2010-01-03
Editorial
La Epifanía del Señor
Celebramos este domingo la manifestación de Jesús a los Magos, en el humilde portal de Belén. Allí, en lecho de paja y envuelto en pañales, el Rey de reyes, en la fragilidad de un niño recién nacido, es adorado por quienes supieron acoger el anuncio del Mesías que llega de parte de Dios.
Los Magos, interpretando los astros, descubren este acontecimiento. Sin ser creyentes, como el pueblo de Israel, saben discernir entre lo importante y lo pasajero. Abandonan su comodidad cortesana, atraviesan páramos y desiertos, y se arriesgan ante los peligros de los salteadores de camino y el poder monárquico de Herodes. Y lo más asombroso aún, no se decepcionan de encontrar al rey que buscaban, en la pobreza y el ambiente de un establo que se debatía entre la improvisada cuna del Salvador del Mundo y el muladar propio del lugar.
Estos personajes de la Navidad cristiana nos interpelan hoy. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dejar nuestra comodidad para ir en pos de Cristo? ¿Quiénes nos arriesgaríamos a hacer camino, entre el peligro y el miedo de perder los bienes y la vida por Jesús? ¿Cómo actuaríamos frente al hecho de esperar un portento por parte de Dios, y encontrarnos con lo humilde y lo aparentemente frágil de su respuesta?
A semejanza de los Magos, aprendamos a reconocer el anuncio del Redentor que viene a nuestras vidas, a pesar de nuestra falta de compromiso o conocimiento profundo de la fe. A ejemplo de Jesús Niño, confiémonos en la fuerza protectora del Padre Dios, que se manifiesta en su Iglesia y en sus Santos. Vivamos, hermanos, en la humildad y la sencillez de aquel pesebre que el Señor quiere poner en nuestro corazón, para ser acogido y descansar en él como un día lo hizo en Belén de Judá.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org
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Editorial
La Epifanía del Señor
Celebramos este domingo la manifestación de Jesús a los Magos, en el humilde portal de Belén. Allí, en lecho de paja y envuelto en pañales, el Rey de reyes, en la fragilidad de un niño recién nacido, es adorado por quienes supieron acoger el anuncio del Mesías que llega de parte de Dios.
Los Magos, interpretando los astros, descubren este acontecimiento. Sin ser creyentes, como el pueblo de Israel, saben discernir entre lo importante y lo pasajero. Abandonan su comodidad cortesana, atraviesan páramos y desiertos, y se arriesgan ante los peligros de los salteadores de camino y el poder monárquico de Herodes. Y lo más asombroso aún, no se decepcionan de encontrar al rey que buscaban, en la pobreza y el ambiente de un establo que se debatía entre la improvisada cuna del Salvador del Mundo y el muladar propio del lugar.
Estos personajes de la Navidad cristiana nos interpelan hoy. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dejar nuestra comodidad para ir en pos de Cristo? ¿Quiénes nos arriesgaríamos a hacer camino, entre el peligro y el miedo de perder los bienes y la vida por Jesús? ¿Cómo actuaríamos frente al hecho de esperar un portento por parte de Dios, y encontrarnos con lo humilde y lo aparentemente frágil de su respuesta?
A semejanza de los Magos, aprendamos a reconocer el anuncio del Redentor que viene a nuestras vidas, a pesar de nuestra falta de compromiso o conocimiento profundo de la fe. A ejemplo de Jesús Niño, confiémonos en la fuerza protectora del Padre Dios, que se manifiesta en su Iglesia y en sus Santos. Vivamos, hermanos, en la humildad y la sencillez de aquel pesebre que el Señor quiere poner en nuestro corazón, para ser acogido y descansar en él como un día lo hizo en Belén de Judá.
Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
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