2009-06-21
Editorial
Aprendamos a reclamar
Cada día salen a la calle diferentes grupos de personas, que reclaman por la prestación de un servicio que no reciben, por la mala condición de alguna instalación, por el incumplimiento de promesas oficiales, o por alguna otra causa.
La mayoría de los reclamos tienen fundamento, por lo que es incuestionable la razón o el derecho que le asiste a los reclamantes. Sin embargo, el método que se utiliza para reclamar resulta, en muchos casos, contraproducente y, en ocasiones, hasta insensato. La consecuencia de esa actitud deja, además de las víctimas reclamantes, otras más que poco o nada pueden hacer para solucionar los problemas que provocan las protestas.
¿Quién se perjudica cuando se cierran las calles? ¿Quiénes sufren cuando los alumnos de primaria son colocados con sus bancas bajo el sol y frente a un pelotón de policías? ¿Quiénes resultan afectados cuando se deja de atender en los hospitales, las escuelas y otras dependencias de servicio público? ¿Quién sale perjudicado cuando se suspende el servicio de transporte o se deja de recoger la basura? ¿Quién paga el daño de los destrozos a los bienes públicos y particulares cuando una protesta se sale de control?
Reclamar un derecho conculcando el derecho de otros, desvirtúa la legitimidad del reclamo. Pedir justicia para sí mismo siendo injusto con el prójimo, pasa a ser una injusticia. Llega la hora en que debemos aprender a reclamar; y a hacerlo pidiendo lo justo, siendo justos; reclamando el propio derecho, respetando el ajeno. ¿De qué vale construir nuestra vida, si destruimos la ajena? Pensemos en ello, de cara al futuro.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
Aprendamos a reclamar
Cada día salen a la calle diferentes grupos de personas, que reclaman por la prestación de un servicio que no reciben, por la mala condición de alguna instalación, por el incumplimiento de promesas oficiales, o por alguna otra causa.
La mayoría de los reclamos tienen fundamento, por lo que es incuestionable la razón o el derecho que le asiste a los reclamantes. Sin embargo, el método que se utiliza para reclamar resulta, en muchos casos, contraproducente y, en ocasiones, hasta insensato. La consecuencia de esa actitud deja, además de las víctimas reclamantes, otras más que poco o nada pueden hacer para solucionar los problemas que provocan las protestas.
¿Quién se perjudica cuando se cierran las calles? ¿Quiénes sufren cuando los alumnos de primaria son colocados con sus bancas bajo el sol y frente a un pelotón de policías? ¿Quiénes resultan afectados cuando se deja de atender en los hospitales, las escuelas y otras dependencias de servicio público? ¿Quién sale perjudicado cuando se suspende el servicio de transporte o se deja de recoger la basura? ¿Quién paga el daño de los destrozos a los bienes públicos y particulares cuando una protesta se sale de control?
Reclamar un derecho conculcando el derecho de otros, desvirtúa la legitimidad del reclamo. Pedir justicia para sí mismo siendo injusto con el prójimo, pasa a ser una injusticia. Llega la hora en que debemos aprender a reclamar; y a hacerlo pidiendo lo justo, siendo justos; reclamando el propio derecho, respetando el ajeno. ¿De qué vale construir nuestra vida, si destruimos la ajena? Pensemos en ello, de cara al futuro.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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