2009-06-14
A tiro de piedra
Ojos que no ven y oídos que no oyen
Resulta asombroso el planteamiento de algunas personas que achacan a la Iglesia Católica la incidencia o el aumento del VIH/SIDA, porque sus argumentos no encajan en lo razonable. Lo único evidente es su animadversión hacia el catolicismo, no así su seriedad en cuanto al tratamiento del tema.
La argumentación principal de aquellas es el rechazo de la Iglesia al uso del condón, y mezclan el contagio con el control natal. Fuera de su ataque y falsa acusación, poco o nada aportan para demostrar la validez de su argumento. El ejemplo más reciente es la visita del Papa al continente africano, en la que la referencia al tema vino a ser uno de los tantos puntos que el Santo Padre tocó en sus declaraciones a la prensa y sus discursos. De la gran cantidad de problemas que sufre África, y a los que hizo referencia el Sumo Pontífice, sólo las palabras que dijo en el vuelo hacia tierras africanas ocuparon, por varias semanas, la atención de los medios de comunicación y de algunos gobiernos; entre ellos los que, con su política económica, son actores en la pauperización de los pueblos africanos.
En los inmerecidos ataques a la Iglesia hay cosas tan absurdas como decir que si Lugo, presidente paraguayo, hubiera usado condón, no habría embarazado a varias mujeres. Según los que así piensan, la causa de ese asunto es la oposición de la Iglesia al uso del condón. ¡Qué ridiculez! Acaso no ven que el asunto fue con varias mujeres, que se inició cuando la mayoría de ellas era menor de edad, y que el perpetrador tenía el suficiente nivel de instrucción para saber cómo se reproduce el ser humano. Aquí, por mucho que lo quieran decir, el caso no se da por el uso o no del condón, sino por la actitud de Lugo.
Otro caso que se menciona, porque está de moda, es el del padre Alberto Cutié. En este ejemplo, además del ataque al celibato, se suma su salto a las toldas episcopalianas. Según los detractores de la Iglesia Católica, el celibato empuja a la feligresía a cambiar de religión. La realidad es otra: ninguna de las iglesias cristianas ecuménicas, que liberan del voto del celibato a sus ministros, ha visto aumentar significativamente su membresía porque no se exige ser célibe, porque ordena mujeres como sacerdotes u obispos, porque no condena el uso del condón, o porque ordena ministros homosexuales. El argumento, ante esta realidad, se derrumba.
Como dato adicional, el paso del padre Alberto implica a uno solo frente al hecho. Cuando la Iglesia Episcopal decidió darle el orden episcopal, a las mujeres, alrededor de 400 de sus sacerdotes pidieron ingresar a la Iglesia Católica; cuando ordenaron un obispo homosexual, cerca de 11 de sus obispos y 700 sacerdotes de esa denominación pidieron cambiarse a la Iglesia Católica.
Frente a los ataques que recibe la Iglesia, nuestro discernimiento debe ser mayor. Con el cuento de lo moderno, sus detractores intentan confundirnos. No somos una empresa que depende de la cuota de participación de mercado, para cambiar constantemente el producto. Nuestra prédica es una, y basta que haya 2 ó 3 reunidos en el nombre de Jesucristo, para que la Iglesia exista. Y una cosa está clara: los que adversan a la Iglesia Católica tienen ojos y no ven; oídos y no oyen. Quien tenga ojos, pues, que vea; quien tenga oídos, que oiga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
Ir a Panorama Católico Edición Digital
A tiro de piedra
Ojos que no ven y oídos que no oyen
Resulta asombroso el planteamiento de algunas personas que achacan a la Iglesia Católica la incidencia o el aumento del VIH/SIDA, porque sus argumentos no encajan en lo razonable. Lo único evidente es su animadversión hacia el catolicismo, no así su seriedad en cuanto al tratamiento del tema.
La argumentación principal de aquellas es el rechazo de la Iglesia al uso del condón, y mezclan el contagio con el control natal. Fuera de su ataque y falsa acusación, poco o nada aportan para demostrar la validez de su argumento. El ejemplo más reciente es la visita del Papa al continente africano, en la que la referencia al tema vino a ser uno de los tantos puntos que el Santo Padre tocó en sus declaraciones a la prensa y sus discursos. De la gran cantidad de problemas que sufre África, y a los que hizo referencia el Sumo Pontífice, sólo las palabras que dijo en el vuelo hacia tierras africanas ocuparon, por varias semanas, la atención de los medios de comunicación y de algunos gobiernos; entre ellos los que, con su política económica, son actores en la pauperización de los pueblos africanos.
En los inmerecidos ataques a la Iglesia hay cosas tan absurdas como decir que si Lugo, presidente paraguayo, hubiera usado condón, no habría embarazado a varias mujeres. Según los que así piensan, la causa de ese asunto es la oposición de la Iglesia al uso del condón. ¡Qué ridiculez! Acaso no ven que el asunto fue con varias mujeres, que se inició cuando la mayoría de ellas era menor de edad, y que el perpetrador tenía el suficiente nivel de instrucción para saber cómo se reproduce el ser humano. Aquí, por mucho que lo quieran decir, el caso no se da por el uso o no del condón, sino por la actitud de Lugo.
Otro caso que se menciona, porque está de moda, es el del padre Alberto Cutié. En este ejemplo, además del ataque al celibato, se suma su salto a las toldas episcopalianas. Según los detractores de la Iglesia Católica, el celibato empuja a la feligresía a cambiar de religión. La realidad es otra: ninguna de las iglesias cristianas ecuménicas, que liberan del voto del celibato a sus ministros, ha visto aumentar significativamente su membresía porque no se exige ser célibe, porque ordena mujeres como sacerdotes u obispos, porque no condena el uso del condón, o porque ordena ministros homosexuales. El argumento, ante esta realidad, se derrumba.
Como dato adicional, el paso del padre Alberto implica a uno solo frente al hecho. Cuando la Iglesia Episcopal decidió darle el orden episcopal, a las mujeres, alrededor de 400 de sus sacerdotes pidieron ingresar a la Iglesia Católica; cuando ordenaron un obispo homosexual, cerca de 11 de sus obispos y 700 sacerdotes de esa denominación pidieron cambiarse a la Iglesia Católica.
Frente a los ataques que recibe la Iglesia, nuestro discernimiento debe ser mayor. Con el cuento de lo moderno, sus detractores intentan confundirnos. No somos una empresa que depende de la cuota de participación de mercado, para cambiar constantemente el producto. Nuestra prédica es una, y basta que haya 2 ó 3 reunidos en el nombre de Jesucristo, para que la Iglesia exista. Y una cosa está clara: los que adversan a la Iglesia Católica tienen ojos y no ven; oídos y no oyen. Quien tenga ojos, pues, que vea; quien tenga oídos, que oiga.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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