viernes, 19 de junio de 2009

…su cuerpo es santuario del Espíritu Santo…

2009-06-21
La Voz del Pastor
…su cuerpo es santuario del Espíritu Santo…

En el camino del discipulado de Jesús se nos revela en profundidad insospechada el valor y dignidad del cuerpo humano, el hecho de que somos seres corpóreos. Lo anunciamos con toda su fuerza en la Eucaristía y sacamos sus consecuencias para nuestro diario vivir como seres en relación.

En el seno de una mujer y en la familia es donde comienza nuestra corporeidad y donde se inicia nuestro aprendizaje de cómo vivirla, lo cual marcará toda nuestra vida. La ciencia nos da un conocimiento indiscutible sobre el comienzo de la vida de los individuos de cada especie y de lo peculiar de todo cuerpo humano. Desde el genoma heredado se construye su organismo y vive su propia trayectoria, con etapas (cigoto, embrión, neonato…); cada individuo con nombre propio, con su máxima expresión en el cuerpo humano, construido desde un ADN tan suyo que permite seguirle el rastro. Con la enorme peculiaridad de no quedar encerrados en lo meramente biológico, nacemos sin acabar; necesitados de un acabado propio en un entorno familiar.

La familia es el espacio donde el niño desarrolla la inteligencia emocional y las capacidades crítico-creativas; también forma hábitos de salud preventiva. Asimismo, la familia aparece como la principal estructura de prevención del delito. El papel que puede desempeñar en el campo moral es fundamental. Así, se enseña a los hijos reglas de cortesía, a saludar, a no tirar papeles en la calle; muchas pequeñas cosas que nos van educando al respeto, a cumplir los deberes ciudadanos, a sacrificarse por una buena causa. Comenzando con los pequeños deberes se aprende a cumplir los grandes; también la fidelidad (ver Lucas 16,10).

La familia es actualmente revalorizada a nivel internacional como derecho esencial, como un pilar de un tejido social sano, y una base estratégica para el desarrollo económico; como una unidad social que además de cumplir roles decisivos en lo afectivo y lo espiritual, lleva adelante con extrema eficiencia tareas fundamentales para la sociedad. Pero esto requiere apoyos como lo pueden ser firmes políticas públicas de protección a la familia y de su fortalecimiento, en particular el apoyo a los sectores desfavorecidos.

La pobreza golpea a las familias. Las carencias y dificultades que genera la pobreza, las grandes tensiones que ella produce, favorecen la posibilidad de violencia doméstica, con el enorme impacto que tiene para el futuro de los hijos. Atacar las causas estructurales del aumento de la pobreza y de la desigualdad a través de políticas que creen trabajos y disminuyan la inequidad; a través también de políticas sociales, articuladas con las anteriores, abren posibilidades de educación y salud para todos, y resultan de enorme ayuda al fortalecimiento familiar. A todo ello no puede estar ajena la sociedad civil.

El premio Nobel de Economía Amartya Sen reflexiona que el problema con la agenda social no es tanto de recursos sino de prioridades. Con recursos muy limitados se pueden obtener excelentes resultados en los campos social y de familia si se priorizan estos problemas y se reorientan recursos hacia ellos y gestionándolos bien.

Damos gracias al Señor por el don de su Cuerpo y de su Sangre, alimento en el camino hacia el Padre. Alimento que adorantes recibimos y que debe en nosotros dar frutos de agentes a favor del efectivo respeto y dignidad de los cuerpos humanos, desde su comienzo hasta el encuentro definitivo.

Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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La esperanza de cambio

2009-06-21
A tiro de piedra
La esperanza de cambio

A pocos días de la transmisión de mando gubernamental, el pueblo espera el anhelado cambio que, lustro tras lustro, se le promete y no llega. Yo también espero que las cosas cambien, aunque mi optimismo, en este caso, no es tan grande, por lo que he visto antes y después de las elecciones.

En los años de lucha contra la dictadura, una cosa estuvo clara en cuanto al cambio: recobrar la democracia. Después de la invasión, salvo el compromiso plasmado en la Agenda de Reconstrucción Civilista, el concepto de cambio da tumbos aquí, allá y acullá. Cada candidato tiene su propia concepción del cambio que debe producirse en el país. No hay unidad de criterio en este tema. Pareciera que estamos ante la encrucijada del cambio que quiere el partido que gana, y el cambio que anhela el pueblo.

