viernes, 25 de enero de 2008

Crecimiento económico y poder real de compra de los panameños

2008-01-27
La Voz del Pastor
Crecimiento económico y poder real de compra de los panameños

“Los bienes terrenales fueron creados por Dios para todos los hombres, y no sólo para quienes estuvieran empleados o tuvieran posibilidades de serlo”. (LXVIII Congreso Internacional San Miguel, 25 de agosto al 4 de septiembre de 2007).

Podemos constatar que el trabajo asalariado ya no es una garantía de integración social y económica para los trabajadores pobres y mucho menos para el hombre del campo.

A los pobres los bienes y servicios no les llega, no tienen acceso y por ende no pueden satisfacer sus necesidades, lo que los excluye de este derecho que tienen todos los ciudadanos.

El poder adquisitivo, es decir el poder real de comprar, ha ido disminuyéndose cada día más, pues los precios suben y los sueldos y salarios de los consumidores no les alcanza para comprar los bienes y servicios básicos para una vida digna.

Se constata un recorte económico del poder de compra, situación demostrada por el Ingeniero escocés Clifford Hugn Douglas.

Es que el sistema imperante contiene en su estructura las razones que mantienen este déficit entre los precios y el poder de compra. Esto engendra en sí un conflicto. Se puede percibir también la relación existente entre el pago de los préstamos a corto plazo, y los sistemas fiscales que hacen mayor la brecha entre los precios y el poder de compra.

Es curioso ver cómo el sistema se mantiene. Por un lado, debería haber una acumulación de bienes producidos sin poder ser vendidos. Pero lo que constatamos es todo lo contrario; estos bienes son vendidos produciendo una montada de deudas por los nuevos créditos adquiridos.

Por esos sólo hay que ver el balance comercial desfavorable de nuestros países.

Hoy cada día más la máquina reemplaza al hombre en su trabajo, pues el progreso reemplaza la fuerza humana. No hay que olvidar que en el sistema presente de producción el poder de compra sólo llega a cubrir a quienes están asalariados.

El crecimiento económico que goza nuestro país no puede ser guardado por el sistema financiero en vista de la producción sino debe tener en cuenta la forma con que se deben distribuir los beneficios.

Es propicio recordar lo señalado por el Papa Pío XII, el 1 de junio de 1941, Fiesta de Pentecostés: "Los bienes materiales han sido creados por Dios para cubrir las necesidades de todos los hombres y deben estar a la disposición de todos ellos, como lo requiere la justicia y la caridad".

También recordó en esa oportunidad el Papa Pío XII que depende de las propias personas, a través de sus leyes y regulaciones, el escoger los métodos capaces de permitirle a cada hombre ejercer su derecho a una porción en los bienes terrenales. El dividendo del Crédito Social a todos lograría esto. Ningún otro sistema propuesto ha sido, hasta el momento, tan eficaz, no incluso nuestras leyes presentes del seguro social.

Que bien y claramente lo señala nuestro himno nacional, al recordar que el progresa ha de acariciar los lares de todos los panameños.

Mons. Uriah Ashley
Obispo de la Diócesis de Penonomé

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Reglas de urbanidad al usar el celular

2007-01-27
A tiro de piedra
Reglas de urbanidad al usar el celular

El avance tecnológico nos ha impuesto un modo de vida particular, que afecta las relaciones interpersonales y sociales, e incide, también, en la actitud y el comportamiento del ser humano y su personalidad. Uno de esos adelantos, el teléfono celular, ha cambiado la manera de comunicarnos y ha creado patrones de conducta que resultan favorables o no, según la situación en que se suceden.

Al superar el fenómeno de la novedad y hacerlo cosa común en la sociedad, el teléfono celular de llamar la atención y, en algunos casos, comenzó a ser una molestia para las demás personas. El entusiasmo de los primeros días por contestar una llamada, ya no es tal. El sonido que hacía mover la cabeza al que estaba alrededor, para descubrir quién era el afortunado de poseer uno de esos aparatos, ya crispa los nervios; aunque todavía se voltea el cuello para detectar al impertinente y lanzarle una mirada de desaprobación. Más que orgullo, ahora da vergüenza que lo pesquen a uno con el celular sonando, cuando debería estar silenciado o apagado.

Decía Herbert Marshall McLuhan (1911 - 1981) que “el medio es el mensaje”, al referirse al contenido de las informaciones transmitidas por los medios de comunicación social, y a que la conducta del individuo era modelada por el medio mismo. Este sociólogo canadiense, católico, y gran comunicador, tenía como preocupación entender los medios, su estética y tecnología, y el que las personas aprendieran a entenderlo y a ser críticos ante el mensaje que difunden y el medio mismo. En lo referente al celular, el vaticinio de McLuhan de la aldea global y el acortamiento de la distancia sin espacio, se ha verificado en las comunicaciones telefónicas y la Internet.

Frente al uso extendido del teléfono celular, vale practicar algunas reglas en su uso. El aparato debe apagarse cuando estamos en alguna reunión o acto que involucre otras personas a quien pueda incomodarle el uso del celular. No se trata solamente de evitar que suene, sino toda acción que interrumpa nuestra conversación con otras personas, o distraiga su atención y la nuestra del propósito para el cual estamos reunidos. En reuniones de trabajo, conferencias, cines, entrevistas, o al atender a otra persona, es obligatorio apagar el teléfono celular.

Otra regla de urbanidad es evitar el abuso con las “llamadas perdidas”. Salvo que usted convenga de antemano con la persona, evita hacerlo. Una llamada de ese tipo a otro es un acto de grosería y mala educación, porque el mensaje que usted le pasa es: gasta tu plata o tus minutos, que yo no quiero gastar lo mío. Al llamar a otra persona, deje un breve mensaje si no le contesta; de esa manera le podrán responder su llamada o atenderle con prontitud. Si solo llama y cierra, la otra persona quizá no le conteste, porque desconoce el número o, simplemente, considera que es un asunto que puede esperar.

Hacer uso del teléfono celular implica brevedad. Las conferencias telefónicas se reservan para otro asunto que en realidad lo amerite, y no para saludos largos o charlas de café. No cometa el desatino de solicitarle a alguien su aparato, para hacer llamadas que no sean de urgencia. Los demás le apreciarán verdaderamente, si usted evita convertirse en el gorrón de turno que se aprovecha de otros porque nunca “tiene minutos”.

Muchas otras cosas podríamos decir como reglas de urbanidad en el uso del celular, pero menciono las que considero más urgentes. Usted elija las suyas, y comuníquelo a quienes le rodean o tratan con usted, para que sepan con claridad si usted no contesta llamadas perdidas, que sólo presta su celular para asuntos de urgencia, y que devuelve unicamente las llamadas que han dejado un recado. El medio es el mensaje, pero también podemos modificarlo si somos críticos del medio.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Centenario salesiano

2008-01-27
Editorial
Centenario salesiano

La Iglesia panameña se regocija con el centenario de la obra salesiana en Panamá, cuyo aporte, durante estos 100 años, ha sido loable y se refleja en los miles de personas, de ambos sexos, que han forjado su vida personal, su oficio, o profesión, bajo la guía de la comunidad fundada por san Juan Bosco, para servir a los más necesitados.

Ha sido un siglo de intenso trabajo y entrega, en la persona de decenas de sacerdotes y religiosas, cuya huella está indeleblemente plasmada en la memoria y el corazón de todos aquellos que les han conocido. No en vano la figura de Don Bosco en Panamá es considerada como una de las devociones más apreciadas; práctica que le ha permitido a la Iglesia panameña ser una de las dos que posee una Basílica en honor a san Juan Bosco, fuera de Turín.

Por los recintos salesianos del país ha transitado un sinnúmero de hombres, principalmente, que desde el Oratorio Festivo hasta la formación como artesanos y técnicos en los talleres de las escuelas regentadas por esos religiosos, ha descubierto su vocación y ha enderezado su vida como gente de bien.

Para nosotros es un gran honor, y motivo de regocijo, contar con la presencia de los padres salesianos en Panamá; y le auguramos que cumplan muchos siglos más entre nuestra gente, para gloria de Dios Padre y de felicidad en el cielo de san Juan Bosco.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Aprovechamiento de Recurso

2008-01-27
El Ojo del Profeta
Aprovechamiento de Recurso

La responsabilidad en el uso de los recursos y de disponer de los desperdicios que generamos es, hoy por hoy, una obligación que se nos impone moralmente para conservar el ambiente sano y aprovechar aquello que, hasta hace poco, considerábamos como basura.

Sabido es que los recursos del planeta no son ilimitados. Algunos son renovables; otros, no. Dependiendo de la actitud que asumamos como comunidad planetaria, esos recursos serán conservados y bien aprovechados por la humanidad entera. Desperdiciarlos, por acción u omisión, es un pecado grave y un paso hacia la destrucción de la vida en el planeta.

