lunes, 28 de abril de 2008

El matrimonio, apuntes jurídicos

2008-04-27
La Voz del Pastor
El matrimonio, apuntes jurídicos

… “Ya no son dos, sino una sola carne…lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. (San Mateo 19, 6)

El matrimonio, apuntes jurídicos que quiero compartir con los lectores:

El matrimonio implica actos, hábitos, co-identidad biográfica entre los esposos. Las tres son esenciales porque cada una de ellas afecta a toda la estructura constitutiva del matrimonio. Son todas ellas imprescindibles y si falta solo alguna de ellas se provoca la insuficiencia entera del poder eficiente del sujeto para fundar el matrimonio.

El matrimonio no es una edad del ser humano, que adviene, se desarrolla y caduca a impulsos de la correspondiente información genética, como ocurre con el paso de la infancia a la pubertad, con la adquisición y pérdida de la juventud, con el advenimiento de la vejez y la muerte. No se nace casado.

Tampoco el matrimonio es un hecho que se sucede. Ningún poder humano ajeno a los propios contrayentes puede convertirlos realmente en esposos. El origen del matrimonio pertenece al ámbito de la libertad, esto es, de la propia e inviolable autodeterminación. Su aparición no es un acontecimiento de nuestra síntesis pasiva, sino un acto del poder de originar en sí y por sí del sujeto activo. El matrimonio sólo surge de un acto de libre elección de los propios contrayentes sobre sí mismos y sobre esta tan específica forma de unirse en cuanto a varón y mujer.

En este sentido, el matrimonio no es sin el acto que lo funda, quiere esto decir que el matrimonio es válido, ante todo, si su existencia es autobiográfica, causalmente referible a un singular acto de los esposos, inédito en su pasado e irrepetible en su futuro: un libre acto recíproco de constitución de co-identidad aquí y ahora. Esto el consentimiento o matrimonio.

En segundo lugar, el matrimonio es, esencialmente una co-identidad humana profundísima. Es aquel modo de ser, con base en la potencia de unión que la dualidad sexual humana contiene y que el acto de libertad fundamentalmente pone en la existencia, en cuya virtud el esposo llega a ser aquel cuya identidad, en cuanto a varón se define como el que “pertenece a esta su mujer” y, a su vez, la esposa es aquella cuya identidad, en cuanto a mujer, se define como “la que pertenece a éste su varón”. Esta co-identidad es exclusiva entre ellos (unidad) y es para toda su vida o co-biográfica (indisolubilidad).

Por último, el matrimonio es un común proyecto de vida, cuyo contenido objetivo viene dado por la búsqueda conjunta del bien conyugal y de la procreación y educación de los hijos que se realiza progresivamente mediante actos reiterados por el sentido de continuidad que se deriva de expresar deberes permanentes.

Dentro de esta debida ordenación a los fines objetivos, coordinados y compatibilizados con ellos, los esposos persiguen sus fines objetivos sean personales o comunes, constituyendo el congruente entrelazamiento entre los fines objetivos y subjetivos la co-biografía irrepetible de cada pareja.

A estas tres dimensiones del matrimonio corresponden las tres dimensiones de la específica voluntariedad del consentimiento, las cuales, a su vez, son la fuente de los tres criterios de medida que propone el canon 1095. Son las siguientes: en primer lugar ser en todo caso un acto humano, esto es, de libre voluntariedad racional y consciente de su especificidad; en segundo lugar ser un acto cuya libre voluntariedad racional está proporcionada para disponer el don y aceptación recíprocas de la propia masculinidad o feminidad en términos de conjunta vinculación de índole jurídica; y, en tercer lugar, ser un acto cuya libre voluntariedad racional puede asumir aquí y ahora aquellos futuros actos y conductas conyugales que, en términos de obligación conjunta y recíproca, exigen la recta ordenación de la convivencia hacia la obtención de sus fines esenciales.

En resumen la capacidad consensual, regulada a lo largo del texto de canon 1095 reúne estas tres dimensiones de la específica voluntariedad del mismo y único consentimiento eficiente, que se fundamental en tres dimensiones de la estructura sustancial del único matrimonio: el signo fundacional de vínculo, la instauración de su esencia y la asunción de su dinámica hacia los fines objetivos.

Termino con la respuesta de San Pablo: “Ustedes me han escrito sobre varios puntos…en cuanto a los casados les doy esta orden, que no es mía sino del Señor: que la mujer no se separe de su marido. Y si se ha separado de él, que no se vuelva a casar o que haga las paces con su marido. Y que tampoco el marido despida a su mujer” (1 Corintios 7, 1.10-11)

“Ya no son dos, sino una sola carne…lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. (San Mateo 19, 6)

Mons. Fernando Torres
Obispo de la Diócesis de Chitré

Ir a
Panorama Católico Edición Digital

Administración energética

2008-04-27
A tiro de piedra
Administración energética

El aprovechamiento, uso y la administración de la energía que consumimos reclama que se tomen acciones a corto y largo plazo. En ese sentido, hay dos aspectos ligados al campo energético que nos merecen prioridad: el aprovisionamiento y el efecto ambiental. Sobre estos dos pilares se sostienen la política y planificación energética de todo estado.

Nuestro país muestra una tendencia a consumir mayor energía, y con ello, un mayor riesgo de daños ambientales que ocasionan perjuicios, algunos irreparables, a la naturaleza. Para mantener el necesario equilibrio entre el progreso y el ambiente, es imprescindible adoptar algunas medidas que al principio resultarán impopulares, pero que ayudarán a garantizar el abastecimiento energético y la preservación de un ambiente sano.