Tanto en la década pasada como en la que transcurre, los esfuerzos por lograr el consenso por el cambio se han malogrado. Los encuentros de Bambito, Coronado, y la reciente Concertación Nacional, se han disipado como el humo. Del fuego que encendió el entusiasmo por darnos un plan de desarrollo nacional, sólo queda la añoranza.

Si algún cambio se produce dependerá, mas bien, de la iniciativa de algún funcionario o funcionaria, que maneje con seriedad y dedicación aquella parcela política que se le confíe. En las manos de esas personas estará la posibilidad real de cambiar las cosas; pero, como sabemos, no todos los designados son aptos para asumir el reto de gobernar el país.

Otro elemento que me hace dudar de un cambio radical es la población nuestra, que poco se interesa por hacer la diferencia en la vida nacional, porque no se convence que el punto de partida es la propia persona y su entorno cercano. Nos hemos dejado vencer por la mentalidad dependiente, que nos impulsa a esperar el cambio desde afuera de nuestro entorno, o de la mano de la autoridad. Ninguna propuesta al respecto he visto en el discurso de los nuevos gobernantes, y así no vamos a ningún sitio, lo que augura que nos quedaremos como estamos.

Hace poco me preguntaban unos colegas sobre mi expectativa en la gestión del nuevo gobierno. Les respondí que no veía cambio inminente, porque los elegidos poco o nada de diferente demuestran hasta ahora con respecto a los que se van.

¿Quiere usted saber cómo será la gestión de los nuevos funcionarios? Visite sus casas y sus negocios. Así como hacen con su hogar y sus empresas, también harán con el cargo que se les confíe. Si la casa está descuidada y es un desorden, la institución que tenga a su cargo correrá la misma suerte. Y si sus negocios andan manga por hombro, el personal infeliz por el trato que recibe, y la atención al público es pobre y de mala gana, igual sucederá con la parte del gobierno que le toca controlar.

Da pena decirlo, pero eso es lo que veo en el horizonte. La esperanza de cambio está en nosotros, como personas y como sociedad, y no esperemos que un político haga ese cambio por nosotros. Todos a una, si lo queremos lograr, desde la posición que tenemos, porque: los gobiernos pasan, y los pueblos quedan.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Aprendamos a reclamar

2009-06-21
Editorial
Aprendamos a reclamar

Cada día salen a la calle diferentes grupos de personas, que reclaman por la prestación de un servicio que no reciben, por la mala condición de alguna instalación, por el incumplimiento de promesas oficiales, o por alguna otra causa.

La mayoría de los reclamos tienen fundamento, por lo que es incuestionable la razón o el derecho que le asiste a los reclamantes. Sin embargo, el método que se utiliza para reclamar resulta, en muchos casos, contraproducente y, en ocasiones, hasta insensato. La consecuencia de esa actitud deja, además de las víctimas reclamantes, otras más que poco o nada pueden hacer para solucionar los problemas que provocan las protestas.

¿Quién se perjudica cuando se cierran las calles? ¿Quiénes sufren cuando los alumnos de primaria son colocados con sus bancas bajo el sol y frente a un pelotón de policías? ¿Quiénes resultan afectados cuando se deja de atender en los hospitales, las escuelas y otras dependencias de servicio público? ¿Quién sale perjudicado cuando se suspende el servicio de transporte o se deja de recoger la basura? ¿Quién paga el daño de los destrozos a los bienes públicos y particulares cuando una protesta se sale de control?

Reclamar un derecho conculcando el derecho de otros, desvirtúa la legitimidad del reclamo. Pedir justicia para sí mismo siendo injusto con el prójimo, pasa a ser una injusticia. Llega la hora en que debemos aprender a reclamar; y a hacerlo pidiendo lo justo, siendo justos; reclamando el propio derecho, respetando el ajeno. ¿De qué vale construir nuestra vida, si destruimos la ajena? Pensemos en ello, de cara al futuro.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Deuda pendiente

2009-06-21
El Ojo del Profeta
Deuda pendiente

El caso de los pacientes del Seguro Social envenenados con el jarabe que contenía glicodietileno todavía deja sentir sus secuelas. El casi centenar de muertos, los sobrevivientes que mueren poco a poco, y los que sin morir han quedado afectados de manera permanente, son las huellas imborrables de un hecho que quedará marcado en la historia del país.