Dios creó al hombre para dominar la tierra, para cuidarla, y para que fuera su morada temporal antes de marchar a la patria definitiva. Tenemos la misión de cuidar la Creación, amarla, y heredarla a los que vienen detrás hasta el fin de los tiempos. Que no dejemos, pues, tanta hermosura en tanta destrucción.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Los últimos días de San Agustín de Hipona

2008-01-20
La Voz del Pastor
Los últimos días de San Agustín de Hipona

Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles, 16 enero 2008, en la que revivió los últimos días de san Agustín de Hipona, continuando con la meditación comenzada la semana anterior.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, al igual que el miércoles pasado, quisiera hablar del gran obispo de Hipona, san Agustín. Cuatro años antes de morir, quiso nombrar a su sucesor. Por este motivo, el 26 de septiembre del año 426 reunió al pueblo en la Basílica de la Paz, en Hipona, para presentar a los fieles a quien había designado para esta tarea. Dijo: «En esta vida, todos somos mortales, pero el último día de esta vida es siempre incierto para cada individuo. De todos modos, en la infancia se espera llegar a la adolescencia; en la adolescencia a la juventud; en la juventud a la edad adulta; en la edad adulta a la edad madura; en la edad madura a la vejez. Uno no está seguro de que llegará, pero lo espera. La vejez, por el contrario, no tiene ante sí otro período en el que poder esperar; su misma duración es incierta... Yo por voluntad de Dios llegué a esta ciudad en el vigor de mi vida; pero ahora ha pasado mi juventud y ya soy viejo» (Carta 213, 1).

En ese momento, Agustín pronunció el nombre de su sucesor designado, el sacerdote Heraclio. La asamblea estalló en un aplauso de aprobación repitiendo 23 veces: «¡Gracias sean dadas a Dios!». Con otras aclamaciones, los fieles aprobaron, además, lo que después dijo Agustín sobre los propósitos para su futuro: quería dedicar los años que le quedaban a un estudio más intenso de las Sagradas Escrituras (Cf. Carta 213, 6).

De hecho, siguieron cuatro años de extraordinaria actividad intelectual: concluyó obras importantes, emprendió otras no menos comprometedoras, mantuvo debates públicos con los herejes --siempre buscaba el diálogo-- promovió la paz en las provincias africanas insidiadas por las tribus bárbaras del sur.

En este sentido, escribió al conde Dario, venido a África para superar las diferencias entre el conde Bonifacio y la corte imperial, de las que se aprovechaban las tribus de los mauris para sus correrías: «Título de grande de gloria es precisamente el de aplastar la guerra con la palabra, en vez de matar a los hombres con la espada, y buscar o mantener la paz con la paz y no con la guerra. Ciertamente, incluso quienes combaten, si son buenos, buscan sin duda la paz, pero a costa de derramar sangre. Tú, por el contrario, has sido enviado precisamente para impedir que se derrame la sangre» (Carta 229, 2).

Por desgracia quedó decepcionada la esperanza de una pacificación de los territorios africanos: en mayo del año 429 los vándalos, enviados a África como desquite por el mismo Bonifacio, pasaron el estrecho de Gibraltar y penetraron en Mauritania. La invasión se extendió rápidamente por otras ricas provincias africanas. En mayo y en junio del año 430, «los destructores del imperio romano», como califica Posidio a esos bárbaros (Vida, 30,1), rodeaban Hipona, asediándola.

En la ciudad, también se había refugiado Bonifacio, quien, reconciliándose demasiado tarde con la corte, trataba en vano de bloquear el paso a los invasores. El biógrafo Posidio describe el dolor de Agustín: «Más que de costumbre, sus lágrimas eran su pan día y noche y, llegado ya al final de su vida, se arrastraba más que los demás en la amargura y en el luto su vejez» (Vida, 28,6). Y explica: «Ese hombre de Dios veía las matanzas y las destrucciones de las ciudades; las casas destruidas en los campos y a los habitantes asesinados por los enemigos o expulsados; las iglesias sin sacerdotes o ministros, las vírgenes consagradas y los religiosos dispersos por doquier; entre ellos, algunos habían desfallecido ante las torturas, otros habían sido asesinados con la espada, otros eran prisioneros, perdiendo la integridad del alma y del cuerpo e incluso la fe, obligados por los enemigos a una esclavitud dolorosa y larga» (ibídem, 28,8).

Si bien era anciano y estaba cansado, Agustín permaneció en primera línea, consolándose a sí mismo y a los demás con la oración y con la meditación de los misteriosos designios de la Providencia. Hablaba de la «vejez del mundo» --y era verdaderamente viejo este mundo romano--, hablaba de esta vejez como ya lo había hecho años antes para consolar a los refugiados procedentes de Italia, cuando en el año 410 los godos de Alarico invadieron la ciudad de Roma.

En la vejez, decía, abundan los achaques: tos, catarro, legañas, ansiedad, agotamiento. Pero si el mundo envejece, Cristo es siempre joven. Y lanzaba esta invitación: «no hay que negarse a rejuvenecer con Cristo, que te dice: "No temas, tu juventud se renovará como la del águila"» (Cf. Sermón 81,8). Por eso el cristiano no debe abatirse en las situaciones difíciles, sino tratar de ayudar al necesitado.

Es lo que el gran doctor sugiere respondiendo al obispo de Thiave, Honorato, quien le había pedido si, bajo la presión de las invasiones bárbaras, un obispo o un sacerdote o cualquier hombre de Iglesia podía huir para salvar la vida. «Cuando el peligro es común a todos, es decir, para obispos, clérigos y laicos, quienes tienen necesidad de los demás no deben ser abandonados por aquellos de quienes tienen necesidad. En este caso, todos deben refugiarse en lugares seguros; pero si algunos tienen necesidad de quedarse, que no sean abandonados por quienes tienen el deber de asistirles con el ministerio sagrado, de manera que o se salvan juntos o juntos soportan las calamidades que el Padre de familia quiera que sufran» (Carta 228, 2). Y concluía: «Esta es la prueba suprema de la caridad» (ibídem, 3). ¿Cómo no reconocer en estas palabras el heroico mensaje que tantos sacerdotes, a través de los siglos, han acogido y hecho propio?

Mientras tanto resistía la ciudad de Hipona. La casa-monasterio de Agustín había abierto sus puertas para acoger en el episcopado a las personas que pedían hospitalidad. Entre estos se encontraba también Posidio, que ya era discípulo suyo, quien pudo de este modo dejarnos el testimonio directo de aquellos últimos y dramáticos días.

«En el tercer mes de aquel asedio --narra-- se acostó con fiebre: era su última enfermedad» (Vida, 29,3). El santo anciano aprovechó aquel momento, finalmente libre, para dedicarse con más intensidad a la oración. Solía decir que nadie, obispo, religioso o laico, por más irreprensible que pueda parecer su conducta, puede afrontar la muerte sin una adecuada penitencia. Por este motivo, repetía continuamente entre lágrimas los salmos penitenciales, que tantas veces había recitado con el pueblo (Cf. ibídem, 31, 2).

Cuanto más se agravaba su situación, más necesidad sentía el obispo de soledad y de oración: «Para no ser disturbado por nadie en su recogimiento, unos diez días antes de abandonar el cuerpo nos pidió a los presentes que no dejáramos entrar a nadie en su habitación, a excepción de los momentos en los que los médicos venían a verle o cuando le llevaban la comida. Su voluntad fue cumplida fielmente y durante todo ese tiempo él aguardaba en oración» (ibídem,31, 3). Dejó de vivir el 28 de agosto del año 430: su gran corazón finalmente descansó en Dios.

«Con motivo de la inhumación de su cuerpo --informa Posidio-- se ofreció a Dios el sacrificio, al que asistimos, y después fue sepultado» (Vida, 31,5). Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia el año 725, a Pavía, a la basílica de San Pedro en el Cielo de Oro, donde descansa hoy. Su primer biógrafo da este juicio conclusivo: «Dejó a la Iglesia un clero muy numeroso, así como monasterios de hombres y de mujeres llenos de personas dedicadas a la continencia y a la obediencia de sus superiores, junto con las bibliotecas que contenían los libros y discursos de él y de otros santos, por los que se conoce cuál ha sido por gracia de Dios su mérito y su grandeza en la Iglesia, y en los cuales los fieles siempre le encuentran vivo» (Posidio, Vida, 31, 8).

Es un juicio al que podemos asociarnos: en sus escritos también nosotros le «encontramos vivo». Cuando leo los escritos de san Agustín no tengo la impresión de que sea un hombre muerto hace más o menos mil seiscientos años, sino que lo siento como un hombre de hoy: un amigo, un contemporáneo que me habla, que nos habla con su fe fresca y actual.

