viernes, 26 de diciembre de 2008

Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje

2008-12-28
La Voz del Pastor
Balance de 2008 con la Jornada de Sydney como eje

Publicamos parte del discurso que Benedicto XVI dirigió el lunes 22 de diciembre a los miembros de la Curia Romana y de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano en el tradicional encuentro de intercambio de felicitaciones con motivo de la Navidad.

Señores cardenales, venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, queridos hermanos y hermanas:

La Navidad del Señor está a las puertas. Cada familia siente el deseo de reunirse, para disfrutar la atmósfera única e irrepetible que esta fiesta es capaz de crear. También la familia de la Curia Romana se encuentra esta mañana, siguiendo una bella tradición, gracias a la cual tenemos la alegría de encontrarnos e intercambiarnos las felicitaciones navideñas en este particular clima espiritual. Dirijo a cada uno mi saludo cordial, lleno de reconocimiento por la apreciada colaboración prestada al sucesor de Pedro. (…)

El año que está a punto de terminar ha sido rico en miradas retrospectivas a fechas importantes de la historia reciente de la Iglesia, pero rico también en acontecimientos, que traen consigo señales de orientación para nuestro camino hacia el futuro. Hace cincuenta años moría el papa Pío XII, hace 50 años era elegido papa Juan XXIII. Han pasado cuarenta años de la publicación de la Encíclica Humanae vitae y treinta años de la muerte de su autor, el Papa Paolo VI.

El mensaje de estos acontecimientos ha sido recordado y meditado de muchas formas a lo largo del año, tanto que no quisiera detenerme nuevamente en ellos ahora.

La mirada de la memoria, sin embargo, se ha dirigido aún más atrás de los acontecimientos del siglo pasado, y precisamente así nos ha dirigido hacia el futuro: la noche del 28 de junio, en presencia del patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla y de representantes de muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales pudimos inaugurar en la Basílica de San Pablo Extramuros el Año Paulino, en recuerdo del nacimiento del apóstol de los gentiles hace dos mil años. Pablo no es para nosotros una figura del pasado. (…)

Surgen particularmente ante los ojos tres acontecimiento específicos del año que está por concluir. Ha estado ante todo la Jornada Mundial de la Juventud en Australia, una gran fiesta de la fe, que ha reunido a más de 200.000 jóvenes de todas partes del mundo y les ha acercado no sólo externamente --en sentido geográfico-- sino, con su contagiante alegría de ser cristianos, también interiormente.

Junto a ello hubo dos viajes, uno a los Estados Unidos y otro a Francia, en los que la Iglesia se ha hecho visible ante el mundo y para el mundo como una fuerza espiritual que indica caminos de vida y, mediante el testimonio de la fe, trae la luz al mundo. Fueron días que irradiaban luminosidad, irradiaban confianza en el valor de la vida y en el empeño por el bien.

Por último, hay que recodar el Sínodo de los Obispos: pastores procedentes de todo el mundo se reunieron alrededor de la Palabra de Dios, que había sido alzada en medio de ellos; en torno a la palabra de Dios, cuya gran manifestación se encuentra en la Sagrada Escritura. (…)

Finalmente era importante experimentar que en la Iglesia hay un Pentecostés también hoy; es decir, que ésta habla en muchas lenguas, y esto no sólo en el aspecto exterior de que estén representadas en ella todas las grandes lenguas del mundo, sino aún más en su aspecto más profundo: en ella están presentes las múltiples formas de experiencia de Dios y del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así aparece la amplitud de la existencia humana y, a partir de ella, la amplitud de la Palabra de Dios.(…)

Los viajes pastorales de este año han hecho referencia a la presencia de la Palabra de Dios, a Dios mismo en el actual momento de la historia: su verdadero sentido sólo puede ser el de servir a esta presencia. En estas ocasiones la Iglesia se hace perceptible públicamente, con ella la fe, y por ello, al menos, la pregunta sobre Dios.

Esta manifestación en público de la fe llama en causa a todos aquellos que intentan entender el tiempo presente y las fuerzas que actúan en él. Especialmente el fenómeno de las Jornadas Mundiales de la Juventud se convierte cada vez más en un objeto de análisis, en el que se intenta entender esta especie, por así decirlo, de cultura juvenil. Australia nunca había visto tanta gente de todos los continentes como en la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera durante las Olimpiadas. (…)

El espíritu misionero de la Iglesia no es más que el impulso por comunicar la alegría que se nos ha dado. Que siempre esté viva en nosotros y, después, que se irradie en el mundo en sus tribulaciones: este es mi auspicio para finales de este año. Junto con un sentido agradecimiento por todas vuestras fatigas y obras, os deseo a todos que esta alegría, que se deriva de Dios, se nos dé abundantemente también en el Año Nuevo.

Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen María, Mater divinae gratiae, pidiéndola poder vivir las festividades navideñas en la alegría y en la paz del Señor. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana la bendición apostólica.

S. S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Año electoral

2008-12-28
A tiro de piedra
Año electoral

En un par de días se nos viene encima el año 2009 cargado de actividades electorales, en el que muchos ponen su esperanza en un gobierno nuevo que produzca un cambio y, otros, en un gobierno viejo que les deje disfrutar de lo que hasta ahora han tenido. Un año de elecciones que promete mucho, pero cumple poco.