Comencemos por la energía: Esta debe ser abundante y barata. La electricidad, el petróleo y sus derivados y las formas tradicionales de producirla como la leña y el carbón, son recursos finitos que deben usarse racionalmente, porque provocan la fuga de divisas, como el caso del petróleo, o estimulan la destrucción constante de la naturaleza, como la leña y el carbón.

La generación de electricidad en Panamá debe orientarse hacia los dos campos donde tenemos los mayores recursos: el hídrico y el solar. En el corto plazo, el hídrico es la respuesta; a largo plazo, la energía solar. También está la fuerza eólica, pero no todos los lugares del país reúnen las condiciones para desarrollarla, por lo que debe verse como una opción a lejano plazo. En cuanto al uso del petróleo, debemos planificar el desmantelamiento de las plantas petrotérmicas, de manera que en cuatro o cinco lustros ya no exista ninguna.

El uso de combustible para automóviles debe regularse, hasta que la tecnología popularice el transporte eléctrico o con energía diferente al petróleo. Una medida inmediata sería crear un impuesto para los autos cuyos motores tengan una capacidad superior a los 2,000 centímetros cúbicos. Algo similar puede hacerse con los vehículos a diesel, por razón de la contaminación ambiental. En el caso de los automotores comerciales, la capacidad del motor variaría, según el uso que tengan. Respecto al consumo eléctrico, fijar una cantidad de quilovatios de consumo mínimo, a precio reducido; lo que exceda esa cifra, pagaría una tarifa más alta.

Muchas otras acciones pueden realizarse, pero dependerá de nuestra conciencia y nuestra voluntad como país. Dedicamos ahora importantes recursos al subsidio de la electricidad y el transporte, por causa del encarecimiento del precio del petróleo; recursos que le restamos a otras áreas de nuestra calidad de vida. Hay un problema energético mundial; si no actuamos ahora por previsión, tendremos que actuar más adelante por obligación.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

Ley antitabaco

2008-04-27
Editorial
Ley antitabaco

Con la nueva norma sobre los efectos del humo del tabaco, damos un gran paso en la calidad de la convivencia social. Además de ser una medida de salud pública, que salvaguarda el bienestar físico de la población, se garantiza el derecho de los no fumadores a disfrutar de un ambiente más saludable y libre de humo, en los lugares donde se aglomera el público.

El grave daño que produce el tabaco entre la población que inhala el humo cargado de los químicos que se le añaden al cigarrillo, principalmente, tiene un alto costo en vidas humanas, producto de cáncer de pulmón, y en recursos médicos que pueden minimizarse si se controla o erradica el mal hábito de fumar.

La legislación aprobada, después de un largo y accidentado esfuerzo, tendrá sentido en la medida que se haga cumplir por parte de las autoridades, de los empresarios y de la población misma. Poco o nada aprovechará, si queda en letra muerta, o formando parte de la colección legal que existe sólo para el archivo jurídico.

Ahora queda su reglamentación, que esperamos tarde menos que la sanción de la dilatada y ahora aprobada ley. Y que sea una reglamentación eficaz y apegada al espíritu que inspiró la norma, desde su concepción internacional. Injusto sería si, como en otras ocasiones, la reglamentación obstaculizara el verdadero propósito de la ley o, de hecho, la desvirtuara.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

Libertad de Prensa

2008-04-27
El Ojo del Profeta
Libertad de Prensa

Hace 17 años, el 3 de mayo de 1991, un grupo de periodistas africanos reunidos en Windhoek, capital de Namibia, promulgaron una breve declaración a favor de la prensa libre e independiente. La mayoría de ellos, comunicadores de pequeños medios de comunicación, asistentes a un seminario, pidieron a la ONU que declarara ese día como el Día Mundial de la Libertad de Prensa; dos años después, las Naciones Unidas lo hicieron.

Hoy más que nunca, el mundo tiene necesidad de una prensa libre, que difunda informaciones y noticias edificantes y veraces. La influencia de los grandes medios, en muchos casos, coarta esa libertad y favorece políticas y modelos que en poco o nada contribuyen al progreso ético, moral y social de la mayoría de la población mundial. Se apropian de una libertad que, para muchos otros, representa a la esclavitud y la dependencia informativa de los más poderosos.

La iniciativa de Windhoek provino de una juventud que trabajaba en medios pequeños; medios que servían a su comunidad sin apoyo publicitario ni los millones de ingresos de los grandes. Si hemos de conmemorar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, que sea en los ideales y valores que inspiraron la declaración de los periodistas africanos en Windhoek.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

martes, 22 de abril de 2008

Cuidar la Tierra

2008-04-20
La Voz del Pastor
Cuidar la Tierra

«Y creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplíquense, y llenad la tierra y sometedla; dominad en los peces del mar, en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra’» (Gén 1, 27-28).

El texto bíblico del libro del Génesis nos da a los creyentes el punto de referencia para entender la relación del ser humano con su entorno natural.

En el centro de esa enseñanza social de la Iglesia, está el principio del «destino universal de todos los bienes de la creación», según el cual, todo lo que produce la tierra y todo lo que el hombre transforma y confecciona, todo su conocimiento y toda su tecnología, todo está destinado a servir al desarrollo material y espiritual de la familia humana y de todos sus miembros.

No hay duda del gran desafío que significa hoy día la cuestión del medio ambiente y de un desarrollo sostenible. La comunidad internacional reconoce que los recursos del mundo son limitados y que todo pueblo tiene el deber de poner en práctica políticas encaminadas a la protección del medio ambiente, con el fin de prevenir la destrucción del patrimonio natural cuyos frutos son necesarios para el bienestar de la humanidad.