En san Agustín que nos habla --me habla a mí en sus escritos--, vemos la actualidad permanente de su fe, de la fe que viene de Cristo, del Verbo Eterno Encarnado, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Y podemos ver que esta fe no es de ayer, aunque haya sido predicada ayer; es siempre actual, porque realmente Cristo es ayer, hoy y para siempre. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. De este modo, san Agustín nos anima a confiar en este Cristo siempre vivo y a encontrar así el camino de la vida.

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Un santo para los periodistas

2008-01-20
A tiro de piedra
Un santo para los periodistas

El día 24 de enero es la fiesta patronal de los periodistas y escritores católicos, bajo el patronazgo de san Francisco de Sales. Desde hace años se hacen esfuerzos para atraer a los periodistas y escritores , y, en esa fecha, el Santo Padre suele dar a conocer su mensaje para las Jornadas de las Comunicaciones Sociales.

Hace 18 años convoqué a un grupo de periodistas, para fundar la asociación de periodistas católicos, y el éxito fue tal que logramos incorporar a los comunicadores católicos de la radio, la televisión y el video. En casi toda la década de 1990 la Asociación Católica Nacional de Comunicadores (ACNAC) estuvo muy activa. Había entusiasmo, compromiso y militancia. Éramos noticia y, a menudo, nuestro parecer era consultado por personas y medios de comunicación en el campo que nos atañe.

Tras varios años, la presencia de los comunicadores católicos, especialmente los periodistas, es casi imperceptible y necesita una renovación. Mucho es lo que tenemos que decir en la actualidad, para orientar a la población en cuanto a la lectura y la crítica hacia los medios de comunicación. Se necesita una voz que, a partir de la reflexión, guíe y hable en nombre de aquellos que no tienen voz. Necesitamos periodistas católicos comprometidos con la fe y la tarea evangelizadora. Necesitamos recuperar el entusiasmo. Necesitamos tomar el ejemplo de san Francisco de Sales, en su labor incansable de anunciar la Buena Noticia a todas las gentes.

Aquel grupo de hombres y mujeres, periodistas jóvenes en aquel tiempo, podría volver, desde la madurez, a levantar la bandera que inspire a los jóvenes periodistas y escritores católicos a continuar la tarea de crear espacios y hacer sentir la voz de los cristianos que nos desempeñamos en el ambiente de la comunicación social.

La vida inspiradora de san Francisco de Sales está allí, abierta para nosotros, en espera de que alguno de nosotros la desempolve y la muestre al resto. Lo que él anunciaba es noticia actual. Así como antes un número plural fue inspirado para congregarse como periodistas y comunicadores católicos, hoy es posible. Vi suscitarse matrimonios, bautizos, y carismas especiales entre los comunicadores que participaban entusiasmado de las celebraciones. El Adviento, la Navidad, la Cuaresma, la Pascua, eran ocasiones para reunirnos, conocer más sobre la fe, ponerla en práctica, y compartirla entre nosotros y con nuestros familiares y amigos cercanos. Todo eso produjo fruto. Hoy alguien debe salir a sembrar, para que la semilla caiga alguna a la orilla del camino, otra entre las piedras y los espinos, y otra más en tierra buena. Que san Francisco de Sales, el santo para los periodistas y escritores católicos, nos haga el milagro intercediendo por nosotros ante Cristo Jesús.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Crecimiento económico

2008-01-20
Editorial
Crecimiento económico

Hace poco se anunció con gran optimismo que el país tendrá un crecimiento de 8% para este año 2008. Crecimiento que, en teoría, debe mejorar la vida de la población y estrechar la brecha entre ricos y pobres. En la realidad, tal crecimiento se queda en algunos sectores, pero poco o nada alcanza a casi dos quintas partes de nuestros habitantes.

Como sociedad tenemos el gran reto de revisar las estructuras del sistema social, para garantizar que el crecimiento económico beneficie a más de las tres cuartas partes de la población, y reducir, así, el nivel de pobreza extrema en el país. No es tarea fácil, lo sabemos; pero en la dificultad está, precisamente, el desafío de lograr la justicia social y la equidad que tanto anhelamos.

El mecanismo de distribución del ingreso y la riqueza tiene, en los salarios y la actividad emprendedora, dos pilares que, cuando son fuertes, son capaces de soportar el peso del aumento del costo de vida y la carencia de necesidades básicas que nos golpea. Hacia esa meta debemos dirigirnos.

Necesitamos que los planes nacionales de desarrollo, tanto del sector público como del sector privado, funcionen y sean acogidos como verdadero compromiso de ambos. El tiempo transcurre, y quizá el optimismo por el crecimiento económico se desvanezca antes que logremos acortar la distancia entre los que mucho tienen y los que muy poco o nada poseen.

Actuemos sin dilación, que para luego es tarde.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Patrimonio Histórico

2008-01-20
El Ojo del Profeta
Patrimonio Histórico

El trabajo que realiza el Patronato de Panamá Viejo es encomiable y, a través de los años, ha dado un gran aporte en la recuperación del conjunto monumental del área, y parte de la historia precolombina y colonial que guarda el sitio.

Nuestro país, con un patrimonio histórico poco conocido para su propia población, poco ha aprovechado ese legado y, en muchos casos, se pierde por el saqueo, el tráfico, y el descuido. Es una tarea inconclusa, que necesitamos completar con urgencia.

Iniciativas como la del Patronato de Panamá Viejo hacen falta en el resto de las provincias y sitios históricos. Conservar la memoria histórica es vital para nuestra nación, porque eso nos ayuda a mantener nuestra identidad y a compartirla con el resto de la comunidad internacional.

Ojalá que pronto veámos florecer otras iniciativas similares, para el engrandecimiento de nuestro bagaje histórico y nuestra identidad como pueblo y nación.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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“Hemos visto su estrella”

2008-01-13
La Voz del Pastor
“Hemos visto su estrella”
La alegría de la noche de Navidad se revive hoy entre nosotros.

El Señor el día de Su Natividad manifestó Su gloria a un núcleo reducido de personas: la Virgen, José, los pastores... Ahora brilla la magnificencia de Su poder ante el mundo, ante los hombres de “toda raza, lengua, pueblo y nación”. Los Magos son nuestros predecesores en la fe. Ellos representan una humanidad ante la cual Cristo aparece “lleno de Gracia y de Verdad (Juan 1,14).

Los Magos, primeros adoradores, por la fe se unen a Cristo. Nace la Iglesia. Irá creciendo cuando los gentiles, nosotros, nos incorporemos por la fe a ese Dios Niño. Aquí salta la alegría desbordante de Epifanía. La incesante vida de la Iglesia brota de la fuerza divina que dimana de la Epifanía.

"En los Magos que adoran a Cristo nos dice San León Magno , hemos de reconocer el comienzo de nuestra vocación para salvarnos... Hoy empezamos a entrar en la eterna herencia..."

Cuando estos misteriosos personajes entraron a Judea la gente debió detenerse extrañada. ¡Eran verdaderamente extranjeros!Por eso, ellos nos recuerdan una asombrosa verdad: somos nosotros los extranjeros...

Nosotros somos los hijos de aquellos innumerables pueblos a los cuales los judíos llamaban “gentiles”.

Con el nacimiento de Cristo se cumple una inmensa revolución religiosa.

Ahora cuando el Salvador prometido ha nacido en medio de un pueblo segregado y elegido entre todos los demás, la profecía hecha a Abraham se realiza: “Serán bendecidas en ti todas las familias de la tierra” Todos los pueblos están llamados a participar del Reino de Dios.

Con ocho siglos de anticipación el profeta Isaías entreveía ya el imponente cortejo de los nuevos peregrinos y sus ofrendas: “vendrán a tí los tesoros del mar, llegarán a ti las riquezas de los pueblos. Te inundarán muchedumbres de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Llegarán de Sabá en tropel, trayendo oro e incienso y pregonando las glorias de Yahvé” (Isaías 60, 5-6)

Los Magos son los primeros.. Pero más allá de ellos también anuncia el profeta la inmensa asamblea de las naciones en la Iglesia: “vendré para reunir las naciones de toda lengua, que vendrán para ver su gloria” (Isaías 66,18)

Hemos de ver a los magos más allá de las bellas figuras de nuestros pesebres... son nuestros padres en la fe.

Con los Magos, acerquémonos con fe a adorar a Cristo en el Belén de la tierra, que nos conduce al Belén del cielo. Sigamos con fe y humildad la narración de San Lucas.

"Hemos visto su estrella en Oriente, y venimos a adorarle". Son las primeras palabras de los Magos al preguntar en Jerusalén por el Rey de los judíos.

La estrella fue para los Magos "inspiración florecida en el corazón" (Bossuet).

"Y habiendo entrado en la casa...encontraron al Niño con María Su Madre". La fe que hasta entonces los había conducido les lleva a la manifestación y la adoración del Hijo de Dios hecho hombre. "Y postrándose en tierra le adoraron".

