2009-06-14
Editorial
El Cuerpo de Cristo
La Iglesia es Sacramento y Cuerpo de Cristo, en donde la asamblea de fieles y los ministros se hacen uno solo con Cristo Eucaristía. Misterio grande es éste, que resulta incomprensible para aquellos que carecen de la fe y de la iluminación del Espíritu Santo.
Cuando hacemos el memorial de la entrega del Hijo del Hombre, por la salvación del mundo, ofrecemos en el altar el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Jesucristo, Cordero de Dios; carne y sangre que, en espíritu y en verdad, comemos y bebemos por nuestra salud y para la redención de nuestros pecados.
Al celebrar en todas las iglesias domésticas del orbe, la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, reafirmamos ante el mundo nuestra fe, y hacemos realidad el anuncio mesiánico: “tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre que será derramada por ustedes. Haced esto en conmemoración mía”. Este sacramento de nuestra fe es el que, precisamente, anunciamos al mundo este domingo del Corpus Christi.
Nuestra profesión de fe, por tanto, se basa en la encarnación del Verbo de Dios; en su vida, pasión y muerte; y en su gloriosa resurrección. Enseñanza que nos ha sido transmitida por la Santa Madre Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, por medio de las Escrituras y de la sucesión apostólica. Eso nos basta para creer que Cristo, verdaderamente, está presente en la Eucaristía. Y si alguno ha flaqueado en la fe, y ha pedido a Dios, sinceramente, que se la renueve, ese misterio le ha sido confirmado en los diversos milagros eucarísticos que se han manifestado, para ayudar a los incrédulos en su poca fe.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
El Cuerpo de Cristo
La Iglesia es Sacramento y Cuerpo de Cristo, en donde la asamblea de fieles y los ministros se hacen uno solo con Cristo Eucaristía. Misterio grande es éste, que resulta incomprensible para aquellos que carecen de la fe y de la iluminación del Espíritu Santo.
Cuando hacemos el memorial de la entrega del Hijo del Hombre, por la salvación del mundo, ofrecemos en el altar el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Jesucristo, Cordero de Dios; carne y sangre que, en espíritu y en verdad, comemos y bebemos por nuestra salud y para la redención de nuestros pecados.
Al celebrar en todas las iglesias domésticas del orbe, la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, reafirmamos ante el mundo nuestra fe, y hacemos realidad el anuncio mesiánico: “tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre que será derramada por ustedes. Haced esto en conmemoración mía”. Este sacramento de nuestra fe es el que, precisamente, anunciamos al mundo este domingo del Corpus Christi.
Nuestra profesión de fe, por tanto, se basa en la encarnación del Verbo de Dios; en su vida, pasión y muerte; y en su gloriosa resurrección. Enseñanza que nos ha sido transmitida por la Santa Madre Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, por medio de las Escrituras y de la sucesión apostólica. Eso nos basta para creer que Cristo, verdaderamente, está presente en la Eucaristía. Y si alguno ha flaqueado en la fe, y ha pedido a Dios, sinceramente, que se la renueve, ese misterio le ha sido confirmado en los diversos milagros eucarísticos que se han manifestado, para ayudar a los incrédulos en su poca fe.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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