En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2007, el Papa Benedicto XVI ponía de relieve ese desafío y sus implicaciones: «la destrucción del medio ambiente, su uso impropio o egoísta y el acaparamiento violento de los recursos de la tierra, generan fricciones, conflictos y guerras, precisamente porque son fruto de un concepto inhumano de desarrollo. En efecto, un desarrollo que se limitara al aspecto técnico y económico, descuidando la dimensión moral y religiosa, no sería un desarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaría fomentando la capacidad destructiva del hombre».

Para afrontar esos desafíos, estamos llamados, como recordaba el Siervo de Dios Juan Pablo II, a promover y a «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica "ecología humana"» (Centesimus annus, 38), que exige una relación responsable no sólo con la creación sino también con nuestro prójimo, cercano o lejano, en el espacio y en el tiempo, y con el Creador.

Mons. Crepaldi, secretario del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, en un congreso que convocaba en la capital italiana a diputados y senadores de varios partidos, así como 17 fundaciones, institutos y asociaciones empeñadas en la defensa del medio ambiente y en la promoción de la ecología humana, celebrado el 21 de febrero pasado, señalaba que los cristianos deben contribuir hoy a desarrollar una cultura ecológica equilibrada, libre de condicionamientos ideológicos. Para ello, decía, es necesaria «una renovada y equilibrada cultura ecológica y ambiental, libre de condicionamientos ideológicos capaz de orientar una eficaz e inteligente acción de gobierno». Hablando de la doctrina social de la Iglesia, precisó que «tanto en el campo medioambiental como en la vida, para lograr obtener resultados no hay que concentrarse en la naturaleza materialmente entendida sino en el hombre y su vocación, y en Dios que ha querido asociar al hombre a su creación». «Parece una paradoja, explicó, pero para desarrollar una cultura del ambiente natural hay que tomar distancia y apuntar a lo que es verdaderamente esencial: el bien auténtico de la persona humana y el verdadero bien común». «Como consecuencia, sostuvo, pero sólo como consecuencia, salvaremos también a las focas y al panda, los acuíferos y el aire que respiramos. Sólo la ecología humana resuelve verdaderamente los problemas de la ecología ambiental».

A partir de lo anterior, Mons. Crepaldi propuso un «Decálogo» para un medio ambiente a medida del hombre según la doctrina social de la Iglesia:

1.- La persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios Creador y la encarnación de Jesús.

2.- No se debe reducir de modo utilitario la naturaleza a mero objeto de manipulación y explotación y no se debe absolutizar la naturaleza, ni superponerla en dignidad a la misma persona humana.

3.- La cuestión medioambiental afecta a todo el planeta, patrimonio común del género humano, cuya responsabilidad se extiende no sólo a las generaciones presentes sino también a las futuras.

4.- El primado de la ética sobre la técnica y la necesidad de salvaguardar siempre la dignidad del ser humano.

5.- No hay que considerar a la naturaleza como una realidad sagrada o divina, sustraída a la acción humana y, por este motivo, son indeseables las intervenciones del hombre cuando dañan a los seres vivos o al medio ambiente natural, mientras que son loables cuando se traducen en su mejora.

6.- La necesidad de armonizar las políticas de desarrollo con las políticas medioambientales, a nivel nacional e internacional de modo que toda actividad económica, que se valga de los recursos naturales, debe también preocuparse de la salvaguardia del medio ambiente y prever sus costes, que hay que considerar como un capítulo esencial de los costes de la actividad económica.

7.- La cuestión medioambiental exige que se obre activamente por el desarrollo integral y solidario de las regiones más pobres del planeta, recordando el destino universal de los bienes donados por el Creador y el compartir tales bienes según la justicia y la caridad.

8.- La necesidad de que la responsabilidad hacia el medio ambiente encuentre una traducción adecuada a nivel jurídico y que sea elaborada «según las exigencias del bien común.

9.- Generar, a nivel personal y social, estilos de vida inspirados en la sobriedad, en la templanza, la autodisciplina.

10.- Si se pone entre paréntesis la relación con Dios, se vacía la naturaleza de su significado profundo, empobreciéndola, mientras que si se llega a redescubrir la naturaleza en su dimensión de criatura, se puede establecer con ella una relación comunicativa, captar su significado evocativo y simbólico, penetrar así en el horizonte del misterio que abre al hombre el paso hacia Dios, Creador de los cielos y la tierra.

Mons. José Luis Lacunza M., O.A.R.
Obispo de la Diócesis de David

Ir a
Panorama Católico Edición Digital

Nuestro ambiente

2008-04-20
A tiro de piedra
Nuestro ambiente

A la mayoría de las personas nos gusta vivir en un ambiente sano, limpio y agradable. Es algo innato que nos hace aspirar a establecernos en lugares bellos y adornados con la belleza de la madre naturaleza; no en vano las playas, los ríos, los lagos y las montañas son sitios altamente cotizados. Los panameños somos fanáticos de esta forma de vida, y basta observar el comportamiento de muchos de nuestros compatriotas, para comprobarlo.

Empecemos con la limpieza y el aseo. Observe detenidamente al automovilista que va delante suyo por las calles y la carretera; no pasa gran rato cuando nos cruzamos con uno de esos extremadamente pulcros: No quiere basura dentro de su auto; por eso la lanza a la vía. Papeles, cartuchos, bolsitas de golosinas y comida chatarra, latas de soda y de cerveza, hasta pañales desechables salen volando a través de la ventanilla. Si conduce por las calles de la ciudad, podrá pasarle por encima sin problema; si maneja por la carretera, a 80 ó 100 quilómetros por hora, entonces prepárese para apañar con el parabrisas de su vehículo lo que lanza el de adelante.