Iban buscando al Rey de los judíos vaticinado por las Escrituras, y se encontraron con el mismo Dios. Así también nos sucede muchas veces en la vida.

"Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, incienso, mirra".

Imitémoslos -como nos invita San Ambrosio- "Los que oímos la narración de la ofrenda de los Magos, elijamos entre nuestros tesoros y hagamos ofrendas parecidas".

El Oro ha de ser para nosotros símbolo del amor puro y fiel con que queremos servirle.

El Incienso ha de ser imagen de nuestras plegarias y oraciones.

La Mirra: ha de ser figura de nuestros sacrificios unidos a los Suyos...

Hagamos nuestra la actitud de los Magos: "encontraron al Niño con María Su Madre". "Y postrándose en tierra le adoraron".

Mons. Fernando Torres Durán
Obispo de la Diócesis de Chitré

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Año nuevo, busero viejo

2008-01-13
A tiro de piedra
Año nuevo, busero viejo

Vuelve el gremio de los buseros a amenazarnos con un aumento de la tarifa del pasaje de autobús, para lograr que el gobierno les haga más concesiones o los subsidie. Llevan, al menos, unos 15 años de reclamos, cambio de leyes, aumento de pasaje concedido, préstamos avalados por el estado, subsidio de combustible, y abuso en las calles capitalinas que se traduce en desorden, accidentes, y todo tipo de violaciones a las reglas de tránsito. Tres lustros en los que el transporte colectivo de pasajeros nada ha mejorado, salvo el aire acondicionado en algunos autobuses que ya se deterioran y envejecen en detrimento de su cualidad de servicio de lujo.

El transporte colectivo de pasajeros en la región metropolitana, que incluye la capital del país y sus aledaños, agotó el sistema vigente. Su estructura como actividad económica, su manera de prestar el servicio, sus insumos, y su relación laboral, son incompatibles con la necesidad actual. Simple y llanamente ha sido superado por el tiempo y el progreso de la sociedad. Que no lo acepten ni quieran entenderlo todos los que tienen esta parte del transporte como negocio, es otra cosa. El modelo está agotado.

Si el gobierno le sigue el juego a los buseros, continuará subsidiándolos y prolongando lo inminente: la desaparición del sistema actual. La decisión traerá, al menos, dos consecuencias: la liberación en el precio de la tarifa, que lo encarecería notablemente; y el advenimiento de una crisis que provocará la intervención del estado, arrastrando las pérdidas ocasionadas hasta ahora y las que vengan, hasta la crisis total.

Todo esto se sabe, y los cuatro últimos gobiernos han intentado solucionar el problema, pero no han podido por el obstáculo de los concesionarios de ruta y cupos, autodenominados transportistas, que impiden toda iniciativa al respecto.

De quererlo, el gobierno podría imponer un plan en el que una empresa estatal entre al ruedo. Una empresa que se administre con verdadera autonomía y transparencia, que opere un sistema de transporte moderno, eficiente, que atienda las necesidades del usuario en horario, frecuencia, y rutas. Si el estado tiene que subsidiar a un sistema de transporte malo y garantizarle la ganancia a los dueños de los buses, mejor que invierta el dinero de los contribuyentes en una empresa cuyo fin sea el servicio público de transporte colectivo de pasajeros, y no el negocio de un grupo cuyo propósito es el lucro personal.

Es tiempo de tomar decisiones. Que se suspendan las concesiones de ruta y el otorgamiento de los cupos en el área metropolitana. Se quedan los que ya están. Que se establezca un plazo para ir reemplazando las rutas con la nueva empresa, y se libere el precio de la tarifa del pasaje a los actuales concesionarios que operan en la misma ruta que la empresa estatal. Al final, quedaremos con dos sistemas: uno público y otro particular. Así veremos de cual cuero salen las mejores correas, y acabamos con un sistema de transporte de pasajeros ineficiente y caótico y que, tarde o temprano, morirá.

“Ni un busero más para diputado”.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Campaña electoral 2009

2008-01-13
Editorial
Campaña electoral 2009

Los partidos políticos empezaron formalmente la campaña electoral de cara a las elecciones generales de mayo de 2009. Nos espera año y medio de intensa actividad política de lucha por el poder, durante el cual cada candidato o partido intentará convencer al electorado de las bondades de sus planes y capacidad para gobernar.

El camino es largo, sin duda, y puede llevarnos a la saturación y el agotamiento, a través del exceso de mensajes propagandísticos, movilizaciones, concentraciones y agitaciones propias de toda campaña electoral. Serán, si se quiere, 17 meses de repetición de promesas y de discursos plagados de ataques y contraataques que entre adversarios se dedicarán seguramente.

Para edificar el debate político, cada candidato debe poner su mejor esfuerzo en los argumentos y el lenguaje que use en la promoción de su candidatura. Son más de 600 puestos de elección que estarán en juego, y a los que aspiran miles de candidatos. Vivir la experiencia de soportarlos por 17 meses, desde las primarias de sus partidos hasta la contienda oficial, sería más agradable y fructífera si el debate es de altura y la competición ética y moralmente ejemplar.

Desde lo más profundo esperamos que esta larga campaña electoral sea edificante, pacífica, y respetuosa. Que no haya excesos dañinos ni ánimos caldeados que la desvirtúen. Y que podamos crecer en madurez y en vivencia política, para construir un país mejor y una sociedad más justa que atienda de manera equitativa las aspiraciones y las necesidades de todo el pueblo panameño.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Duelo y asueto

2008-01-13
El Ojo del Profeta
Duelo y asueto

Es la primera vez en 44 años que el país conmemora el 9 de enero de 1964 dividido entre asueto festivo y día de duelo nacional. Hace unos años se había intentado, pero la protesta pública obligó a reconsiderar ese intento. Hoy, simplemente, se ha aceptado sin mayor rechazo.

Los que murieron aquel día, defendiendo unos el honor patrio y, otros, aprovechándose de la situación para sus fines particulares, merecen el respeto y el recuerdo de la nación. En la sociedad panameña, que desde hace años se deshace de su historia a fuerza de día libre, hace falta arraigo por su historia, por su cultura, y por sus tradiciones. Agonizamos como nación, mientras que algunos, con el canto del dinero y la riqueza, pretenden llevarnos hacia lo que ellos llaman “primer mundo”, reemplazando lo autóctono por un modo de vida que no tiene ni tierra ni bandera.

Panamá puede progresar sin renunciar a su historia y a su cultura. Puede ser el crisol étnico y pluricultural que es, sin que ello implique convertir al panameño en un ser amorfo y sin identidad cultural. Retomemos el rumbo, y rindamos loor a cada hecho, figura e institución que nos hace ser panameños auténticos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Mensaje urbi et orbi

2008-01-06
La Voz del Pastor
Mensaje urbi et orbi
(Misa del día de Navidad, Aclamación al Evangelio).

«Nos ha amanecido un día sagrado: venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra»

Queridos hermanos y hermanas:

«Nos ha amanecido un día sagrado». Un día de gran esperanza: hoy el Salvador de la humanidad ha nacido. El nacimiento de un niño trae normalmente una luz de esperanza a quienes lo aguardan ansiosos. Cuando Jesús nació en la gruta de Belén, una «gran luz» apareció sobre la tierra; una gran esperanza entró en el corazón de cuantos lo esperaban: «lux magna», canta la liturgia de este día de Navidad. Ciertamente no fue «grande» según el mundo, porque, en un primer momento, sólo la vieron María, José y algunos pastores, luego los Magos, el anciano Simeón, la profetisa Ana: aquellos que Dios había escogido. Sin embargo, en lo recóndito y en el silencio de aquella noche santa se encendió para cada hombre una luz espléndida e imperecedera; ha venido al mundo la gran esperanza portadora de felicidad: «el Verbo se hizo carne y nosotros hemos visto su gloria» (Jn 1,14).

«Dios es luz –afirma san Juan– y en él no hay tinieblas» (1 Jn 1,5). En el Libro del Génesis leemos que cuando tuvo origen el universo, «la tierra era un caos informe; sobre la faz del Abismo, la tiniebla». «Y dijo Dios: "que exista la luz". Y la luz existió» (Gn 1,2-3). La Palabra creadora de Dios es Luz, fuente de la vida. Por medio del Logos se hizo todo y sin Él no se hizo nada de lo que se ha hecho (cf. Jn 1,3). Por eso todas las criaturas son fundamentalmente buenas y llevan en sí la huella de Dios, una chispa de su luz. Sin embargo, cuando Jesús nació de la Virgen María, la Luz misma vino al mundo: «Dios de Dios, Luz de Luz», profesamos en el Credo. En Jesús, Dios asumió lo que no era, permaneciendo en lo que era: «la omnipotencia entró en un cuerpo infantil y no se sustrajo al gobierno del universo» (cf. S. Agustín, Serm 184, 1 sobre la Navidad). Aquel que es el creador del hombre se hizo hombre para traer al mundo la paz. Por eso, en la noche de Navidad, el coro de los Ángeles canta: «Gloria a Dios en el cielo / y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14).