La aparente falta de continuidad en la atención a los afectados y sus familiares, nos deja un sabor amargo como pueblo y nación. ¿Descuido? ¿Indolencia? ¿Dejar el caso al gobierno entrante? No sabemos. Lo que sí se impone es una respuesta clara sobre esta situación. Al menos eso le deben las autoridades de salud y de la Caja de Seguro Social a los reclamantes y al resto de la población. Que no se dilate más este asunto, por el bien de toda la sociedad panameña.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 12 de junio de 2009

El Corpus en La Villa de Los Santos

2009-06-14
La Voz del Pastor
El Corpus en La Villa de Los Santos

La presencia real que experimentamos del Señor… en el sacramento de la Eucaristía, constituye el contenido de esta Solemnidad. Salimos a las calles de las ciudades y de los pueblos para que “Jesús Sacramentado” sea glorificado y le damos gracias porque está verdadera e ininterrumpidamente presente entre nosotros, con su Cuerpo y su Sangre, con su Alma y Su Divinidad.

Por cédula real expedida en Valladolid el 21 de enero de 1557, los vecinos natariegos se adentran en la espesura del fenecido Ducado de Veragua en busca de nuevos territorios para la Corona.

La Villa de Los Santos nace como comunidad creyente y practicante, aunque separatista y rebelde. Luego será admitida por la Audiencia en 1574. Era Obispo de Panamá Su Señoría Ilma. Dn. Francisco de Ábrego, quien atiende la petición de los fundadores para que fuesen “atendidos religiosamente, oyeran Misa y participaran dignamente de los ritos sagrados”.

Desde entonces, no ha dejado de escucharse por las calles de La Villa de Los Santos, la alabanza a Jesús Sacramentado. Todas las generaciones han repetido devotamente: “sea por siempre bendito y alabado, mi Jesús Sacramentado”. Y, en nuestros días, sigue siendo expresión devota del pueblo en su diario vivir, la señal de admiración: “Jesús (sea) alabado”.

Han pasado muchos años desde aquella “primera evangelización” que se inicia antes de 1574. La Historia cuenta muchas cosas. De nativos y de españoles. De esclavos que llegaron a ser libres y de nobles a quienes sus pasiones convirtieron en esclavos.

Han desfilado hombres y mujeres en los más de 435 años de peregrinar en la península, siendo el Evangelio luz en el caminar de muchos pueblos… Sin embargo en esa historia, tanto ayer, como hoy, todos…, acontecimientos y personas, han pasado. Sólo Jesucristo es el mismo “ayer, hoy y siempre”.

A la luz de la fe, se han vivido las alegrías y las congojas propias del ser humano, cuya peregrinación terrena convertimos en contienda y lucha, según el Libro de Job...

Muchas gestas se han librado en La Villa de Los Santos, tierra que siempre se ha gloriado de ser libre, y de ser cuna de valores ciudadanos, de nobles tradiciones y de vivencia del “Misterio de Fe”.

El Jueves de Corpus congrega al pueblo, el Único inmutable, el Señor de la Historia, Jesucristo. Nos convoca como Iglesia, se nos ofrece en adoración como “sacerdote y víctima”, y se nos entrega como “comida y bebida” para que tengamos vida.

Él fue en el pasado y es hoy la perenne respuesta a las ansias de superación del ser humano. Sólo viviendo en el amor de Dios y respetando a nuestros hermanos podemos responder al grandioso proyecto que Él ha trazado sobre nuestra Patria y sobre cada uno de los que la habitamos. Que aprendamos los panameños a vivir en amor y en caridad, en tolerancia y en respeto mutuo, porque sólo “donde hay caridad y amor allí está Dios”.

Mons. Fernando Torres Durán
Obispo de la diócesis de Chitré

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Ojos que no ven y oídos que no oyen

2009-06-14
A tiro de piedra
Ojos que no ven y oídos que no oyen

Resulta asombroso el planteamiento de algunas personas que achacan a la Iglesia Católica la incidencia o el aumento del VIH/SIDA, porque sus argumentos no encajan en lo razonable. Lo único evidente es su animadversión hacia el catolicismo, no así su seriedad en cuanto al tratamiento del tema.