Otra prueba de nuestros hábitos higiénicos y de pulcritud se ve a la orilla de los caminos o las aceras. Muebles y trastos viejos, basura orgánica mezclada con otras materias, madera, arena y otros desperdicios se acumulan sin empacho. Allí, en medio de ese lenguaje mudo, podemos comprobar nuestra cultura de reciclaje: las bolsas plásticas de las compras se reutilizan para echar la basura. Vemos, también, la cortesía y la urbanidad que se refleja en la disposición de la basura, cuando escogemos caminos solitarios o rincones poco transitados para botarla. De que somos considerados con los demás, lo somos.

Múltiples artículos y productos son lanzados a los ríos y quebradas, para aprovechar la fuerza del agua y evitar los gases que emanarían hacia la atmósfera, si usáramos nuestros vehículos, o contratáramos alguno, para disponer de lo inservible en el vertedero. De que somos ingeniosos, es cosa innegable.

¿Qué decir de nuestro constante monitoreo de las corrientes marinas? Al lanzar al mar recipientes plásticos y otros objetos flotantes, verificamos permanentemente el movimiento de esas corrientes y los lugares a los que llegan. Quizá algún día la información nos sirva para trazar las líneas marítimas que nos ahorren tiempo y recurso para la navegación y la pesca. Ni hablar de nuestra mayor contribución al abono natural del suelo y el control de plagas a la orilla de los caminos, con el creciente número de individuos a en tono de La Mayor y La Menor, alivian el colon y la vejiga sin pudor ni recato.

Somos como somos, y por eso somos lo que somos. ¡Feliz Día de la Tierra!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

El Papa en los EUA

2008-04-20
Editorial
El Papa en los EUA

La visita del Santo Padre Benedicto XVI a los Estados Unidos de América marca un hito importante, por la situación que viven la Iglesia Católica y la sociedad de ese país. Los resabios de las acusaciones y procesos por casos de pederastia, el avance de comunidades cristianas no católicas y otras creencias, el crecimiento y la descristianización de la feligresía hispana y el ataque secularizante que tiene como bandera el aborto y las uniones gay son algunas de las realidades que reciben al Papa en su visita.

Benedicto XVI no ha escatimado esfuerzo ni se ha ahorrado palabras, menos rehuido los temas polémicos; por el contrario, ha sido claro en sus planteamientos y ha afrontado con decisión y valentía cada situación que ha encontrado en su peregrinaje a esas tierras.

Tras 29 años de que un Papa no pisara la Casablanca, el actual Sumo Pontífice lo ha querido hacer, pese a las críticas y el sinsabor de algunos, reafirmando su misión como Vicario de Cristo de ir en pos del enfermo que necesita médico y de la oveja perdida, a ejemplo del Pastor de pastores.

Esperamos que la visita de Benedicto XVI a los Estados Unidos motive al cambio de actitud que lleva a la conversión, lleve luz donde haya oscuridad y el anuncio de la libertad a los corazones oprimidos. Con el resto de la Iglesia Universal oramos porque así sea.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

La Tierra, Nuestro Hogar

2008-04-20
El Ojo del Profeta
La Tierra, Nuestro Hogar

El planeta se debate entre la contaminación y la conservación, la explotación irracional de sus recursos y el desarrollo sostenible. Todo los habitantes de la Tierra libramos una lucha de uno u otro bando, en la tarea de conquistar lo que universalmente es nuestro hogar.

Mucho daño se ha hecho a través de los siglos; daño del que en una época no se tenía plena conciencia de sus consecuencias. Actualmente sabemos el peligro que representa la contaminación y la destrucción del planeta que habitamos, por lo que difícilmente podemos excusarnos o justificarnos frente al mal causado.

A pesar de lo dañoso y destructivo, aún estamos a tiempo de detener las prácticas malsanas y reconciliarnos con la naturaleza, regalo de Dios Creador. La labor debe ser más intensa y más ardorosa, para salvar el ambiente sano, y la vida del planeta que es nuestra casa y hogar.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

viernes, 11 de abril de 2008

La iglesia, testigo del misterio pascual del Señor

2008-04-13
La Voz de Pastor
La iglesia, testigo del misterio pascual del Señor

La fe de la Iglesia proclama el misterio pascual de Jesucristo, es decir, la encarnación del Verbo de Dios anunciado por los profetas, su pasión y muerte salvíficas, su resurrección gloriosa y la efusión de su Espíritu. Anuncia también que, en su nombre, se predicará la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. La Iglesia es testigo elocuente de estas cosas con su enseñanza, en la liturgia y toda su actividad pastoral (cf Lc 24:46-48; Hch 1:8; 2:32-36;3:12-26;5:29-32;10:34-43). En su predicación, destaca la obra de Dios, Padre de Jesucristo, que, en vida, lo acredita con milagros y finalmente lo resucita de entre los muertos. Afirma, por ello, que él es el justo perseguido y salvado por Dios, mencionado en el salmo 118, también la piedra desechada por los constructores, convertida en piedra angular (V22).

Vale la pena destacar este papel de la Iglesia en la difusión del mensaje pascual de Jesucristo, realidad de fe, que no descansa en indicios científicos positivos, como la eventual aparición de una tumba vacía, sino en el testimonio de la Iglesia, que no ha dejado de proclamar este acontecimiento, celebrarlo en su liturgia y rubricarlo con el testimonio de incontables confesores, misioneros, mártires, vírgenes y viudas. Los efectos abonan el hecho de base.