Por primera vez desde mi primera votación, me veo libre del ajetreo electoral. Bajo el período de la dictadura era la lucha contra el régimen y la defensa del voto opositor; en democracia, después de la invasión, el apoyo a la consolidación democrática. En esta ocasión no me gusta ningún candidato y, como me mudé y no hice cambio de residencia, estoy impedido de votar. Así que aprovecharé este tiempo sabático para ver los toros desde la barrera.

Si tuviera que analizar a los candidatos, me parece que Juan Carlos Varela es el más sano como persona y político. Tiene en su contra la poca o nula experiencia en el manejo del sector público, y la falta de apoyo y empuje que se nota en su partido. Es la prueba a superar, si quiere remontar los puntos que le dan las encuestas.

Guillermo Endara realizó un gobierno que se considera aceptable, pero dentro de una coyuntura diferente a la actual. Ya no tiene el respaldo mayoritario de entonces, ni las condiciones de reconstrucción del país que hicieron trabajar con entusiasmo a empresarios y trabajadores. Aunque su fuerte es su trayectoria presidencial anterior, los nuevos votantes recuerdan vagamente esa gestión y prefieren figuras con las que se sientan más identificados.

Balbina Herrera tiene el respaldo del partido político más fuerte, pero carga con el desgaste del gobierno y un pasado ligado al militarismo, que hace daño en términos de manejo de la opinión pública. Ve caer su porcentaje de aceptación vertiginosamente, y debe atender dos frentes: el interno de su partido, y el electoral frente a los otros candidatos.

Ricardo Martinelli es una figura insistente, con un equipo propagandístico sagaz y que saca provecho de los errores de sus adversarios. Ese, hasta ahora, es su fuerte. Sin embargo, carece de plataforma ideológica y de un partido cohesionado en cuanto a la filosofía partidista. Un número importante de sus candidatos provienen de otros colectivos, lo que da la impresión de oportunismo electorero que, en caso de triunfo, exigirán el “justo pago” por sus servicios.

Mientras se calienta el ambiente electoral, me buscaré un asiento en el palco de sombra, para observar esta faena que, como las corridas de toros, promete sol, sangre y arena. Y espero que la sangre sólo esté en las lágrimas.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Defender la familia

2008-12-28
Editorial
Defender la familia

Cada vez nos cuesta más proteger la institución familiar, porque los ataques del mundo se multiplican sin cesar. Con conceptos nuevos, aunque no tanto, que la desvirtúan, al menos en el lenguaje de uso común, se intenta separa la verdadera familia de las nuevas concepciones que, en el fondo, son vacías y carentes de sentido natural.

El hombre, como especie, está ligado al gregarismo. Es de esta condición que surgieron los clanes y tribus, hasta constituirse en la unidad familiar que conocemos hasta el presente. Familia es un hombre y una mujer que, unidos en alianza indisoluble, deciden pasar el resto de sus vidas en una expresión de amor que incluye la indispensable fidelidad mutua, los hijos e hijas producto de su amor, y el dejar una herencia en nombre, genes y valores espirituales y culturales.

Ahora se intenta separar la auténtica familia de la familia hecha a la medida y al capricho de cierta corriente mundana. A la verdadera familia se le llama tradicional, y a la otra moderna. ¿Qué modernismo existe donde no hay un padre y una madre? ¿Qué modernismo se tiene cuando conductas de grave desvío se proponen como modelo a seguir por los menores dentro de un supuesto hogar? ¿Qué modernismo puede alegarse al intentar darle el estado de matrimonio a una unión homosexual, que pretende ser lo que no es?

La corriente del mundo es fuerte y arrastra a muchos, pero difícilmente lo logrará con todos. La humanidad, en sus dolores de parto, tendrá que compartir espacio y tiempo con todos los seres humanos y sus mentalidades, pero ya, en algunos aspectos, se ha dado cuenta de algunos errores cometidos, al dejarse arrastrar y jugar a ser dios de sí misma.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Corona Merecida

2008-12-28
El Ojo del Profeta
La Corona Merecida

Todo creyente que libra el buen combate el Señor le tiene preparada una corona de gloria, como premio por su fidelidad y entrega total al Evangelio. Ninguno, aunque haya muerto en esta tierra, morirá para siempre. Esa es la promesa que hoy se cumple en la hermana Gladys Méndez, quien pasó a la casa del Padre hace unos días.

Muchos en la Iglesia que peregrina en Panamá hemos sido testigos de su donación, su coraje y su trabajo con los más pobres. Tenaz, entusiasta y humilde, la hermana Gladys deja una profunda huella entre quienes la conocieron. Vivió una vida provechosa y dedicada al prójimo, sin acumular nada terreno.

Ya entrada en el descanso de la dormición, en espera de la resurrección con Cristo, se anticipa a todos aquellos fieles que, como ella, lo han dejado todo para seguir a Cristo y dar fruto tras morir como el grano de trigo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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martes, 23 de diciembre de 2008

Navidad fiesta cristiana

2008-12-21
La Voz del Pastor
Navidad fiesta cristiana

El título de esta reflexión parece una redundancia. Si la sociedad y, especialmente nosotros, los cristianos viviéramos estas festividades con el espíritu y la mística que nos propuso la Iglesia al instituirla, entonces sí fuera verdadera redundancia afirmar que la navidad es fiesta cristiana.