La argumentación principal de aquellas es el rechazo de la Iglesia al uso del condón, y mezclan el contagio con el control natal. Fuera de su ataque y falsa acusación, poco o nada aportan para demostrar la validez de su argumento. El ejemplo más reciente es la visita del Papa al continente africano, en la que la referencia al tema vino a ser uno de los tantos puntos que el Santo Padre tocó en sus declaraciones a la prensa y sus discursos. De la gran cantidad de problemas que sufre África, y a los que hizo referencia el Sumo Pontífice, sólo las palabras que dijo en el vuelo hacia tierras africanas ocuparon, por varias semanas, la atención de los medios de comunicación y de algunos gobiernos; entre ellos los que, con su política económica, son actores en la pauperización de los pueblos africanos.

En los inmerecidos ataques a la Iglesia hay cosas tan absurdas como decir que si Lugo, presidente paraguayo, hubiera usado condón, no habría embarazado a varias mujeres. Según los que así piensan, la causa de ese asunto es la oposición de la Iglesia al uso del condón. ¡Qué ridiculez! Acaso no ven que el asunto fue con varias mujeres, que se inició cuando la mayoría de ellas era menor de edad, y que el perpetrador tenía el suficiente nivel de instrucción para saber cómo se reproduce el ser humano. Aquí, por mucho que lo quieran decir, el caso no se da por el uso o no del condón, sino por la actitud de Lugo.

Otro caso que se menciona, porque está de moda, es el del padre Alberto Cutié. En este ejemplo, además del ataque al celibato, se suma su salto a las toldas episcopalianas. Según los detractores de la Iglesia Católica, el celibato empuja a la feligresía a cambiar de religión. La realidad es otra: ninguna de las iglesias cristianas ecuménicas, que liberan del voto del celibato a sus ministros, ha visto aumentar significativamente su membresía porque no se exige ser célibe, porque ordena mujeres como sacerdotes u obispos, porque no condena el uso del condón, o porque ordena ministros homosexuales. El argumento, ante esta realidad, se derrumba.

Como dato adicional, el paso del padre Alberto implica a uno solo frente al hecho. Cuando la Iglesia Episcopal decidió darle el orden episcopal, a las mujeres, alrededor de 400 de sus sacerdotes pidieron ingresar a la Iglesia Católica; cuando ordenaron un obispo homosexual, cerca de 11 de sus obispos y 700 sacerdotes de esa denominación pidieron cambiarse a la Iglesia Católica.

Frente a los ataques que recibe la Iglesia, nuestro discernimiento debe ser mayor. Con el cuento de lo moderno, sus detractores intentan confundirnos. No somos una empresa que depende de la cuota de participación de mercado, para cambiar constantemente el producto. Nuestra prédica es una, y basta que haya 2 ó 3 reunidos en el nombre de Jesucristo, para que la Iglesia exista. Y una cosa está clara: los que adversan a la Iglesia Católica tienen ojos y no ven; oídos y no oyen. Quien tenga ojos, pues, que vea; quien tenga oídos, que oiga.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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El Cuerpo de Cristo

2009-06-14
Editorial
El Cuerpo de Cristo

La Iglesia es Sacramento y Cuerpo de Cristo, en donde la asamblea de fieles y los ministros se hacen uno solo con Cristo Eucaristía. Misterio grande es éste, que resulta incomprensible para aquellos que carecen de la fe y de la iluminación del Espíritu Santo.

Cuando hacemos el memorial de la entrega del Hijo del Hombre, por la salvación del mundo, ofrecemos en el altar el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Jesucristo, Cordero de Dios; carne y sangre que, en espíritu y en verdad, comemos y bebemos por nuestra salud y para la redención de nuestros pecados.

Al celebrar en todas las iglesias domésticas del orbe, la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, reafirmamos ante el mundo nuestra fe, y hacemos realidad el anuncio mesiánico: “tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre que será derramada por ustedes. Haced esto en conmemoración mía”. Este sacramento de nuestra fe es el que, precisamente, anunciamos al mundo este domingo del Corpus Christi.