«Hoy una gran luz ha bajado a la tierra». La Luz de Cristo es portadora de paz. En la Misa de la noche, la liturgia eucarística comenzó justamente con este canto: «Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz sobre nosotros» (Antífona de entrada). Más aún, sólo la «gran» luz que aparece en Cristo puede dar a los hombres la «verdadera» paz. He aquí por qué cada generación está llamada a acogerla, a acoger al Dios que en Belén se ha hecho uno de nosotros.

La Navidad es esto: acontecimiento histórico y misterio de amor, que desde hace más de dos mil años interpela a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. Es el día santo en el que brilla la «gran luz» de Cristo portadora de paz. Ciertamente, para reconocerla, para acogerla, se necesita fe, se necesita humildad. La humildad de María, que ha creído en la palabra del Señor, y que fue la primera que, inclinada ante el pesebre, adoró el Fruto de su vientre; la humildad de José, hombre justo, que tuvo la valentía de la fe y prefirió obedecer a Dios antes que proteger su propia reputación; la humildad de los pastores, de los pobres y anónimos pastores, que acogieron el anuncio del mensajero celestial y se apresuraron a ir a la gruta, donde encontraron al niño recién nacido y, llenos de asombro, lo adoraron alabando a Dios (cf. Lc 2,15-20). Los pequeños, los pobres en espíritu: éstos son los protagonistas de la Navidad, tanto ayer como hoy; los protagonistas de siempre de la historia de Dios, los constructores incansables de su Reino de justicia, de amor y de paz.

En el silencio de la noche de Belén Jesús nació y fue acogido por manos solícitas. Y ahora, en esta nuestra Navidad en la que sigue resonando el alegre anuncio de su nacimiento redentor, ¿quién está listo para abrirle las puertas del corazón? Hombres y mujeres de hoy, Cristo viene a traernos la luz también a nosotros, también a nosotros viene a darnos la paz. Pero ¿quién vela en la noche de la duda y la incertidumbre con el corazón despierto y orante? ¿Quién espera la aurora del nuevo día teniendo encendida la llama de la fe? ¿Quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse envolver por su amor fascinante? Sí, su mensaje de paz es para todos; viene para ofrecerse a sí mismo a todos como esperanza segura de salvación.

Que la luz de Cristo, que viene a iluminar a todo ser humano, brille por fin y sea consuelo para cuantos viven en las tinieblas de la miseria, de la injusticia, de la guerra; para aquellos que ven negadas aún sus legítimas aspiraciones a una subsistencia más segura, a la salud, a la educación, a un trabajo estable, a una participación más plena en las responsabilidades civiles y políticas, libres de toda opresión y al resguardo de situaciones que ofenden la dignidad humana. Las víctimas de sangrientos conflictos armados, del terrorismo y de todo tipo de violencia, que causan sufrimientos inauditos a poblaciones enteras, son especialmente las categorías más vulnerables, los niños, las mujeres y los ancianos. A su vez, las tensiones étnicas, religiosas y políticas, la inestabilidad, la rivalidad, las contraposiciones, las injusticias y las discriminaciones que laceran el tejido interno de muchos países, exasperan las relaciones internacionales. Y en el mundo crece cada vez más el número de emigrantes, refugiados y deportados, también por causa de frecuentes calamidades naturales, como consecuencia a veces de preocupantes desequilibrios ambientales.

En este día de paz, pensemos sobre todo en donde resuena el fragor de las armas: en las martirizadas tierras del Dafur, de Somalia y del norte de la República Democrática del Congo, en las fronteras de Eritrea y Etiopía, en todo el Medio Oriente, en particular en Irak, Líbano y Tierra Santa, en Afganistán, en Pakistán y en Sri Lanka, en las regiones de los Balcanes, y en tantas otras situaciones de crisis, desgraciadamente olvidadas con frecuencia. Que el Niño Jesús traiga consuelo a quien vive en la prueba e infunda a los responsables de los gobiernos sabiduría y fuerza para buscar y encontrar soluciones humanas, justas y estables. A la sed de sentido y de valores que hoy se percibe en el mundo; a la búsqueda de bienestar y paz que marca la vida de toda la humanidad; a las expectativas de los pobres, responde Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, con su Natividad. Que las personas y las naciones no teman reconocerlo y acogerlo: con Él, «una espléndida luz» alumbra el horizonte de la humanidad; con Él comienza «un día sagrado» que no conoce ocaso. Que esta Navidad sea realmente para todos un día de alegría, de esperanza y de paz.

«Venid, naciones, adorad al Señor». Con María, José y los pastores, con los Magos y la muchedumbre innumerable de humildes adoradores del Niño recién nacido, que han acogido el misterio de la Navidad a lo largo de los siglos, dejemos también nosotros, hermanos y hermanas de todos los continentes, que la luz de este día se difunda por todas partes, que entre en nuestros corazones, alumbre y dé calor a nuestros hogares, lleve serenidad y esperanza a nuestras ciudades, y conceda al mundo la paz. Éste es mi deseo para quienes me escucháis. Un deseo que se hace oración humilde y confiada al Niño Jesús, para que su luz disipe las tinieblas de vuestra vida y os llene del amor y de la paz. El Señor, que ha hecho resplandecer en Cristo su rostro de misericordia, os colme con su felicidad y os haga mensajeros de su bondad. ¡Feliz Navidad!

Navidad, martes 25 de diciembre de 2007

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Electricidad y agua

2008-01-06
A tiro de piedra
Electricidad y agua

La generación de electricidad y la provisión de agua potable son dos actividades estratégicas que debe controlar el estado. Cuando digo controlar no me refiero, necesariamente, a la administración total y caprichosa de las empresas o entidades encargadas de hacer esa labor; me refiero, expresamente, a la producción, la distribución, y la fijación del precio que deben pagar la población y los usuarios por la electricidad y el agua que consumen.

Si algo hemos hecho mal es la privatización de la generación, distribución, y facturación de la energía eléctrica, tal como la conocemos. Es una experiencia que nos resulta costosa e inconveniente. En mi opinión, el estado panameño debe recuperar el manejo de la generación y la distribución de la electricidad, y dejar la facturación en manos privadas. De esa forma se garantiza el carácter pleno de servicio público que debe tener la provisión de electricidad. También nos facilitaría que, si no nos gusta el servicio de la empresa que factura, nos podemos cambiar a otra sin necesidad de mudarnos a otro lugar, como ocurre hoy y que hace imposible que disfrutemos del beneficio de la competencia que, se supone, debe existir en un mercado de libre oferta y demanda.

Desde este momento debemos, como país, adoptar la estrategia para recuperar el control de la generación eléctrica, a través de una empresa estatal que pueda manejarse libre de la influencia política dañina. Ya lo hemos demostrado con el Canal, y bien podemos hacerlo con la electricidad y el agua.

El futuro inmediato para los países del mundo revela que el aprovisionamiento de energía y el manejo de los recursos hídricos son situaciones de vida o muerte para sus sociedades. Si no realizamos que ellas son prioridad estratégica para nosotros, estaremos comprometiendo la existencia de nuestra población, principalmente la urbana, que ya es mayoría entre nosotros.

Panamá no puede permitirse que electricidad y agua encarezcan o escaseen. No podemos comprometer nuestro futuro y nuestra propia vida, por dejar de prestar atención a este tema. Si dejamos la generación y distribución de la electricidad en manos del comercio, llegará el día en que aún produciéndola la veremos traspasar al mejor postor del extranjero. Si cometemos la equivocación de privatizar la producción de agua potable, mucha de nuestra gente beberá agua que no será apta para el consumo humano y que provocará enfermedades y malestares a nuestros habitantes por no poder pagar por aquella.

Quiera Dios y no perdamos más tiempo, antes de tomar una decisión al respecto. Electricidad y agua son vitales, y su control estratégico. Este es un principio irrenunciable, sobre el que nuestra conciencia y convicción nunca debe transigir, porque están en juego nuestras propias seguridad y vida nacional y personal.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Epifanía

2008-01-06
Editorial
La Epifanía

Celebramos este domingo la Solemnidad de la Epifanía, que entendemos como la manifestación de Jesús al resto de la humanidad que no formaba parte del pueblo de Israel. Esta primera Epifanía del Señor, que luego se unirá a sus Epifanías a Juan el Bautista, en el Jordán, y a la de sus discípulos en el milagro de Caná de Galilea, nos presenta a un Cristo que se hace uno en todos, para que todos sean uno en El.

