la alcanzan. Razón de más para tomar decisiones urgentes.
Hemos inaugurado un nuevo periodo de gobierno, con promesas de cambio y expectativas grandes. Si se lo propone, el nuevo gobierno puede hacer del cooperativismo su carro de batalla contra la extrema pobreza. Es, quizá, la vía más apropiada, por la que se le reconoce a la población necesitada su ansía de progresar, su trabajo, y su deseo de superación, libre de la hipoteca que constituye la dádiva política, y que empeña eternamente, con gravosos intereses, la libertad de conciencia, la dignidad, y la voluntad de quien sucumbe ante la usura moral electorera, cuyas armas son el populismo y el paternalismo de estado.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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