Nuestra profesión de fe, por tanto, se basa en la encarnación del Verbo de Dios; en su vida, pasión y muerte; y en su gloriosa resurrección. Enseñanza que nos ha sido transmitida por la Santa Madre Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, por medio de las Escrituras y de la sucesión apostólica. Eso nos basta para creer que Cristo, verdaderamente, está presente en la Eucaristía. Y si alguno ha flaqueado en la fe, y ha pedido a Dios, sinceramente, que se la renueve, ese misterio le ha sido confirmado en los diversos milagros eucarísticos que se han manifestado, para ayudar a los incrédulos en su poca fe.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Consuelo

2009-06-14
El Ojo del Profeta
Consuelo

El nacimiento y la muerte de un ser humano conmueve hasta lo más hondo el corazón de cada persona. Vida y muerte; muerte y vida. El destino del hombre está marcado por estos acontecimientos, y dejan una huella indeleble que nos acompañará más allá de nosotros mismos. Por eso, tragedias como la ocurrida con el avión recientemente caído en el océano, entre las costas de Brasil y África, estremecen la conciencia de la humanidad misma.

A pesar del dolor y lo irremediable, el consuelo solidario llega a cada ser querido que sufre. Allí, en esa circunstancia, la Iglesia demuestra su amor por el prójimo y la asistencia espiritual a los deudos. Ante ella, portadora de las promesas divinas, no existe diferencia entre creyente y no creyente; entre cristiano y no cristiano. Simplemente existe la persona, hecha a imagen y semejanza de Dios, y el testimonio que, por razón de nuestra fe, nos lleva a hacer vida el principio, inspirado en el amor de Dios, que nos impele a proclamar y a gritarle al mundo: "todo hombre es mi hermano".

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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viernes, 5 de junio de 2009

La fidelidad de Dios, nuestra fuerza

2009-06-07
La Voz del Pastor
La fidelidad de Dios, nuestra fuerza

La fidelidad de Dios es constante. Dios cumple siempre la palabra empeñada. Allí está el testimonio de las alianzas : Dios se compromete con Noé a no volver a destruir su creación, y guarda su palabra. A Abraham le promete tierra y descendencia abundante como las arenas del mar y las constelaciones del cielo, y no deja de cumplir, aunque dentro de sus propios plazos y circunstancias, para educar al hombre en la fe como confianza. Abraham llega a pensar que lo va a heredar su siervo Eliécer. Luego nace Ismael, el hijo de Agar, la esclava. Finalmente, nace Isaac, el hijo de Sara, la libre. En él empieza a cumplirse la promesa. Pero Dios no tarda en pedirle la entrega de Isaac, y Abraham se crece, otra vez, en la expresión de su confianza absoluta en Dios.

Con Moisés, Dios pacta una alianza bilateral, de tipo jurídico. Su modelo son los pactos hititas de soberanía entre un rey soberano y un rey vasallo que debe su existencia al primero. Debe ser amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos. La historia de la alianza sinaítica es un compendio de la infidelidad del rey vasallo, Israel. En ese contexto, los profetas anuncian una nueva alianza, no escrita en tablas de piedra, sino en el corazón del hombre, que aprenderá a conducirse como miembro fiel del pueblo de Dios, gracias a la pedagogía del Espíritu (cf Jer 31;31-34; Ez 36:24-28).

En la alianza con la casa de David, Dios toma la iniciativa de comprometerse a construirle a David una dinastía perpetua (cf 2 Sam 7). Esta promesa se cumplirá plenamente en Jesús, Rey de reyes, pero sufre altibajos en la historia. Uno de los mayores fue la crisis del exilio en Babilonia. Huérfanos de reyes y sacerdotes, privados del templo y la ciudad Santa, Jerusalén, cuestionan la fidelidad de Dios a sus promesas. Y Dios les responde, por medio del Segundo Isaías, que sus caminos, planes y pensamientos son distintos a los nuestros, y que la palabra que brota de sus labios no vuelve a él, sin haber cumplido su propósito (Is. 55: 1-11).

La historia de la salvación acredita, pues, que Dios es fiel a sus promesas. Esta fidelidad se parece al pedernal, por su firmeza y solidez. Se suele describir con dos sustantivos unidos por una conjunción: Jésed ve émet (cf Ex.34:6).

