lunes, 12 de octubre de 2009

La realidad misionera en la iniciación cristiana

2009-10-11
La Voz del Pastor
La realidad misionera en la iniciación cristiana

Estamos viviendo el mes dedicado a las misiones, como también se le llama el mes del Rosario. En torno a esta realidad y viendo el documento de Aparecida, que nos llama a una conversión pastoral y personal; puedo compartir con el pueblo panameño la realidad vivida a lo largo de este año en un sector de la misión de Darién.

Hace unos siete meses vivimos el naufragio de una lancha que venía con un grupo de jóvenes entusiastas y deportistas rumbo hacia Santa Fe, para participar de algunas jornadas deportivas en esa zona misionera. Estos jóvenes pertenecían al grupo juvenil de la Iglesia católica ubicada en Jaqué. Nueve de ellos con dos niños desaparecieron y nunca jamás se volvió a ver sus cuerpos. Sin embargo, el grupo siguió adelante y se ha venido preparando un buen grupo para vivir el gran acontecimiento de la iniciación cristiana a través de los tres sacramentos de iniciación; los días tres, cuatro y cinco de octubre, fecha en que se estaban cumpliendo los siete meses de la desaparición de sus compañeros en el deporte y en sus actividades juveniles, un buen grupo de entre ellos recibieron los sacramentos del Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación; llegando el último día a ser cincuenta y dos jóvenes quienes recibieron la Confirmación.

Pienso que es un momento de gracia para la comunidad cristiana de Jaqué, esta gran fiesta vivida en dicha realidad, ya que esto nos invita a descubrir que los caminos del Señor deben seguir por procesos muy purificadores para que la comunidad despierte y todos seamos capaces de buscar a Dios en todo momento y lugar. Algo interesante de tomar en cuenta es la buena participación de toda la comunidad cristiana de Jaqué, del equipo misionero de ese sector y de los profesores y maestros que van contribuyendo desde la pastoral educativa para que todos estos acontecimientos se realicen girando en torno a la persona de Jesús.

Cabe destacar que no todo ha sido superado, existen ciertos resentimientos y lamentaciones, normales en una comunidad que sufrió la pérdida irreparable de estos jóvenes, pero el Señor ha estado grande con ella y sigue caminando en la búsqueda constante de la voluntad del Señor. A esto podemos añadir que existe un grupo de unos quince jóvenes que se siguen preparando para realizar sus vidas en esta iniciación cristiana y otros que van surgiendo y tienen el deseo de vivir esta fiesta en Jesucristo; confiamos que las motivaciones que va dando el documento conclusivo de Aparecida dé fortaleza a todas las zonas misioneras de Darién y a todo nuestro país para que asumamos un cristianismo de verdad, donde todos nos sintamos discípulos de Jesucristo y seamos capaces de llevar adelante la misión evangelizadora, teniendo en cuenta que todos hemos sido llamados a vivir nuestra experiencia, no desde grandes acciones pastorales, sino desde la acogida, escucha y la motivación que realicemos en nuestros hermanos y hermanas para que tengan un verdadero encuentro con Jesucristo, no desde acciones negativas que han llevado a nuestra iglesia a perder tantos miembros; sino desde acciones positivas, que, desde la sencillez, humildad y sereno caminar por la vida puedan hacernos recapacitar y descubrir los caminos del Señor viviendo nuestra experiencia desde un compromiso más radical con las promesas de nuestro bautismo y sin caer en la crítica y juicios temerarios, saber ser atrayentes para muchos en el bello caminar de la vida, siendo grandes enamorados de la llamada que el Señor nos hace a ser auténticos discípulos misioneros para que nuestros pueblos en El tengan vida en abundancia. Es un reto para todos el que nuestra misión de Darién pueda dar el paso hacia un compromiso más fuerte y con mayor ardor.

Verdaderamente que nuestra misión tiene materia prima en abundancia, pero debemos valorarla y darles todo el apoyo necesario para que se sientan llamados a vivir una experiencia cristiana firme y arrolladora, que lleve a todos a sentirse involucrados en una misión, no sólo continental, sino también mundial; y existan personas con capacidad de abrirse a otras latitudes con el fin de compartir la vivencia cristiana desde lo que Dios va haciendo entre la pequeñez y pobreza de un pueblo que desea desarrollarse y contribuir al buen caminar de la nación.

Que el Dios de la Vida nos inspire a todos los panameños a seguir el ejemplo de esta juventud que se levanta con deseos de amar, trabajar y compartir la fe en gracia, sencillez y bondad del corazón. Que María nuestra Madre, en este mes del Rosario nos siga acompañando en la vivencia de los misterios de Jesucristo para que seamos perseverantes en nuestra tarea misionera.

Mons. Pedro Hernández Cantarero, cmf.
Vicario Apostólico de Darién


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