Los Magos de Oriente, hombres sabios y miembros de una casta que participaba del poder terrenal, salen en pos del Mesías, siguiendo su estrella, y, al encontrarlo, se postran ante él para rendirle honor y gloria, ofreciéndole los regalos que resumían su condición de Dios, hombre y rey, en el incienso, la mirra, y el oro.

Nosotros, fieles todos, al igual que los Magos, nos presentamos ante nuestro Salvador, no con regalos materiales, sino con un corazón contrito y un propósito de enmienda firme, para vivir conforme a la voluntad del Padre y para reconocer, en cada instante de nuestra existencia, que Cristo es el verdadero Camino, la Verdad, y la Vida.

Que esta oportunidad de conmemorar su manifestación a los Magos sea, también, para nosotros, una Epifanía personal de Jesucristo en nuestra propia historia, y el cayado recio que ayude a afirmar nuestros pasos por este peregrinaje terreno hacia la patria definitiva que es la eternidad con Dios.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Prevenir para no lamentar

2008-01-06
El Ojo del Profeta
Prevenir para no lamentar

Ya es común que en el mes de diciembre se susciten incendios, especialmente en la ciudad capital y en Colón. En ellos, por lo general, resultan afectadas personas de escasos recursos económicos, inquilinos de edificios de madera o en estado estructural precario.

Hace muchos años, la principal razón de los incendios eran las conexiones eléctricas que se empleaban para los adornos de Navidad; hoy, con pesar, vemos que se suman otras causas como el encendido de velas para rituales promovidos por la magia y el sincretismo religioso, y las disputas entre pandilleros o grupos rivales que se cruzan en algún jolgorio caracterizado por la bulla, el licor y las drogas.

Ante el riesgo de incendio de esos caserones y barracas, dentro y fuera de la época navideña, se impone una acción preventiva, que debe involucrar, directamente, a los inquilinos de esas edificaciones. Dicha acción, al menos, debe comprender dos elementos: la revisión de las instalaciones eléctricas y el manejo adecuado de los materiales inflamables; y la concienciación entre vecinos para resolver sus conflictos pacíficamente, sin recurrir a la violencia ni al daño al inocente. En resumen, pues, se trata de enderezar lo torcido, y allanar los montes de la envidia, el egoísmo y la soberbia, que son causa de muchos males y disputas.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Natividad del Señor

2007-12-30
La Voz del Pastor
Natividad del Señor
Homilía de la misa de Nochebuena en la Basílica Vaticana el 25 de diciembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

«A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (cf. Lc 2,6s). Estas frases, nos llegan al corazón siempre de nuevo. Llegó el momento anunciado por el Ángel en Nazaret: «Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc 1,31). Llegó el momento que Israel esperaba desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras, el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad con figuras todavía confusas: que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo. Podemos imaginar con cuánta preparación interior, con cuánto amor, esperó María aquella hora. El breve inciso, «lo envolvió en pañales», nos permite vislumbrar algo de la santa alegría y del callado celo de aquella preparación. Los pañales estaban dispuestos, para que el niño se encontrara bien atendido. Pero en la posada no había sitio. En cierto modo, la humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro.

Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: "Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron" (1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para él. Se refiere también a Israel: el enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge.

En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos?

Gracias a Dios, la noticia negativa no es la única ni la última que hallamos en el Evangelio. De la misma manera que en Lucas encontramos el amor de su madre María y la fidelidad de san José, la vigilancia de los pastores y su gran alegría, y en Mateo encontramos la visita de los sabios Magos, llegados de lejos, así también nos dice Juan: «Pero a cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Hay quienes lo acogen y, de este modo, desde fuera, crece silenciosamente, comenzando por el establo, la nueva casa, la nueva ciudad, el mundo nuevo. El mensaje de Navidad nos hace reconocer la oscuridad de un mundo cerrado y, con ello, se nos muestra sin duda una realidad que vemos cotidianamente. Pero nos dice también que Dios no se deja encerrar fuera. Él encuentra un espacio, entrando tal vez por el establo; hay hombres que ven su luz y la transmiten. Mediante la palabra del Evangelio, el Ángel nos habla también a nosotros y, en la sagrada liturgia, la luz del Redentor entra en nuestra vida. Si somos pastores o sabios, la luz y su mensaje nos llaman a ponernos en camino, a salir de la cerrazón de nuestros deseos e intereses para ir al encuentro del Señor y adorarlo. Lo adoramos abriendo el mundo a la verdad, al bien, a Cristo, al servicio de cuantos están marginados y en los cuales Él nos espera.

En algunas representaciones navideñas de la Baja Edad Media y de comienzo de la Edad Moderna, el pesebre se representa como edificio más bien desvencijado. Se puede reconocer todavía su pasado esplendor, pero ahora está deteriorado, sus muros en ruinas; se ha convertido justamente en un establo. Aunque no tiene un fundamento histórico, esta interpretación metafórica expresa sin embargo algo de la verdad que se esconde en el misterio de la Navidad. El trono de David, al que se había prometido una duración eterna, está vacío. Son otros los que dominan en Tierra Santa. José, el descendiente de David, es un simple artesano; de hecho, el palacio se ha convertido en una choza. David mismo había comenzado como pastor. Cuando Samuel lo buscó para ungirlo, parecía imposible y contradictorio que un joven pastor pudiera convertirse en el portador de la promesa de Israel. En el establo de Belén, precisamente donde estuvo el punto de partida, vuelve a comenzar la realeza davídica de un modo nuevo: en aquel niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El nuevo trono desde el cual este David atraerá hacia sí el mundo es la Cruz. El nuevo trono –la Cruz- corresponde al nuevo inicio en el establo. Pero justamente así se construye el verdadero palacio davídico, la verdadera realeza. Así, pues, este nuevo palacio no es como los hombres se imaginan un palacio y el poder real. Este nuevo palacio es la comunidad de cuantos se dejan atraer por el amor de Cristo y con Él llegan a ser un solo cuerpo, una humanidad nueva. El poder que proviene de la Cruz, el poder de la bondad que se entrega, ésta es la verdadera realeza. El establo se transforma en palacio; precisamente a partir de este inicio, Jesús edifica la nueva gran comunidad, cuya palabra clave cantan los ángeles en el momento de su nacimiento: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama», hombres que ponen su voluntad en la suya, transformándose en hombres de Dios, hombres nuevos, mundo nuevo.

Gregorio de Nisa ha desarrollado en sus homilías navideñas la misma temática partiendo del mensaje de Navidad en el Evangelio de Juan: «Y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14). Gregorio aplica esta palabra de la morada a nuestro cuerpo, deteriorado y débil; expuesto por todas partes al dolor y al sufrimiento. Y la aplica a todo el cosmos, herido y desfigurado por el pecado. ¿Qué habría dicho si hubiese visto las condiciones en las que hoy se encuentra la tierra a causa del abuso de las fuentes de energía y de su explotación egoísta y sin ningún reparo? Anselmo de Canterbury, casi de manera profética, describió con antelación lo que nosotros vemos hoy en un mundo contaminado y con un futuro incierto: «Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas» (PL 158, 955s). Así, según la visión de Gregorio, el establo del mensaje de Navidad representa la tierra maltratada. Cristo no reconstruye un palacio cualquiera. Él vino para volver a dar a la creación, al cosmos, su belleza y su dignidad: esto es lo que comienza con la Navidad y hace saltar de gozo a los ángeles. La tierra queda restablecida precisamente por el hecho de que se abre a Dios, que recibe nuevamente su verdadera luz y, en la sintonía entre voluntad humana y voluntad divina, en la unificación de lo alto con lo bajo, recupera su belleza, su dignidad. Así, pues, Navidad es la fiesta de la creación renovada. Los Padres interpretan el canto de los ángeles en la Noche santa a partir de este contexto: se trata de la expresión de la alegría porque lo alto y lo bajo, cielo y tierra, se encuentran nuevamente unidos; porque el hombre se ha unido nuevamente a Dios. Para los Padres, forma parte del canto navideño de los ángeles el que ahora ángeles y hombres canten juntos y, de este modo, la belleza del cosmos se exprese en la belleza del canto de alabanza. El canto litúrgico –siempre según los Padres- tiene una dignidad particular porque es un cantar junto con los coros celestiales. El encuentro con Jesucristo es lo que nos hace capaces de escuchar el canto de los ángeles, creando así la verdadera música, que acaba cuando perdemos este cantar juntos y este sentir juntos.

