viernes, 5 de junio de 2009

Celibato

2009-06-07
Editorial
Celibato

El celibato sacerdotal es una institución eclesiástica que tiene su fundamento en la vocación de quien lo profesa, y que a su vez se sostiene en la fe. Buscarle otra connotación es necedad. Tratar de atacarlo desde el enfoque sexual, explícitamente en lo atinente al coito, es un error conceptual y un dardo que apunta a la difamación y no a la edificación del clero y de la Iglesia.

Profundo es el ejercicio de discernimiento, para quienes quieren acceder al sacerdocio. Durante largos años, el candidato interioriza el compromiso y el alcance que tendrá el celibato en su vida sacerdotal y personal. En ese periodo está en la libertad de asumir o no esa promesa. Aún después, si por causa grave y sincera, siente que no puede continuar guardando el celibato, expone su causa a la Iglesia y tiene la opción de obtener una dispensa de dicho voto.

La Iglesia, Madre y Maestra, busca el bien de sus hijos. Nada es por capricho; nada a la carrera; nada movido por cualquier viento de doctrina o corriente de moda. Nuestra Santa Madre Iglesia, portadora del mensaje divino, respeta el libre albedrío que Dios le ha dado al hombre, pero guía e instruye a sus hijos para que hagan buen uso de la libertad que el Creador les da.

Quien decide ser sacerdote, sabe a qué atenerse con respecto al celibato. Y sabe, aún más, que el sacerdocio es una gracia que se recibe por el llamado divino. No es una profesión cualquiera, que se decide estudiar, aunque no se tenga la vocación para ella. Sin vocación ni llamado, no hay verdadero sacerdocio; y, sin ambos, difícilmente se podrá guardar el celibato sacerdotal, cuya fuerza para vivirlo está en la elección que el mismo Altísimo hizo del sacerdote, desde el seno de su propia madre.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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