En la liturgia de la cincuentena pascual, la Iglesia, Madre y Maestra, subraya esta función evangelizadora de las comunidades evangelizadas. Así en el Segundo Domingo de Pascua, llamado, con razón, de la divina misericordia, implora de Dios la gracia de comprender el valor inestimable de la sangre que nos ha redimido, la grandeza del bautismo que nos ha purificado y la majestad del Espíritu que nos ha hecho nacer de nuevo.

Luego afirma su fe pascual de manera plástica y audiovisual mostrando la forma en que se vivía este misterio de muerte y resurrección en las comunidades primitivas, donde los creyentes vivían todos unidos y lo poseían todo en común (Hch 2:42-47), y la fe en el misterio pascual y nuestra participación en él, por los sacramentos de iniciación cristiana, comunicaba la certeza de haber nacido de nuevo para una esperanza viva, una herencia incorruptible, pura e imperecedera (cf 1 Pedro 1:3-9).

El evangelio, por su parte, nos mostraba una Iglesia replegada en sí misma y paralizada por el miedo (Jn 20:19-31), que es visitada por el Señor de la Pascua, que la hace partícipe de su Espíritu, y la envía a la misión de invitar a las personas a compartir la fe pascual de la Iglesia.

Ausente el apóstol Tomás de esta reunión, exige un encuentro personal con el Resucitado. Ocho dias después, se le da lo que pidió, pero en el corazón de la Iglesia, y se ratifica el papel de ésta como testigo del misterio pascual de Jesucristo: "Dichosos los que crean sin haber visto" ( 20:29), es decir, los que den crédito a la palabra de la Iglesia.

La función testimonial de la Iglesia también es acentuada en los textos del Domingo Tercero. El santo evangelio nos recuerda que la Iglesia es una comunidad de discípulos que recorren un camino en el que los ha precedido su Señor y Maestro, Jesucristo, llegado ya a la gloria ( Lc 24:13-35). El humilde rebaño del Señor debe alcanzar esta misma meta.

La condición de discípulo no se improvisa. Requiere la instrucción de un maestro y seguir un itinerario de formación, que parte de la iniciación cristiana sacramental, y exige un proceso permanente de conversión e instrucción catequética en el misterio de Cristo, guiado por el Espíritu Santo, para forjar al discípulo, y conducirlo a la comunión creciente con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu y a la misión de integrar a otras personas en la Iglesia, misterio de comunión y misión. No sin razón los primeros cristianos eran llamados "los del camino".

El evangelio del día es paradigmático. Muestra el camino emprendido por dos discípulos inmaduros del Señor, pues no seguían al Señor de la pascua, muerto y resucitado, sino a un caudillo, un profeta rico en palabras y obras, que prometía una gloria efímera. Los sucesos del Viernes Santo destruyeron esta ilusión. Por eso, son presa del desánimo y la frustración.

Pero el Señor, Emmanuel y compañero de camino de su Iglesia durante la misión, los evangeliza, mostrándoles la presencia de su misterio pascual en las Escrituras, en la cruz, vehículo de su gloria, y en la eucaristía, memorial de su pasión y muerte salvíficas y su resurrección gloriosa.

Este encuentro con Jesucristo vivo determina un proceso de conversión en estos discípulos, que pasan de inmaduros a maduros, capaces de reconocer al Señor con los ojos de la fe en las Escrituras, en la cruz y en la fracción del pan. Evangelizados por el Señor de la pascua, están listos para evangelizar a sus contemporáneos. De Jerusalén a Emaús, han recorrido un camino que los ha llevado al encuentro con Jesucristo vivo, la conversión, el discipulado y la comunión. De Emaús a Jerusalén, vuelven ahora como hombres nuevos, evangelizados y evangelizadores, auténticos discípulos y misioneros del Cristo total, muerto y resucitado, Camino, Verdad y Vida. Por eso, son fuente de vida para su comunidad.

Mons. Oscar Mario Brown J.
Obispo de la Diócesis de Santiago

Ir a
Panorama Católico Edición Digital

Pico y placa

2008-04-13
A tiro de piedra
Pico y placa

Recientemente leí un reportaje que informa de un posible plan para disminuir el tráfico por las calles de la ciudad capital, que restringirá la circulación de los vehículos, según el número de matrícula, en las llamadas "horas pico" de la mañana y de la tarde; medida que podría extenderse a todo el día.

En principio la acción tiene sabor amargo, pero es comprensible por la situación que vivimos a consecuencia de los tranques. Pensándolo mejor, vemos que su probabilidad de éxito es poca, porque el congestionamiento vehicular obedece más al caos urbano que al tráfico en sí. Dicho en otras palabras: el abuso en la construcción de edificios de alta densidad de ocupantes, en zonas con el mismo número y dimensión de calles y avenidas, ejerce fuerte presión sobre una red vial construida para menor población y actividad que la actual. La solución, por tanto, debe enfocarse desde la perspectiva urbanística más que desde el enfoque de tránsito vehicular.

La operación de "pico y placa" propuesta podría ser útil por un tiempo determinado; pero si continúa el caos urbano, como estamos viéndolo, su utilidad tiene plazo perentorio.

Hace dos décadas supe que en Caracas se adoptó un plan similar, que fue burlado con la compra de un segundo vehículo por muchos venezolanos de la capital del país. En ese tiempo el petróleo les hacía vivir una bonanza económica, que empujaba al consumismo. Aquí no tenemos petróleo, pero hay bonanza económica para un sector de la población que, ya, posee más de un automóvil por hogar. Como veo las cosas, aquí la mayoría de la gente aspira a tener un carro; se financian y venden por montón; y la oferta de autos usados ya muestra vehículos más nuevos y a precios accesibles, que se pueden comprar con matrícula puesta, como para que usted escoja si la quiere con terminación par o non. ¿Será esta la conducta para burlar la medida de "pico y placa"?