Varios meses antes del 25 de diciembre notamos mucho interés y entusiasmo, pero en el campo comercial. No pocas empresas ven esta época como la más importante del año, pues son tantas las ventas y negocios que se realizan, al punto de compensar con creces lo que no se ganó antes. De esta manera la navidad se convierte en la fiesta del consumismo y la época de derroche.

Ya Jesús afirmó que los hijos de las tinieblas son más hábiles que los hijos de la luz (Lc 16,8). Nuestra sociedad consumista se prepara con tiempo para lograr su objetivo: es decir el lucro desmedido.

Por otra parte, nosotros los cristianos somos hijos de la luz e hijos del día, por eso debemos prepararnos y celebrar este gran acontecimiento a la luz de esta fe (Efesios 5,8-9).

La Iglesia trata de prepararnos con su liturgia, durante cuatro semanas, presentándonos hermosos textos del Antiguo Testamento con el fin de que hagamos nuestros los anhelos y las esperanzas del pueblo de Israel, y muy especialmente el grito de los profetas que clamaban por la llegada del Mesías: “cielos destilad el rocío, nubes derramad al justo, ábrase la tierra y brote la salvación y con ella germine la justicia” (Is 45,8).

Hemos contemplado en este tiempo la persona fascinante de Juan Bautista que llamando a la conversión preparaba al pueblo en forma inmediata para acoger al Mesías Salvador. En este cuarto Domingo de Adviento vemos al Ángel Gabriel anunciando a María que ha llegado el momento esperado, Ella será la madre del Rey de Israel en el cual se cumplen todas las promesas. María, porque es humilde y fiel, acoge con fe y generosidad al Hijo de Dios no sólo en sus entrañas sino también en su mente y en su corazón.

Celebrar la Navidad es, ante todo, creer profundamente en Jesús, el Mesías esperado de todos los tiempos. Creer que él es el Hijo de Dios que al encarnarse entra en nuestra historia y asume nuestra realidad humana (menos el pecado) la eleva y dignifica. Navidad es el mismo Jesús, no esos horribles monigotes o estafermos introducidos por los enemigos del cristianismo para hacer olvidar al Niño Dios.

Jesús en el pesebre de Belén es el verdadero Emmanuel-el Dios con nosotros-, del que habla el profeta Isaías (Isaías 7, 14).

La fiesta del nacimiento de Jesucristo es esencialmente una fiesta litúrgica. No se trata simplemente de recordar con frialdad un acontecimiento del pasado que ya no existe. Celebrar bien navidad supone una profunda conversión interior (toda colina será rebajada y todo valle será rellenado) con el fin de acoger a Jesús por la fe en nuestra vida personal. Solo así Jesús nacerá místicamente en nuestro corazón. No podemos negar la posada al Salvador, pues en realidad Él está tocando a nuestra puerta, si le abrimos Él entrará y cenaremos juntos (Apoc. 3,20).

Navidad es la fiesta de la paz, de la reconciliación y de la unidad familiar. El anuncio de los Ángeles a los pastores sigue siendo la gran noticia. “Les traigo una gran noticia que será de alegría para todo el pueblo” (Lucas 2, 10). Hoy más que nunca estamos necesitando esa noticia que es Jesús, el príncipe de la paz. Nuestro mundo está saturado de problemas y los medios sólo nos ofrecen las malas noticias.

Celebremos con recogimiento la fiesta de Navidad, abramos nuestro corazón al amor y a la solidaridad, aprendamos de Jesús que vino, no a ser servido, sino a servir y a dar la vida por todos. Hagamos de la Navidad una fiesta cristiana.

Mons. José Dimas Cedeño Delgado
Arzobispo de Panamá

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La Nochebuena del Ñato

2008-12-21
A tiro de piedra
La Nochebuena del Ñato

El barrio de Santa Ana siempre ha tenido una serie de personajes populares muy pintorescos. Algunos, por su fama, han trascendido las fronteras del arrabal santanero. Políticos, poetas, abogados e intelectuales se cuentan entre sus más conspicuos lugareños. Otros, con trayectoria más modesta, apenas son conocidos dentro de sus límites.

Tal es el caso del Ñato, un hombre que pintaba escenas por las paredes ruinosas del vecindario. Además de dibujante, también era músico; o al menos lo fue en su juventud. Ya envejecido, y entregado al alcoholismo, dependía de la caridad pública: tanto para comer como para beber.

Una Nochebuena me lo encontré por la calle, en soledad y abandono. En esos, mis tiempos mozos, solía yo visitar a esos personajes de barrio en vísperas de Navidad. Me ponía a cantar villancicos con ellos, a hablarles del acontecimiento de Belén, y a compartir algo de comer. Esa Nochebuena sólo encontré al Ñato; estaba hambriento y triste. Charlamos un rato sobre la Navidad y, luego, me lo llevé a comprarle algo para comer.

Por aquellos años era común vestir ropa nueva para las celebraciones importantes, como fiestas patrias, Navidad y Año Nuevo. Yo iba trajeado; el Ñato vestido como visten los mendigos. Entramos a un restaurante chino en la Calle 15 Oeste, y pedí una comida completa. Ya pagada, el dueño se negaba a despachármela, porque se enteró que era para el Ñato. Tuve que rogarle, pero al fin me la vendió, con la condición de comerla fuera del local.

