2009-10-25
Editorial
Pobreza
La reciente Encuesta de Niveles de Vida (ENV), que se realiza cada cinco años, revela que un tercio de la población panameña es pobre, y que la mitad de ese tercio vive en condiciones de pobreza extrema. Comparada con la encuesta anterior, algo hemos mejorado, pero nos hace falta un mayor esfuerzo para disminuir mucho más el nivel de pobreza en el país.
Vistos los indicadores de manera global, diríamos que avanzamos hacia mejores días, pero al analizar los datos, según región y sector de población, nos enfrentamos a una realidad más dura y cruel: la infancia, los campesinos, y los indígenas, llevan una existencia de miseria y pobreza inhumanas. Casi la mitad de los menores de 6 años se encuentra en condición de pobreza total, un poco más de la mitad de los campesinos vive en la pobreza, y 19 de cada 20 pobladores indígenas vive en la pauperización.
El gobierno que inicia su itinerario de cinco años tiene intenciones de disminuir la pobreza de manera patente, lo que hace soplar un aire esperanzador. Sin embargo, le recordamos que sus promesas deben hacerse realidad, bajo la perspectiva de la equidad y el deber de subsidiariedad del estado, para que sus planes cumplan con el principio de justicia social que le den la legitimidad que no da la ley, sino el propio pueblo a sus gobernantes.
Necesitamos una cultura solidaria, que nos mueva a aportar de lo nuestro al desvalido. Pagar los impuestos, abandonar el vicio del dinero ocioso, ayudar al desarrollo de las empresas familiares y artesanales, emitir bonos populares para que la población pueda ahorrar y recibir, aunque sea una porción, de los cientos de millones que el gobierno invierte y que le dan ganancias en interés a los más ricos. Tantas otras cosas pueden hacerse, y sólo esperan por la decisión política que las pongan en marcha. Así, sin más.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
Editorial
Pobreza
La reciente Encuesta de Niveles de Vida (ENV), que se realiza cada cinco años, revela que un tercio de la población panameña es pobre, y que la mitad de ese tercio vive en condiciones de pobreza extrema. Comparada con la encuesta anterior, algo hemos mejorado, pero nos hace falta un mayor esfuerzo para disminuir mucho más el nivel de pobreza en el país.
Vistos los indicadores de manera global, diríamos que avanzamos hacia mejores días, pero al analizar los datos, según región y sector de población, nos enfrentamos a una realidad más dura y cruel: la infancia, los campesinos, y los indígenas, llevan una existencia de miseria y pobreza inhumanas. Casi la mitad de los menores de 6 años se encuentra en condición de pobreza total, un poco más de la mitad de los campesinos vive en la pobreza, y 19 de cada 20 pobladores indígenas vive en la pauperización.
El gobierno que inicia su itinerario de cinco años tiene intenciones de disminuir la pobreza de manera patente, lo que hace soplar un aire esperanzador. Sin embargo, le recordamos que sus promesas deben hacerse realidad, bajo la perspectiva de la equidad y el deber de subsidiariedad del estado, para que sus planes cumplan con el principio de justicia social que le den la legitimidad que no da la ley, sino el propio pueblo a sus gobernantes.
Necesitamos una cultura solidaria, que nos mueva a aportar de lo nuestro al desvalido. Pagar los impuestos, abandonar el vicio del dinero ocioso, ayudar al desarrollo de las empresas familiares y artesanales, emitir bonos populares para que la población pueda ahorrar y recibir, aunque sea una porción, de los cientos de millones que el gobierno invierte y que le dan ganancias en interés a los más ricos. Tantas otras cosas pueden hacerse, y sólo esperan por la decisión política que las pongan en marcha. Así, sin más.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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