En el establo de Belén el cielo y la tierra se tocan. El cielo vino a la tierra. Por eso, de allí se difunde una luz para todos los tiempos; por eso, de allí brota la alegría y nace el canto. Al final de nuestra meditación navideña quisiera citar una palabra extraordinaria de san Agustín. Interpretando la invocación de la oración del Señor: "Padre nuestro que estás en los cielos", él se pregunta: ¿qué es esto del cielo? Y ¿dónde está el cielo? Sigue una respuesta sorprendente: Que estás en los cielos significa: en los santos y en los justos. «En verdad, Dios no se encierra en lugar alguno. Los cielos son ciertamente los cuerpos más excelentes del mundo, pero, no obstante, son cuerpos, y no pueden ellos existir sino en algún espacio; mas, si uno se imagina que el lugar de Dios está en los cielos, como en regiones superiores del mundo, podrá decirse que las aves son de mejor condición que nosotros, porque viven más próximas a Dios. Por otra parte, no está escrito que Dios está cerca de los hombres elevados, o sea de aquellos que habitan en los montes, sino que fue escrito en el Salmo: "El Señor está cerca de los que tienen el corazón atribulado" (Sal 34 [33], 19), y la tribulación propiamente pertenece a la humildad. Mas así como el pecador fue llamado "tierra", así, por el contrario, el justo puede llamarse "cielo"» (Serm. in monte II 5,17). El cielo no pertenece a la geografía del espacio, sino a la geografía del corazón. Y el corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta un establo: la humildad de Dios es el cielo. Y si salimos al encuentro de esta humildad, entonces tocamos el cielo. Entonces, se renueva también la tierra. Con la humildad de los pastores, pongámonos en camino, en esta Noche santa, hacia el Niño en el establo. Toquemos la humildad de Dios, el corazón de Dios. Entonces su alegría nos alcanzará y hará más luminoso el mundo. Amén.

S.S. Benedicto XVI
Obispo de Roma

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Carta a los Reyes Magos

2007-12-30
A tiro de piedra
Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos, les escribo esta carta para pedirles algunas cosas que quiero me traigan para la solemnidad de la Epifanía. Yo sé que, desde hace mucho, un montón de niños y niñas han sido arrastrados a dirigir sus cartitas al panzudo vestido de rojo, que nos ha inventado la publicidad y hollywood. No tengo nada en contra de él, porque es sólo un invento, y ante lo irreal no es necesario someterse, sino discernir, para elegir la Verdad sobre la mentira; la realidad sobre la fantasía.

A ustedes, que fueron a adorar al Niño Jesús siguiendo su estrella, les pido que me traigan, para mí y mis compatriotas, parte de esa paz infinita que recibieron a llegar al Pesebre. Tráiganme, también, la sabiduría de poder distinguir entre los Herodes de hoy, que quieren matar al Niño Dios robándonos la Navidad, y los pastores y pastorcillas que viven en los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestro tiempo.

Me gustaría mucho que los cristianos los tuviéramos más presentes, para contarle a los niños su historia, y para que vuelvan a poner los zapatitos en las ventanas, esperando su visita alegre con caballos y camellos cargados de los regalos que todos los fieles debemos ofrecer a Jesús el Señor. Vengan repartiendo esos buenos sentimientos que nos llevan a amar a los demás como hermanos y como a nosotros mismos, y contágiennos de su amor y su entusiasmo para poner en los zapatitos de cada niño y niña un dulce, un juguetito, y un papelito en donde le digamos lo mucho que los queremos.

No se olviden de mandarle a los gobernantes el ánimo de trabajar y servir al pueblo con rectitud. Tampoco olviden a los conductores que atropellan tanta gente y cuanta criatura le queda enfrente de sus autos. Pongan especial atención a los buseros, para que entren en cordura, y quítenle las ganas de ser diputados. A los que cierran calles y hacen la huelga, concédanles que puedan decir su verdad de una manera serena y clara, sin afectar a los más indefensos y necesitados.

Gaspar, Melchor y Baltasar, transmítannos su entusiasmo y perseverancia para andar nuestro camino con esperanza, y sin amilanarnos ante las ideas y las distracciones del mundo. Ustedes hicieron un largo viaje lleno de peligros, cruzando valles, colinas, desiertos, y abrumados por el candente sol y el frío de la noche. Saben lo que es un andar esforzado, en busca del Salvador. Ayúdennos a distinguir la luz de Cristo, para que podamos guiarnos en nuestra marcha.

Por último, les agradezco si pueden traerme un crío de camello. Por acá el agua escasea en algunas partes, y la gasolina aumenta de precio a cada rato. El camello anda largas jornadas y bebe poco, por lo que sería un medio de transporte muy útil por estos lares. Y no está de más que a algunos compatriotas me le den esa particularidad del camello, y no me refiero a la joroba, sino al beber poco, a ver si así tenemos una sociedad mejor. Ah, se me olvidaba: que sancionen la ley antitabaco, para poder convivir en ambientes libres de humo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Año Nuevo 2008

2007-12-30
Editorial
Año Nuevo 2008

Nos abocamos a emprender el camino en otro nuevo año, con la esperanza de hacernos mejores y construir sobre lo baldío o sobre lo demolido. No son pocos los que piensan un futuro esperanzador para sí y los demás, en un ambiente de paz y dicha sin par.

Los cristianos no somos ajenos a esos sentimientos, aunque nuestra esperanza está cifrada en Aquel que todo lo puede y todo lo da, por amor de sus hijos y de su pueblo. Nuestra esperanza nace, pues, del amor a Dios y al prójimo, sin medida ni condición, aunque resulte difícil hacerla realidad en muchos casos.

El año nuevo 2008 puede ser un calendario gozoso, si cada día de sus semanas y meses nos preparamos espiritualmente para vivirlo. Cada día del año nos levantaremos con la esperanza puesta en el Señor, aceptando las alegrías y las tristezas de la jornada, y dando gracias a Dios por darnos la vida al salir y al ponerse el sol; por el pan de cada día; por las cruces que nos ha ayudado a cargar; y por todo lo bueno que hemos recibido en su gratuidad.

Que Dios Padre, en los brazos abiertos del Hijo, nos acoja, proteja y consuele en cada hora y cada prueba. Que nos ayude a crecer en espíritu y sabiduría. Que nos ayude a entender su voluntad en la historia que nos construye día a día, transformándonos en la imagen de su Hijo. ¡Muchas bendiciones en el Año Nuevo 2008!

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Alegría y Dolor

2007-12-30
El Ojo del Profeta
Alegría y Dolor

El rescate con vida de una niña que sobrevivió a la caída de una avioneta a mediados de la semana pasada ha sorprendido a muchos. Con fracturas y heridas, atrapada dentro del fuselaje, y entre cadáveres, la jovencita pasó casi tres días con hambre y frío hasta ser hallada.

La odisea de Francesca, tal es su nombre, nos hace reflexionar en que ningún pajarillo cae a tierra si no lo permite el Padre Dios. No somos capaces de contar los cabellos de nuestra cabeza, ni determinar cuántos serán nuestros días. Por eso, cada instante debemos vivirlo como si fuera el primero y el último, porque no sabemos el día ni la hora en que nos reclamarán el alma.

Tras el hallazgo de la aeronave accidentada, la alegría y el dolor se confundieron, al saber la suerte de sus pasajeros. Vida y muerte se han encontrado, como cada día se enfrentan en el escenario de la fe. Dios es un Dios de vivos, y quien crea en él aunque haya muerto vivirá. Por eso, en la experiencia de la pequeña Francesca, le pedimos que nos enseñe a calcular nuestros años, para vivirlos conforme a su Palabra y su Voluntad, que es el derrotero de nuestra verdadera felicidad.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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La Navidad en Panamá

2007-12-23
La Voz del Pastor
La Navidad en Panamá

Estamos iniciando un nuevo año litúrgico con la celebración del Adviento, en su etapa final y el tiempo de Navidad, un momento especial para encontrarse en familia y superar todos aquellos momentos de amargura, resentimientos, odios, rencores y cuantos aspectos negativos nos han tenido atados a situaciones superables en nuestra existencia.

Sabemos y conocemos que este año 2007 ha pasado para muchos sin pena ni gloria; los momentos se nos han ido y la vida continúa sin dejar huellas maravillosas de amor y esperanza. Eso no tiene que condicionarnos para pensar que la vida seguirá igual; debemos asumir un nuevo compromiso cristiano, sabiendo que el Dios de la Vida, que viene a salvarnos hoy desea nacer en nuestros corazones y espera de nosotros una puerta abierta para quedarse y construir en nuestra existencia una nueva realidad, donde impere el amor, la justicia, la paz y la libertad entre nosotros. Pero para poder quedarse pide de nuestra parte un deseo ardiente de cambio, donde no existan las excusas, ni aquello que pueda oscurecer nuestro vivir y actuar.