Yo estaba preocupado por la soledad en que el Ñato pasaría la Nochebuena, pero él me dijo que tenía un lugar donde le permitían pernoctar. Por insistencia mía, y para demostrarme que era cierto, me invitó a visitarlo: era un sitio debajo de una escalera, en la casa contigua al edificio donde estaba el restaurante. Entramos por el zaguán y vi a los vecinos reunidos en el patio. Pregunté si conocían al Ñato y si era cierta su historia que lo dejaban vivir bajo la escalera, lo cual corroboraron. Allí nos sentamos a hablar de la Navidad; cantamos y comimos. Al despedirme, me aseguraron que el Ñato no pasaría en soledad la Nochebuena.

Muchas historias de esos hombres y mujeres de la calle conocí; muchos dramas; muchas alegrías y tristezas. Algunos hasta tenían jubilación, pero duraba poco al intentar aplacar la sed de alcohol de la pandilla. Sin necesidad de caminar en los zapatos del pueblo, ni de escuchar pasivamente mientras hablan, ni de estar solamente de corazón, pude ver el lado humano de esa gente. Sin pretender nada, Dios nos dio la oportunidad de conocernos, saludarnos y experimentar, por varios años, esa vivencia de la Navidad que, aunque hecha ahora recuerdo, no la cambiaría por nada en el mundo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Dios con nosotros

2008-12-21
Editorial
Dios con nosotros

El inmenso amor de Dios manifestado en su Hijo Unigénito, cuando lo envió a la tierra y lo entregó para ser crucificado y salvar, así, a la humanidad entera, es la más grande prueba de lo tanto que amó Dios al mundo. Y Jesús, desde sus primeros años, se hizo amigo de los hombres, hasta dar la vida por ellos.

Dentro de pocos días conmemoraremos su primera venida, con el pensamiento puesto en aquel pesebre pobre de Belén, en donde nació el Mesías Redentor. Un pequeño establo al que acudieron, en primer lugar, los pastores del campo cercano, después de escuchar el anuncio del ángel. Ellos lo acogieron con sencillez, porque, también, estaban a la intemperie y vivían libre del lujo y la ostentación que obnubila a quien se deja llevar por sus tentaciones.

Hoy como ayer, los que acogen a Jesús son los humildes y los que deponen todo orgullo y toda soberbia, para enternecerse con el anuncio de la Buena Noticia que les recuerda que Dios está con nosotros, habita entre nosotros, y se muestra en el rostro de los sufridos, los marginados y los perseguidos. Él está en el pobre, el hambriento, el enfermo, el encarcelado, el forastero. Lo que hagamos por cada uno de ellos, lo hacemos por Cristo mismo.

Fijémonos, pues, en la semejanza del ayer y del hoy. Discernamos sobre cómo recibimos al Niño Jesús esta Navidad, y cómo lo reciben aquellos que, a similitud de los pastores, están sin hogar o fuera de los suyos. Que el festejo mundano no nos impida ver el centro y el motivo de esta celebración: Dios hecho hombre y niño, en su Hijo, que viene a hacer morada entre nosotros.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Vivid alegres

2008-12-21
El Ojo del Profeta
Vivid alegres

Con esta frase las Escrituras nos invitan a preparar el corazón para recibir la Palabra del Señor y ponerla en práctica. Es más que una exhortación; es una palabra de esperanza que se hace realidad en el amor de Dios. Algunos sucumben ante la violencia y el caos que, a veces, reina en distintas partes del mundo. ¿Cómo se puede estar alegre ante tanta desgracia? Allí está, precisamente, el fondo del asunto: soportar las pruebas y superar las adversidades, por medio de la plena confianza en la acción de Dios.

La alegría a la que se nos invita está, más que en el contento pasajero, en el convencimiento que vamos al encuentro del Señor en cada experiencia de Dios que tengamos en nuestra vida. Es una alegría con base en la fe y en la confianza de la existencia de Dios, que nos impulsa a amarlo a Él y a amar al prójimo como a nosotros mismos. Vivir alegre es confiarse a Dios cada día, ver a los demás sin detenerse a pensar en sus defectos, y compartir aquellos dones espirituales y materiales que el Señor nos da, en un acto de donación libre de aprehensiones y cavilaciones que puedan desvirtuarlos. El Señor está cerca y ese, sin más, es el motivo de nuestra alegría.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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lunes, 15 de diciembre de 2008

Tener oído de discípulo

2008-12-14
La Voz del Pastor
Tener oído de discípulo

“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente (…) ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo…” (Hebreos 1, 1-4). Tiempo de Adviento, tiempo de afinar el oído porque el Dios al que creemos y en el que creemos, nos habla y claramente (Salmo 19,9; Mt. 11, 25). Tanto, que nos ha entregado su propia Palabra: Cristo Jesús. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. No se trata de un Dios confuso o de espaldas a nuestras vidas. La revelación significa una invitación a la comunión y a la vida compartida, dirigida por Dios a las personas humanas.

Esta relación por la palabra es la que mejor manifiesta el infinito respeto de Dios por el hombre. De aquí el porqué de cuatro principios clave del pensamiento social de la Iglesia, que al mismo tiempo son espacio de encuentro con mujeres y hombres de buena voluntad, en sintonía con los ángeles de la Navidad: dignidad de la persona humana, destino universal de los bienes de esta tierra (bien común), subsidiaridad, y solidaridad.