Cuando se construyó el metro de Caracas, años después, volví a visitar esa ciudad y me encontré con una situación distinta: muchos dejaban su automóvil en casa, porque era más rápido y económico viajar en el Metro y cambiar, donde no había línea, al metrobus. Ahora también está a prueba Santo Domingo, capital de la República Dominicana, con su nuevo metro. Ya veremos los resultados.

Méjico, Caracas, Madrid, Barcelona, Roma y otras capitales y ciudades que tuvieron el mismo problema que hoy tiene Panamá, lo aliviaron y solucionaron, según el caso, con un sistema de transporte urbano moderno y eficiente, y con medidas urbanísticas adecuadas. ¿Haremos algo parecido? El tiempo nos lo dirá.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

Violencia criminal

2008-04-13
Editorial
Violencia criminal

Continúa estremeciéndose el país con la violencia que desemboca en la muerte de personas, en la que destacan el asesinato por asalto y por supuesto ajuste de cuentas. Recientemente esa actitud criminal se cobró la vida de un reportero gráfico de un periódico local.

La cultura de la violencia es generada por un aparato complejo, que se alimenta de distintos factores, hábitos y costumbres. El desprecio hacia los valores tradicionales de la sociedad, la degradación de la disciplina personal y colectiva, la neutralización del control social, los modelos violentos ensalzados por los medios de comunicación y la música, el relajamiento del sistema coercitivo de las leyes y la complicidad por acción u omisión del entorno comunitario del delincuente son parte de los factores que alimentan la cultura de la violencia.

Si queremos contribuir a la disminución y el control de la violencia que nos golpea, debemos prestar atención a aquello que la estimula. Es una tarea colectiva que debe emprenderse con coraje y decisión, aunque ello implique poner límite al concepto de libertad ilimitada que algunos defienden con vehemencia. La libertad, quiérase o no, tiene una frontera demarcada por la responsabilidad y la conciencia de la consecuencia de nuestros actos.

El resultado positivo o negativo que obtengamos dependerá de lo que hagamos con respecto a este problema de la violencia. La solución estará en nuestras manos, siempre y cuando reconozcamos, sin tapujos, que el relajamiento moral es parte importante de toda esta situación.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

¿Antorcha de la libertad?

2008-04-13
El Ojo del Profeta
¿Antorcha de la libertad?

El accidentado recorrido de la llama olímpica desde Atenas hacia Beijín, invita a la reflexión sobre la situación del Tibet, sometido desde hace décadas por el poderío chino. Los reclamos de los tibetanos y sus simpatizantes se han hecho sentir, en un mundo globalizado por los medios de comunicación y la Internet, que no dejan pasar detalle de lo que acontece.

La luz de la antorcha fue apagada en una parte de su trayecto hacia China, como simbolizando la nula luz que los habitantes del Tibet tienen en cuanto a la autodeterminación que le corresponde como nación. Son muchos ya los años de adhesión forzosa a China, que deben cesar cuanto antes.

Una luz de esperanza es la voz del Dalai Lama, quien ha dicho que el Tibet puede seguir formando parte de China, bajo un régimen autonómico, que le permita ser reconocido como nación también. De atenderse esa voz, entonces la llama olímpica brillará, igualmente, como antorcha de la libertad para los tibetanos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

lunes, 7 de abril de 2008

Homilía de Benedicto XVI en el tercer aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II

2008-04-06
La Voz del Pastor
Homilía de Benedicto XVI en el tercer aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI este miércoles 2 de marzo al presidir la celebración eucarística en el tercer aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II.

Queridos hermanos y hermanas:

La fecha del 2 de abril ha quedado grabada en la memoria de la Iglesia como el día del adiós a este mundo del siervo de Dios el Papa Juan Pablo II. Revivamos con emoción las horas de aquel sábado por la tarde, cuando la noticia del fallecimiento fue acogida por una gran muchedumbre en oración que llenaba la Plaza de San Pedro. Durante varios días, la Basílica Vaticana y esta Plaza se convirtieron verdaderamente en el corazón del mundo. Un río ininterrumpido de peregrinos rindió homenaje a los restos del venerado Pontífice y sus funerales supusieron un ulterior testimonio de la estima y del afecto que se había conquistado en el espíritu de tantos creyentes y personas de todos los rincones de la tierra.Al igual que hace tres años, tampoco hoy ha pasado mucho tiempo tras la Pascua. El corazón de la Iglesia se encuentra todavía sumergido en el misterio de la Resurrección del Señor. En verdad, podemos leer toda la vida de mi querido predecesor, en particular su ministerio petrino, según el signo de Cristo Resucitado. Él sentía una fe extraordinaria en Él, y con Él mantenía una conversación íntima, singular, ininterrumpida. Entre sus muchas cualidades humanas y sobrenaturales, tenía una excepcional sensibilidad espiritual y mística.

Bastaba observarle mientras rezaba: se sumergía literalmente en Dios y parecía que todo lo demás en aquellos momentos fuera ajeno. En las celebraciones litúrgicas estaba atento al misterio en acto, con una aguda capacidad para percibir la elocuencia de la Palabra de Dios en el devenir de la historia, penetrando en el nivel profundo del designio de Dios. La santa misa, como repitió con frecuencia, era para él el centro de cada día y de toda la existencia. La realidad «viva y santa» de la Eucaristía que le daba energía espiritual para guiar al Pueblo de Dios en el camino de la historia.