Jésed significa amor, bondad, benevolencia, buena voluntad, favor, beneficio, misericordia, gracia, piedad y belleza.

Émet significa firmeza, duración, certeza, seguridad, fidelidad, fe, verdad y probidad.

El combinar los dos sustantivos es un recurso literario que ayuda a suplir la función del adjetivo en una lengua pobre de adjetivos. En este caso, uno de los sustantivos se adjetiva y califica al otro. Hablaremos, entonces, de un amor fiel o de una fidelidad amorosa. Así es el amor de Dios y la fidelidad de Dios.

El evangelio de Juan recoge la expresión, cuando nos describe la encarnación del Verbo de Dios. Nos dice que la Palabra de Dios puso su tienda entre nosotros (la humanidad de Jesús), y que, en ella hemos contemplado la gloria de Dios, es decir, el ser de Dios, en cuanto brilla hacia el exterior. Esta gloria rebosa de gracia (Járis) y aletheia (verdad) ( Jn 1:14).

Remitiéndonos al origen de la expresión en el A.T., podemos describir a Cristo como la imagen de Dios invisible, primogénito de toda creación, (cf Col 1:15) plenitud del amor fiel, firme y verdadero o bien de la fidelidad, firmeza, seguridad y verdad amorosas de Dios. Así es el rostro humano de Dios (Jn 1:14).

Por la fe en el misterio pascual de Jesús, Mesías e Hijo de Dios, que la Iglesia predica, celebra y testimonia, participamos de esta realidad a través de los sacramentos de iniciación cristiana. Si Dios, en Jesús, es un amor fiel o una fidelidad amorosa, en quien todas las promesas de Dios encuentran su cumplimiento, apoyándonos en él, también nosotros podemos ser fieles a nuestros compromisos bautismales, matrimoniales, civiles y sacerdotales. Nuestra palabra empeñada con Jesús de apacentar su rebaño, por un amor que trasciende todo otro amor (Cf Jn 21;15-17), avalada por el sacramento del orden, o con una mujer, de amarla hasta la separación de la muerte, avalada por el sacramento del matrimonio, se mantendrá firme, en medio de todas las vicisitudes. No dejaremos que la rutina, el cansancio, la desidia, la tentación o la pereza reduzcan a quimera la palabra que hemos empeñado delante de Dios y de los hombres, apoyándonos en Jesús, plenitud del amor fiel o de la fidelidad amorosa de Dios.

Mons. Oscar Mario Brown J.
Obispo de Santiago

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Las raíces de la corrupción

2009-06-07
A tiro de piedra
Las raíces de la corrupción

Dice el refrán que el poder corrompe y que todo hombre tiene su precio. Resultan ciertas esas palabras, pero no es lo único que corrompe al ser humano. La mayoría de los corruptos, ningún poder significativo detenta. La corrupción, entonces, tiene otras raíces.

La corruptibilidad humana está ligada al provecho que podemos sacar de hechos y situaciones, se traduzca o no en dinero. El denominador común es el camino fácil, para obtener lo que costaría más esfuerzo lograr. Veamos algunos ejemplos:

En las calles y avenidas un número importante de conductores hace giros prohibidos, a pesar de las señales de tránsito. Otros se colocan en el carril de giro a la derecha, para seguir de frente, sin inmutarse ante la protesta a bocinazos del que viene detrás. El cara dura se queda allí, bloqueando el paso, sin empacho alguno.

Un grupo de individuos se apodera de una zona aledaña a un sitio muy concurrido, se instala en el lugar, y decide cobrar por el servicio de “bien cuidao”. La mayoría de los “clientes” no tiene más remedio que ceder al chantaje, so riesgo de daño a su vehículo, ultraje o maltrato a su persona.

A casa llega un niño con un artículo, que, evidentemente no es de él ni le han dado en casa. Al preguntarle sobre su procedencia, si es que le preguntan, dice que se lo encontró. Allí queda todo. Con más frecuencia seguirá encontrándose cosas, hasta convertirse en un mozalbete dichoso, que hoy se encuentra un televisor, mañana un fajo de dinero, y más adelante una pistola. Como la mayoría en casa se beneficia de la “buena suerte” del muchacho, ya ni le interesa preguntarle de dónde provienen los objetos.