Hoy los procesos económicos, tomados en sí mismos, parecen regir la vida, el destino, los afanes y los ideales de los hombres y mujeres concretos. La cultura dominante ha convertido al éxito personal en una nueva religión, cuyas virtudes cardinales son la excelencia, la productividad y la competitividad, al margen de la necesidad de los demás. Frente a ello, urge subrayar al desarrollo humano, a la persona, a la solidaridad y la justicia, como el centro de todo esfuerzo de la humanidad, como el sentido más auténtico de toda fórmula económica, de todo régimen político. Ahí es donde la educación está llamada, también, a contribuir en la transformación social; en definitiva, la transformación cultural.

El mercado y la política por sí solos no generan valores ni ideales. Una sociedad polarizada por la búsqueda del dinero fácil, del éxito inmediato, de la fama a cualquier precio, no da herramientas para educar a las nuevas generaciones a una mayor fidelidad a los reclamos de la justicia y de la solidaridad, del “amarás a tu prójimo”. Se constata en el día a día de tanta gente, una ruptura entre los valores que se dicen profesar y lo que aparece en las conductas dominantes. Hasta el último informe del PNUD sobre el desarrollo humano en Panamá pone el dedo en esta llaga. ¿Es esto fatal? Volver a mirar y a escuchar a Cristo Jesús es camino de salvación.

¿Qué lazos pueden unir a panameñas y panameños, como un pueblo, para que no siga creciendo la tendencia a no mirar más que por los intereses individuales, a replegarse en un individualismo estrecho en el que toda virtud pública queda sofocada? En esto, la subsidiaridad, una de cuyas expresiones es el fomento de la participación ciudadana, puede ser de una inmensa ayuda. Resulta sorprendente que a estas alturas de nuestro caminar democrático todavía haya personas que teman a la participación ciudadana y quieran encerrarse en aquello de que sólo los que han sido elegidos por el voto pueden hacer. Basta con dar una mirada a experiencias como las norteamericanas o suizas, para comprobar que no se trata de desconocer los procesos electorales, ni de sinónimos de anarquía.

Las decisiones políticas llevan consigo decisiones éticas previas. Si aquellas son competencia del Gobierno legítimo, éstas sin embargo deben ser analizadas por los ciudadanos también. Pero no sólo las cuestiones éticas. Se dice que se quiere establecer una descentralización en el país. ¿Qué va a ser de ella si no hay participación ciudadana? Somos, felizmente, un pueblo que gusta de participar cada cinco años en elecciones, pero si no se amplían los espacios de participación real, si no seguimos trabajando para que la concertación pueda expresarse en los “cómo” y no sólo en los “qué”, la percepción de promesas no cumplidas y de quejas no escuchadas puede ir en aumento y, con ello, el riesgo de crecimiento del individualismo o de prestar oídos a cantos de sirena populistas. Se trata de la dignidad de la persona. La lectura del Documento de Aparecida número 406, anima a no decaer en estas cosas.

En nuestra confesión de fe, domingo a domingo, no sólo para Navidad, afirmamos y celebramos un “extraño” acontecimiento: Dios se hizo hombre, frágil; inmenso tesoro confiado a María y José, a los que le fueron acompañando. ¿Cómo cuidamos de nuestra dignidad humana?

Mons. Pablo Varela Server
Obispo Auxiliar

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La Navidad que se fue

2008-12-14
A tiro de piedra
La Navidad que se fue

Cuando repaso la forma en que los panameños celebrábamos la Navidad, me doy cuenta de cuánto hemos perdido. No se trata de que el tiempo pasado fue mejor, sino de aquello que hemos matado sin darnos cuenta: el carácter alegre y el amor y el respeto por el otro.

Después del Día de la Madre Panamá se llenaba de luces y se cantaba por todas partes. Casi en cada casa había un arreglo navideño y, en las más pobres, al menos brillaba una luz. Las estaciones de radio sonaban, constantemente, música popular y villancicos navideños. Los enemigos se reconciliaban y, con muchos días de anticipación, se deseaba feliz Navidad a todo el que se nos cruzara en el camino. En ese aspecto éramos más humanos.

Ahora dirán que la cuenta de luz es costosa, pero es sólo excusa, porque los adornos se pueden poner con pocas luces o prescindiendo de ellas totalmente. Ya se dice que la Navidad es para los “pelaos”, para los niños. ¡Mentira! Cristo vino al mundo por todos, sin discriminar entre adulto y niño; viejo y joven; o hombre y mujer. La Navidad es para todos, especialmente para los que creen en la venido del Hijo de Dios al mundo.

Recuerdo que en los patios de las casas se reunían las familias y los vecinos, para celebrar. Se sacaban los instrumentos, la mayoría de percusión, y se cantaban las canciones navideñas mientras los niños jugaban con sus juguetes nuevos. La mayoría no eran costosos, pero habían sido escogidos con mucho esmero y cariño por nuestras madres y abuelas, principalmente, y por otros parientes. Muchos de nuestros familiares y amigos no nos daban regalo, pero con su presencia y un abrazo nos hacían felices. Cómo nos alegrábamos cuando veíamos a toda la familia reunida: tíos y tías, primos y primas, y aquellos amigos de la familia que eran como hermanos de nuestros padres y parientes.