Juan Pablo II expiró en la vigilia del segundo domingo de Pascua, «el día que hizo el Señor». Toda su agonía tuvo lugar en ese «día», en un espacio-tiempo nuevo, que es el «octavo día», querido por la Santísima Trinidad a través de la obra del Verbo encarnado, muerto y resucitado. El Papa Juan Pablo II demostró en varias ocasiones que ya antes, durante su vida, y especialmente en el cumplimiento de la misión de Sumo Pontífice, se encontraba de alguna manera sumergido en esta dimensión espiritual.

Su pontificado, en su conjunto y en muchos momentos específicos, se nos presenta como un signo y un testimonio de la Resurrección de Cristo. El dinamismo pascual, que ha hecho de la existencia de Juan Pablo II una respuesta total a la llamada del Señor, no podía expresarse sin participar en los sufrimientos y en la muerte del divino Maestro y Redentor. «Es cierta esta afirmación --afirma el apóstol Pablo--: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él» (2 Timoteo 2, 11-12).

Desde niño, Karol Wojtyla había experimentado la verdad de estas palabras, al encontrar en su camino la cruz, en su familia y en su pueblo. Muy pronto decidió llevarla junto a Jesús, siguiendo sus huellas. Quiso ser un servidor fiel suyo hasta acoger la llamada al sacerdocio como don y compromiso de toda la vida. Con Él vivió y con Él quiso morir. Y todo esto a través de la singular mediación de María santísima, madre de la Iglesia, madre del Redentor íntima y realmente asociada a su misterio salvífico de muerte y de resurrección.

En esta reflexión evocativa nos guían las lecturas bíblicas que se acaban de proclamar: «¡No tengáis miedo!» (Mateo 28, 5). Las palabras del ángel de la resurrección, dirigidas a las mujeres ante el sepulcro vacío, que acabamos de escuchar, se han convertido en una especie de lema en los labios del Papa Juan Pablo II, desde el solemne inicio de su ministerio petrino. Las repitió en varias ocasiones a la Iglesia y a la humanidad en el camino hacia el año 2000, y después al atravesar aquella histórica etapa, así como después, en la aurora del tercer milenio. Las pronunció siempre con inflexible firmeza, primero enarbolando el báculo pastoral coronado por la Cruz y, después, cuando las energías físicas se iban debilitando, casi agarrándose a él, hasta aquel último Viernes Santo, en el que participó en el Vía Crucis desde su capilla privada, apretando entre sus brazos la Cruz. No podemos olvidar aquel último y silencioso testimonio de amor a Jesús. Aquella elocuente escena de sufrimiento humano y de fe, en aquel último Viernes Santo, también indicaba a los creyentes y al mundo el secreto de toda la vida cristiana. Aquel «No tengáis miedo» no se basaba en las fuerzas humanas, ni en los éxitos logrados, sino únicamente en la Palabra de Dios, en la Cruz y en la Resurrección de Cristo. En la medida en la que iba desnudándose de todo, al final, incluso de la misma palabra, esta entrega total a Cristo se manifestó con creciente claridad. Como le sucedió a Jesús, también en el caso de Juan Pablo II las palabras dejaron lugar al final al último sacrificio, la entrega de sí. Y la muerte fue el sello de una existencia totalmente entregada a Cristo, conformada con Él incluso físicamente con los rasgos del sufrimiento y del abandono confiado en los brazos del Padre celestial. «Dejad que vaya al Padre», estas palabras --testimonia quien estuvo a su lado-- fueron sus últimas palabras, cumplimiento de una vida totalmente orientada a conocer y contemplar el rostro del Señor.

Venerados y queridos hermanos: os doy las gracias a todos por haberos unidos a mí en esta misa de sufragio por el amado Juan Pablo II. Dirijo un pensamiento particular a los participantes en el primer congreso mundial sobre la Divina Misericordia, que comienza precisamente hoy, y que quiere profundizar en su rico magisterio sobre este tema. La misericordia de Dios, lo dijo él mismo, es una clave de lectura privilegiada de su pontificado. Él quería que el mensaje del amor misericordioso de Dios alcanzara a todos los hombres y exhortaba a los fieles a ser sus testigos (Cf. Homilía en Cracovia-Lagiewniki, 17 de agosto de 2002).

Por este motivo, quiso elevar al honor de los altares a sor Faustina Kowalska, humilde religiosa convertida por un misterioso designio divino en la mensajera profética de la Divina Misericordia. El siervo de Dios Juan Pablo II había conocido y vivido personalmente las terribles tragedias del siglo XX, y se preguntó durante mucho tiempo qué podría detener al avance del mal. La respuesta sólo podía encontrarse en el amor de Dios. Sólo la Divina Misericordia, de hecho, es capaz de poner límites al mal; sólo el amor omnipotente de Dios puede derrotar la prepotencia de los malvados y el poder destructor del egoísmo y del odio. Por este motivo, durante su última visita a Polonia, al regresar a su tierra natal, dijo: «Fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre» (ibídem).a

Demos gracias al Señor porque ha entregado a la Iglesia este servidor suyo fiel y valiente. Alabemos y bendigamos a la Virgen María por haber velado incesantemente sobre su persona y su ministerio para beneficio del pueblo cristiano y de toda la humanidad. Y mientras ofrecemos por su alma elegida el Sacrificio redentor, le pedimos que siga intercediendo desde el Cielo por cada uno de nosotros, por mí de manera especial, a quien la Providencia ha llamado a recoger su inestimable herencia espiritual. Que la Iglesia, siguiendo sus enseñanzas y ejemplos, pueda continuar fielmente sin compromisos su misión evangelizadora, difundiendo sin cansarse el amor misericordioso de Cristo, manantial de verdadera paz para el mundo entero.