También casos similares ocurren en las oficinas, las que se convierten en proveedoras de lápices, bolígrafos, resmas de papel, fotocopias, y cualquier otra cosa que, entre pellizcos y pequeñas cantidades, van a satisfacer las necesidades de estudiantes, asociaciones, amigos y otros necesitados de tales bienes.

Muchas de esas actitudes crean la cultura de la corrupción. Lo que parece insignificante, se convierte en algo grande. Si pudiéramos rastrear el currículo de los políticos, en ese sentido, nos daríamos cuenta que su escuela de corrupción ha sido aquello que considera “normal” en su vida, en su familia, en su trabajo, y en su círculo de amigos y copartidarios.

Por todos los lados la sociedad es atacada por la corrupción. El escandaloso que llega al estacionamiento del condominio con su carro ruidoso, o su aparato de música. El vecino bullanguero que desde su casa mortifica al resto, con el ruido excesivo. Aquel que lava su carro y deja la manguera chorreando, inundando el portal ajeno. El que se estaciona donde no debe, o lo hace ocupando dos lugares, o bloquea el paso a otro.

Todos esos son signos de corrupción moral, que después llevan a males peores. Allí, en esas prácticas, están hincadas las raíces de la corrupción social que padecemos. Si no la erradicamos, desde las estructuras privada, civil y política, la corrupción seguirá gozando de buena salud.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Celibato

2009-06-07
Editorial
Celibato

El celibato sacerdotal es una institución eclesiástica que tiene su fundamento en la vocación de quien lo profesa, y que a su vez se sostiene en la fe. Buscarle otra connotación es necedad. Tratar de atacarlo desde el enfoque sexual, explícitamente en lo atinente al coito, es un error conceptual y un dardo que apunta a la difamación y no a la edificación del clero y de la Iglesia.

Profundo es el ejercicio de discernimiento, para quienes quieren acceder al sacerdocio. Durante largos años, el candidato interioriza el compromiso y el alcance que tendrá el celibato en su vida sacerdotal y personal. En ese periodo está en la libertad de asumir o no esa promesa. Aún después, si por causa grave y sincera, siente que no puede continuar guardando el celibato, expone su causa a la Iglesia y tiene la opción de obtener una dispensa de dicho voto.

La Iglesia, Madre y Maestra, busca el bien de sus hijos. Nada es por capricho; nada a la carrera; nada movido por cualquier viento de doctrina o corriente de moda. Nuestra Santa Madre Iglesia, portadora del mensaje divino, respeta el libre albedrío que Dios le ha dado al hombre, pero guía e instruye a sus hijos para que hagan buen uso de la libertad que el Creador les da.

Quien decide ser sacerdote, sabe a qué atenerse con respecto al celibato. Y sabe, aún más, que el sacerdocio es una gracia que se recibe por el llamado divino. No es una profesión cualquiera, que se decide estudiar, aunque no se tenga la vocación para ella. Sin vocación ni llamado, no hay verdadero sacerdocio; y, sin ambos, difícilmente se podrá guardar el celibato sacerdotal, cuya fuerza para vivirlo está en la elección que el mismo Altísimo hizo del sacerdote, desde el seno de su propia madre.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Pueblos hermanos

2009-06-07
El Ojo del Profeta
Pueblos hermanos

La reciente decisión de la OEA (Organización de Estados Americanos) de levantar la suspensión impuesta a Cuba hace 47 años, que la mantenía fuera del organismo, es un paso más hacia la integración plena de la comunidad de las naciones de América. Más que los estados y sus gobiernos, la relación de hermandad e intercambio se da entre los pueblos. Los gobernantes son pasajeros, los pueblos permanecen.

El valor del levantamiento de la marginación de Cuba de la OEA está no en lo político, sino en algo mucho más trascendente: la búsqueda de la fraternidad. Como dijera el Papa Juan Pablo II en su visita a la isla, para llevar el mensaje de esperanza a millones de cubanos: "que el mundo se abra a Cuba, y que Cuba se abra al mundo". Lo que resta es esperar esa apertura, en todos los órdenes de la vida política, social y cultural de la sociedad cubana. Que el pueblo cubano encuentre la verdadera paz, y la auténtica libertad, dentro y fuera de sus fronteras.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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