Ninguno pasaba la Nochebuena en soledad, porque algún vecino lo acogía con placer. Toda la vecindad compartía la comida de Navidad, por muy humilde que fuera. Tamales, dulces, arroz con pollo, ron ponche, jamón, ensalada, y frutas de toda clase. En cada casa se comía un poco, y los grandes bebían licor, pero a ningún niño le era permitido. Vestíamos ropa nueva, que se habían abonado o sacado en un club de mercancías en los almacenes de la Central. La Navidad era un acontecimiento grande e importante, y así se celebraba.

Esa actitud y ese sentido de la fiesta se ha abandonado. ¿Por qué? No lo sé; pero tampoco me digan que es anticuado, porque el amor, la amistad y el aprecio y el respeto hacia el vecino no pasan de moda. Somos nosotros, Panamá, los que nos hemos dejado llevar por un modernismo mal entendido por el utilitarismo y el hedonismo. Los que conservamos esas tradiciones de Navidad, lo seguiremos haciendo; y el que quiera recuperarlas, que se decida a hacerlo este año. De seguro ganaremos más, que aquello que podamos perder.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Administrar bien

2008-12-14
Editorial
Administrar bien

La costumbre de comprar y gastar que se ha impuesto en el mes de diciembre, aupada por la publicidad, empuja a muchas personas a actuar como compradores compulsivos. El sistema económico provee de bonificaciones, ingresos extraordinarios y ahorros de ocasión incitados con el fin de gastarlos al final del año.

Ante el mencionado hábito se impone el discernimiento de las personas, para evitar el despilfarro del ingreso extra que se recibe, o del esfuerzo de todo un año para ahorrar una cantidad de dinero que bien podría resolver necesidades familiares que son más importantes que los regalos o los artículos suntuarios que suelen comprarse con esa plata.

Saber administrar el ingreso personal y familiar es de sabios; malgastarlo, de necios. Si se desea hacer buen uso del dinero adicional que se recibe por estos días, lo primero que debe hacerse es una lista de aquello en que se piensa gastar o invertir, separando una parte para las necesidades y otra, para las compras de ocasión. Después de calcular bien, entonces se procede a usar el dinero como conviene y sin excederse de la capacidad que se tiene realmente.

Navidad no es gastar alocadamente, sino una actitud de vida y un escrutinio espiritual que nos ayuda a ser mejores y a enderezar lo que en nosotros está torcido. No es el regalo más costoso el que da muestra de mayor amor, ni el derroche de suntuosidad en el arreglo de la casa lo que dice más de nosotros. Lo que en realidad perdura es el don de gentes, el trato afable y fraterno hacia el prójimo, y la práctica de valores y virtudes que nos hacen más humanos y nos acercan a Dios. Sepamos, pues, administrar bien: no sólo el dinero, sino nuestra propia manera de ser y vivir.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Visión turística

2008-12-14
El Ojo del Profeta
Visión turística

El desarrollo del turismo en el país abre grandes oportunidades a la población, porque es una actividad que alcanza a un gran número de personas en sus beneficios y su participación. La población pobre puede beneficiarse si los programas de capacitación llegan a ella, para mejorar su producción de alimentos, artesanías y los servicios que se adecúen a las necesidades y exigencias del sector turismo.

Hay que cuidar con mucho celo la buena atención que se pueda prodigar a los turistas y, sobre todo, el ambiente de higiene y seguridad públicas que son pieza clave en la actividad turística.

La superación individual también es importante. Corresponde al Estado proveer los medios para facilitar la educación, el desarrollo de empresas familiares, y la gestión local para explotar los recursos y las ventajas que cada región puede ofrecer al turismo. Aprovechar esos medios y facilidades es responsabilidad de cada quien que desee mejorar su situación socio económica, con la base en el esfuerzo de un trabajo honrado y la superación personal.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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jueves, 11 de diciembre de 2008

Adviento, tiempo de esperanza

2008-12-07
La Voz del Pastor
Adviento, tiempo de esperanza

Publicamos parte de la homilía que pronunció Benedicto XVI el sábado 29 de noviembre, al presidir la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento en la Basílica de san Pedro del Vaticano.

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta liturgia vespertina, comenzamos el camino de un nuevo año litúrgico, entrando en su primer tiempo: el Adviento. En la lectura bíblica que acabamos de escuchar, tomada de la primera Carta a los Tesalonicenses, el apóstol Pablo utiliza precisamente esta palabra: "venida", que en griego es "parusía" y en latín "adventus" (1 Tesalonicenses 5,23). Según la traducción común de este texto, Pablo exhorta a los cristianos de Tesalónica a mantenerse irreprensibles "para la venida" del Señor. Pero en el texto original se lee "en la venida", como si el adviento del Señor fuera, más que un punto futuro en el tiempo, un lugar espiritual en el que hay que caminar ya en el presente, durante la espera, y en el que es posible quedar preservados perfectamente en toda la dimensión personal. De hecho, esto es precisamente lo que vivimos en la liturgia: al celebrar los tiempos litúrgicos, actualizamos el misterio --en este caso la venida del Señor-- para poder "caminar en él", por así decir, hacia su plena realización, al final de los tiempos, pero recibiendo ya la virtud santificadora, pues los tiempos últimos ya han comenzando con la muerte y resurrección de Cristo.