[Traducción realizada por Jesús Colina]

Santo Padre Benedicto XVI
Obispo de Roma

Ir a
Panorama Católico Edición Digital

Riesgos de corrupción judicial

2008-04-06
A tiro de piedra
Riesgos de corrupción judicial

Más de una persona en el país piensa que existe corrupción en el Órgano Judicial. De hecho, algunos jueces han sido separados del cargo o son investigados por irregularidades en el manejo de los negocios judiciales. Aunque muchos conozcan de actos de corrupción entre los jueces, pocos o ninguno se atreve a hacer una denuncia formal, porque temen enfrentarse a un grupo que tiene fuertes raíces y poder para salir del aprieto y desquitarse de quienes se atrevan a denunciarlos.

Recientemente hemos visto como el actual presidente de la Corte, honorable magistrado Harley Mitchell, intenta poner orden en la administración de justicia. Sin embargo, su esfuerzo recibe poco apoyo público de otros jueces y de la sociedad civil, salvo contadas excepciones. Si más magistrados y jueces superiores dieran la cara frente a la corrupción, con fallos y sanciones expeditas y ejemplares, el apoyo de la comunidad crecería y les ayudaría a sacar de circulación a los funcionarios venales que le hacen daño al sistema judicial.

En los últimos cuatro años he prestado mayor atención a las noticias relacionadas con la corrupción judicial y he sacado en conclusión que hay síntomas y áreas de riesgo que nos alertan sobre la corrupción en la administración de justicia. Síntomas: congelamiento de los expedientes; negación concurrente de emplazamientos y práctica de pruebas o diligencias; alto porcentaje de mora judicial favorece a ciertos abogados que buscan presentarlos ante determinados jueces. Áreas de riesgo: reclamos civiles que involucran dinero en efectivo; litigios de propiedad sobre bienes inmuebles; juicios de sucesión; pleitos por tierras; procesos de lanzamiento que incluyen secuestro de propiedad; demandas laborales.

Creo que si se ordenara un audito sobre ese tipo de casos, para determinar el porqué de su dilación y su falta de resolución, se podría determinar cuántos están justificados y cuántos se retrasan sin razón. Otro aspecto que debe investigarse, aunque sea difícil de determinar, es la posesión de bienes de los jueces, cómo y en cuánto tiempo los adquirieron, monto de cuentas bancarias, y si hace uso o usufructo de bienes que están a nombre de familiares o allegados y que sufren incrementos con regularidad.

El riesgo de corrupción dentro de la administración de justicia es cada vez mayor, por lo que la transparencia y la declaración constante de bienes es imperante. Los que hemos visto que tras casi seis años, un simple lanzamiento por intruso no se ejecuta, y la justicia favorece de hecho más al victimario que a la víctima (a quien se le ha dado la razón en más de media docena de instancias), poco de bueno podemos pensar de la actuación judicial. Más que del sistema, estamos a merced de la actitud de los jueces.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

Alumnos sin clases

2008-04-06
Editorial
Alumnos sin clases

Pronto se cumplirá el mes de haber comenzado el año lectivo y aún hay estudiantes que están sin recibir clases, por causa de los planteles que no reúnen las condiciones de salubridad para que puedan ser ocupados.

Cuidar la salud de los alumnos es importante, pero también lo es su educación. Mientras se acondicionan las instalaciones escolares, las autoridades competentes deben ofrecer opciones para que no se dilate más la enseñanza que debe recibir esa parte de la población estudiantil.

La escuela, más que el edificio, es el conjunto de docentes y estudiantes. Es más provechoso sufrir algo de incomodidad por un rato, que dejar de recibir la instrucción que les ayude a aprender y a desarrollar destrezas que les sirvan para hacerse de una profesión u oficio.

Es obligatorio darle solución al problema, especialmente cuando el interés por el estudio se ve afectado por factores ambientales y sociales que tientan a dejar la escuela. Conviene, de igual forma, establecer un programa de mantenimiento y reparación de los centros educativos que garantice las condiciones de habitabilidad propicias al comenzar el año escolar. Todo va en prestar la atención debida y administrar, con más rigor, el aspecto de la escolaridad que tiene que ver con esa cuestión.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital

Un país multicultural

2008-04-06
El Ojo del Profeta
Un país multicultural

Panamá acoge en su territorio una diversidad de etnias, tanto nativas como foráneas, lo que hace de nuestra patria un país multicultural. La cultura, costumbre y folclor de las diferentes comunidades étnicas que habitan entre nosotros constituyen una amalgama social que le da sentido a la nación panameña.

Somos una mezcla de razas y culturas, que hacen del ser panameño un pueblo abierto y hospitalario. Un pueblo en el que ninguno se siente extraño por razón de su etnia, porque el país lo acepta y acoge sin reparos. Aquí se camina por las calles y se visita cualquier población, sin que ninguno se admire o extrañe sobremanera. Quien venga a Panamá con buena voluntad hallará, en la mayoría de sus habitantes, un anfitrión y un amigo sincero.

Ese ejemplo de convivencia pacífica y fraterna debe preservarse, para evitar que lo desvirtúe el mal que asoma entre los aventureros que se dedican al tráfico de drogas, el lavado de dinero, la estafa internacional y otros crímenes que nos dan mala fama y nos traen desgracias y violencia. Trabajemos tesoneramente para que prevalezca el hombre y la mujer afable que nace o encuentra en esta tierra el hogar y la patria afable y tranquila que por centurias ha sido nuestra querida y amada Panamá.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

Ir a Panorama Católico Edición Digital