Cada persona humana, desde su realidad cultural y entorno social debe ubicarse con una actitud positiva, confirmando la razón de la llegada del Mesías a nuestra tierra. El sigue llegando a nosotros y desea quedarse en medio de nuestros pueblos; pero es necesario que nos encuentre en actitud de espera, siendo sencillos, generosos y con un espíritu acogedor en estos tiempos, donde la realidad nos interpela con el paso de tantos migrantes y refugiados que tocan nuestras puertas del amor y la amistad. También es bueno tener presente la realidad de pobreza e inestabilidad en muchos aspectos de la vida; a todo esto el Dios con nosotros quiere sentirse acogido, amado y servido por cada uno de nosotros; pero que lo hagamos sin servilismos ni expresiones que lleven a querer hacernos ver y sentir por los demás; sino con expresiones simples, pero profundas que lleguen al corazón de las personas más necesitadas, donde no surjan quejas por las atenciones dadas, sino más bien, manifestaciones que hagan vivir el valor de la fraternidad, la comprensión y la ternura de un Dios amor, que siempre se preocupa de nosotros.

Vivir la Navidad y recordar que somos miembros de la gran familia de Dios, donde podemos y debemos superar los rencores y resentimientos que apagan esas bellas luces de bondad y amor que pueden surgir de nuestros corazones.

Navidad es vivir el valor del encuentro con nuestro Padre Dios que nos ha amado desde siempre y ha tenido la gran preocupación de buscar nuestra salvación integral; no queramos aplacar nuestras conciencias con pequeñas expresiones que no cambian el mundo; luchemos por cambiar nosotros y hagamos que el Jesús niño se posesione de nuestra existencia y nos haga personas nuevas; recordemos que la luz que manifestemos a los demás servirá para iniciar un nuevo año lleno de fe y esperanza.

Este tiempo es un momento de encuentro con la persona de María y toda la familia de Nazareth. Sería bueno recordar que María como madre supo vivir esos momentos de encuentro con Jesús y salió adelante en sus momentos más contemplativos para leer los signos que aquel Hijo amado le manifestaba a cada momento. Para nosotros, en estos momentos, donde el valor de la observación se ha perdido mucho, solamente existe cuando nos mueve un interés utilitarista, sería bueno que pongamos nuestros sentidos a vivir el valor de la contemplación y descubramos en las pequeñeces de cada día, cómo el Señor se hace realidad y nos invita a la alegría para llenar el mundo de una nueva expresión de bondad y caridad.

Trabajemos para crear una nueva atmósfera en nuestros ambientes cercanos y lejanos, donde los demás descubran que somos mensajeros de paz, felicidad y amor. Que cada persona que venga a nuestro encuentro descubra que de verdad vivimos la realidad de la Navidad, siempre alegres y con deseos de cambiar nuestro existir, para que los demás crean que Jesús vive entre nosotros y quiere quedarse en cada corazón disponible y abierto.

Que el Dios de la Vida bendiga nuestro caminar y nos ayude a iniciar un año nuevo lleno de esperanza y con firme propósito de cambiar para bien en toda la realidad nacional.

Mons. Pedro Hernández Cantarero
Obispo Vicariato de Darién

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La paja en el ojo ajeno

2007-12-23
A tiro de piedra
La paja en el ojo ajeno

La presentación ante la Asamblea Nacional del acuerdo entre la Santa Sede y la República de Panamá, para crear el Ordinariato de la Fuerza Pública, ha soliviantado los ánimos de los diputados evangélicos, que reclaman para sus cultos derechos de igualdad y aprovechan para expresar todo tipo de opinión, una que otra con más furia que razón.

Olvidan los diputados evangélicos algunas actuaciones propias, que bien vale recordarles, para ver si así dejan de ver la paja en el ojo ajeno y se preocupan por la viga en el suyo.

En primer lugar, los ahora diputados deben recordar que en su condición de tales están obligados a legislar sin distinción de raza, religión, creencia, sexo, condición social y cultural, o ideología política. Hacer un frente parlamentario en razón de su culto evangélico es faltar a su obligación como diputados.

Lo segundo que deben recordar es que la condición de pastores y ministros religiosos de algunos de ellos, es incompatible con el cargo de diputado. Que las diferentes iglesias, y no sólo la católica, también pueden pedirle al estado que facilite la asistencia espiritual de sus fieles en la Fuerza Pública. No es algo exclusivo de la Iglesia Católica; por tanto, no existe fundamento para decir que se reconocen fueros y privilegios a ella. La Santa Sede, reconocida como estado por la comunidad internacional, puede, perfectamente, firmar acuerdos de estado a estado con la República de Panamá. Ese es el caso del Ordinariato. Los evangélicos, si están interesados en darle asistencia espiritual a sus seguidores en la Fuerza Pública, tendrán que solicitarlo según su organización y lo que dispongan la Constitución y las leyes panameñas. Nada ni nadie se los impide.

Una tercera recordación a los diputados evangélicos es la autoridad moral que debe tenerse para hablar del vecino. Hablan de violación a la Constitución. ¿No son ellos quienes la violan al faltar al deber que tienen como diputados de actuar en interés de la Nación (art. 150) y no el de sus comunidades evangélicas? ¿Olvidan que el principio constitucional de que no haya fueros ni privilegios ni discriminación, se da en virtud de raza, nacimiento, discapacidad, clase social, sexo, religión o ideas políticas; y que desconocer a la Santa Sede como estado, y a los católicos, es violar ese principio? ¿Acaso no se acuerdan cuando formaron el fenecido partido misión, con símbolos religiosos y proselitismo en sus comunidades? ¿No valía allí la disposición constitucional de que está prohibida la formación de un partido político que tenga por base la religión (art. 139)?

Por último, quiero resaltar un hecho notorio. Un pastor evangélico, que otrora fue candidato a legislador, y que levantó un templo con paredes tan altas que se tragan al comedor infantil que sirvió de propaganda para recaudar los fondos, es el más entusiasta en condenar el Ordinariato y atacar a la Iglesia Católica. Ojalá ese entusiasmo y su vasta experiencia le sirvan para ayudarle a ver la viga en sus ojos a algunos de sus colegas, y a que los abran para hacer un examen de conciencia de su función y propósito como diputados y pastores evangélicos.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Cristo es para todos

2007-12-23
Editorial
Cristo es para todos

En unas horas conmemoraremos el nacimiento del Hijo de Dios, que se hizo carne y habitó entre nosotros para redimirnos y salvarnos. Es Dios mismo, en la fragilidad del Niño Jesús, que viene a visitarnos y traer la paz, la liberación a los cautivos, quitar el yugo a los oprimidos, hacer justicia y anunciar la salvación.

Cristo, Salvador y Redentor, es para todos, sin acepción de personas. No importa qué y quienes somos, desde la perspectiva y el orden del mundo; lo importante es creer en Dios Padre y su enviado, Jesús el Señor, y la fe que mostremos en sus promesas. Inútil es, por tanto, que nos pongamos a hacer distinción entre judío y griego; entre el creyente de mi culto, y el otro o los demás.

La vida del cristiano, y de todos los hombres de buena voluntad, se enmarca en el amor. Un amor que parte de Dios mismo y que irradia hacia el resto de la humanidad. En la medida en que amemos, ganaremos el cielo. Hacer al otro lo que me gustaría que me hicieran; amar al otro como a mí mismo; y ser misericordioso y caritativo con los más pequeños que están hambrientos, enfermos, en la cárcel, o siendo forastero a mi alrededor, es lo que nos acerca a Dios y nos hace más humanos.

Que nuestra Navidad sea, este año y los sucesivos, un momento de vida a la manera de Cristo, que se hace todo en todos. Que sea un tiempo en que podamos deponer la envidia, el egoísmo, la murmuración, la avaricia, y la soberbia. Es la hora favorable para hacernos humildes, como el frágil Niño de Belén, que abre sus brazos y su corazón a sus semejantes. Pidamos a Dios que este sea nuestro mejor regalo, y el mejor que podamos dar a nuestro prójimo.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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Prevenir es mejor

2007-12-23
El Ojo del Profeta
Prevenir es mejor

Reza un adagio que prevenir es mejor que lamentar, y las Escrituras nos alertan de saber construir nuestra casa sobre la roca firme y saber hacer bien nuestros cálculos en cada empresa. La sabiduría del mundo y la divina, coinciden en medir bien las consecuencias de nuestras acciones.

Con el reciente incendio en un centro comercial de la ciudad, se ha denunciado la ausencia de medidas de seguridad para el público frente a un evento o desastre fortuito. Ni es la primera vez, ni es el único lugar que se juega la integridad física de las personas, ya sea por desconocimiento o por desidia. Pareciera que no hemos tenido suficiente con el bus incendiado el año pasado, o el grave accidente de hace varios años con los fuegos artificiales en el estadio de béisbol.

Personas sensatas ayudan a construir comunidades sensatas, las que, a su vez, conformarán una sociedad sensata. Y la sensatez, por estos días, parece estar ausente en muchos campos de nuestra vida nacional. Quiera Dios y adquiramos un corazón sensato, para que podamos crecer en gracia y sabiduría.

Luis Alberto Díaz
Director de Panorama Católico
diazlink@primada.org

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