La palabra que mejor resume este estado particular, en el que se espera algo que tiene que manifestarse, pero que al mismo tiempo se entrevé y comienza a experimentar es "esperanza". El Adviento es por excelencia la estación espiritual de la esperanza y en él la Iglesia entera está llamada a convertirse en esperanza, para ella misma y para el mundo. Todo el organismo espiritual del Cuerpo místico asume, por así decir, el "color" de la esperanza. Todo el pueblo de Dios se pone en marcha atraído por este misterio: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro. ¿Cómo? Ante todo con esa forma universal de esperanza y de la espera que es la oración, que encuentra su expresión eminente en los Salmos, palabras humanas en las que el mismo Dios ha puesto y pone continuamente en los labios y en los corazones de los creyentes la invocación de su venida. Detengámonos, por tanto, unos instantes en los dos Salmos que acabamos de rezar y que aparecen consecutivamente en el libro bíblico: el 141 y el 142, según la numeración judía. "Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (Salmo 141,1-2). Así inicia el primer salmo de las primeras vísperas de la primera semana del Salterio: palabras que al inicio de Adviento cobran un nuevo "color", pues el Espíritu Santo hace que resuenen siempre de nuevo en nuestro interior, en la Iglesia en camino entre el tiempo de Dios y los tiempos de los hombres. "Señor..., ven de prisa" (v. 1). Es el grito de una persona que se siente en grave peligro, pero es también el grito de la Iglesia que entre las múltiples insidias que la circundan, que amenazan a su santidad, esa integridad irreprensible de la que habla el apóstol Pablo, pero que sin embargo debe ser conservada para la venida del Señor. En esta invocación resuena también el grito de todos los justos, de todos los que quieren resistir al mal, a las seducciones de un bienestar inicuo, de placeres que ofenden a la dignidad humana y a la condición de los pobres. Al inicio de Adviento, la liturgia de la Iglesia lanza nuevamente este grito, y lo eleva a Dios "como incienso" (v. 2).

La ofrenda vespertina del incienso es, de hecho, símbolo de la oración, de la efusión de los corazones orientados a Dios, al Altísimo, así como "el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde" (v. 2). En la Iglesia ya no se ofrecen sacrificios materiales, como sucedía también en el templo de Jerusalén, sino que se eleva la ofrenda espiritual de la oración, en unión con la de Jesucristo, que es al mismo tiempo Sacrificio y Sacerdote de la nueva y eterna Alianza. En el grito del Cuerpo místico, reconocemos la voz misma de la Cabeza: el Hijo de Dios que ha cargado con nuestras pruebas y tentaciones para darnos la gracia de su victoria.

Esta identificación de Cristo con el salmista es particularmente evidente en el segundo Salmo (142). En él, cada palabra, cada invocación, hace pensar en Jesús durante la pasión, en particular su oración al Padre en Getsemaní. En su primera venida con la encarnación, el Hijo de Dios quiso compartir plenamente nuestra condición humana. Naturalmente no compartió el pecado, pero por nuestra salvación padeció todas las consecuencias. Al rezar el Salmo 142, la Iglesia revive cada vez la gracia de esta compasión, de esta "venida" del Hijo de Dios en la angustia humana hasta tocar fondo. El grito de esperanza de Adviento expresa, entonces, desde el inicio y de la manera más fuerte, toda la gravedad de nuestro estado, la extrema necesidad de salvación. Es como decir: nosotros no esperamos al Señor como una hermosa decoración en un mundo ya salvado, sino como un camino único de liberación de un peligro mortal. Y nosotros sabemos que Él mismo, el Liberador, ha tenido que sufrir y morir para sacarnos de esta prisión (Cf. v. 8).

En definitiva, estos dos Salmos nos ponen a salvo de cualquier tentación de evasión y de fuga de la realidad; nos preservan de una falsa esperanza, que querría pasar el Adviento y entrar en Navidad olvidando el carácter dramático de nuestra existencia personal y colectiva. De hecho, una esperanza digna de confianza y que no engaña sólo puede ser una esperanza "pascual", como nos recuerda cada sábado por la noche el cántico de la Carta a los Filipenses, con el que alabamos a Cristo encarnado, crucificado, resucitado y Señor universal.

Hacia Él dirigimos la mirada y el corazón, en unión espiritual con la Virgen María, nuestra señora del Adviento. Démosle la mano y entremos con alegría en este nuevo tiempo de gracia que Dios regala a su Iglesia para el bien de toda la humanidad. Como María y con su maternal ayuda, seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo para que el Dios de la paz nos santifique plenamente y la Iglesia se convierta en signo e instrumento de esperanza para todos los hombres. ¡Amén!

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Signos navideños

2008-12-07
A tiro de piedra
Signos navideños

La Iglesia nos ofrece una serie de signos para cada tiempo litúrgico, con el fin de ayudarnos a vivir de manera activa nuestra manifestación de la fe y para que, también, sirvan a otros en la comprensión de la enseñanza religiosa. Es una rica tradición que, a través de los siglos, se ha visto enriquecida con el aporte de las diversas culturas que componen el mundo cristiano.

El tiempo litúrgico de la Navidad, precedido por el de Adviento, presenta una simbología que es preciso distinguir de aquella del mundo. Entre los signos navideños que acepta el cristianismo está, en primer lugar, el Pesebre de Belén con la familia de Nazaret, iluminado por la estrella y acompañado por los ángeles, la mula y el buey; es decir, el niño Jesús nacido pobre acompañado de María y José. Esta es la más sublime y profunda representación de la Navidad: Dios que viene al mundo en su Hijo hecho hombre verdadero y engendrado en el vientre de María, por obra y gracia del Espíritu Santo.

Antes de continuar es preciso aclarar que estos signos nos recuerdan los acontecimientos de la historia de la Salvación. La importancia está en esa historia, y no en las imágenes o representaciones, que sólo nos sirven de ayuda material para recordar, comprender y testimoniar la Buena Nueva que constituye la natividad de Cristo Jesús al hacerse humano como nosotros.

Otro signo es la figura de los Magos, o Reyes Magos, como los conocemos popularmente, que emprendieron un largo camino tras la estrella que los condujo al portal de Belén, en donde encontraron al Mesías Redentor envuelto en pañales. Es una representación que ha sido relegada, porque la actividad mercantilista cierra su “estación navideña” el 25 de diciembre. Con la caja llena, ya para los comerciantes “pasó la Navidad” cuando, en realidad, el tiempo litúrgico de la Navidad empieza con la Nochebuena y concluye con la Solemnidad del Bautismo de Jesús, aunque algunos suelen quitar los signos tras la celebración de la Epifanía o manifestación a los Magos.

Fuera de los signos mencionados, que son tomados directamente del relato evangélico, tenemos otros aceptados o tolerados por la Iglesia. La Corona de Adviento, por ejemplo, conlleva una celebración familiar que hace más activa la “espera” por el nacimiento de Jesús. Aunque su nacimiento es un hecho ya verificado, conmemoramos este acontecimiento de manera espiritual porque, según san Bernardo Abad, está esa tercera venida intermedia, entre la primera y la que se verificará al final de los tiempos, y que se produce cuando, por la fe, el Padre y el Hijo hacen morada en nosotros; en nuestros corazones.

Un signo popular es el árbol de Navidad, que la Iglesia no rechaza, pero que forma parte del aporte cultural del mundo cristiano. Hay otro semejante, que gana terreno en los últimos años: el tronco de Jesé, con un sentido más bíblico. También están los pastorcitos y pastorcitas, las posadas o pastorelas, y la recreación del humilde pueblo de Belén. Las comidas navideñas dependen de cada región, por lo que no existe uniformidad en este sentido. Pero lo más importante como signo es el amor y la paz que, en nombre de Cristo Redentor, damos a los demás. Navidad, pues, es una fiesta eminentemente cristiana, que se ha extendido al resto de la humanidad y cuyos signos y tradiciones auténticamente navideños merecen ser conservados y respetados por creyentes y no creyentes.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Proyecto de ley 442

2008-12-07
Editorial
Proyecto de ley 442

La suspensión de la discusión del polémico proyecto legislativo sobre educación y salud sexual reproductiva, conocido como Proyecto de Ley 442, puede ser aprovechada para reflexionar acerca del querer y el sentir de la sociedad panameña representada en los grupos y asociaciones que, a favor y en contra, se manifestaron sobre la propuesta.

El rechazo por el cúmulo de frases y conceptos, manifestado por gran parte de los representantes de la comunidad panameña, no debe excluirse de cualquier nuevo intento de darle al país una legislación sobre la educación sexual. Si en algo coinciden todos los grupos y asociaciones de ambos sectores que participaron es, sin lugar a duda, el hecho de estar de acuerdo con una ley de educación sexual. La diferencia está en los añadidos que, ya sea de manera explícita o solapada, intentan echarnos a una corriente de sexualidad, aupada por algunos organismos del mundo, que es cuestionable por las consecuencias y repercusiones que provoca.

Si la mayoría de nuestra sociedad está en contra, ¿por qué insistir en las ideas de esa corriente? ¿Acaso no podemos prescindir de ellas, en el tema de la educación sexual? Si hay algo perjudicial para la población, en materia de la práctica sexual que propaga enfermedades y provoca el embarazo precoz, es la sexualidad irresponsable. Allí está la raíz del mal; allí es donde debemos incrementar los esfuerzos para erradicarla o minimizarla.

Mientras se intente resolver el problema excluyendo el aspecto moral y de responsabilidad de conciencia que le cabe a cada ser humano, todo esfuerzo será en vano. El asunto parte del interior de la persona y, para llegar allí, le guste o no a algunos, la vía idónea es el cambio en la mentalidad y la inculcación de particulares valores morales y éticos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Apertura del Torneo Electoral

2008-12-07
El Ojo del Profeta
Apertura del Torneo Electoral

El miércoles 3 de diciembre quedó oficialmente abierto el torneo electoral de 2009, aunque desde hace varios meses, casi un año, los partidos políticos decidieron abocarse a realizar sus campañas electorales y procurar ganar adeptos para sus candidatos.

Hemos vivido, como nunca antes, en ambiente electoral plagado de propaganda y agitación partidista, que satura y cansa. Comprendemos que dentro de toda democracia resulta sano, y a veces conveniente, que los partidos, constantemente, actúen y coadyuven en la tarea de vigorizar el régimen democrático. Sin embargo, los panameños precisamos distinguir entre el accionar de los partidos, tanto en funciones de gobierno como en oposición, de la expresión electoral de los colectivos partidistas.

Las aspiraciones de las autoridades electorales y los políticos de partido, en cuanto a acortar y respetar el plazo de campaña electoral, debe ser una labor de inmediata realización. La mayoría lo reconoce, pero está en duda la voluntad de querer realizarlo. Con tanta tecnología mediática en la actualidad resulta inadecuado, por decir lo menos, que la población sea sometida a tanta agresión propagandista.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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